Sintamos el Amor del Señor Cada Día

Sintamos el Amor del Señor Cada Día

Al amarle, ¿qué nos promete nuestro misericordioso Dios?

1 Corintios 2:9: “…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.

2 Nefi 1:15: “…el Señor ha redimido a mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor”.

Amar al Señor no es simple­mente un consejo, no es sólo un buen deseo; es un mandamiento. Es el primero y grande mandamiento cuya obediencia se nos exige, porque el amor a Dios es la raíz de la cual brotan todos los demás tipos de amor. Es la raíz de toda virtud, de toda bondad, de toda fortaleza de carácter, de toda lealtad hacia la rectitud… Amemos al Señor nuestro Dios y amemos a Su Hijo, y agradez­camos siempre Su amor por noso­tros. Aunque cualquier otro amor falle, ese amor que Dios nos tiene, resplandeciente, trascendental y eterno, y el amor de Su Hijo, que dio Su vida por cada uno de noso­tros, siempre permanecerán”.

Las promesas del Señor son grandiosas. Lo que me parece más maravilloso es que el Señor nunca nos pide que hagamos algo que no traiga consigo una bendición. Vivir el Evangelio de Jesucristo no es un sacrificio; no podría ser un sacrifi­cio puesto que obtenemos más de lo que damos. Es una inversión. Y vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo llega a ser la mayor inversión de la que tengamos conocimiento, porque los dividen­dos que nos paga son eternos y permanentes” (“Las palabras del Profeta actual”, Liahona , diciembre de 1996).

1 Nefi 11:22–23: “…el amor de Dios… se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas… y el de mayor gozo para el alma”.

¿Qué podemos hacer para sentir el amor del Señor cada día?

Jacob 3:2: “…levantad vuestra cabeza y recibid la placentera palabra de Dios, y deleitaos en su amor; pues podéis hacerlo para siempre, si vuestras mentes son firmes”.

Élder Gene R. Cook, de los Setenta: “La gratitud verdadera es la capacidad de ver, sentir e incluso recibir el amor con humildad. La gratitud es una manera de devolver amor a Dios. Reconozcan Su mano, díganselo, exprésenle el amor que le tienen. A medida que realmente lleguen a conocer al Señor, desarrollarán una relación íntima y sagrada que se basa en la confianza. Llegarán a saber que Él entiende sus aflicciones y que siempre les responderá, mediante la compasión, con amor.

“Recíbanlo. Siéntanlo . No basta con simplemente saber que Dios los ama. El don se debe sentir de forma continua cada día. Entonces, les servirá de motivación divina a lo largo de su vida. Arrepiéntanse. Aparten de su vida las cosas del mundo, entre ellas el enojo. Reciban la continua remisión de sus pecados y refrenarán todas sus pasiones y estarán llenos de amor” (“La caridad: amor perfecto y eterno”, Liahona , julio de 2002).

“Las promesas del Señor son grandiosas. Lo que me parece más maravilloso es que el Señor nunca nos pide que hagamos algo que no traiga consigo una bendición. Vivir el Evangelio de Jesucristo no es un sacrificio; no podría ser un sacrifi­cio puesto que obtenemos más de lo que damos. Es una inversión. Y vivir de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo llega a ser la mayor inversión de la que tengamos conocimiento, porque los dividen­dos que nos paga son eternos y permanentes” (“Las palabras del Profeta actual”, Liahona , diciembre de 1996).

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