Educación:
Su avance hacia y bajo la ley de consagración
Por el presidente Alvin R. Dyer
(Brigham Young University Studies, vol. 10, no. 1, otoño de 1969, págs. 4-16)
Pregunta: ¿Cuáles son algunos de los problemas básicos que tienen que ser resueltos a fin de mejorar la eficacia de la enseñanza religiosa a los miembros de la Iglesia?
Respuesta: Este problema ha sido una profunda preocupación para mí durante mucho tiempo y sé que lo ha sido también para todas las Autoridades Generales. A fin de que podamos enseñar más eficazmente el evangelio a los miembros de la Iglesia, primero debemos dirigirnos al hogar o a la familia. Allí donde el evangelio es enseñado adecuadamente a los hijos, se da el terreno para toda instrucción espiritual. Los hijos que provienen de hogares activos aceptan más rápidamente las enseñanzas que se imparten en los seminarios, en los institutos y en las clases de otras organizaciones auxiliares. Esto sugiere, creo, la necesidad de un ancla de fuerza proveniente del evangelio en nuestros hogares de la Iglesia.
Aquí tenemos una estadística que es muy alarmante. Nos informa que de cada 100 padres en la Iglesia que normalmente presiden sobre sus familias en virtud del sacerdocio y de acuerdo con la ley del evangelio, hay solamente un 43 por ciento de ellos que poseen el Sacerdocio de Melquisedec. En otras palabras, 57 de cada 100 o no tienen sacerdocio o son miembros del Sacerdocio Aarónico. Además, por lo menos una tercera parte de los… poseedores del Sacerdocio de Melquisedec, está integrada por miembros inactivos. Esto nos aporta un cuadro realista de la falta de estabilidad, desde el punto de vista del evangelio, en algunas familias de la Iglesia.
En la sección 93 de Doctrinas y Convenios, el Señor instruyó a los hermanos indicando que la primera cosa que había que hacer era poner sus hogares en orden y silo hacían, el poder del diablo no tendría influencia sobre la familia. Normalmente esto no se hace hasta que el padre llega a ser digno de poseer el Sacerdocio de Melquisedec. Esta condición nos lleva a la conclusión de que hay necesidad de un esfuerzo unificado en toda la Iglesia para alcanzar a aquellos hombres que no tienen el sacerdocio o que forman parte del Sacerdocio Aarónico a fin de que dignamente puedan ser ordenados al Sacerdocio de Melquisedec y dignamente también puedan tomar su lugar a la cabeza de su familia. Creo que este es el desafío número uno para mejorar la instrucción religiosa en un sentido general. También esto es un problema real en la Iglesia hoy en día.
Pregunta: Siendo que los templos del futuro se usarán tanto como escuela como centro de adoración —aparentemente en este plan no se prevén otros lugares de educación— ¿es probable que en la ciudad de Sión gran parte de la enseñanza se imparta en los hogares mismos, tal como algunos educadores modernos están sugiriendo ahora? ¿Se impartirá enseñanza mediante algún tipo de instrumento que uno pueda sintonizar con estos centros de difusión? ¿Llegará el hogar a formar parte educativa del niño? Algunos educadores aun ahora están comenzando a decir que la escuela como edificio en realidad está llegando a quedar fuera de moda; en consecuencia, el niño aprenderá la mayor parte de lo que necesite saber, en el hogar mismo. ¿Qué ideas tiene usted en cuanto a estos conceptos?
Respuesta: Creo que durante el Milenio llegaremos a esa situación. Probablemente al final del Milenio, aquellos que ocuparán el reino celestial, contarán sólo con el hogar como medio existente para la enseñanza de sus hijos. La enseñanza se impartirá a través de la familia. Jeremías dijo que vendrá tiempo cuando ningún hombre enseñará a su prójimo (Jeremías 31:34). Para mí esto significa que las enseñanzas fundamentales vendrán a través del núcleo familiar. Pero me supongo que habrá lugares centrales desde los cuales las enseñanzas serán impartidas, dirigidas al nivel de la familia. De este modo, no habrá duda en cuanto a las fuentes de información para la familia. En ésta serán el padre y el abuelo quienes efectuarán la enseñanza. En los tiempos antiguos los padres eran los instructores, y me refiero a los padres del orden patriarcal; lo mismo será durante el Milenio. Hemos aprendido en cuanto al tiempo que Abraham estuvo en Egipto. El llegó a ser instructor de la gente de aquella tierra. Lo mismo acontecía con el antiguo orden patriarcal, según lo entiendo. Volveremos a ese mismo método de instrucción durante el Milenio.
Pregunta: ¿Es lógico que un maestro, tal como un maestro de instituto o seminario, considere que está ocupando temporalmente el lugar de los padres?
Respuesta: Creo que así es. Ahora miremos el asunto desde este punto de vista: cuando se llama a una persona para que sea obispo, llega a ser el padre de un cierto número de familias. La responsabilidad básica del obispo es trabajar a través del siste-ma de la Iglesia que ahora tenemos —el sacerdocio, las organizaciones auxiliares, etc.— para ver que se coloque a cada familia en orden. El es el padre de muchas familias, pero fundamentalmente el padre que preside sobre su propia casa es la persona clave, con su esposa, y es él quien tiene la responsabilidad principal de enseñar a sus hijos en justicia.
Notarán que cuando Moroni se le apareció al profeta José Smith, dijo que el sacerdocio de Elías el Profeta sería revelado y que ese sacerdocio volvería el corazón de los padres a los hijos y de los hijos a los padres. Bien, si toman cierto tiempo para analizar esa profecía que está en Malaquías, es precisamente lo que hemos estado diciendo. Llegaremos a estar asociados con las enseñanzas de todos los padres desde el principio. Ahora, ¿en qué forma se aplica eso? Bien, por ejemplo, tomemos la ley de consagración; el profeta y el que tiene las llaves de esta ley es Enoc y a fin de que nosotros nos sellemos a Enoc para este propósito tendríamos que participar de la ley de consagración. Eso es lo que el padre (Enoc) nos enseñaría. En otras palabras, estaríamos sujetos al patriarca Enoc mediante nuestra participación en Ja ley de consagración.
Tomemos como otro ejemplo las llaves dadas a Abraham, las cuales tienen que ver con la recepción del evangelio y que la levadura de la casa de Israel sea repartida entre otros pueblos, y en particular entre los gentiles. Hoy en día vemos el progreso de esto en la Iglesia mediante nuestro sistema misional. Este es el día de los gentiles. Ahora, el vocablo “gentil” no tiene el significado que la gente usualmente le da al referirse a él. Los judíos, por ejemplo, dicen que los que no son judíos, son gentiles y algunos mormones dicen que si uno no es mormón es gentil. Hablando específicamente, los gentiles son los descendientes de Jafet, el hijo mayor de Noé. Estos, por lo tanto, son aquellos a quienes se está llevando el evangelio y en esta forma venimos a ser partícipes en el convenio de Abraham llevando adelante la obra misional de la Iglesia. Y así sucede con cada ley dada a los profetas. Las llaves de salvación que Adán tiene, por ejemplo, requieren de nosotros que entendamos y seamos obedientes a fin de ser sellados a Adán. Sellar significa dar participación, o vivir mediante un convenio o hacer un convenio concerniente a las leyes o principios que él enseñó o que fue llamado a dar a sus hijos. De manera que cuando uno dice que los hijos se volverán a los padres y los padres a los hijos, como podéis ver, es más que algo referente a una descendencia por línea consanguínea, o adopción. Significa todos los padres en el sacerdocio y la participación en las distintas llaves y poderes del orden patriarcal, según entiendo..
Pregunta: Presidente Dyer, ¿cómo sugeriría usted que nosotros como padres y educadores en nuestros hogares, guiemos nuestra forma de pensar y nuestros esfuerzos a fin de tratar de impulsar este programa de educación religiosa según nos vamos acercando al Milenio?
Respuesta: Considerad la sección 88 de Doctrinas y Convenios, donde el Señor dice que busquemos conocimiento y mejoremos nuestro entendimiento. Y bien, esto no fue dado solamente para el maestro; fue dado a los hombres del sacerdocio y en bien de nuestros comentarios, digamos que esto es también para los padres. Al hablar de sacerdocio, uno habla de padres. Y si siempre pudiéramos recordar eso, tendríamos mejor relación con las Escrituras.
Cuando uno lee acerca de la línea del sacerdocio, se ve que el sacerdocio proviene de los padres. El sacerdocio es la unidad básica; existirá para siempre y el padre de familia será llamado para ser el maestro con la guía y ayudas que pueda recibir de otros maestros, o más particularmente de otros padres. El Señor ha dicho: “Por lo tanto, en verdad os digo, mis amigos, convocad vuestra asamblea solemne, como os he mandado”; esto, como recordaréis, fue en el Templo de Kirtland. “Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:117-118). Este es un mandamiento directo del Señor al sacerdocio. El sacerdocio en su sentido más amplio tiene que ver con los padres y ese es el propósito del sacerdocio. Yo diría que la inspiración del Señor sería una parte muy importante del esfuerzo del hombre para enseñar el evangelio.
Yo he predicado en muchos continentes a miles de misioneros y a muchos investigadores, expresando que un sentimiento de convicción en nuestra forma de enseñar es algo muy, muy importante. El mero hecho de aplicar las técnicas de la enseñanza, desde mi punto de vista, carece de la luz de la verdad o de aquella chispa de convicción que es necesaria para hacer que nuestra enseñanza sea eficaz y valga la pena. Creo que si uno puede tener un maestro bien informado y poseedor del espíritu del evangelio, entonces ese maestro posee las cualidades necesarias para ser un maestro eficaz. Hago mención de la sección undécima de Doctrinas y Convenios, la cual, creo yo, es el mejor resumen de esto y en donde el Señor está hablando a aquellos que tengan el deseo de llevar adelante su reino y expandirlo. Recordaréis que dijo: “…ya que has pedido, he aquí, te digo: Guarda mis mandamientos y procura exponer y establecer la causa de Sión” (D. y C. 11:6).
Luego, a fin de establecer la causa de Sión, El expone cuatro o cinco condiciones básicas bajo las cuales un maestro o director puede actuar, y una de ellas es esta: “No intentes declarar mi palabra.” En otras palabras, no intentemos enseñar, sino primero obtener información. Entonces nuestra lengua será suelta; “entonces será desatada tu lengua, luego, silo deseares, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres” (D. y C. 11:21). Estas dos cosas son el poder de Dios para convencer al hombre. De manera que el maestro en la Iglesia, a mi entender, representa a uno que es entendido en asuntos espirituales, que no tiene prejuicio y que tiene el espíritu del Señor consigo; de tal forma que estos dos tributos son los más grandes poderes que un maestro puede tener.
Pregunta: Hemos hablado acerca de enseñar mediante el Espíritu y de estar preparados suficientemente para enseñar con eficacia la palabra, con el Espíritu, y por lo tanto poder tener influencia sobre nuestros alumnos. En nuestra clase, parece que hemos tenido algo de desacuerdo en cuanto a la importancia de los métodos de enseñanza, en cuanto a las técnicas y a la forma de encarar nuestra tarea. Algunos sienten que lo que debemos recalcar es la obtención de conocimiento del evangelio y luego la búsqueda del Espíritu y que eso sería lo máximo para introducir en nuestras clases el mayor efecto, mientras que otros sienten que aunque esto es necesario existe la necesidad de recalcar también la importancia de aprender diferentes técnicas y métodos que parecen ser adecuados para tener éxito. ¿Podría usted darnos algunas ideas en cuanto a estas dos posiciones? ¿Cuáles son sus sentimientos concernientes a las técnicas particularmente?
Respuesta: Cuando yo fui por vez primera al campo misional en los Estados Centrales [de los Estados Unidos] , a presidir en aquella misión, allí no habían tenido mucho éxito. Determiné un curso y lo llamé ‘el censo de conversos’ y preparé este censo. Cada vez que alguien se bautizaba en la Iglesia, yo le enviaba una carta dándole la bienvenida a la Iglesia y expresándole que nuestro gran deseo era compartir el evangelio con todos, siendo esto lo que el Señor había encargado a la Iglesia. Sugería que posiblemente esa persona me podría ayudar indicándome cuál había sido la motivación que la había impulsado a unirse a la Iglesia. Yo solicitaba que cada persona preparase su respuesta sin ayuda de otra persona. Yo no quería que los misioneros les dijesen qué poner como respuesta. Bien, seguí ese procedimiento durante unos 8 años, hasta que llegue a tener unas 10,000 respuestas provenientes de 20 países diferentes, de manera que bien puedo decir que ese fue un estudio bastante bien fundado. Una de las preguntas que yo hacía era: ¿Qué es lo que más le impresionó en cuanto a los misioneros que lo (la) bautizaron en la Iglesia?
La respuesta fue unánime: lo que más había impresionado a todos acerca del misionero había sido la sinceridad. Y bien, aquí tenemos una guía significativa para la obra proselitista. De este estudio surgió un procedimiento para entrar en contacto con los que no son miembros de la Iglesia, el cual llevó a un método de acercamiento que llamamos “Manera de Convertir”. Partiendo de este método determinamos la motivación que hacía que la gente se uniera a la Iglesia. Como resultado de éste vimos que muchos, muchos miles de personas responden positivamente al evangelio. Aprendimos que el misionero, a fin de ser eficiente, tenía que estar convertido a lo que estaba tratando de decir. Y después de lograr un sentimiento de convicción, y de haber hecho un contacto inicial mediante la orientación adecuada, debía enseñar el evangelio en una forma sencilla mediante el Espíritu. Pero a fin de hacer que la gente lo escuche, en todo caso, se requiere más que trabajo; en otras palabras, se requiere testificar mediante el Espíritu, si entendéis lo que quiero decir.
Esto se relaciona con lo que vosotros mencionáis. Podemos atraer la atención de la gente, podemos conseguir su interés mediante nuestra sinceridad y a través de nuestro deseo de ayudarla, pero ¿y después, qué? Bien, debemos enseñarle. De manera que la cuestión se resuelve en cómo debemos enseñar y esto nos lleva al asunto de los métodos y procedimientos a fin de llevar a la conciencia de las personas el conocimiento y el entendimiento del evangelio, pero eso es aparte y diferente de la convicción. ¿Veis lo que quiero decir?
La conversión al evangelio puede no incluir aquellas cosas, pero el conocimiento del evangelio sí. Yo todavía estoy estudiando el evangelio, y trato de hacerlo en una forma metódica basada en principios de los que he leído y que conozco por mí mismo. Pero nuestro sentido de testimonio proviene de una convicción interior que el poder del Espíritu Santo nos dicta. La gente es guiada a la verdad mediante el poder del Espíritu Santo; es el llamamiento del misionero trabajar mediante ese canal. Pero luego, si vamos a aprender a acumular conocimiento, tenemos que recurrir a la clase de cosas que vosotros mencionáis: métodos, procedimientos, principios. Creo que esa es la diferencia que yo hago entre las dos cosas.
Pregunta: ¿Sería, entonces, una de nuestras grandes contribuciones, encontrar mejor manera de hacer eso?
Respuesta: Mejores maneras como en las que la gente pueda obtener mayor seguridad. Bien, un individuo puede obtener la inspiración de algo, pero en cuanto a cambiar maneras de vivir, tendremos que fortalecer su estabilidad para respaldarlo. Mucha gente se pondrá de pie en las reuniones para dar su testimonio, pero no sigue adelante con algo concreto.
Alguien ha dicho que si un hombre llegara a tener un sentimiento inspirativo y rehusara hacer algo al respecto en una forma concreta, sería deshonesto consigo mismo. En otras palabras, si yo tuviera un sentimiento sobrecogedor de que algo es correcto, y no hiciera nada al respecto, sería moralmente deshonesto. Podéis ver lo que quiero decir: si un individuo obtiene por testimonio un sentimiento de convicción y luego esa persona no hace nada al respecto, lo perderá. Esto es precisamente lo que dijo el profeta José Smith. Pero cuando el individuo es despertado al espíritu del evangelio, entonces el Espíritu Santo le testifica. Pero si él no sigue adelante y se prepara para el bautismo, Con arrepentimiento, fe y lo demás, entonces el Espíritu Santo lo abandonará. Esto es precisamente lo que dijo. Lo mismo se aplica a nosotros, pero abrir la puerta requiere este poder e inspiración, o el despertar del instinto innato que nos impulsa o motiva a hacer algo. Si no hacemos algo real posteriormente para salvaguardarlo y aumentarlo, entonces podríamos perderlo. Ahí es donde entra en juego el maestro, creo… en aclarar bien estos principios de reacción.
























