Los verdaderos creyentes
por el élder Neal A. Maxwell
del Quorum de los Doce
Los verdaderos creyentes buscan las palabras del Salvador en las Escrituras. Su espiritualidad está centrada en Él, así que el enfoque de todo lo demás se basa en esa hermosa perspectiva.
En ciertas culturas, las palabras verdaderos creyentes han venido a simbolizar “fanático”. Pero muchos años atrás, Alma y el apóstol Nefi emplearon una frase similar al escribir sobre los “verdaderos creyentes en Cristo”, definiendo a aquellos que pertenecen “a la Iglesia de Dios” y que son “verdaderos adoradores” (Alma 46:14; 4 Nefi 1:36-37).
Jesús, por supuesto, sabe quiénes son Sus verdaderos creyentes. Otros pueden saber quiénes son Sus discípulos por el amor que ellos muestran por el Salvador, por el amor que se tienen los unos a los otros y el que tienen hacia su prójimo. A continuación hacemos notar algunas de las características que definen a aquellos que creen verdaderamente en el Salvador:
Los verdaderos creyentes están seguros en lo que respecta a la opinión que tienen de Cristo. A pesar de sus debilidades, su espiritualidad está centrada en El, así que el enfoque de todo lo demás se basa en esa hermosa perspectiva.
Los verdaderos creyentes cumplen gustosamente con sus obligaciones en el reino. Estas obligaciones, por lo general, se pueden delinear y son obvias; incluyen el participar dignamente de la Santa Cena, prestar servicio cristiano, estudiar las Escrituras, orar, ayunar, recibir ordenanzas, cumplir con las obligaciones familiares, pagar los diezmos y las ofrendas, hacer la obra misional y trabajar en la historia familiar, asistir a las reuniones, prepararse para ir al templo y mucho más. Los verdaderos creyentes hacen estas cosas voluntariamente porque ven con claridad que el hacerlo los ayuda a guardar los mandamientos básicos.
Los verdaderos creyentes son humildes. Son “mansos y humildes de corazón”, listos para ser enseñados en cosas que nunca se “imaginaron”, como lo fue Moisés, uno de los hombres más humildes sobre la tierra (véase Moroni 7:44; Moisés 1:7-11; Números 12:3). No se ofenden fácilmente, ni rehúsan recibir consejos. Ellos no se ven a sí mismos “encumbrados” sobre las obligaciones rutinarias que tiene todo miembro y discípulo de la Iglesia, y no rechazan sus obligaciones con el pretexto de: “Yo ya he hecho todo eso antes”. ¿Cómo podemos pretender ser verdaderos creyentes si esquivamos nuestro trabajo en el reino?
Los verdaderos creyentes están dispuestos a hacer lo que Cristo quiere. Un joven le dijo al Salvador que él había guardado todos los mandamientos desde su juventud, y Jesús le dio a ese joven un desafío específico: que hiera y vendiera todo lo que tenía, que diera el dinero a los pobres y entonces volviera y siguiera al Salvador. El joven decente y bueno se fue entristecido porque no podía cumplir con ese desafío especial. Evidentemente admiraba a Jesús, pero no era un verdadero creyente (véase Marcos 10:21 — 22). Tampoco lo somos nosotros si tratamos de evitar nuestros desafíos especiales. ¿Estamos dispuestos a que el Señor nos guíe hacia un conocimiento más amplio? O, ¿nos quedamos atrás? Las cosas que agrandan el alma inevitablemente necesitan de nuestro esfuerzo.
Los verdaderos creyentes tienen un gozo equilibrado; trazan un equilibrio entre estar demasiado conformes con su situación y sus deseos de una oportunidad más importante. Alma dijo: “…debería estar conforme con lo que el Señor me ha concedido… ¿por qué he de desear algo más que hacer la obra a la que he sido llamado?”(Alma 29:3, 6). El sentir gozo haciendo uso de las oportunidades existentes es evidentemente uno de los más grandes desafíos que tenemos. De otro modo, quizás nos sintamos despreciados aun cuando, sin darnos cuenta, estemos rodeados de oportunidades de servicio.
Los verdaderos creyentes oran con sinceridad; sus oraciones son genuinas. Entienden lo que el Señor quiso decir cuando dijo: “…has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme”. Entonces agrega “…debes estudiarlo en tu mente” (D. y C. 9:7-8) con paciencia, fe y verdadera intención. Las oraciones de los verdaderos creyentes, por lo menos algunas veces, son inspiradas.
Los verdaderos creyentes tienen dos razones para hacer lo que hacen: su recta conducta y sus motivos justos. Están tan seguros en su relación con el Señor que su bondad continuará aun cuando nadie los vea. Ellos siguen amando y orando sinceramente por aquellos que los defrauden, calumnien o abusen de ellos.
Los verdaderos creyentes se regocijan por el éxito de otras personas. Cuando alguien parece superarlos, ya sea espiritual o temporalmente, los verdaderos creyentes los felicitan con sinceridad. No consideran a un colega como competidor.
Los verdaderos creyentes recuerdan que para perdonar hay que olvidar. Siguen el ejemplo del Señor: “…quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más” (D. y C, 58:42). Ellos ayudarán a otros a que sean miembros dignos de la Iglesia y, al igual que el Señor, no les recordarán los errores pasados (véase Ezequiel 18:22).
Los verdaderos creyentes son inocentes pero no ingenuos en cuanto al pecado. Son amables, pero hablan la verdad; aman a su prójimo; ejercen influencia porque su rectitud les da acceso a los poderes del cielo.
Los verdaderos creyentes son felices. En lugar de un aspecto compungido, tienen un entusiasmo disciplinado para obrar con rectitud. Consideran seriamente cómo viven su vida, pero al mismo tiempo son alegres. Su humor es el humor de la esperanza y la modestia, no la risa hueca del sarcasmo y la desesperación. Actúan con tranquilidad porque saben que el Señor se preocupa por ellos; pueden leer las señales de los tiempos sin deprimirse, porque tienen “un fulgor perfecto de esperanza” (2 Nefi 31:20).
Esforcémonos por ser verdaderos creyentes en Cristo. Preparemos nuestro camino, con rectitud y firmeza, a pesar de nuestras debilidades, hacia la atrayente ciudad de Dios. Allí, el único guardián designado en la entrada es Jesucristo. Él nos espera no sólo para ver si hemos cumplido con todos los requisitos para entrar, sino porque Su profundo y divino deseo lo impulsa a recibirnos. Si nosotros lo reconocemos ahora, El entonces nos reconocerá a nosotros.
Que el Señor bendiga a todos los de esta generación para que se den cuenta de que hay grandes obras futuras que tendrán que hacer, y que aun cuando no sepan lo que son, deben estar preparados para efectuarlas. Veo en ustedes a una generación que fue preparada antes de venir a este mundo, a una generación apta para enfrentar las dificultades y los problemas que les serían dados. Les ruego que tomen la determinación de fortalecerse espiritualmente, siguiendo el camino que los llevará a ser verdaderos creyentes de Cristo. □
Los verdaderos creyentes cumplen gustosamente con sus obligaciones en el reino. Ellos hacen estas cosas voluntariamente porque ven con claridad que el hacerlo los ayuda a guardar los mandamientos básicos.
Los verdaderos creyentes son felices. Ellos son inocentes pero no ingenuos en cuanto al pecado. Tienen dos razones para hacer lo que hacen: su recta conducta y sus motivos justos. Su bondad continuará aun cuando nadie los vea.
























