Conferencia General Octubre 1968
El destino de América
es religioso y no político
por el presidente Alvin R. Dyer
Consejero de la Primera Presidencia
Mi discurso se refiere al destino de los Estados Unidos y de América.
Desde la fundación de este país, los líderes políticos han hablado de la libertad y la democracia, con el cometido de diseminar estos principios por todo el mundo.
Hemos sido testigos de los esfuerzos de este país por medio de distintos métodos, pero vemos que está aprendiendo por dura experiencia, que la libertad no puede ser comprada. También debe aprender la lección, como lo hicieron sus fundadores, de que la libertad debe obtenerse con valor y sacrificio, y que no puede mantenerse ni trasmitirse a otros, a menos que se emplee ese tipo de búsqueda.
En cuanto al destino de América, políticamente hablando, no estoy preparado para hablar de ello, pero sé que mucho antes de que las naves de Colón tocaran las riberas del continente americano, mucho antes de que los fundadores de la independencia establecieran aquí una nación, los acontecimientos ya se habían sucedido para dar a este continente que llamamos América, su propósito y destino.
Tengo el firme convencimiento de que el destino de esta tierra no es político, sino religioso; no es físico, sino espiritual.
Mucho han hablado sus diversos fundadores. El mismo profeta José Smith declaró a su Constitución divinamente inspirada, y por esta causa, oramos por su perseverante continuidad. No obstante lo noble y grande del aspecto político de su fundación, su verdadero significado descansa en el propósito espiritual por el cual fue fundado. He elegido como referencia dos de estas razones espirituales, y que constituyen propósitos de Dios.
Primero: el continente americano fue fundado para cumplir con un convenio que Dios hizo con los patriarcas de la Casa de Israel; el Señor, hablando a una parte de ella, que habitaba en esta tierra, le dijo lo siguiente:
“Porque en la sabiduría del Padre, deben ser establecidos en esta tierra e instituidos como pueblo libre por el poder del Padre, para que estas cosas procedan de ellos al resto de vuestra posteridad, a fin de que se cumpla la alianza que el Padre ha hecho con su pueblo, oh casa de Israel.” (3 Nefi 21:4)
Segundo: los Estados Unidos y su Constitución fueron fundados con el fin de preservar el don de Dios del albedrío moral. Cito de una revelación dada a José Smith al respecto:
“De acuerdo con las leyes y la constitución del pueblo que yo he consentido que sean establecidas, las cuales se deben mantener para los derechos y protección de toda carne, conforme a principios justos y santos:
“Para que todo hombre pueda obrar en doctrina y principio pertenecientes a lo futuro, de acuerdo con el albedrío moral que yo le he dado, para que cada hombre responda por sus propios pecados en el día del juicio.
“Por tanto, no es justo que un hombre sea esclavo de otro.
“Y para este fin he establecido la constitución de este país a manos de hombres sabios que yo he levantado para este propósito mismo, y he redimido la tierra por el derrame de sangre.” (Doc. y Con. 101:77-80)
Las personas que Colón encontró aquí eran un resto decadente de aquellos que vinieron a estas tierras bajo la dirección divina y en cumplimiento de los convenios que Dios decretara mucho antes de su emigración y llegada a este continente del cual el Señor les habló como una tierra prometida y heredada.
De acuerdo con El Libro de Mormón, los jareditas comenzaron su emigración hacia esta tierra al mismo tiempo que la gran Torre de Babel se encontraba en construcción: esto ocurrió aproximadamente en el año 2200 A.C. En ese momento fueron confundidos los idiomas de la gente. La torre se encuentra en la actualidad en un lugar llamado Hillah, en Iraq, al sudoeste de la ciudad de Bagdad, en la rivera este del río Eufrates. Allí se encuentra una ruina conocida con el nombre de Birs Nimrud que tiene el aspecto de una torre de guardia en la vasta llanura. En estas ruinas de forma piramidal fueron encontradas por Rawlison, inscripciones que llevan el nombre de “El templo de los siete planetas”. Se supone que estas ruinas son los restos de la Torre de Babel.
En el curso de sus viajes, los jareditas fueron primero hacia el norte en el valle de Nimrod y luego de cruzar muchos ríos y lagos, habiendo casi alcanzado el gran mar que separaba los continentes, establecieron una comunidad llamada Moriancumer en honor de su gran líder, el hermano de Jared. (Ver Eter 2:16)
Sabemos que el Señor dio instrucciones al hermano de Jared para que construyeran barcos sumergibles que les permitirían atravesar el mar hacia la tierra de promisión, acerca de la cual Moriancumer, escribió:
“Y así podemos ver los decretos de Dios respecto a este país: que es una tierra de promisión; y las gentes que la poseyeren servirán a Dios, o serán taladas cuando la plenitud de su cólera caiga sobre ellas. Y la plenitud de su ira les sobrevendrá cuando hayan madurado en la iniquidad.
“Porque he aquí, ésta es una tierra escogida sobre todas las demás; por tanto, aquellos que la posean servirán a Dios o serán talados, porque es el eterno decreto de Dios.” (Eter 2:9, 10) Aproximadamente 1600 años más tarde, o sea en el 600 a.C., un profeta llamado Lehi junto con su familia, dejó la corrompida Jerusalén tal como el Señor le había mandado. Lehi y su gente, al igual que los jareditas siglos antes, debieron ser guiados hacia la tierra prometida. Hablándole a Nefi, el hijo de Lehi, mientras se encontraban todavía en el desierto, antes de iniciar su viaje, el Señor le dijo:
“Y si guardáis mis mandamientos, prosperaréis y seréis conducidos a una tierra prometida; sí, a una tierra que yo he preparado para vosotros, una tierra escogida sobre todas las demás.” (1 Nefi 2:20)
Por último, después de mucha tribulación y de una peligrosa travesía sobre las muchas aguas en una nave construida de acuerdo a las indicaciones del Señor, Lehi y su colonia, que había aumentado desde que partieran de Jerusalén, llegaron a la tierra prometida, probablemente en el año 589 a.C. Algo después Nefi hizo esta declaración:
“Pero a pesar de nuestras aflicciones, hemos obtenido una tierra de promisión, una tierra escogida sobre todas las demás; la cual, según el convenio que el Señor Dios ha hecho conmigo, será el país de la herencia de mi posteridad. Sí, el Señor por pacto me ha dado esta tierra a mí y a mis hijos para siempre, y también para todos los que la mano del Señor traiga de otros países.” (2 Nefi 1:5)
Mientras la Reforma y las revueltas en pro de la libertad iban ganando terreno en Europa e Inglaterra, los acontecimientos se sucedían dirigidos hacia el redescubrimiento de América; Dios tocó el corazón de un marinero llamado Cristóbal Colón, el cual descubrió por casualidad un camino hacia la tierra prometida en el año 1492. Pero ni Colón, ni los nefitas, ni los jareditas fueron sus descubridores originales, ni establecieron el propósito del destino de este continente, sino que aquél fue establecido ya en los principios de la vida en el mundo. Durante estas emigraciones ellos fueron conducidos hacia el mismo lugar donde el hombre había comenzado su existencia sobre la tierra.
Hemos aprendido que, después de su ministerio terrenal entre los judíos, al visitar a las ovejas del otro redil aquí en el continente americano, y establecer su Iglesia entre la gente, el Cristo resucitado habla de la fundación de la tierra americana, de lo que vendría, y de su Evangelio a los descendientes de la simiente de aquellos que la ocupaban entonces, y a todos los hijos de Dios, acontecimiento que vendría después de un periodo de oscuridad espiritual. En esa declaración el Señor habla del sagrado destino de esta grandiosa tierra:
“Y de cierto os digo, os daré una señal para que sepáis la época en que estarán a punto de acontecer estas cosas, cuando recogeré a mi pueblo de su larga dispersión, oh casa de Israel, y estableceré otra vez entre ellos mi Sión.” (3 Nefi 21:1)
En la siguiente declaración el Señor designa el continente americano como tierra de herencias para aquellos que son de la Casa de Israel y que serán recogidos de todos los rincones de la tierra, diciendo:
“Entonces el resto, que estará dispersado sobre la faz de la tierra, será recogido del este y del oeste, del sur y del norte; y llegara al conocimiento del Señor su Dios, que los ha redimido.
“Y el Padre me ha mandado que os dé este país por herencia.
“Y he aquí, estableceré a este pueblo en esta tierra, para cumplir el convenio que hice con Jacob, vuestro padre; y será una Nueva Jerusalén. Y los poderes del cielo estarán entre este pueblo; sí, yo mismo estaré en medio de vosotros.” (3 Nefi 20:13-14, 22)
Hablando del continente americano como “tierra elegida”—“tierra consagrada”-—tenemos que remontarnos al principio del mundo para poder comprenderlo.
De los escritos del profeta Moisés, con respecto a la colocación del hombre sobre la tierra, sacamos esta declaración:
“Y yo, Dios el Señor, planté un jardín hacia el oriente en Edén, y allí puse al hombre que había formado.” (Moisés 3:8)
Como no era bueno para el hombre estar solo, un ayudante, la mujer, fue colocado a su lado, para que ambos ocuparan el jardín así plantado.
Con respecto a qué era y dónde estaba el Jardín de Edén, es conveniente recordar que durante el proceso de la creación, en el tercer periodo, las aguas se encontraban reunidas en una parte, y la tierra seca en otra. A la parte seca se le dio también otro nombre: Edén, y fue al este del Edén, o sea el este de la tierra, que fue colocado el jardín donde comenzó la vida terrenal de nuestros primeros padres.
Con el trascurso del tiempo, en los días de Peleg, aproximadamente 2200 años a.C., e inmediatamente antes de la confusión de lenguas, la tierra, que todavía se encontraba unida desde la Creación, se dividió dando lugar a la formación de los hemisferios tal como se encuentran ahora. Pero aparte de este conocimiento, la ubicación geográfica del Jardín de Edén se le dio a conocer por revelación al profeta José Smith: en el condado de Jackson, estado de Misuri, con Independencia como centro. Cuando Adán y Eva fueron echados del Jardín, se dirigieron hacia el norte, a unos 160 kilómetros de distancia, para instalarse en el lugar que conocemos, por la palabra revelada de Dios, con el nombre de Adán- ondi-Ahman. Allí fue donde empezó la vida mortal cuando Adán y Eva comenzaron a engendrar hijos, o sea en lo que ahora es el continente americano. Adán y Eva, echados de la presencia de Dios, se establecieron en el lugar de su morada terrenal, y clamaron a su Padre. Recibieron instrucciones de ofrecer las primicias de sus rebaños en los altares como un sacrificio al Señor, y obedecieron estas órdenes, sin saber siquiera el motivo de las mismas. Poco después apareció un ángel del Señor, quien les explicó la semejanza de estos sacrificios con el sacrificio de Cristo el Señor, que vendría a la tierra en el momento indicado. Seguidamente les habló del plan del evangelio para la salvación y exaltación, por medio de una reconciliación con Dios el Padre, de cuya presencia habían sido desterrados; y esta fue la primera vez que dicho plan fuera revelado al hombre sobre la tierra.
El Santo Sacerdocio, según el orden del Hijo de Dios, el cual “administra el evangelio, y posee la llave de los misterios del reino, aun la llave del conocimiento de Dios”, le fue conferido a Adán. Por lo tanto a Adán, el gran progenitor de la familia humana le fueron dadas las “llaves de la salvación”. El Señor, o sea Ahman, de esta manera les hizo saber a Adán y Eva que, a pesar de haber caído y encontrarse sujetos tanto a la muerte física como a la espiritual, podían ser redimidos y reconciliarse con Dios el Padre.
Al conferirle a Adán las “llaves de la salvación” se les dieron a conocer a ellos las revelaciones y los secretos de las condiciones para salvarse, y por medio de ellos, a toda la humanidad. Y aquí podemos comprender el verdadero significado del término “Adán-ondi-Ahman”, o sea, de Ahman, que es el Señor, “ondi” que significa “por medio” de Adán a la humanidad. En la revelación a la cual ya nos hemos referido, a la que desde ahora pondremos más atención, el Señor habla claramente de las “llaves de la salvación dadas a Adán o Miguel que era su nombre pre-mortal, aclarando el propósito por el cual eran conferidas.
“Para que subáis a recibir la corona preparada para vosotros, y se os haga gobernantes de muchos reinos, dice Dios el Señor, el Santo de Sión, quien ha establecido los cimientos de Adán-ondi-Ahman;
“Y el que ha nombrado a Miguel por príncipe vuestro, y ha afirmado sus pies, y lo ha puesto en alto, y le ha dado las llaves de la salvación bajo el consejo y dirección del Muy Santo, quien es sin principio de días o fin de vida.” (Doc. y Con. 78:15-16)
“. . . porque es preciso, al iniciarse la dispensación del cumplimiento de los tiempos, la cual ya está entrando, que se efectúen una unión entera, completa y perfecta, y un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias, y que sean revelados desde los días de Adán aun hasta hoy.” (Doc. y Con. 128:18)
A la luz de la revelación, no es difícil comprender por qué los Santos de los Últimos Días determinaron en Adán-ondi-Ahman que esta parte tan importante y sagrada de la existencia terrenal del hombre, como resultado de una involucración directa, puede ser llevada ante el mundo por los heraldos que son enviados para proclamar las verdades y las ordenanzas salvadoras del Evangelio restaurado de Jesucristo.
Tenemos el privilegio de tener, por revelación dada al profeta José Smith, un relato de uno de los grandes y primeros eventos que tuvieron lugar en el valle de Adán-ondi-Ahman.
“Tres años antes de su muerte, Adan llamo a Set, Enós, Cainán, Mahalaleel. Jared, Enoe y Matusalén, quienes eran sumos sacerdotes, y junto con ellos al resto de los de su posteridad que eran justos, al valle de Adán-ondi-Ahman, y allí les confirió su última bendición.
“Y el Señor se les apareció, y se levantaron y bendijeron a Adán, y lo llamaron Miguel, el príncipe, el arcángel.
“Y el Señor suministró consuelo a Adán, y le dijo: ‘Te he puesto a la cabeza’; multitud de naciones saldrán de ti, y tú serás su príncipe para siempre.
“Y Adán se puso de pie en medio de la congregación, y a pesar de que lo agobiaba el peso de sus años, lleno del Espíritu Santo predijo todo cuanto habría de sobrevenir a su posteridad hasta la última generación.
“Escribiéronse todas estas cosas en el libro de Enoc, y han de ser atestiguadas en el debido tiempo.” (Doc. y Con. 107:53-57) Esta reunión familiar de Adán con los justos de su posteridad ocurrió aproximadamente en el año 3177 a.C.
De esta manera, por esos breves relatos vemos las razones por las cuales el continente de América es la tierra prometida elegida sobre todas las demás; porque aquí fue donde comenzó la existencia del hombre, y aquí fueron establecidos los primeros convenios. Y desde el centro de esta tierra elegida fue desde donde Dios empezó su gran obra de los últimos días, que se llevará a cabo hasta el fin.
Es de fundamental interés saber que, de acuerdo a la secuencia del tiempo del Señor, las tierras y las aguas volverán a su posición original. Tenemos de Él la siguiente declaración al respecto:
“Y emitirá su voz desde Sión y hablará desde Jerusalén, y su voz se oirá entre todo pueblo.
“Y será una voz como de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos que derribarán los montes; y no se hallarán los valles.
“El mandará al gran mar, y será arrojado hacia los países del aquilón, y las islas serán una sola tierra.
“Y el país de Jerusalén y el de Sión volverán a sus propios lugares, y la tierra será como en los días antes de ser dividida.
“Y el Señor, aun el Salvador, se pondrá en medio de su pueblo y reinará sobre toda carne.” (Doc. y Con. 133:21-25)
América en su papel de Sión, no fallará porque el continente americano es la tierra elegida sobre toda otra tierra, y en el “lugar central” será establecida Sión. Es la tierra donde tendrá lugar el recogimiento de Israel en el período culminante de la última dispensación la cual ha establecido Dios por medio del profeta José Smith.
Para que logremos su propósito en el destino del continente de América como Sión, tenemos estas palabras del Señor, concernientes a su pueblo:
“Pero primero hágase mi ejército muy numeroso y santifíquese delante de mí, para que llegue a ser bello como el sol, esclarecido como la luna, y sus pabellones terribles a los ojos de todas las naciones.” (Doc. y Con. 105:31)
Os dejo mi testimonio del cumplimiento de todas estas profecías, en el nombre de Jesucristo. Amén.

























Muchas Gracias Hermanos yo sé que la Verdad es una en sí y que el comienzo es el final, donde todo morará hasta el Nico final que ya ha comenzado En El SAGRADO NOMBRE DE JESUCRISTO AMÉN.
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No existe DUDA del cumplimiento literal de todo cuanto se profétiso los cielos pasarán, la tierra pasará pero la voz del gran Jehová no pasará hasta que todo se haya cumplido sólo nos toca prepararnos para ser parte de ese ejército celestial
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