El Ayuno y las Ofrendas

El Ayuno y las Ofrendas

(Tomado de the Church News)

De tiempo en tiempo, los miembros de la Iglesia preguntan acerca de la ley del ayuno y las ofrendas. Dichas preguntas han sido frecuentemente contestadas por los distintos presidentes de la Iglesia, nuestros profetas, videntes y reveladores de esta última dispensación.

¿Deben ayunar los niños? Esta pregunta proviene generalmente de los padres. Por supuesto que los niños débiles como las personas enfermas pueden ser exceptuados mientras fuere necesario. Pero ¿qué de los niños no muy débiles, en edad adecuada para decidir por ellos mismos?

El presidente David O. McKay da la siguiente explicación al respecto: “No penséis que el pequeño principio del ayuno no tiene significado espiritual. Vosotros, padres y madres, no creáis que estáis favoreciendo a vuestros hijos criando decís, “Oh, démosle su desayuno, o desayunemos  todos que esta pobre criatura es demasiado pequeña para irse sin comer “, o algo por el estilo.

“No sabéis lo que hacéis cuando les enseñáis así. Os digo que los niños de nuestra Iglesia pueden ser enseñados en este principio de abnegación de tal manera, que podrán luego dar dignos ejemplos aun a sus propios padres en ello. Particularmente a vuestros hijos que son diáconos, tenéis una magnífica oportunidad de enseñarles a honrar su sacerdocio mediante la ley de ayuno.” (Gospel Ideals, página 213.)

En cuanto al mismo sujeto, el presidente McKay manifestó en otra ocasión: “Enseñad a los niños a dominar el apetito. Enseñadles, no dura sino bondadosamente, con el Espíritu del Señor, con el mismo espíritu con que fué dada la revelación, y comprobaréis que estas lecciones sobre la abstinencia durante la niñez, cultivarán dentro de sus pequeñas almas el poder que puede preservarles de la fatalidad cuando el fuego de la juventud les lleve aun al borde mismo del precipicio de la destrucción.” (Ibid página 212)

La pregunta de que si se puede o no beber algún líquido durante el ayuno, es también frecuentemente formulada. Sobre este particular el presidente José F. Smith manifestó: “La ley para los Santos de los Últimos Días, tal como las Autoridades de la Iglesia la entienden, es que no se debe participar de comidas o líquidos por veinticuatro horas, de noche a noche, y que los Santos deben abstenerse de toda gratificación corporal o indulgencia.” (Gospel Doctrine, página 243)

También el presidente Smith, pensando en aquellos que son enfermos o que por su estado o condición requieran un cuidado especial, dijo: “El Señor ha instituido la ley del ayuno, sobre una base razonable e inteligente, y ninguna de sus obras es vana o impropia. Su ley es tan perfecta en esto como en todas las cosas. Por consiguiente, a todos aquellos que pueden les es requerido cumplir con ella; es un deber que nadie debe eludir.

“Pero recordemos que la observancia del día de ayuno, mediante la abstinencia de toda comida o bebida por veinticuatro horas, no es una regla absoluta, no es una férrea ley para nosotros, sino dada a los pueblos como un principio de conciencia, a fin de que la sabiduría y la discreción sean practicadas.

“Muchos están sujetos a una condición de debilidad, otros tienen delicada salud y algunas mujeres deben nutrir a sus bebés. De tales personas no es requerido el ayuno. Tampoco deben los padres obligar a sus hijos pequeños a que ayunen. He oído llorar a niños por algo para comer en un día de ayuno. En tales casos, andar sin comer no es bueno para ellos. Y en lugar de aclamar luego al día, le temen y les disgusta, porque la compulsión engendra en ellos el espíritu de rebelión y no amor hacia el Señor y sus semejantes. Mejor enseñadles el principio y luego observadles cuando tengan edad suficiente para escoger inteligentemente, en lugar de imponeros a ellos.”

El presidente David O. McKay también menciona otros beneficios en la cuestión del ayuno:

“Pensamos en el significado del ayuno y las ofrendas, particularmente cuando los hacemos para ayudarnos a nosotros mismos. Económicamente, nada perdemos; por el contrario, nos estamos bendiciendo físicamente, y ganando un mayor poder espiritual para resistir las tentaciones de la vida.

“Y más que nada, estamos practicando la propia esencia de nuestra religión: el verdadero espíritu cristiano se pone de manifiesto en esa pequeña ofrenda.”

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