Las Metas Determinan el Éxito del Hombre
Por El Presidente David O. McKay.
Segundo Consejero de la Primera Presidencia.
Discurso pronunciado el 19 de octubre de 1950 en la quinta sesión de la Conferencia Semestral número 121 de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Con el Presidente Smith y otros de los Hermanos y todos vosotros echo de menos al Presidente Jorge F. Richards, y al otro compañero íntimo de nosotros, el Hermano Frank Evans. Pero ¿quién sabe si no estén más cerca de lo que pensamos?
“Y los dos discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús.
Y volviéndose Jesús y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí (que interpretado quiere decir Maestro), ¿dónde moras?” (Juan 1:37-38)
Hace como cuarenta años, un extranjero se sentaba en este tabernáculo y escuchaba un mensaje tal como el que hemos escuchado durante esta conferencia. Mi informante no me dijo quién había hablado en, esa ocasión, pero pensaba que era Carlos W. Penrose. Al salirse el extranjero y su huésped, el visitante dijo a su compañero, “Daría todo lo que poseo si supiera que lo que ha dicho ese hombre esta tarde es verdad”.
Bueno, no tendría que dar todo lo que poseía para saber que si sólo hubiese seguido el ejemplo de estos dos discípulos hubiese conocido, como ellos, de la verdad de las palabras del Presidente Penrose o de quienquiera que habló en esa ocasión.
Con vuestra ayuda cooperativa y con la inspiración del Señor, deseo señalar esa senda.
“¿Qué Buscáis?” y la respuesta, “Maestro, ¿dónde moras?” Y su respuesta, “Venid y ved”. Estos dos discípulos buscaban a Jesús por el testimonio de Juan el Bautista, a quien habían estado siguiendo, quien solamente unos cuantos días antes, viendo a Jesús pasar cerca del Jordán, dijo, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. (Juan 1:29) Parece que en esta ocasión ninguno dejó el lado de Juan, pero al día siguiente, Juan lo repitió y estos dos discípulos, uno de los cuales era Andrés, el hermano de Simón Pedro, siguieron a Jesús. Sólo podemos conjeturar de cuán claramente o profundamente sintieron ellos el hecho de que en así buscar al Hijo del Hombre estaban tomando el primer paso hacia la vida eterna. Pero esto sí sabemos, que el Salvador ha dado la seguridad divina que “…esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. (Juan 17:3)
El éxito o el fracaso del hombre, su felicidad o su miseria, dependen de lo que él busca o de lo que él escoge. Lo que es un hombre, lo que es una nación se puede determinar mayormente por su meta principal. Es una cosa trágica llevar por toda la vida un concepto bajo de ella.
El gran autor (Carlyle) dice, “La cosa que un hombre en realidad cree, la cosa que un hombre en realidad tiene en su corazón, y sabe de seguro concerniente a sus relaciones vitales con este universo misterioso, y su deber y destino en cuanto a ello, es siempre la cosa de más importancia para él, y creativamente determina todo lo demás. Esto es su religión; o puede ser sólo un escepticismo y falta de religión; la manera en que se siente estar relacionado espiritualmente con el mundo invisible o a ningún mundo. Os digo que si me dijereis eso, me diréis en gran parte lo que es ese hombre, y clase de cosas hará”.
La respuesta de los discípulos a la pregunta, “¿Qué buscáis?” da la llave de la meta más alta y más noble del hombre: “¿Maestro, ¿dónde moras?” diciendo en substancia, deseamos conocer de tí y tus enseñanzas. Quedáronse con Jesús todo aquel día, porque era la hora nona. Y después Andrés buscó a su hermano Simón y díjole: “Hemos hallado al Mesías”, que declarado, es el Cristo. “Más si…buscares a Jehová tu Dios”, es la promesa que nos ha venido por las edades, “lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma”. (Deuteronomio 4:29)
Esto, entonces, hermanos y hermanas, es la meta más importante de la vida. El buscar a Dios y a Jesucristo o conocer a Dios y Cristo, el conocer a quien es la vida eterna.
Los mensajes dados en esta conferencia han contestado o directamente o indirectamente la pregunta de cómo podemos conocerlo. Jesús lo expresó con claridad en una ocasión cuando asistía a la Fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, lo declaró a los judíos que se maravillaban de su predicación, “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo”. (Juan 7:16-17)
En su sermón del monte expresó el mismo pensamiento en estas palabras. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: mas él que hiciere la voluntad de mi padre que está en los cielos”. (Mateo 7:21)
Pero entonces venimos cara a cara, el investigador honesto, así como todos nosotros, con la importante pregunta, “¿Qué es la voluntad de Dios?” Si lo conociéramos por supuesto lo obedeceríamos.
Bueno, Cristo no nos ha dejado sin la respuesta de esa pregunta. Su voluntad se resume en la respuesta memorable que dió al abogado quien le hizo la pregunta con el deseo de atraparle, “Maestro, ¿Cuál es el mandamiento grande en la ley?”. Respondióle el Salvador, “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mateo 22:36-40)
Además, tocante a la voluntad de Dios, el Apóstol Pedro particularizó cuando, en el Día de Pentecostés, de acuerdo el pueblo le preguntaron a él y a los otros apóstoles, “Varones hermanos ¿qué haremos?” “Arrepentíos”, respondió Pedro, “y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamaré”. (Hechos 2: 37-39)
El arrepentimiento —esto debemos notar cuidadosamente— es sentir pesar, contrición, o compunción por lo que hemos hecho o por lo que no hemos hecho. Significa cambiar de mente en cuanto a conducto o acciones pasadas o intencionadas a causa de pesar o de satisfacción. Significa sobrevenir el egoísmo, la codicia, los celos, las críticas y las calumnias. Significa el controlar el mal genio. Significa elevarnos de las cosas bajas que la naturaleza nos impulsaría hacer para gratificar nuestros apetitos y pasiones y entrar en el remo más alto de la espiritualidad.
Y así llegamos a ser, en las palabras de Pedro, “participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia”. Entonces sigue Pedro diciendo, “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad”. (2 Pedro 1:4-7)
Ahora nótese esta gran promesa: “Porque si en vosotros están estas cosas y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. (2 Pedro 1:8)
Estos son los postes miliares por la carretera de la vida los cuales, guiarán a cualquier hombre a hacer la voluntad del Señor, a conocer su Hijo, el Redentor del mundo, lo que es la vida eterna. Y mientras obtenemos este conocimiento que conduce a la inmortalidad, encontramos el gozo más grande en la mortalidad que el alma humana puede experimentar.
“Los mejores de todos los hombres son aquellos que efectúan sus horas luminosas en sus vidas diarias y transmutan sus ideales en carácter y comportamiento. Estos son los arquitectos del alma quienes construyen sus pensamientos y hechos en un plan, quienes caminan hacia adelante no sin objeto sino hacia una meta”. Toda la felicidad que viene con los dones espirituales puede ser suyo —amor, gozo, paz, longanimidad, mansedumbre, bondad, fe, humildad, templanza, amistad, comunión con el infinito; repito, comunión con el infinito. Todos estos y miles de otras bendiciones que Dios da libremente son suyos.
“La tierra recibe su precio por lo que la tierra nos da.
“Sólo el cielo se da libremente.
“Sólo Dios se obtiene por pedir”. (Lowell.)
Alto en la escala de los hombres son los que sin cesar aspiran hacia el gran ejemplar de la vida. Este gran Ejemplar, es Jesucristo, quien de entre todos los líderes en la historia ha tenido la influencia más grande sobre la familia humana.
Vosotros habéis preguntado, como lo han hecho muchos otros, ¿en qué consiste su grandeza? Probablemente han contestado, “Pues, es a causa de su divinidad”. Bueno, eso es cierto, pero el vino a la tierra como Ud. y yo, tomó sobre si la mortalidad, y ejercitó una influencia sobre sus semejantes, de acuerdo con las leyes naturales exactamente como cada individuo aquí ejerce una influencia natural. ¿En qué consiste el secreto de su grandeza, además de su divinidad? Derrotaba al abogado en argumento, sanaba a los enfermos donde la medicina fracasaba, inspiró la música mejor que jamás se ha escrito, llenó a millares de bibliotecas con libros, inspiró a misioneros a salir al mundo, aún hasta los lugares más impenetrables de África; sin embargo en ninguna de las carreras en que los hombres y las mujeres ordinariamente ganan sus honores refieren los historiadores a Cristo como uno que haya tenido éxito.
“En cuanto a carácter”, escribe Carlos Jefferson, “era supremo. La única cosa que eleva al hombre del nivel de las bestias del campo es su posesión de los dones espirituales que desarrollan un carácter como el de Cristo. La existencia en la tierra del hombre es sólo una prueba para ver si concentrará sus esfuerzos, su mente y su alma a las cosas que contribuyen a su comodidad y la gratificación de sus instintos y pasiones físicas, o si establecerá como su meta y propósito de la vida la adquisición de las cualidades espirituales”.
No os da gusto a vosotros los estudiantes —espero que sí— por la tendencia reciente entre los que son reconocidos como los mejores pensadores, y creo que algunos de ellos lo son, particularmente el hombre que escribió MAN DOES NOT STAND ALONE? (El Hombre no está Solo) en su súplica para la humanidad, que el género humano se eleve de lo bajo y lo sensual, y que desarrolle el espíritu en sí mismo. Creo que estamos haciendo un cambio del agnosticismo a la espiritualidad.
Anoche tuvimos aquí en el Tabernáculo, Salón de Asambleas, y el Salón Barratt, aproximadamente 14,000 hombres que poseen el sacerdocio. Creo que no se podría encontrar una reunión más inspirativa en toda la tierra. El sólo estar con ellos era una inspiración. A esos 14,000 y a los 250,000 por toda la Iglesia que poseen el sacerdocio quiero decir: Nuestras vidas son pendientes unos de otros. Somos más felices cuando contribuimos a las vidas de otros. Os digo esto porque el sacerdocio que vosotros poseéis significa que han de servir a otros. Vosotros representáis a Dios en el oficio al cual habéis sido asignados. “Cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará”. (Mateo 16:25) Este dicho paradójico del Salvador contiene el elemento coronador de un carácter recto —coronador, os digo, Aquí tocamos una fase importante del evangelio de Jesucristo. Se domina al egoísmo, en el cual la codicia y la avaricia tienen que ser subordinadas a los principios más altos de servicio y bondad.
“El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo”. (Juan 7:17) El escoger lo bueno con constante y firme determinación, resistiendo las tentaciones de adentro y de afuera, alegría en la presencia de dificultades y experiencias, reverencia hacia Dios y respeto hacia vuestros semejantes, disposición para ayudar el establecimiento del reino de Dios estos, aunque quizás perderéis algunos de los emolumentos de la vida, os traerán la paz y felicidad a vuestra alma, y por la obediencia a los principios y ordenanzas del evangelio, vendrá la inmortalidad y la vida eterna. Vuestra alma será elevado en éxtasis y un entendimiento más claro de esa gran palabra de Dios dada en la revelación moderna: “Esta es mí obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. (Moisés 1:39) Ese amigo que daría todo lo que tenía en el mundo si supiese que era cierto, lo puede saber si sigue el ejemplo dado por el Salvador.
En conclusión, tan seguro como podéis sintonizar el receptor de radio y oír voces de lugares lejanos, tan seguro estoy que Dios nuestro Padre vive, y que el alma del hombre puede comunicarse con él por medio del Santo Espíritu. Os doy esto como mi testimonio; yo lo sé. Tan seguro estoy de que Cristo es el Salvador del mundo, el único por quien el género humano puede encontrar la felicidad y la paz. Tan seguro estoy de que el evangelio de Jesucristo ha sido restaurado por medio de José Smith, y que la autoridad para representar a Dios en la tierra de nuevo se ha dado al hombre. Oh, que Dios nos dé el poder de proclamar estas verdades a un mundo incrédulo, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























