Un bálsamo sanador

Un bálsamo sanador


Cuando se presenta una dolencia física o emocional, nuestra necesidad inmediata es sanar. Ya sea que se trate de una rodilla lacerada o un corazón destrozado, una enfermedad grave o una profunda tristeza, lo que más deseamos es librarnos del dolor y sentirnos mejor.

Algunos males se superan fácilmente y podemos seguir adelante sin problemas. Otros padecimientos del cuerpo o de la mente son más difíciles de tratar y su cura puede llevar años. Después están las enfermedades crónicas que son incurables y pueden hacer que la vida resulte casi insoportable.

Pero aun en medio de circunstancias frustrantes, todos disponemos de una fuente de alivio. Cuando el cuerpo ya no puede responder a nuestros esfuerzos curativos, hay un bálsamo que ofrece paz a la mente y esperanza al corazón.

Muchas personas, pese a sus cargas, hallaron esa paz y esa esperanza al servir a los demás. Una mujer que recibía tratamiento contra el cáncer, hacía pañuelos para la cabeza de mujeres que habían perdido el cabello. Un hombre que recibía quimioterapia, llevaba rosquillas para compartir con otros pacientes. Esos sencillos actos de bondad beneficiaban tanto a quien los ofrecía como a quien los recibía.

Tras años de gozar de buena salud y vitalidad, a una joven mujer se le diagnosticó una condición que impondría grandes cambios en su estilo de vida. Además del dolor físico, ella ahora padecía ansiedad y serios temores, pero descubrió que podía aferrarse a tres fuentes sanadoras: su familia y sus amigos, su Dios, y ella misma. Su familia y amigos la ayudaron a aliviar el estrés y le aseguraron que todo saldría bien. También se volcó a Dios, dedicando tiempo al desarrollo de la espiritualidad y a fortalecer su fe en el amor divino y la influencia de Él en su vida. Por último, esa valiente joven empezó a tratarse con mayor compasión y a cuidar de sí misma, lo cual la ayudó a desarrollar sentimientos de confianza en sí misma y bienestar emocional.

Es cierto que las circunstancias de la vida pueden debilitar nuestra fortaleza física o emocional, pero podemos encontrar valor para seguir adelante con la ayuda de seres queridos, con fe en Dios, y con compasión por nosotros mismos, para después ser compasivos con otras personas que sufren. Este es el bálsamo curador que hace que el afligido sane.


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