Judá ha de volver

Judá ha de volver

Eldin Ricks

Eldin Ricks obtuvo su doctorado en estudios del Medio Oriente en la Uni­versidad Dropsie. Enseña en el de­partamento de escrituras antiguas en la Universidad de Brigham Young, y es Obispo de un barrio de la misma.

Liahona, Febrero 1973


«Lo que nos ha contado hoy es asombroso. ¿Por qué no se lo dice a todo el mundo?”

El escenario era un comedor de un hotel en Jerusalén. Siendo que yo era el único extranjero entre un grupo de invitados judíos en el hotel, uno de ellos me preguntó qué miras me habían llevado a Israel; le expliqué que estaba es­tudiando hebreo, lo cual despertó un interés considerable,, mayor por haber ido yo de los Estados Unidos a estudiar su idioma, y a medida que la conversación continuaba, comenté:

—Creo que les agradará saber que la Iglesia a la cual pertenezco —la Iglesia «Mormona»—ha esta­do interesada desde hace mucho tiempo en el recogimiento de los judíos.

—¿De veras?—preguntó uno de los presentes—Cuéntenos al res­pecto.

—A principios del siglo dieci­nueve—comencé—José Smith, el Profeta que fundó esta Iglesia Mor- mona, predijo que en este día y época los judíos volverían a Jeru­salén. Más adelante, en 1841, Or­son Hyde, que era uno de sus compañeros en la dirección de la Iglesia, hizo un viaje especial a dicha ciudad. Al llegar aquí, se dirigió al Monte de los Olivos y ofreció una oración, que nosotros consideramos como una oración dedicatoria por los judíos, a fin de que fuesen movidos por el espí­ritu del recogimiento; por el clima y la tierra, para que fuesen favora­bles para el sustento de una nu­merosa población; y por los go­biernos políticos del mundo, a fin de que brindasen su cooperación para hacer posible el estableci­miento judío.

No había sido mi intención recitar una disertación, pero todo el grupo había dejado de comer y escuchaba atentamente, de ma­nera que continué.

—Además, creo que les intere­sará saber que José Smith no sola­mente profetizó el recogimiento judío, sino que también predijo la construcción de un templo aquí en Jerusalén antes de la venida del Mesías.

Me refería a la predicción de José Smith de que «Judá ha de vol­ver, Jerusalén ha de ser reedificada, junto con el templo, y debe salir agua de debajo del templo… y todo esto debe de hacerse antes que el Hijo del Hombre aparezca» (Enseñanzas del profeta fosé Smith, página 347).

La referencia que hice acerca del futuro templo causó una reac­ción de sorpresa en un hombre, que más tarde me enteré era un ra­bino. Con obvia hostilidad, declaró:

—¡Ni aún el soñador judío más ambicioso se imagina la posibili­dad de que jamás edifiquemos un templo!

Precisamente en ese momento sonó el teléfono, y alguien le in­formó al rabino que la llamada era para él; no fue sino hasta después que él se retiró que se me ocurrió decir:

—Y de paso, ¿no tienen ustedes en su libro de oraciones una ora­ción que han estado usando cada viernes por la noche, a través de los siglos, a favor del recogimiento de los judíos en Jerusalén, y de la restauración de su antiguo tem­plo?

Repentinamente el comedor quedó en silencio; por fin, uno de los presentes dijo:

—Sí, es cierto.

—¿Podría entonces añadir mi fe a la suya—pregunté—de que llegará el tiempo en que las pro­fecías de José Smith y las de uste­des se cumplirán, y que antes de la venida del Mesías habrá un templo aquí en Jerusalén?

Una mujer dijo:

—Algunas veces parece como si la providencia hubiera dirigido el recogimiento de los judíos.

Le dije al grupo que tenía la plena seguridad de que así era.

Después pensé cuán raro era que un extranjero de un país le­jano, les estuviese diciendo que Dios los estaba ayudando, cuan­do, en cierto modo, deberían haber sido ellos quienes me lo dijeran a mí.

Salí de Israel, a principios del mes de octubre de 1956, aproxima­damente tres semanas antes de que se desatara la batalla que re­sultó como consecuencia de la nacionalización egipcia del Canal de Suez. Volví a mis estudios al Colegio Dropsie en Filadelfia, y un día me encontré repitiendo ante un auditorio un tanto diferen­te, las cosas que había dicho en aquel comedor en Jerusalén. Fue al final de una clase de Antropología. El profesor, doctor Raphael Patai, sobresaliente por sus libros y ar­tículos sobre los pueblos y las cos­tumbres del Medio Oriente, toma­ba la palabra.

—Señor Ricks, de acuerdo con sus estudios del historial del movi­miento sionista, según su parecer, ¿quién fue el primer sionista cris­tiano antes de la época de Herzl?

Como Theodor Herzl1 fue el fundador del Sionismo en 1897, quería que yo le dijera quien ha­bía sido antes de esa época y se­gún mi manera de pensar, el pri­mer cristiano que favoreciera el recogimiento judío. Le dije que había encontrado a alguien, re­montándome hasta el año 1830.

—¡Mil ochocientos treinta!— fue su asombrada respuesta—Pero eso fue cincuenta años antes de que empezara el movimiento sio­nista.

—Sí—repliqué—Lo sé, lo sé muy bien

—¿Quién podría haber sido?

—José Smith, el fundador de mi Iglesia—le contesté.

—¿Quiere decir que ya en el año 1830 su José Smith hablaba del recogimiento judío?

—Sí, señor. Además, creo que le interesará saber—y aquí era plena­mente consciente de que estaba repitiendo esencialmente lo que les había dicho a los invitados en el comedor hacía unas semanas, en Jerusalén—que en 1841 escogió a uno de sus compañeros en la di­rección de la Iglesia, para ir a Jerusalén a dedicarlo para el recogi­miento de los judíos.

—¿Lo hizo?—preguntó él.

—Sí, como no, lo hizo.

—¿Y qué es lo que hizo al llegar allá?

—Se dirigió a la cima del Monte de los Olivos y ofreció una oración, que consideramos como oración dedicatoria, por el clima y la tierra a fin de que dieran sostén a una numerosa población, por los go­biernos políticos a fin de que coo­peraran, y por los mismos judíos, para que fuesen movidos por el espíritu del recogimiento.

Asombrado, se volvió hacia un condiscípulo mío que era rabino, y exclamó:

—¡Y quién sabe si en realidad no ayudó! . . .

Le dije que tenía la plena seguri­dad de que aquel hecho había ayu­dado.

El doctor Patai dejó el colegio la primavera siguiente para ser direc­tor de investigaciones de la Fun­dación Herzl, de Nueva York. En su nuevo puesto, me escribió para pedirme I que fuera a Nueva York y presentara ante su organi­zación una disertación intitulada «El Sionismo y la Iglesia Mor- mona,» Asimismo, fue invitado para llevar a dos «discursantes preparados» que pudiesen ayudar a contestar preguntas y corroborar mis declaraciones. Respondiendo a la invitación, el doctor Ellis Rasmussen y el doctor Paul Andrus se unieron conmigo en tal empresa. La disertación fue bien recibida y más tarde publicada por la Fun­dación Herzl como un capítulo en su libro anual. (Herzl Yearboolc Es- says in Zionist History and Thought, volumen 5, páginas 147-74).

Como consecuencia de la pre­sentación, un caballero judío se acercó a nosotros y dijo:

—Lo que nos han dicho hoy día es algo sorprendente y nuevo. Ahora, lo que me pregunto, es por qué no le dicen esto a todo el mundo.

Le informamos que nuestra Igle­sia había tratado por varias dé­cadas de dar al mundo nuestro mensaje, pero que éste no había estado demasiado ansioso de es­cuchar.

—Lo que quiero decir—dijo—es que por qué no publican un pe­queño folleto o algo por el estilo, y distribuyen millones de copias por todo el mundo. Desde la crisis del año pasado a consecuencia del Canal de Suez, los árabes han estado tratando nuevamente de empujar al mar a los judíos de Is­rael, y quizás su iglesia’ pudiera hacer que su mensaje, de que Dios ha ordenado el recogimiento judío, sea transmitido lo suficientemente lejos y lo suficientemente rápido para inclinar la balanza de la opinión mundial en esta época crucial.

Le dimos las gracias por su su­gerencia, a pesar de que en reali­dad sabíamos que la clase de sal­vación que la Iglesia restaurada de Cristo tiene para los judíos no es política sino espiritual.

Estas y otras experiencias han dejado al autor con la impresión de que el papel profético de José Smith, en relación al recogimiento de los judíos, (tema que se ha to­cado ligeramente en este artículo) es un testimonio poderoso de su inspiración profética. Y siendo que el recogimiento judío es parte de la preparación profetizada para la segunda venida de Jesucristo, este fenómeno moderno sugiere que la venida del Señor quizás no esté muy lejos.


1 Herzl, Theodor (1860-1904), húngaro.

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