Que la tierra no sea destruida
Alvin R. Dyer
Ayudante del Consejo de los Doce Apóstoles
Revista Liahona, Abril 1964
Tanto en el hecho de haberse puesto a Adán y Eva en el Jardín de Edén, como en el llamamiento del utópico profeta Enoc, en la labor del maravilloso profeta Noé—quien presenció, sin poder hacer nada, la destrucción de la raza humana—, en la misión de Melquisedec, el Sumo Sacerdote, en los tiempos de Abraham, Isaac, y Jacob, o de Moisés el gran líder y legislador, o de los profetas que le sucedieron, como en el prodigioso nacimiento, ministerio y expiación de nuestro Señor Jesucristo, el verdadero Hijo de Dios, también en la experiencia de José Smith encontramos la ayuda y guía divinas.
Cada uno de estos eventos, llegado el momento preciso, sucedió tan simple y naturalmente como abrir y cerrar una puerta.
La magnitud de cada uno de estos acontecimientos ha tenido gran repercusión en la vida de los seres humanos, especialmente en la dispensación de Adán y en la de Jesucristo. Y aún en nuestra época es de mucho valor. Cuando Dios hizo planes para Sus hijos, fue necesario que cada acontecimiento tuviera una intención y un propósito.
Por eso es que la experiencia que José Smith tuvo en el bosque, en la continuación de las comunicaciones de Dios con Sus hijos, de acuerdo con el plan de vida eterna y salvación, el tiempo había llegado en que otro acontecimiento maravilloso habría de surgir. Una vez más Dios aparecía en persona, junto con Su amado Hijo Jesucristo, para que el mundo supiera a ciencia cierta acerca de Su apariencia. Podemos ver en esto, como sucedió en los tiempos antiguos, la necesidad de que Dios se apareciera al hombre en la carne, pues éste se había desviado en cuanto al concepto de Su existencia y personalidad. Ya que hay muchos hombres que a pesar de tener mucha sabiduría dudan al respecto Dios debió entonces, aparecer en persona a un profeta para que éste testificara de ello ante sus semejantes.
La Última Dispensación
Ahora, en la última dispensación del tiempo mortal, se ha descubierto la verdad acerca de la personalidad de Dios, Su Hijo Jesucristo y Su maravilloso plan para la redención del mundo. Como sucediera en los tiempos de los antiguos profetas, la revelación de la verdad eterna para salvación y exaltación del hombre esperó al joven José en la Arboleda Sagrada. Este acontecimiento, sin embargo, no se originó solamente en la fe y oración de José Smith, y la respuesta no fue algo privado para él, sino que implica la preparación final del hombre en esta vida mortal.
José Smith fue elegido y ordenado para ser un profeta y un instrumento en las manos de Dios, quien por medio de él establecería nuevamente Su reino sobre la tierra. Pero esta era había de caracterizarse por la verdad completa, ya que iba a ser la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. Por lo tanto, éste es un período en que todas las verdades, leyes, alianzas y promesas hechas en varias oportunidades por Dios, nuestro Padre Celestial, a Sus hijos, acerca de la redención y la gloria, serán reveladas y puestas a disposición del hombre. Y esto fue revelado a José Smith. Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y cual los registros relativos a vuestros muertos, debidamente llevados en la tierra, tales los registros en los cielos. Este, pues, es el poder de sellar y ligar, y en un sentido de la palabra, las llaves del reino que consisten en la llave del conocimiento.
«Y ahora, mis muy queridos hermanos y hermanas, permítaseme aseguraros que estos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra, como dice Pablo tocante a los padres: que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos.» (Doctrina y Convenios 128:15)
Y agregó;
«. . . Pues sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros. Ni tampoco podemos nosotros ni ellos perfeccionarnos sin los que han fallecido en el evangelio; porque al iniciarse la dispensación del cumplimiento de los tiempos, dispensación que ya está comenzando, es menester que una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias se realicen y sean revelados desde los días de Adán hasta el tiempo presente. Y no solo esto, sino que las cosas que jamás se han revelado desde la fundación del mundo, antes fueron escondidas de los sabios y entendidos, serán reveladas a los niños pequeños y a los de pecho en esta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Pues nosotros sin ellos.» (Doctrina y Convenios 128:18)
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene la responsabilidad de llevar a cabo el plan de Dios. Tenemos que triunfar, «no sea que la tierra sea herida con grave aflicción y se pierda el propósito fundamental del hombre, aquí en la tierra».
Porque si no se dieran a estos convenios y alianzas la importancia que tienen, la vida del hombre no tendría objeto. Si así sucediera vendría una maldición sobre la tierra y esta dispensación se malograría en cuanto al progreso de los hijos de Dios.
El Propósito de los Templos
Desde la edificación del templo de Kirtland, en 1836, hasta el presente y con planes futuros, nuestra Iglesia ha sido una gran constructora de templos. El propósito de la edificación de estos sagrados edificios que permanecen separados de las capillas y lugares de adoración, ha sido claramente explicado. En la oración dedicatoria del templo de Kirtland, que fue ofrecida por el profeta José Smith, encontramos varios conceptos:
«Tú que has mandado a tus siervos que edifiquen una casa a tu nombre en este sitio [Kirtland].
«Porque tú sabes que hemos hecho esta obra en medio de gran tribulación; y de nuestra pobreza hemos dado de nuestros bienes para construir una casa a tu nombre, a fin de que el Hijo del Hombre tenga un lugar para manifestarse a su pueblo.
“Y en vista de que has declarado en una revelación, dada a nosotros, en la cual nos llamas tus amigos, diciendo: Convocad vuestra asamblea solemne como os he mandado;
«organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios;
«Y concede, Padre Santo, que todos los que adoren en esta casa aprendan palabras de sabiduría de los mejores libros, y que busquen conocimiento, tanto por el estudio como por la fe, así como tú has dicho;
«y que sea esta una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de gloria y de Dios, sí, tu casa;
«Te rogamos, por tanto, que tengas misericordia de los hijos de Jacob, para que desde esta misma hora comience Jerusalén a ser redimida;
«Y haz que el resto de Jacob, que ha sido maldecido y azotado a causa de su transgresión, se convierta de su condición indómita y salvaje a la plenitud del evangelio eterno; (Doctrina y Convenio 109: 2, 5-6, 8, 14, 16, 62, 65.)
























