Conferencia General Octubre 1987
No son en verdad felices
por el obispo Glenn L. Pace
Segundo Consejero en el Obispado Presidente
«No confundamos el placer telestial con la felicidad y el gozo celestiales. No confundamos la falta de autodominio con la libertad. La libertad total sin restricciones nos hace esclavos de nuestros apetitos. No envidiemos un vivir degradado.»
Deseo conversar sinceramente con vosotros, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, particularmente con los que de entre vosotros hayáis venido a esta reunión a regañadientes y a los que quizás ni habríais venido si vuestros padres o lideres del sacerdocio no os hubieran amenazado un poco o recompensado de alguna manera.
Cuando nuestros hijos eran pequeños y nos dirigíamos a las reuniones de la lglesia, de vez en cuando veíamos pasar un vehículo que remolcaba una lancha. Mis hijos se quedaban mirándolos con las naricitas pegadas al vidrio del auto y me preguntaban: «Papa, ¿por qué no vamos a esquiar al lago en vez de ir a la iglesia?»
A veces, me salía por la tangente y solo les decía: »Bueno, porque no tenemos lancha». Pero en mis días de mayor sensatez, reunía toda la lógica y la espiritualidad de que disponía como patriarca de la familia y procuraba explicarles cuanto más felices éramos nosotros porque participábamos en las actividades de la Iglesia.
Comprendí que no me habían entendido cuando, mas adelante, un domingo, al ver a los de una familia que reían muy contentos mientras cargaban sus esquís en su vehículo, uno de mis hijos adolescentes me dijo, riendo socarrón: »Esos no son en verdad felices, ¿no es así, papa?» Ahora decimos eso en broma cada vez que vemos a alguien haciendo algo que nosotros no podemos hacer. Cuando veo a un adolescente conduciendo un bonito y costoso auto deportivo, digo a mis hijos: »Allí va un tipo muy desdichado».
Vosotros, jóvenes, estáis creciendo en un mundo muy difícil y confuso. Actividades siempre prohibidas por el Señor, y durante mucho tiempo condenadas por la sociedad, son ahora aceptadas y fomentadas por esa misma sociedad. Los medios de difusión las hacen parecer muy apetecibles. Agreguemos a la aceptabilidad y a lo apetecible el poder de la influencia de los amigos y tenemos una situación extremadamente peligrosa.
La visión de Lehi del árbol de la vida se aplica a nuestra era. En esa visión vio un edificio grande y espacioso, que representa el orgullo y las tentaciones del mundo:
«Y vi. . . un edificio grande y espacioso . . .
»Y estaba lleno de personas, tanto jóvenes como ancianas. . . y la ropa que vestían era excesivamente fina; y se hallaban en actitud de estar burlándose y señalando con el dedo a los que [comían del] fruto» (1 Nefi 8:25, 26, 27).
Aunque vosotros tenéis un testimonio y queréis hacer lo correcto, es difícil que no os sintáis atraídos hacia el grande y espacioso edificio. A todas luces, las gentes del edificio parecen divertirse en grande. La música y la risa son ensordecedores. Quizá vosotros diríais lo que me han dicho mis hijos: »Esos no son en verdad felices, ¿no es así. papa’?», al verlos en su fiesta.
Si, se ven felices y libres; pero no confundamos el placer telestial con la felicidad y el gozo celestiales No confundamos la falta de autodominio con la libertad. La libertad total sin restricciones nos hace esclavos de nuestros apetitos. No envidiemos un vivir degradado.
Cuando yo empezaba la escuela de segunda enseñanza, me levantaba en las frías mañanas de invierno y me iba a sentar junto al calentador. Como la gata de casa siempre llegaba allí primero, yo la hacia a un lado con suavidad y me sentaba. No tardaba mi madre en decirme que ya era hora de que me fuera a la escuela. Al mirar el hielo que colgaba de la casa, me daba temor salir al frío y más aun empezar otro día escolar. Tras dar un beso a mi madre y atravesar el umbral, echaba una ávida mirada al cómodo lugar junto al calentador, solo para ver que la gata se había vuelto a apoderar de él. ¡Cómo la envidiaba! Como si hubiera sido poco, la minina me miraba con ojos adormecidos y como si, riéndose de mí, me dijera: «¡Diviértete en la escuela, Glenn; menos mal que yo no pertenezco a los humanos!» ¡Ah, cuanto detestaba ese gesto!
Pero en el transcurso del día solía ocurrir algo interesante. Cuando volvía a casa después de las alegrías y las penas del día escolar y veía a la ociosa gata enrollada todavía junto al calentador, sonriendo, le decía: »Menos mal que yo no soy un gato».
A vosotros que os vais acercando cada vez mas al grande y espacioso edificio no tienen absolutamente nada que ofreceros sino una satisfacción instantánea inevitablemente ligada al dolor y al sufrimiento a largo plazo. Los mandamientos que observáis no los dio un Dios vengativo para impediros divertiros, sino un Dios amoroso que quieren que sean felices en esta vida y por la eternidad.
Comparemos las bendiciones del vivir la Palabra de Sabiduría con lo que tendríais si escogierais divertiros con los del grande y espacioso edificio. Comparemos la alegría del buen humor inteligente y sensato con la risa tonta, vulgar y estridente del borracho. Comparemos a las jovencitas fieles que todavía se ruborizan con las que, tras haber perdido la vergüenza, procuran persuadiros a aunaros a su perdición. Comparemos el elevar a las personas con el degradar a las personas. Comparemos la facultad de recibir revelación personal y orientación en la vida con el ser llevados por doquiera de todo viento de doctrina. (Véase Efesios 4:14). Comparemos el poseer el sacerdocio de Dios con cualquier cosa que veamos ocurrir en el grande y espacioso edificio.
Los miembros de varias iglesias del mundo han apremiado a sus líderes para cambiar la doctrina de modo que se acomode al modificado estilo de vida de sus miembros. Muchos lo han logrado y vemos cada vez mas iglesias hechas de doctrinas de hombres (véase Colosense 2:22).
Hay verdades absolutas de eternidad que no cambian porque las personas se aparten de ellas. Ningún voto popular puede cambiar una verdad absoluta y eterna. No os dejéis engañar por la premisa de que «todos lo hacen». El espíritu se ofende y la inteligencia se insulta con ese razonamiento.
Una vez reunidas todas las evidencias, al graduaros de la escuela de la vida, los duros golpes de esta demostrarán científicamente lo que vosotros, varones jóvenes, aprendisteis en el jardín de infantes (kindergarten) de vuestra preparación espiritual, o sea, que «la maldad nunca fue felicidad» (Alma 41:10). ¿Por qué esperar a que el hombre finito confirme lo que su Creador infinito ya ha revelado a los profetas?
Sé cuanto os gustan las emociones fuertes y los riesgos. ¿Queréis emociones fuertes? Os daré una: ¿sabéis que hay en el mundo mil jóvenes por cada uno de vosotros? Los hijos de Helamán no enfrentaron tan grande desigualdad (véase Alma 56:10). Al intensificarse los vientos de la opinión popular y al aumentar las burlas de los que intentan justificar sus propios actos inicuos, será preciso que vosotros os vistáis «de toda la armadura de Dios» (véase Efesios 6:11). Tendréis que luchar con todas vuestras fuerzas para conservaros sin mancha del mundo (véase D. y C. 59:9). Os rogamos que os conservéis fieles, no por nosotros, sino por vosotros mismos.
Con la desigualdad de 1000 a 1 ¿fallará la juventud de Sión? Doy firme testimonio de que no, no fallará. La juventud del reino saldrá victoriosa. ¡Eso si que es emocionante! ¿Que aventura de aquel grande y espacioso edificio cambiaríais por la viva emoción de edificar el reino al cual vendrá nuestro Salvador a la tierra para reinar?
Amamos a los jóvenes de la iglesia y sabemos que colectivamente saldrán adelante. Sin embargo, nos angustiamos muchísimo por los que podamos perder por el camino. Hablando como padre de familia, puedo deciros que la perdida de uno de vosotros seria demasiado. Queremos que todos salgan victoriosos y no sólo la mayoría.
A vosotros que lucháis y vais perdiendo terreno; a los que habéis sido tentados a entrar en ese edificio por alguna de sus muchas puertas y ahora no encontráis ninguna por la cual salir; a vosotros que os sentís atrapados y derrotados, os aseguramos que si hay esperanza y que todo no se ha perdido. Por medio de Su expiación, nuestro Señor y Salvador Jesucristo os ha proporcionado el camino para escapar de ese espantoso lugar. El os conoce a cada uno. Personalmente; conoce vuestro nombre y vuestro dolor. Si os acercáis a vuestro Padre Celestial con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, seréis milagrosamente rescatados de ese grande y espacioso edificio y llevados a los cariñosos y consoladores brazos del Salvador del género humano. Y en vuestro hogar terrenal hallareis los brazos de vuestro padre siempre abiertos para recibiros y sabréis que durante vuestra ausencia vuestra madre nunca deja de poner un plato en la mesa para vosotros, delante de vuestra silla vacía. Veréis claramente la diferencia entre la felicidad telestial y la felicidad celestial y sentiréis y saboreareis el regocijo celestial en esta vida y por toda la eternidad. De ello testifico y doy promesa, en el nombre de Jesucristo. Amén.

























Gran mensaje
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Un muy fuerte testimonio de la verdad
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Un gran mensaje para padres he hijos a veces
no sabes cómo entablar una conversación con el@ hijo para que entienda que hay restricciones para nuestro bien y que tenemos que saber diferenciar el oro del oropel.
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