¿Podemos comprender plenamente la Expiación?

¿Podemos comprender
plenamente la Expiación?

Tad R. Callister
La Expiación infinita


Recibir conocimiento sobre conocimiento

¿En nuestro estudio de la Expiación podemos dominar sus complejidades y pormenores? ¿Podemos conocer los porqués y los cómos tan bien como conocemos las consecuencias? El élder James E. Talmage arrojó luz sobre nuestra incapacidad para com­prender plenamente esta doctrina:

«No todos los pormenores del glorioso plan, en virtud del cual se asegura la salvación de la familia humana, se encuentran al alcance de la comprensión humana; pero el hombre ha aprendi­do, incluso gracias a sus vanos intentos de desentrañar las causas primarias de los fenómenos de la naturaleza, que sus poderes de comprensión son limitados; y admitirá que negar un efecto sobre la base de su propia incapacidad para dilucidar su causa equivaldría a perder sus pretensiones como ser observador y pensante.

»Sencillo como es el plan de redención en sus características gene­rales, es un reconocido misterio en sus detalles para la mente finita».1

Nuestra incapacidad para «saberlo todo», no obstante, no exi­me de la necesidad (ni debería disminuir nuestro deseo de ello) de conocer lo «conocible». Puede que agotando lo conocible em­pujemos y exploremos, e incluso de vez en cuando, penetremos el infinito. El profeta José era nuestro ejemplo en este aspecto. Él era el «preguntador magistral». Sus interrogantes desencadenaron la Primera Visión, la Palabra de Sabiduría, la revelación sobre el matrimonio celestial, la visión de los tres grados de gloria y, ver­daderamente, casi todas y cada una de las revelaciones notables de esta dispensación. El hizo saltar por los aires los parámetros de conocimiento divino porque preguntó rectamente. El profeta mismo fue una prueba empírica de la invitación divina: «Si pides, recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conoci­miento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles» (DyC 42:61; véase también 1 Nefi 10:19; DyC 6:7; 11:7).

Fue precisamente ese proceso espiritual de investigación el que permitió a Nefi ver y comprender la visión que su padre había presenciado acerca del árbol de la vida. ¿Sorprende acaso que Nefi se frustrara con sus hermanos cuando se enteró de sus disputas a propósito del sueño de Lehi? Nefi les lanzó la pregunta de intros­pección espiritual: «¿Habéis preguntado al Señor?». Su réplica fue de lo más decepcionante: «No, porque el Señor no nos da a cono­cer tales cosas a nosotros». Nefi no iba a dejar pasar tal respuesta. Hablando en nombre del Señor, les describió el principio correcto que abre la puerta del conocimiento divino: «¿Si no endurecéis vuestros corazones, y [pedís a Dios] con fe (…) guardando diligen­temente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?» (1 Nefi 15:8, 9, 11). El Señor hizo esta promesa alentadora a todos aquellos que buscan la verdad diligentemente: «Y si pre­guntas, conocerás misterios grandes y maravillosos» (DyC 6:11).

Cabría pararse a considerar si el presidente Joseph F. Smith no hubiera preguntado con respecto a los espíritus al otro lado del velo. ¿O si el presidente Spencer W. Kimball no hubiera procurado obtener revelación sobre la ampliación del sacerdocio a todos los hombres dignos de la iglesia? Si todos esos hombres buenos no se hubieran aventurado rectamente, buscando algo más, las verdades gloriosas que recibieron habrían permanecido ocultas en los rei­nos celestes. Mientras haya verdad conocible y hombres rectos que pregunten, el Señor puede y, a su debido momento: «[derramará] conocimiento desde el cielo sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días» (DyC 121:33). No parece haber límites para las po­sibilidades de revelaciones futuras, tal y como ha predicho el Señor:

«Y a ellos les revelaré todos los misterios, sí, todos los misterios ocultos de mi reino desde los días antiguos, y por siglos futuros. (…) Sí, aun las maravillas de la eternidad sabrán ellos, y las co­sas venideras les enseñaré, sí, cosas de muchas generaciones. (…) Porque por mi Espíritu los iluminaré, y por mi poder les revelaré los secretos de mi voluntad; sí, cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han llegado siquiera al corazón del hombre.» (DyC 76:7-8, 10; ver también Artículos de fe 1:9).

Hecha esa promesa, el Señor abrió sus tesoros celestiales y de ellos brotaron perlas de valor inestimable con relación a la resu­rrección y los grados de gloria eterna en lo que muchos conside­ran la revelación más expansiva de esta dispensación. Sin duda las puertas del cielo seguirán abriéndose y los tesoros divinos conti­nuarán ofreciendo sus perlas sagradas en respuesta a los hombres y mujeres honrados que busquen mayor luz con humildad. Son almas de esa naturaleza las que gozarán el privilegio de «[compren­der] en sus corazones» (3 Nefi 19:33), además de en sus mentes, la doctrina profunda y la pasión purificadora de la Expiación.

Ninguna generación debería saber más

Cuando se finalizó la edición SUD en inglés de la edición de la Biblia del Rey Jacobo en 1979, se inauguró una nueva era en el estudio del Evangelio. Debido a ello, la generación actual está descubriendo más verdades, perspectivas y confirmaciones desco­nocidas para sus predecesores, no porque la generación actual sea necesariamente más justa, o intelectualmente superior, sino por tener a su disposición unos instrumentos mejores. El agricultor más experto equipado con un caballo y un arado no puede igua­lar a otro agricultor dotado de conocimientos similares, pero que cuente además con un tractor de tecnología avanzada. El mate­mático y su regla de cálculo son incapaces de superar a un colega que tenga a su disposición una computadora potente. Un Galileo con un telescopio portátil jamás podrá descubrir los misterios del universo como el Galileo que mira a través del telescopio más avanzado. El Señor debe de esperar mucho más de nosotros en términos de erudición sobre el Evangelio que de las generaciones anteriores, porque tenemos a nuestro alcance mucho más.

El élder Boyd K. Packer afirmó: «La generación anterior se ha criado sin ellas [la edición SUD de las Escrituras], pero está creciendo otra generación. Las revelaciones se abrirán ante ellos como nunca lo han hecho con ninguna generación anterior en la historia del mundo (…). Ellos desarrollarán una erudición con respecto al evangelio que ira mucho más lejos de la que sus ante­pasados podrían haber logrado».2

Nefi vio nuestros días y profetizó que los creyentes «[llegarían] al conocimiento de su Redentor y de los principios exactos de su doctrina, para que [supieran] cómo venir a él y ser salvos» (1 Nefi 15:14). Si bien es cierto que no «[podemos] sobrellevar ahora to­das las cosas», no deja de ser verdad también que el Señor nos ha ofrecido esta esperanza consoladora: «sed de buen ánimo, porque yo os guiaré» (DyC 78:18). Si tenemos paciencia y dejamos que el Señor nos guíe en nuestros estudios del Evangelio, en última instancia puede que seamos receptores de esa promesa gloriosa: «El día vendrá en que comprenderéis aun a Dios, siendo vivifica­dos en él y por él» (DyC 88:49).

La finalidad de los capítulos siguientes es hacer uso de este con­junto de herramientas espirituales con las que el Señor nos ha ben­decido en esta generación y contribuir a nuestra búsqueda del ago­tamiento de lo «conocible» y, de cuando en cuando, arañar quizá la superficie de lo que ahora se nos antoja infinito. Al hacerlo, de­seamos que aumente nuestra devoción y gratitud por el Redentor y, en última instancia «venir a Él y ser salvos» (1 Nefi 15:14).

 ¿Capítulo 4 — ¿Qué finalidad tiene la Expiación? →


  1. Talmage, Anieles of Faith, 76-77; énfasis añadido.
  2. Packer, Let Not Your Heart Be Troubled,
Esta entrada fue publicada en Expiación y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

1 Response to ¿Podemos comprender plenamente la Expiación?

  1. La finalidad de la expiación es hacernos santos y llegar a la altura del varón perfecto, Jesucristo. La finalidad de la expiación también es proveernos los medios y la ayuda necesaria para cambiar nuestra naturaleza Carnal y llegar a su presencia.

    Me gusta

Deja un comentario