Mensaje de Navidad

Mensaje de Navidad

Por el presidente David O. McKay.

(Tomado del “ímprovement Era” de 1951)

“Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado.

“Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor.

“Mas el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

“Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:8-11)

El relato del anuncio de la primera Navidad es la historia más dulce que jamás se ha dicho —la historia más dulce por causa de los principios eternos que se anuncian— y las “nuevas de gran gozo” habían de ser “para todo el pueblo”. La luz del mundo había de brillar en cada corazón.

Jesús no hizo acepción de personas; y como dijo en las orillas del Mar Galileo, así dice a todos hoy día: “Venid a mí todos los que estáis tra­bajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vos­otros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29)

Gloria a Dios y paz en la tierra eran los principios mayores enuncia­dos por los mensajeros celestes al tiempo de su nacimiento, y luego Él dijo, “Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios” (ib., 5:9)

Al fin de su vida. El consoló a sus discípulos por decir, “Estas cosas os he hablado, para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33).

Durante toda su vida la paz estaba en sus labios y en su corazón.

La responsabilidad de establecer la paz en el mundo no descansa sólo en una unión de naciones. La paz como fué enseñada por el Salvador se refiere al individuo tanto como a las comunidades y países —e incluye a la paz en el hogar, la paz entre vecinos, la paz entre los padres y sus hijos, maridos y esposas, hermanos y hermanas, y la paz con Dios.

No tiene paz aquel hombre que sea falso a sí mismo, que transgrede la ley de rectitud por entregarse a las tentaciones de la carne, que sea falso a la confianza, o que trate falsamente con sus semejantes. La paz no viene al transgresor de la ley. Viene por la obediencia a la ley.

La libertad viene también por obedecer la ley, y debemos preservar no sólo la paz sino también nuestra libertad preciosa que es un derecho inalienable, dado de Dios. Es una parte irrevocable del evangelio de Jesu­cristo—la libertad y la dignidad y el destino eterno del hombre individuo.

El espíritu del mundo está opuesto al establecimiento de la paz y la libertad y éstas pueden venir sólo por cumplir con los eternos principios éticos y espirituales que fueron proclamados y vividos por Jesús de Nazaret, el Cristo crucificado, el Señor levantado, el Príncipe de Paz.

En esta Nochebuena mientras la obscuridad cubre la tierra, nos acos­taremos con confianza absoluta de que la noche pasará y que por la ma­ñana de la Navidad la tierra se llenará de nuevo con la luz del día. De esto no tenemos ninguna duda.

Tan absoluta como la certeza que tenemos en el corazón de que el alba de mañana seguirá después de esta noche es mi seguridad de que Jesucris­to es el Salvador del género humano, la luz que desvanecerá las tinieblas del mundo por medio del evangelio que fué restaurado por revelación di­recta al profeta José Smith. Y tal día vendrá a pesar de los trastornos políticos y disensiones internacionales.

Que tengan tiempo feliz en celebrar la Navidad —porque a pesar del desánimo y las condiciones de tristeza en el mundo, es la estación más fe­liz de todo el año. Pero acordémonos siempre de que la gente más bende­cida es aquélla que se porte de acuerdo con las enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, en cuyo nacimiento se proclamó: “Paz en la tierra. Buena voluntad para con todos los hombres” (Véase Lucas 2:14)

Que la paz de Nuestro Padre Celestial more en su corazón y en los corazones del pueblo por todas partes mientras que se le acerquen a Él en oración y alabanza estas Pascuas. Y que los enfermos sean aliviados; que se consuelen los desconsolados; que sean alzados los corazones de los solitarios; que los fatigados descansen; que los necesitados tengan alimentos; que reciban seguridad los que duden; y que se confundan los hom­bres malos y astutos.

“Ven, Oh Cristo, a quitar
De nuestros hombros el pesar,
Y en el corazón vivir
De todo hombre por doquier”

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