José Smith Profeta, vidente y Revelador

José Smith Profeta, vidente y Revelador

por el presidente David O. McKay

Discurso dado en la dedicación del edifi­cio “José Smith”, institución que ya forma parte importante del sistema educacional de la Universidad de Brigham Young. Tomado del “Mensajero Deseret” de diciembre de 1943.

AL considerar el tema asignado para mí: “José Smith, Profeta, Vidente y Revelador”, pensaba que sería deseable considerar una por una las profecías de José Smith, y tratar de su cumplimien­to; creía conveniente, también, hablar de su claridad de visión como vidente, y de sus poderes de revelación. Pero, estas cosas, vosotros, estudiantes, las podéis seguir una vez que se establece el hecho de que José Smith fué inspirado por el Señor.

Si podemos inclinamos a creer y lue­go recibir un testimonio que José Smith fué inspirado de Dios, seguirá inevita­blemente la confianza en su poder profético, y su exposición de doctrina pa­recerá confiable en medio de las teorías las cuales cambian cada cinco años.

“Nacido entre las humildes filas de pobreza, sin educación de los libros y con el nombre más común, José Smith había hecho por sí mismo, a la edad de treinta y nueve años, un poder en la tierra. De las numerosas familias de Smith, ninguno ha captado el corazón humano y formado las vidas humanas como lo ha hecho este José. Su influen­cia, sea para el bien o sea para el mal, es potente hoy en día, y el fin aún no ha llegado”. Así escribe Josiah Quíncy en su artículo sobre José Smith en “Fi­guras del Pasado”. Deseo hacer excep­ción referente a una de las frases de este historiador: “José Smith había he­cho para sí mismo a la edad de treinta y nueve años, un poder en la tierra”. José Smith no hizo para sí mismo, ni tampoco llegó a ser, por él mismo, un poder en la tierra. Solamente por me­dio de la ayuda y dirección de Dios pudo aspirar como tal.

Miremos a las condiciones sociales y políticas del período cuando ese joven empezó su búsqueda de la verdad.

El deseo y los esfuerzos del hombre para el mejoramien­to social

Creo que cada edad progresiva del mundo ha tenido a sus hombres intelec­tuales y sociales, los cuales han trata­do de mejorar su propio sistema de vi­vir. La buena vida, tan importante para la felicidad del hombre, ha sido la meta de las edades. Ha sido fácil sentir la necesidad de una reformación, pero para lograrla ha sido difícil, y frecuentemen­te imposible. Las ideas sugeridas y pro­puestas por los hombres más inteligen­tes pocas veces han sido prácticas, y muchas veces fantásticas, sin embargo, en la mayoría de los casos el mundo en general se ha mejorado por la disemina­ción de las ideas nuevas, aunque al prin­cipio fracasaron los experimentos. En este respecto, el siglo diecinueve, como el actual, no fué excepción. La primera parte del siglo diecinueve fué marcada por un sentimiento general de inquietud social, y muchas personas alertas, alre­dedor de 1805, 1820 y 1830, quedaron descontentas a causa de las condiciones sociales y económicas; y los hombres pensadores buscaban los cambios repa­radores.

En Francia, por ejemplo, circularon las teorías imaginarias de Francois Marie Charles Fournier. Intentó este bos­quejar la historia futura del globo y de la raza humana por 80,000 años en ade­lante. Hoy en día sus libros ni siquiera son leídos.

En el año de 1777, más o menos, unos años antes del nacimiento de José Smith, nació en Inglaterra un tal Ro­berto Owen, quien descendía de un buen linaje. Era un hombre de capacidad excepcional, cosa vista en el hecho de que cuando tenía solamente 19 años de edad, según la historia, mandó en sus fábricas de Manchester a doscientos hombres. En este tiempo no estuvo con­forme con las creencias de las iglesias. Era un hombre religioso, pero denunció la desviación de las iglesias de las en­señanzas simples de Jesús. Le ofendie­ron también las condiciones económicas. Vió a niños trabajar, aún en sus propias fábricas, que tenían ocho o diez años de edad. Introdujo una ley que prohi­bía a los niños trabajar más de diez horas al día y nunca de noche. Esto nos da una idea de las condiciones existen­tes, y Owen se rebeló en contra, bus­cando algo mejor. Ganó la confianza de los hombres influyentes, y el Duque de Kent, padre de la Reina Victoria, llegó a ser partidario de Roberto Owen.

Este hombre, pues, habrá poseído altos ideales. Fué religioso en su corazón. Es­taba deseoso de establecer condiciones que aliviarían algunas otras que en esa época fueren insoportables. Llevando consigo su gran fortuna, vino al nuevo mundo en 1823. Observad la fecha. El compró centenares de hectáreas en Nueva Armonía, Indiana, y estableció una sociedad, en la cual puso todas sus esperanzas. Durante los tres años sub­siguientes él perdió 8.000,000 pesos de su fortuna, fracasando luego en su ex­perimento. Regresó a Inglaterra y con­tinuó trabajando; intentó hacer otras obras, sociales y religiosas, pero estas también fracasaron. Aún el sistema cooperativo que ahora existe en Ingla­terra no es el mismo que había previs­to. Ahora bien, quisiera que tomareis en cuenta lo siguiente: la fecha, sus as­piraciones, sus riquezas, su popularidad entre los hombres prestigiosos, los le­gisladores y la nobleza. ¿Cuál ha sido el resultado de todo eso?

El gran experimento

Años más tarde, Jorge Ripley, un mi­nistro unitario, concibió un plan de ser­vir sencillamente con pensamientos ele­vados. Él tenía como consocios a Nathaniel Hawthorne, cuyos escritos vos­otros habéis estudiado en la escuela; a Charles A. Dana, quien llegó a ser se­gundo secretario de Guerra en el go­bierno de los Estados Unidos; a Juan S. White, y otros de igual capacidad y sinceridad. Ralph Waldo Emerson, nom­brado “el americano más sabio”, visitó “Brook Farm”, y sin duda habrá ofre­cido sugestiones con respecto a su pro­cedimiento. Estos eran hombres capa­citados, inspirados por altos ideales. “Los motivos de Ripley fueron religio­sos más que económicos, y surgieron del impulso no de establecer una nueva so­ciedad, sino más bien para retirarse de un mundo avaro”. Él y sus compañe­ros fueron los fundadores de lo que se conocía como el “Gran Experimento”, para hacer del mundo un lugar agrada­ble en donde vivir. El movimiento tuvo su fin en 1846.       –

La iglesia de Jesucristo organizada

Alrededor del año de 1820, la excita­ción religiosa condujo a José Smith a buscar al Señor en oración sincera. Uno de los resultados de su oración fué la organización de la Iglesia en la casa de Pedro Whitmer, el domingo 6 de abril de 1830. En dicha organización se pue­de, encontrar la comprensión de todo el plan de la salvación del hombre.

Quiero considerar esa organización como una evidencia de su inspiración. José Smith fué apoyado por hombres conocidos como los más inteligentes del tiempo. Estos elementos ayudando a otros hombres serían factores contribu­yentes para lograr el éxito. José Smith, como dice Josiah Quincy, era muy hu­milde, hablando de dinero. No fué edu­cado en la literatura del día. No gozaba de eminencia en la sociedad en que se desenvolvía; por lo tanto, me parece a mi que podemos mencionar como hechos fundamentales los siguientes:

(1)  Que José Smith no fué instruido, e ignoraba las ideas de los hombres y del mundo. Sin duda, nunca se había enterado de la filosofía de Fournier, ni del experimento de Owen, ni tampoco había oído de otras creaciones religio­sas o económicas, que trataban del me­joramiento de las condiciones sociales.

(2) Que los primeros miembros eran casi desconocidos; que eran humildes financieramente, y que no tenían in­fluencia política ni social.

(3)  Que José Smith no reclamó ha­ber organizado la Iglesia por su propia sabiduría, sino que lo hizo bajo direc­ción divina, de acuerdo con el orden de la Iglesia tal como se registra en el Nuevo Testamento.

Por más de cien años, esta organiza­ción ha sobrevivido: las crisis finan­cieras, los trastornos sociales, y los dis­turbios religiosos de hoy en día se aso­ma como el medio de suplir todo requi­sito del hombre, conformando los altos conceptos de los hombres, los cuales en­tienden lo que significa “gobierno”, y quienes buscan los utopías sociales.

El mundo hoy en día busca las mejores condiciones

Es evidente que los hombres buscan una forma de gobierno mejor que las que se encuentran en muchas naciones. ¿La hallarán en un gobierno dictato­rial o en uno del pueblo, o la encentra­rán en una combinación de los dos? Kirkpatrick, en su libro de sociología, dice: “Cuando se gobierna de tal mane­ra que las comunidades tengan mucha responsabilidad en cuanto a sus propios asuntos, y el gobierno central tenga autoridad final para legalizar aquellas instrucciones y reglas de procedimien­to, las cuales se han probado útiles, entonces se favorecen la eficiencia y el progreso”.

Los aspectos fundamentales del gobierno de la iglesia

Un análisis cuidadoso de la organi­zación de la Iglesia revela el hecho que la misma impone toda la fuerza de un fuerte gobierno central, y cada virtud y escolta necesarias en una democracia. En primer lugar, tiene la autoridad del Sacerdocio sin los vicios de la super­chería. Cada hombre digno en la orga­nización tiene derecho a ser miembro de los quórumes gobernantes. Segundo, ofrece un sistema de educación univer­sal y libre en su aplicación; la válvula salvadera, el corazón y fuerza de la de­mocracia verdadera. Tercero, ofrece un sistema judicial que extiende a todos la misma justicia y los mismos privilegios, incluso a los pobres tanto como a los millonarios. Cuarto, en su categoría eclesiástica, su eficacia y progreso se acrecientan porque cada grupo local atiende a sus propios asuntos, pero sin embargo está unido con el gobierno cen­tral de modo que cualquier procedimien­to que sea útil y beneficioso para el pueblo puede ser adoptado en seguida para el bienestar del grupo entero. Es cierto que, desde un punto de vista de eficacia y progreso, la Iglesia de Jesu­cristo tiene aquella forma de gobierno que buscan las naciones.

Iglesia organizada según las enseñanzas de cristo, como están registradas en los evangelios

Charles A. Ellwood, autor de “Des­tino Social del Hombre”, declaró que las religiones del futuro no pueden ser basadas sobre el cristianismo histórico, sino que para evitar malinterpretaciones, “deben ir hasta las enseñanzas de Cristo, así como están registradas en el evangelio”. ¿No es significativo que un joven de 24 años de edad, no instrui­do con respecto a los sistemas socia­les de esta edad u otras, entiendese, hace ciento diez años, lo que reconocen los pensamientos eminentes de hoy día como lo necesario en el gobierno e ins­trucción religiosa?

“La religión del futuro debe ir hasta las enseñanzas de Cristo, así como está registrado en el Nuevo Testamento”, dijo José Smith ciento diez años atrás. Las obras prácticas y benéficas com­prueban su autenticidad. Aquí quería particularizar, pero el tiempo no lo per­mite.

Iglesia fundada sobre la revelación

Hay otras características asociadas con el establecimiento de la Iglesia de Cristo, las cuales desearía mencionar. Una es la característica sobresaliente y distintiva de la Iglesia—la autoridad di­vina por la revelación directa. La apa­rición del Padre y del Hijo a José Smith es el fundamento de esta Iglesia. En esto yace el secreto de su potencia y vi­talidad. Esto es verdad, y lo testificó. Aquella revelación sola da respuesta a todas las indagaciones de la ciencia, res­pecto a Dios y su personalidad divina. ¿Veis la importancia de esto? Lo que Dios es, está revelado. Sus relaciones con sus hijos ya son claras. Su inte­rés para la humanidad por medio de la autoridad delegada al hombre es evi­dente. El futuro de la obra está asegu­rado. Estas verdades y otras se clari­fican en esa Primera Visión.

Satisfechas las necesidades. Sociales y espirituales

Después de tal declaración de direc­ción divina, el mundo puede esperar jus­tificadamente encontrar en la organiza­ción de la Iglesia las oportunidades su­periores que suplen las necesidades so­ciales y espirituales.

Vosotros, estudiantes, podéis probar que tal es el caso que la fraternidad, la educación, el procedimiento judicial, y las ventajas sociales y económicas son superiores a los de cualquier otra or­ganización. No sólo nos alabamos, sirio los economistas y los sociólogos, lo de­claran así; uno de los cuales es el Dr. Tomás Nixon Carver quien ha venido varias veces a esta Universidad para dar conferencias.

Interpretación doctrinal

José Smith asistió a las Iglesias y oyó las doctrinas comunes de aquel tiempo. Consideramos su actitud tocante a es­tas. Si hubiese estado deseoso de ha­cerse más influyente, habría conferen­ciado con los ministros del día. Habría sido la cosa más fácil y la más popular. Pero ¿cuáles son los hechos? Una de las doctrinas prominentes fué la de la predestinación. El, José Smith, habría leído lo siguiente de la Confesión de Westminster:

“La elección para la vida eterna no se basa sobre la previsión de fe y obediencia, sino es un acto soberano de la misericordia de Dios, por el cual según el consejo de Su voluntad, algunos hombres y ángeles son predestinados a la vida eterna, y otros preordenados a la muerte eterna. Estos ángeles y hombres así predestinados y preordenados son verda­dera e inmutablemente destinados, siendo el número tan seguro y definido, que no puede ser aumentado ni disminuido”.

El Profeta denunció esta teoría de predestinación y dijo (hace más de cien años):

“A cada hombre le es dado el poder inhe­rente de hacer lo justo o lo malo. En esto tiene su libre albedrío. Puede elegir lo justo y obtener la salvación, o puede escoger lo malo y merecer abominación, pero un hom­bre no es predestinado a hacer lo bueno y otro predestinado a hacer lo malo”.

Es interesante notar que los Presbi­terianos el 22 de mayo de 1902, setenta años después de que José Smith había dicho estas palabras, adoptaron en una asamblea general, por voto de 600 con­tra 2, el informe del comité de revisión, que por dos años había considerado el sujeto, y dicen lo siguiente:

“Después de esta declaración tolerante vie­nen dos respuestas: la primera abandona cual­quier doctrina de predestinación y afirma cla­ramente que Dios ama a toda la humanidad, y no se regocija en la muerte de un pecador, y que ningún hombre es condenado sino sobre la base de sus propios pecados”.

Supongamos que setenta años más tarde había sido probado que la pre­destinación era correcta. El mundo hu­biera declarado a José Smith como un falso profeta. Ahora, ya que los hom­bres sabios han declarado en su sabidu­ría que la doctrina es falsa, ¿por qué no dan el crédito a aquel joven intrépi­do de inexperiencia, que declaró una verdad cuando se la creía falsa?

Enrique Van Dyke, en 1902, dijo:

La Iglesia Presbiteriana hoy en día no cree que algunos hombres son creados para ser salvos, y otros para ser condenados, y para que no haya falsa interpretación en cuanto al sujeto, quisiera decir sin lugar a dudas que Dios no ha puesto una barrera frente a la salvación del alma humana.

Otra ilustración más: La escuela de las iglesias, a las cuales no se pudo afiliar el joven Profeta, enseñó respec­to a los niños pequeñitos:

“Los infantes que vienen al mundo no sólo están desposeídos de conocimiento, justicia y santidad, sino también se inclinan natural­mente hacia lo malo y solamente lo malo”.

El profeta José Smith dijo:

“Los niños son puros y son santificados me­diante la expiación de Jesucristo”.

En 1902, observad la fecha, en esa misma asamblea, a la cual ya me he referido, el credo fué revisado para leer:

“Los que mueran en su infancia son los ele­gidos de Dios, y son salvos mediante su Es­píritu”.

EL reverendo Enrique Van Dyke, co­mentando sobre lo mismo dijo:

“Los Presbiterianos hoy en día creen que to­dos los que mueran en su infancia son salvos por Jesucristo”.

Así, pues, estudiantes, al contemplar el ambiente en que vivía ese joven en 1820; al mirar dentro de su alma el anhelo por la verdad: al pensar que en contestación a su oración, le aparecie­ron Dios el Padre, y su Hijo Jesucristo, para decirle que las iglesias se equivo­caron; que enseñaban la doctrina de los hombres, contemplamos a un joven in­trépido al aceptar y declarar la verdad, aunque le cayeron responsabilidades y la condenación de los ministros. Expe­rimentó la persecución, el embrearle y emplumarle, la encarcelación y la muer­te, pero la Iglesia fundada por el Señor y Salvador, Jesucristo, por el cual se titula la Iglesia, por la instrumentalidad del Profeta José Smith, está hoy en día como un monumento a la inspi­ración de Dios a ese joven.

Se revela la naturaleza eterna de los convenios

La inspiración divina no se manifies­ta sólo en la organización de la Iglesia, y en sus obras efectivas; no sólo en la armonía de su declaración de autoridad con las enseñanzas de Dios en todas las edades; no sólo en la claridad de visión respecto a la doctrina; sino, se mani­fiesta la inspiración divina en el anuncio glorioso de la naturaleza eterna de los convenios y las ceremonias, y la opor­tunidad de la salvación para todo ser humano. La Iglesia no es exclusiva, sino inclusiva, a cada alma que aceptará sus principios. La oración del egoísta, Dios bendiga a mi hijo Juan y su esposa a nosotros cuatro y a nadie más, no en­contró lugar en el corazón del Profeta, sino que todo el género humano será salvo por obediencia a las leyes y orde­nanzas del evangelio. Para tal fin se ha revelado la ordenanza de la salvación para los muertos.

El carácter eterno del convenio ma­trimonial es una revelación gloriosa, dando seguridad a los corazones, los cuales se ligan por el broche áureo de amor y sellados por la autoridad del sa­grado Sacerdocio, a fin de que su unión sea eterna;

Otros convenios continúan con pro­greso eterno por las edades de la eter­nidad.

José Smith no pudo haber logrado todo esto por su propia sabiduría, inteligencia e influencia. No pudo haberlo hecho.

En conclusión vuelvo a repetir: otros hombres con aspiraciones nobles, con poder, popularidad, fracasaron comple­tamente al intentar establecer sus idea­les. José Smith fué favorecido intelec­tualmente por la inspiración. El her­mano José sabía que fué elegido por el Dios Todopoderoso para establecer en esta dispensación la Iglesia de Jesucris­to. Él dijo, como declaró Pablo, que fué el poder de Dios para la salvación, sal­vación social, salvación moral y salva­ción espiritual.

Vosotros, estudiantes, y los centena­res de miles que vosotros representáis como la juventud de Israel, lleváis la responsabilidad de comprender el sig­nificado y la magnitud de esta, la obra del Señor; pero también, una segunda responsabilidad vuestra es llevarla a un mundo bélico, pero en el cual hay mi­llones de corazones honestos, deseando mejores condiciones que las que ahora les rodean.

Si las gentes hoy día hiciesen la pre­gunta en el tiempo del Salvador: “¿De dónde, pues, tiene este todas estas co­sas?”, nosotros contestaríamos sin vaci­lar: “Las recibió de lo alto”. Que Dios os bendiga para que sintáis en el fondo de vuestros corazones que este poder forjará vuestras mentes, de tal manera que apoyaréis los estandartes de verdad e integridad de la Iglesia, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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