Liahona Junio 1986
El progreso de mi matrimonio empieza conmigo
Desarrollo de la integridad emocional
Por Víctor L. Brown, hijo
El matrimonio está destinado a perdurar para siempre; como una ordenanza de Dios, debe unir a dos corazones en uno. Sin embargo, no existen los matrimonios sin problemas; cada uno tiene su combinación especial de frustraciones y desacuerdos.
Es lógico que deseamos que nuestro matrimonio tenga éxito y para ello muchas veces recurrimos a libros y teorías acerca de la relación entre los cónyuges —libros sobre comunicación conyugal, satisfacción física, métodos para criar a los hijos y actividades familiares. Sin embargo, durante mis experiencias al trabajar con matrimonios he observado que la preparación individual es necesaria antes de que la relación entre esposos pueda ser realmente positiva. Esta preparación personal es a lo que he llamado integridad emocional.
La integridad emocional es el logro personal de fortaleza, disciplina y plenitud emocional que permanecen constantes sin importar lo que otros digan o hagan. Incluye tanto un control de emociones como un reconocimiento sincero de ellas, ya sean agradables o desagradables. Cuando logramos la integridad emocional, somos estables, consecuentes y flexibles. Nuestras acciones no están determinadas por las acciones de nuestros cónyuges. Somos flexibles emocionalmente, se disfruta más de nuestra compañía y es más fácil lograr comunicarse con nosotros. Hemos puesto nuestras emociones en orden y por ende estamos preparados para tener una comunicación eficaz con nuestros semejantes.
En mi trabajo con la gente he encontrado cinco principios que estimulan esta integridad emocional. Las personas que se describen en los siguientes ejemplos (cuya identidad y ciertas circunstancias se han cambiado) desarrollaron su integridad por su propia cuenta, en forma independiente de sus respectivos cónyuges. Aprendieron a aceptar la responsabilidad de su comportamiento y a luchar por acercarse más al modelo cristiano en sus acciones. Al observarlos desarrollar esta capacidad personal, vi matrimonios firmes fortalecerse aún más, matrimonios débiles, fortalecerse y aun los que estaban a punto de fracasar, salvarse.
Principio: Debemos establecer un sentimiento de autoestima.
En el matrimonio es muy necesario que nos sintamos seguros y confiados de nuestras habilidades y del curso de nuestras vidas. Sin embargo, muy a menudo nos perjudicamos al juzgamos en forma muy severa o al compararnos con otras personas. A menudo dejamos que nuestros sentimientos de dignidad pongan a prueba las normas que rigen lo mundano. Por ejemplo, un sentimiento de dignidad basado en la adherencia a los principios del evangelio, tales como bondad, cordialidad y fidelidad, parece disminuir su importancia ante una cultura que celebra más al ganador que al participante, a la riqueza más que al ahorro, a la fama más que al honor, y a la condición social más que al servicio.
Cada uno de nosotros es un hijo de Dios con cualidades, talentos y habilidades únicos. Lo que valemos es algo inherente. Mientras que la gente puede ayudamos a reconocer nuestros dones divinos, no puede damos un sentimiento de autoestima; somos nosotros quienes deben cultivarlo. Debemos aprender a reconocer nuestras buenas cualidades y a trabajar para sobreponemos a nuestras debilidades sin vivir criticándonos.
Deseo mencionar el caso de una mujer, a la que llamaré Eliana, quien desde muy pequeña fue criticada duramente por sus padres y por sus compañeras. Más tarde, siendo adulta, durante el transcurso y después de las lecciones de la Sociedad de Socorro, se sentía amargada al compararse con las demás hermanas. Estaba segura de que todas eran más inteligentes, mejor organizadas y más fuertes en el evangelio que ella. Su esposo empezó a evitarla después de la Sociedad de Socorro porque su actitud era tan desagradable.
Finalmente, Eliana se dio cuenta de que su actitud de culpabilidad estaba poniendo en peligro su testimonio y su matrimonio, y decidió cambiar. Realizando una introspección, redactó una lista de sus puntos fuertes así como sus puntos débiles. Al principio tuvo dificultad para aceptar sus puntos fuertes, pero sí estaba muy inclinada a aceptar los débiles como permanentes e imposibles de cambiar.
Sin embargo, utilizando su lista, tomó la determinación de sobreponerse a una debilidad, y a desarrollar un punto fuerte al mismo tiempo.
Mediante su autoevaluación descubrió que una de sus debilidades era hacer comentarios demasiado precipitados, sin detenerse a pensar que podrían ser ofensivos a otras personas. Al darse cuenta del daño que tales comentarios podrían hacer, empezó la práctica de pensar antes de hablar. Finalmente, al dejar de herir a los demás por causa de declaraciones insensatas, logró un nuevo sentimiento del autodominio. También desarrolló sus habilidades domésticas, lo que definitivamente le dio la evidencia de que era capaz de lograr algo realmente importante para ella y aun servicio a los que la rodeaban.
El servicio es siempre una parte esencial en el desarrollo de la autoestima. La obsesión con respecto a la perfección puede llegar a transformarse en una incapacidad emocional. Pero cuando nos proponemos consciente y razonablemente a mejorar y a pulir un talento en un esfuerzo para servir a Dios y a los semejantes, empezamos a sentimos bien con nosotros mismos.
Después de vencer algunas de sus debilidades y de refinar algunos puntos fuertes, Eliana empezó a tener la convicción de que era una persona valiosa. No esperaba ni elogios ni alabanzas a cambio de sus esfuerzos. Su esfuerzo era interno y personal; era un esfuerzo por vivir de acuerdo con las leyes de Dios. Su sentimiento de autoestima era real y, a medida que este sentimiento positivo empezó a aumentar, su matrimonio mejoró. Su esposo empezó a sentirse más cómodo y a disfrutar más su temperamento y comportamiento obviamente más agradables. Más tarde él también empezó a examinarse y a mejorarse a sí mismo, con resultados beneficiosos.
Principio: Debemos sanar nuestras propias heridas emocionales.
Muchos de nosotros tenemos viejas heridas emocionales, derivadas de asociaciones pasadas. Las heridas emocionales tienen varios orígenes —una niñez en un hogar poco seguro, o aun violento, relaciones negativas con personas de nuestra misma edad, una familia que se mudaba constantemente y que nos dejó con la idea de no tener raíces en ningún lugar, o la frustración de no lograr algunas metas o sueños. Cualquiera que sea el caso, muchos de nosotros permitimos que estas heridas continúen haciéndonos sufrir.
Muy a menudo esperamos que nuestros cónyuges sanen nuestras heridas, pero esto no es ni lógico ni práctico. Orlando era una de estas personas. Su madre había sido una persona excepcionalmente dominante y hasta mala. Como hijo único, Orlando resentía el dominio de su madre, aún después de su muerte. Se resistía denodadamente ante las más leves opiniones o preferencias de su esposa. Deseaba mantener, y lo lograba, el control total de las finanzas, disciplina de sus tres hijos, mantenimiento de la casa, diversión, oración y asistencia a la Iglesia. Su esposa trataba desesperadamente de decir o hacer cosas que pudieran satisfacerlo o apaciguarlo, pero nada parecía dar resultados. Suponiendo que ella era la culpable, se hundió en una desesperación total.
Las heridas de Orlando empezaron a sanar cuando se dio cuenta que estaba reaccionando ante todas las mujeres como si éstas fueran el reflejo de su madre. Para aprender más sobre su madre, empezó a hacer su genealogía y se entrevistó con algunos familiares de ella. Al escuchar cintas de historias familiares, empezó a ver a su madre como a una persona, no sólo como a uno de sus padres. Y empezó a reconocer su lucha a medida que trataba de abrirse paso en lo que ella percibía como el papel de esposa y madre. Finalmente, le fue posible perdonar a su madre, y al aceptar la responsabilidad de sanar sus propias heridas, Orlando pudo aliviar muchas de las presiones que estaban amenazando su matrimonio.
Principio: Logramos una comunicación eficaz por medio de un trato respetuoso y cortés y no por medio de técnicas rebuscadas.
Cuando tratamos de decir las palabras propicias en la forma más adecuada con el objeto de recibir la respuesta correcta, nuestras comunicaciones tienden a ser defensivas y calculadas en vez de espontáneas y naturales. Los buenos entrevistadores y consejeros saben que la comunicación sincera se logra solamente cuando la gente realmente respeta y desea escuchar lo que los demás quieren decir. La mayoría de la gente responde en forma positiva ante la sinceridad honrada.
Sin embargo, muchos de nosotros nos ponemos en situaciones semejantes a la de Rubén, quien se enorgullecía de las técnicas de comunicación que había aprendido en su capacitación de vendedor. Cada vez que veía a su esposa turbada, trataba de hacerla hablar acerca de lo que la estaba molestando. Desgraciadamente, debido a que Rubén era más bien mecánico e inquisitivo, dejándose llevar más por la técnica que por el amor que sentía por su esposa, la intimidaba en vez de alentarla. A medida que ella resistía, él la presionaba más, aplicando técnicas de escudriñamiento, hasta que casi no quedaba nada de comunicación amorosa.
La solución quedó totalmente en manos de Rubén. Aprendió a quererla lo suficiente para reconocer que lo que ella necesitaba muchas veces era respeto en vez de entablar una conversación sobre el asunto. A medida que permitió que lo guiara su amor por ella, aprendió a discernir ciertas señales; si le hacía una pregunta y ella no contestaba de inmediato, no la forzaba para que respondiera. En varias oportunidades pasó días sin insistir, limitándose a cumplir con simples cortesías, acciones sinceras y haciendo uso de palabras tales como “por favor” y “gracias”. A medida que se concentró en crear una atmósfera de respeto en vez de tratar que su esposa hablara sobre sus sentimientos, ella respondió con mayor confianza y su comunicación mutua mejoró continuamente.
Principio: La perfección la logramos paso a paso por medio de la preparación, de la práctica constante y siguiendo el ejemplo del Salvador.
El Salvador dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Sin embargo, la perfección es difícil de lograr, y a menudo nos toma el resto de nuestra vida, o más. Algunas personas se rinden ante la empresa y se entregan a placeres inmorales. Algunos se esfuerzan por perfeccionarse en un aspecto en el que tienen facilidad y se obsesionan ante una profesión, un desarrollo intelectual, un servicio cívico o en el logro de posesiones materiales. Otros se desesperan ante la idea de no poder llegar a ser perfectos, pero continúan haciendo lo posible viviendo vidas infelices. Y aún hay otros que adoptan una opinión severa y le dan más importancia a la letra de la ley, como lo hicieron sus antepasados filosóficos, los fariseos.
Sin embargo, no debemos desalentarnos ante la admonición del Salvador en cuanto a la perfección. Dios realmente nos ama; somos sus hijos. Su Hijo vino a la tierra a sacrificarse por nuestros pecados para que tuviéramos gozo y regresáramos a la presencia de nuestro Padre Celestial. La perfección que se espera de nosotros es un esfuerzo de por vida de paciencia, progreso, observancia de la ley, y la confianza en la misericordia redentora de un Padre y un Hijo amorosos.
Laura aprendió esto al tratar de ser más como Cristo en su trato con su esposo. Necesitaba ser ordenada, pero su esposo no. Derramó muchas lágrimas después de criticarlo repetidamente por su forma indiferente y desordenada. Pero llegó el momento en que ella se dio cuenta de que sus sentimientos y sus acciones no se ajustaban al ejemplo del Salvador. En vez de condenar la actitud de su esposo, se propuso a trabajar en la suya. Se preguntó cómo habría manejado Jesucristo la situación y planeó la forma de reaccionar ante la próxima ofensa de su esposo. Con una actitud cristiana se dio cuenta de que no había cabida para encontrar defectos y dejó de reaccionar en forma desagradable. Aun cuando le llevó semanas para que el desorden de su esposo no le molestara, se dio cuenta de que mientras esperaba que él llegara a casa diariamente, planeaba escucharlo, unirse a él en unos momentos tranquilos y ayudarle a relajarse de las tensiones del día.
Estas acciones no disminuyeron su necesidad por el orden, pero a medida que aprendió a enfrentar el problema en forma más alegre, este método empezó a parecer algo natural. Pese a lo mucho que lo deseaba, su esposo nunca llegó a mejorar lo suficiente como para considerarlo ordenado, pero después de un tiempo no importó demasiado porque se dio cuenta que su habilidad de controlar su temperamento le satisfacía mucho más, más que si su esposo mantuviera todos sus calcetines ordenados en el cajón de la cómoda. De hecho, había avanzado enormemente hacia el logro de la integridad emocional.
Principio: Los convenios de Dios proporcionan pautas y recompensas al lograr integridad emocional.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó que los convenios de nuestro Padre Celestial no se negocian con nosotros, más bien, nuestro Padre Celestial nos ofrece bendiciones basadas en la obediencia a las leyes. El establece las condiciones y los convenios para otorgamos las bendiciones a medida que cumplimos. Podemos guardar o quebrantar los convenios, pero no podemos establecer las condiciones u ofrecer un cambio a nuestro Creador. Sin embargo, a menudo actuamos como si pudiéramos modificar las leyes de nuestro Padre amoroso y omnisciente.
Esteban quiso hacer una de estas modificaciones. Le comunicó a su obispo que ni él ni su esposa eran felices en su matrimonio y estaban considerando la posibilidad de divorciarse. Luego de asegurarse de que no había ninguna transgresión moral que requiriera un tribunal de la Iglesia, el obispo le recordó a Esteban sus convenios, de que él había convenido en el templo no sólo a permanecer casado por la eternidad, sino también a ser un esposo bueno y caritativo.
Esteban no estuvo de acuerdo con la reacción de su obispo. Saturado con egoísmo y sus propias ideas en cuanto a la moralidad, trató de hacerle ver al obispo las imperfecciones de su esposa y su necesidad de ser feliz. Pero el obispo simplemente se limitó a recomendarle que durante los siguientes doce meses se dedicara a vivir sus convenios antes de considerar nuevamente la idea del divorcio.
El obispo no pasó mucho tiempo dándole consejos, sino que simplemente le recordó el solemne juramento ante Dios. Por medio de la inspiración del Espíritu, simple pero bondadosamente le dijo a su hermano lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y, afortunadamente, Esteban había retenido la integridad suficiente como para reconocer que había hecho un convenio con el Señor, un convenio que no podía considerarse a la ligera.
Durante doce meses Esteban respetó sus convenios, haciendo lo posible por tratar a su esposa amablemente. En vez de preocuparse de si ella era lo suficientemente atractiva como para hacerlo feliz, se concentró en honrar su sacerdocio. Al finalizar el período de un año, Esteban le informó a su obispo que había desarrollado un aprecio y amor por su esposa mucho mayores que lo que él jamás había esperado.
En el caso de Esteban, la obediencia lo llevó a recibir bendiciones en su vida marital. El arrepentirse y someterse a tan rigurosa autodisciplina no era ni cómodo ni fácil. Pero a medida que progresó en rectitud personal, obtuvo una paz sanadora que fue mucho más tangible, completa y agradable que aquella felicidad que buscaba. Y su paciente esposa ganó un compañero amoroso que había aprendido a fortalecerla en vez de criticarla.
El principio básico: Seguir al Salvador.
La mayoría de estos ejemplos reflejan problemas bastante serios. No todos los matrimonios están a punto de caer, pero se pueden prevenir y resolver muchos problemas serios si cada una de las partes se concentra en vivir el evangelio antes de tratar de cambiar a su compañero o compañera.
Estos cinco principios no lo son todo, ni tampoco el ideal de integridad emocional implica que no se necesita la cooperación de ambos en el matrimonio. Pero la experiencia enseña que los matrimonios fuertes y gratificadores incorporan algunos, o estos cinco principios en conjunto, como la base de cooperación, comunicación y compañerismo. Sin ellos a menudo se presentan graves malos entendidos.
Y sin embargo, con lo importantes que son estos cinco principios, existe uno sobre el cual todos los demás se basan. La vida del Salvador es el único ejemplo completo y verdadero de integridad emocional. Los miembros de la Iglesia a quienes he observado adquirir entereza emocional han estudiado y luchado por emular la vida de Jesucristo por necesidad. Él vivió en este mundo y experimentó emociones mortales. Se regocijó con amigos y parientes; experimentó la tentación en el desierto; con justa ira expulsó a los codiciosos mercaderes del templo; lloró de gozo ante la pureza de los niños, y de dolor ante la muerte de amigos; agotado de enseñar y curar, se apartó para recuperarse. En las escenas finales de su vida mortal añoró compañía mientras sufría un dolor indecible por los pecados de los demás. Aun después de sufrir vejaciones, perdonó a los soldados que lo mataron.
Las experiencias mortales de Cristo demuestran una integridad que permaneció inmutable aun hasta el momento en que se le dejó sin consuelo espiritual y clamó: “¿Por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46.)
Su perfección no debe desalentamos, más bien, deberíamos sentimos fortalecidos por saber que Él sabe, perfectamente bien, por lo que estamos pasando. La obediencia a sus leyes nos ayuda a lograr el dominio de nuestras emociones, y al hacerlo, podemos más plenamente expresar y recibir amor. •
Hablemos al respecto
Después de leer “El progreso de mi matrimonio empieza conmigo”, quizás desee considerar las siguientes preguntas e ideas.
- ¿Cuáles son algunos de los puntos en los que debe esforzarse para aumentar su autor respeto?
- Enumere algunas de sus heridas emocionales. ¿Cuáles son algunas de las formas en que puede luchar para vencerlas?
- ¿Hay algo que usted puede hacer para que la comunicación con su cónyuge sea más eficaz? ¿Qué?
- ¿Existen algunas situaciones específicas en las cuales podría esforzarse para sentir y practicar un amor más cristiano por su cónyuge?
























