Conferencia General Abril 1972
El milagro de la obra misional
Mis queridos hermanos, ruego humildemente que el Espíritu de Dios me ayude en lo que hoy pueda decir.
En mi opinión, uno de los grandes milagros de nuestra generación es el milagro de la obra misionera de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Actualmente, la Iglesia tiene noventa y ocho misiones que abarcan la mayor parte del mundo. Hay más de 15,400 misioneros que dedican todo su tiempo a las actividades proselitistas. Además de éstos, hay varios miles de hombres y mujeres maduros, de todas las profesiones, que dedican parte de su tiempo a las misiones de estaca. Estos misioneros están costeándose sus propios gastos, o recibiendo apoyo económico de sus amigos, parientes o de los quórumes del Sacerdocio de Melquisedec.
La gran mayoría de los misioneros de regla son jóvenes de entre diecinueve a veintiún años de edad, una época de la vida en que los jóvenes, por regla general, no dedicarían todo su tiempo al servicio de una iglesia.
Segundo, el milagro moderno de la extensa obra misional se lleva a cabo porque en varias revelaciones Jesucristo mandó que fuese hecha. Por ejemplo, les mandó a los miembros de la Iglesia:
«Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, obrando mediante la autoridad que yo os he dado, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
«El que creyere y fuere bautizado, será salvo; y el que no creyere; será condenado» (D. y C. 68:8-9).
En mis giras por las misiones, tanto misioneros como conversos me han relatado extrañas experiencias o milagros misionales. Un presidente de estaca de California me relató la siguiente experiencia:
Los misioneros le habían enseñado el evangelio a un joven de su estaca que provenía de una familia acomodada; el interés que éste mostró por la Iglesia no fue del agrado de los padres, quienes se ocuparon de persuadirlo para que no se uniera a ella; pero él declaró que tenía un fuerte testimonio de que ésta era la verdadera Iglesia de Jesucristo y que debía unirse. Luego, como acto de desesperación, los padres tomaron la drástica medida de decirle que si se unía a la Iglesia Mormona, sería desheredado. A pesar de esta advertencia, el joven ingresó a la Iglesia y sus padres literalmente lo echaron de su casa.
Cabe mencionar que estos jóvenes interrumpen su educación, posponen su casamiento y ajustan sus misiones de acuerdo con sus obligaciones militares, a fin de poder hacer la obra misional por su Iglesia y su Salvador.
De este modo, el milagro del servido misional se repite una y otra vez con cada misionero que da su tiempo y con los sacrificios hechos por aquellos que ofrecen ayuda económica.
¿A qué se debe este milagro moderno de la obra misional?
Primero, esta extensa obra misional sigue adelante porque esas personas que sirven como misioneros y los que les brindan su apoyo económico poseen fuertes testimonios en sus corazones de que pertenecen a la verdadera Iglesia de Cristo, la que El restauró a la tierra en 1830. Están absolutamente seguros de que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la única Iglesia en el mundo que posee el Santo Sacerdocio de Dios, sus verdaderas doctrinas y ordenanzas, y hasta el poder de llevar a las personas a la gloria celestial para morar con su Creador. De manera que salen en misiones a fin de que otras personas puedan recibir el evangelio y compartir el mismo gozo y bendiciones que ellos poseen.
El joven recibió una invitación para ir a vivir con una familia mormona; durante su estancia ahí, el obispo y el presidente de la estaca le pidieron que saliera en una misión. Aceptó el llamamiento; no obstante, antes de partir, sus padres se enteraron por medio de un amigo de lo que su hijo iba a hacer. Le mandaron decir que si lo hacía, nunca le escribirían ni le enviarían dinero, y que él no debería tratar de ponerse en contacto con ellos.
Aproximadamente un año más tarde, cuando el joven se encontraba en el campo misional, el presidente de la estaca recibió una llamada telefónica a la una de la mañana; la suave voz de una mujer le preguntó si podría darle la dirección de ese misionero ya que deseaba enviarle algún dinero. Por lo tanto, parece que el amor de madre había vencido el prejuicio religioso.
Durante mi gira por una misión, conocí a un misionero que había sido la estrella de básquetbol en una universidad. Al graduarse, había rechazado un lucrativo contrato para jugar básquetbol profesional, a fin de poder ir en una misión.
Otro misionero me relató que cuando se graduó en la escuela secundaria recibió una oferta de treinta mil dólares para jugar béisbol profesional. Rechazó la oferta para poder salir en una misión.
Cuando un joven tiene que hacerle frente a la decisión de salir a una misión o de jugar béisbol profesional con un alto salario, requiere gran fe y devoción seleccionar la misión; pero muchos jóvenes Santos de los Últimos Días han hecho esta decisión.
Recientemente, una misionera en Sudamérica que me impresionó mucho, me relató la historia de su conversión a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y su llamamiento misional. Antes de entrar a la misión era enfermera; su compañera de cuarto era una jovencita mormona. A la enfermera le gustaron los hábitos de su amiga, y estaba tan complacida con su carácter y personalidad que decidió estudiar la religión mormona; su compañera hizo arreglos para que dos misioneros le enseñaran el evangelio.
Cuando los padres de ésta se enteraron de que su hija sentía una inclinación favorable hacia la religión mormona, se opusieron tan enérgicamente a sus acciones, que le prohibieron unirse a la Iglesia, diciéndole que si lo hacía, sería desheredada.
El Espíritu Santo le había testificado de tal modo que la Iglesia de Jesucristo era la Iglesia verdadera, que les pidió a los misioneros que la bautizaran aun en contra de los deseos de sus padres, a quienes amaba tanto. Fue un golpe para ella cuando sus padres le dijeron que no volviera a su casa.
Después de ingresar a la Iglesia, tuvo el fuerte deseo de salir en una misión de manera que decidió trabajar y ahorrar el dinero. Le requirió aproximadamente, tres o cuatro años para ahorrar tres mil dólares. Fue llamada a trabajar en Sudamérica, donde está efectuando un trabajo extraordinario en llevar el evangelio de Jesucristo a la gente de este país. Cuando vuelva a su casa tiene la esperanza de volver a granjearse el amor y la aceptación de sus padres.
Hace algunos años, después de volver de una gira por una misión, le dije a uno de mis amigos: «¿Tu-: viste algunos conversos cuando estuviste en tu misión en tal pueblo?» Y le mencioné un nombre.
Contestó: «No, ahí no tuve ningún converso. Mi compañero y yo tuvimos poco éxito en ese lugar.»
Le informé que recientemente había tenido yo una reunión en el mencionado pueblo. Después de la reunión, una mujer se acercó al presidente de la misión y a mí y dijo: «Cuando era niña, dos misioneros mormones vinieron a nuestra casa en varias ocasiones y hablaron con mi madre. Cada vez que los misioneros llegaban, corría yo a la cocina y me asomaba por la puerta mientras escuchaba lo que ellos conversaban con mi madre, quien no mostraba demasiado interés. Tan pronto como se iban, corría a la sala para recoger la literatura que habían dejado sobre la mesa, y me iba a mi habitación a estudiarla. Me sentía muy emocionada por lo que estaba aprendiendo.
“Por fin obtuve una copia del Libro de Mormón y lo leí; llegué a convertirme completamente a la Iglesia de Jesucristo, poseyendo una firme convicción de que era la Iglesia verdadera. Cuando llegué a la madurez, otros dos misioneros mormones llegaron al pueblo y les pedí que me bautizaran. Después que me hice miembro de la Iglesia, enseñé el evangelio a mis amigos y parientes; como resultado de mi conversión y bautismo, hay ahora más de cincuenta miembros en esta rama que pertenecen a la Iglesia.»
Entonces le dije a mi amigo: “Como ves, tú y tu compañero misionero tienen indirectamente más de cincuenta conversos en ese pueblo, cuando pensaron que no tenían ninguno.»
Un misionero relató una experiencia que ilustra un método que Dios ha utilizado para traer a su verdadera Iglesia a los que andan en busca de la verdad. Dijo que él y su compañero habían llegado a una casa, donde una mujer inmediatamente les abrió la puerta y con mucho entusiasmo los invitó a pasar y les dijo: “Ustedes, jóvenes, han venido hoy a mi hogar en respuesta a mis oraciones.
“Desde hace mucho tiempo me he sentido descontenta con la iglesia a la cual pertenezco, ya que pienso qué no contiene muchas de las doctrinas que Cristo enseñó mientras estuvo en la tierra. Sentí que no era la Iglesia verdadera que fue fundada originalmente por nuestro Salvador. Oré fervientemente y le pedí a nuestro Padre Celestial que me enviara a alguien que me trajera el verdadero plan de salvación del evangelio e hiciera posible que yo encontrara la Iglesia verdadera.
“Después de hacerlo, tuve un sueño de que dos jóvenes habían llamado a mi puerta, y cuando los invité a pasar me dijeron: ‘Hemos venido a traerle el verdadero evangelio de Jesucristo.’ Reconozco que ustedes dos son los mismos jóvenes que vi en mi sueño, y tal como sucedió en el sueño, ustedes se presentaron diciendo: ‘Venimos a traerle el evangelio de Jesucristo’. Sé que ustedes son los siervos de nuestro Maestro y que me enseñarán su evangelio.»
Los dos misioneros se sorprendieron por el recibimiento que tuvieron, pero se sentían felices de tener el privilegio de enseñarle el evangelio a esta buena mujer. Lo recibió gozosa y poco después fue bautizada en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Así, se había efectuado otro milagro moderno en la obra misionera.
La fe y devoción de los presidentes de misión y sus esposas y familias, presentan historias maravillosas de sacrificio y servicio que sirven para divulgar el evangelio de Jesucristo y edificar su reino.
Cuando los miembros de la Primera Presidencia, actuando como Profetas santos de Dios, llaman a un hombre y su esposa a presidir una misión, pese a su situación de negocios o condiciones económicas, la respuesta es siempre “sí». Todos los asuntos personales son puestos a un lado y fielmente aceptan el llamamiento del Señor, por medio de la Primera Presidencia, de presidir una misión por el período de tres años.
El llamamiento individual de cada presidente de misión, sus experiencias y fidelidad en aceptar dicho llamamiento, poner en orden sus asuntos económicos y readaptar completamente la vida social para sí mismo y su familia, es un milagro misional moderno.
Por ejemplo, en una conversación informal que tuve recientemente con el presidente de una de las misiones regulares de la Iglesia, me dijo que cuando recibió su llamamiento misional de la Primera Presidencia, le pidió a sus jefes permiso de ausentarse temporalmente de su trabajo. En tan sólo un período de tres años sus intereses financieros en esa compañía en la que estaba empleado habrían sido suficientes para mantenerlos a él y su familia por el resto de sus vidas.
Sus jefes, no siendo miembros de la Iglesia y viendo con desagrado que él saliera a una misión, rehusaron concederle la licencia temporal. Asimismo, le informaron que perdería todos sus beneficios económicos en la compañía si aceptaba el llamamiento misional. A pesar de su tremendo sacrificio económico y la pérdida de su trabajo, aceptó el llamamiento, y actualmente se encuentra sirviendo fielmente a su Iglesia y su Dios.
Le pregunté al presidente de la misión: «¿Por qué no le contó a la Primera Presidencia acerca de la pérdida económica que sufriría si salía a la misión en ese tiempo, y les pidió que pospusieran su llamamiento por tres años?»
Me respondió: “El Señor no me llamó para salir a una misión dentro de tres años; me llamó a servir ahora. Mi esposa y yo decidimos obedecer el llamamiento del Señor y confiar en que nuestros asuntos económicos se arreglarían más tarde.»
Tal sacrificio de prestar servicio cristiano es ciertamente asombroso; es un milagro misional moderno.
Para concluir, testifico que la verdadera Iglesia de Jesucristo ha: sido restaurada a la tierra por el Salvador y otros seres celestiales, al profeta José Smith. El único camino para volver a Dios es pertenecer a esta Iglesia y vivir de acuerdo con las enseñanzas reveladas de la misma. Esta Iglesia marca el camino que la humanidad debe seguir para lograr la vida eterna en la presencia del Padre y el Hijo.
En el nombre de Jesucristo. Amén.

























