El verdadero conocimiento de la Trinidad

El verdadero conocimiento de la Trinidad

por Richard O. Cowan
Liahona Enero 1971

Un acertado conocimiento del carácter y atributos de Dios, es algo básico para la verdadera re­ligión. El Señor mandó al antiguo Israel: “No ten­drás dioses ajenos delante de mí” (Exodo 20:3). Y Cristo asoció el conocimiento de Dios con el gran don de la vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesu­cristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). En estos últimos días, el profeta José Smith ha enseñado que el primer artículo de nuestra fe es creencia en la Trinidad, y que el primer principio del evangelio es “fe en el Señor Jesucristo”.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días afirma que la verdad acerca de Dios sé en­señó en su sencillez, belleza y poder en los tiempos del Nuevo Testamento. Esta verdad se perdió cuan­do la autoridad y revelación divinas cesaron de fun­cionar en la iglesia y las tinieblas de la apostasía cu­brieron la tierra. No fue sino hasta que el Padre y el Hijo le aparecieron a José Smith en 1820 e inau­guraron la dispensación del cumplimiento de los tiempos, que este conocimiento fue dado a conocer de nuevo al hombre.

El Nuevo Testamento enseña claramente que los tres miembros de la Trinidad son personas separa­das; por ejemplo, cuando Jesús fue bautizado:

… el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal… y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. (Lucas 3:21-22; véase también Mateo 3:13-17; Marcos 1:10-11.)

José Smith dijo:

La señal de la paloma fue instituida desde antes de la creación del mundo como testimonio o testigo del Espíritu Santo, y el diablo no puede presentarse en la seña o señal de la paloma. El Espíritu Santo es un personaje, y tiene la forma de una persona. . .

El Espíritu Santo no puede transformarse en paloma; pero se dio a Juan la señal de la paloma para simbo­lizar la verdad del hecho. . . (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 3,38).

En la actualidad los bautismos se hacen en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Las instrucciones que el Señor le dio a José Smith en 1843 respecto a la Trinidad fueron:

El Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tan­gible como el del hombre; así también el Hijo; pero el Espíritu Santo no tiene un cuerpo de carne y hue­sos, sino que es un personaje de Espíritu. De no ser así, el Espíritu Santo no podría morar en nosotros (Doc. y Con. 130:22).

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1: 27; véase también Hebreos 1:1-3.) Cristo y todos los hombres son creados a imagen de Dios. Después de su resurrección, Cristo invitó a los apóstoles para que palparan su cuerpo de carne y huesos, y de este modo les probó que no era tan solamente un espíritu:

Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. . . Espantados y atemorizados, pen­saban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados?. . . Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo (Lucas 24:36-39).

En el Nuevo Testamento hay varios testigos de la gloria de Cristo: Pedro, Santiago y Juan en el tiempo de la transfiguración de Cristo; Pablo, du­rante su conversión en el camino a Damasco; y Juan, al comienzo de la Revelación; todos ellos hablan acer­ca de la gloria de Cristo en términos de gran luz y resplandor.

Nuestro Salvador, actuando bajo la dirección del Padre, es el único mediador entre Dios y el hombre. Escribiendo a Timoteo, Pablo dijo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hom­bres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5). Por con­siguiente, el Señor instruyó específicamente a sus seguidores a que oraran directamente al Padre en el nombre de Jesucristo.

Cuando la revelación cesó de guiar a la iglesia establecida, se perdieron las verdades básicas. Bajo la influencia de la filosofía pagana, los pensadores cristianos trataron de explicar cómo los cristianos po­dían ser monoteístas, adorando únicamente a un Dios, y al mismo tiempo reconociendo a tres miem­bros en la Trinidad. Se expusieron varias explica­ciones.

Los adopcionistas pensaban que Cristo era tan sólo un hombre mortal que logró tal perfección de santidad que fue adoptado como el Hijo de Dios y exaltado a la divinidad.

Otros consideraban a Dios como una sola persona, pero, al igual que un actor, jugaba sucesivamente los papeles de Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El concibo de Nicea convocado por el Emperador Constantino en 325 D.C., puso el fundamento para la doctrina cristiana tradicional acerca de Dios. El credo niceno dice, en parte:

Creemos en un Dios, el Padre,. . . y en un Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, Unigénito del Padre. . . de la sustancia del Padre. . . . (B. H. Roberts, Outlines of Ecclesiastical History, cuarta edición, pág. 189.)

Más tarde el credo atanasio expuso una doctrina similar:

Adoramos a un Dios en la Trinidad, y Trinidad .en Unidad, ni confundiendo las personas, ni dividiera do la sustancia. Porque hay una persona del Padre, otra del Hijo, y otra del Espíritu Santo; pero la Tri­nidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, son todos una… (B. H. Roberts, Outlines of Ecclesiastical History, pág. 190).

Después de cierta confusión respecto a lo humano y divino en Cristo, el concilio de Caledonia decidió, en 451 D.C., en favor de dos naturalezas antes del nacimiento y una personalidad después del mismo. Gradualmente se fue perdiendo la idea de un Dios personal, y El más bien llegó a ser la “Causa Prin­cipal” o el poder que llenaba todo el universo. El credo de la Iglesia de Inglaterra reflejó ese concepto al declarar: “Hay únicamente un Dios verdadero, eterno, sin cuerpo, partes o pasiones… (B.H. Roberts, Outlines of Ecclesiastical History, pág. 191).

Otro cambio en la doctrina se originó cuando los hombres empezaron a recalcar la justicia de Dios, y luego a temerle como a un juez. Esto, combinado con la pérdida de un claro conocimiento de la personali­dad de Dios, llevó a la gente a olvidarlo como su Padre amoroso; y de esta manera empezaron a crear “santos” para cerrar la brecha y actuar como inter­mediarios entre Dios y el hombre.

No obstante que algunos de los reformadores re­vivieron cierto interés en el amor de Dios, sin revela­ción no pudieron restaurar el verdadero y completo conocimiento de la personalidad de Dios.

Esta es la historia tras la confusión religiosa que impulsó a José Smith a acudir primero a la Biblia y después a la oración, para buscar respuesta a su pre­gunta: “¿Cuál iglesia es la verdadera?” “¿A cuál debo afiliarme?” Al entrar en la arboleda para “pregun­tarle a Dios”, no tenía idea de que su sencilla ora­ción de fe conduciría a la inauguración de una nueva dispensación del evangelio y una restauración del verdadero conocimiento de la Trinidad. Su primera visión es un acontecimiento histórico, y acerca de ella informó:

Vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí.

Al reposar la luz sobre mí, vi a dos Personajes, cuyo brillo y gloria no admiten descripción, en el aire arri­ba de mí. Uno de ellos me habló, llamándome por nombre, y dijo, señalando al otro: ¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo! (José Smith 2:16, 17).

Mediante esta sola experiencia le fueron reveladas al joven José varias verdades:

  1. Los miembros de la Trinidad son tres per­sonas distintas.
  2. El Padre y el Hijo tienen cuerpos verdaderos, a cuya imagen el hombre fue creado.
  3. Su gloria y brillo no admiten descripción, y a José le fue permitido verlos y testificar de la ver­dad de lo que vio, porque el Espíritu Santo, el tercer miembro de la Trinidad, “(cuyo poder también se había sentido en esa sagrada ocasión) le había testi­ficado a su alma… de que el Padre y el Hijo eran dos personajes glorificados, creados a la misma ima­gen y semejanza”. (Bruce R. McConMe, Mormon Doctrine, págs. 285-287. Véase también Moisés 1: 14,15.)

Dios os dará conocimiento por medio de su Santo Espíritu, sí, por el inefable don del Espíritu Santo, conocimiento que no se ha revelado desde el prin­cipio del mundo hasta ahora (Doc. y Con. 121:26);

  1. El Hijo actúa bajo la dirección del Padre.
  2. La gente puede orar a Dios sin ningún media­dor, y recibir respuestas.
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