Salvación y exaltación

Conferencia General Abril 1972

Salvación y exaltación

Por el élder Theodore M. Burton
Asistente del Consejo de los Doce


Hace unos días escuchaba yo la radio, cuando oí a un ministro que decía a sus radioescuchas: «Aceptad a Cristo y seréis salvos. Admitid a Cristo en vuestros corazones y Él os salvará.»

Entonces, para robustecer su argumento citó Efesios 2:8: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.»

Después dio su último consejo diciendo: «¿Es esto pediros demasiado? Miles y cientos de miles han encontrado la paz duradera y la felicidad aceptando a Cristo como su Salvador. Uníos a nosotros en la fe cristiana y seréis salvos.»

Me pregunto cuántas personas habrán sido tranquilizadas por un falso sentimiento de seguridad mediante tal enseñanza. Cuando fui misionero y anduve golpeando las puertas de las casas de la gente, literalmente cientos de personas me dijeron que no estaban interesadas en aprender más en cuanto a Jesucristo, pues ya estaban salvadas. Lo conmovedor de esto es que ellos estaban en la razón; lo que aquel ministro dijo también-es cierto, pero la dificultad yace en que no es la verdad completa.

Me siento personalmente preocupado en cuanto a este problema pues me doy cuenta de cuánto daño puede causar la verdad parcial. El conocimiento limitado es algo peligroso. Lo que necesitamos es más verdad—verdad infinita—hasta que finalmente conozcamos todas las cosas.

¿Qué significa cuando la gente dice: «soy salvo»? En general significa que son salvos de la muerte. Este tipo de salvación general viene a todas las personas solamente mediante la gracia de Dios. La salvación general se verifica sin consideración de la obediencia a los principios o leyes del evangelio y entraña solamente la resurrección .de los muertos. En este respecto la salvación es sinónimo de inmortalidad, por cuanto la persona resucitada vivirá para siempre. Toda persona que nace en este mundo recibiría la resurrección mediante el sacrificio hecho por Jesucristo, lo acepte o no. Sean las personas inicuas o justas, todas recibirán el don de la inmortalidad mediante Jesucristo.

Como Pablo explicó a los griegos de Corinto:

«Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.

Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Corintios 15:20-22).

De este modo, toda la humanidad recibe salvación general, con excepción de los hijos de perdición. Después que los hombres resuciten, «volverán otra vez a su propio lugar, para gozar de lo que quieren recibir, porque no quisieron gozar de lo que pudieron haber recibido» (D. y C. 88:32).

Estos hijos de perdición (que serán quizá sólo unos pocos) resucitarán, pero no serán redimidos del poder de Satanás porque todavía estarán inmundos; como dijo de ellos el profeta Alma: «… se hallarán como si no se hubiese hecho ninguna redención; porque no pueden ser redimidos de acuerdo con la justicia de Dios; y no pueden morir, porque no hay más corrupción» (Alma 12:18).

Me imagino que el tener un cuerpo y no poder hacer nada con él será un verdadero infierno. Todas las otras personas serán salvadas por la gracia de Dios, de la muerte, el infierno, el demonio y el tormento eterno.

El verdadero valor del sacrificio de Cristo significa mucho más que esta salvación general que viene a toda la humanidad. Existe una salvación adicional que Dios ha preparado para sus hijos; esta salvación adicional es una salvación individual y depende no sólo de la gracia sino también de la obediencia a la ley del evangelio. Uno de los profetas del Libro de Mormón explicó la razón por la cual él y sus compañeros se preocupaban principalmente de enseñar más acerca de Jesucristo, al escribir:

«Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y reconciliarnos con Dios; pues sabemos que es por la gracia que nos salvamos, después de hacer todo lo que podemos » (2 Nefi 25:23).

Esa total reconciliación con Dios es sumamente importante para mí. Es la idea de una expiación o reconciliación personal que puede llevarme nuevamente a la presencia de Dios como uno de sus hijos del convenio lo que me llama la atención. A ese tipo de salvación condicional llamo exaltación.

La exaltación viene como un don de Dios, y depende de mí obediencia a la ley de Dios. Ninguna obra que realice yo solo por mi propio poder puede llevar esto a cabo; únicamente por la gracia de Dios se ha abierto esta vía ante mí, pero sólo por la obediencia a las leyes de Dios puedo yo reclamar mi herencia en el reino celestial de mi Padre, como uno de sus hijos dentro de su familia.

El profeta Amulek explicó esto más claramente cuando dijo de Dios:

«Y te vuelvo a decir que no puede salvarlos en sus pecados; y yo no puedo negar su palabra, pues él ha dicho que nada inmundo puede heredar el reino del cielo; por tanto, ¿cómo podéis salvaros si no heredáis el reino de los cielos? De modo que no podéis salvaros en vuestros pecados» (Alma 11:37).

Entonces Amulek habló de la razón de la venida de Cristo:

«Y vendrá al mundo para redimir a su pueblo; y tomará sobre sí las transgresiones de aquellos que crean en su nombre; y éstos son los que tendrán vida eterna, y nadie más alcanza la salvación.

Por tanto, los malvados permanecen como si no hubiese habido redención, salvo que quedan libres de las ligaduras de la muerte; pues he aquí, viene el día en que todos se levantarán de los muertos y se presentarán delante de Dios para ser juzgados según sus obras » (Alma 11:40-41).

Esas obras, que siguen al ejercicio de la fe, incluyen el arrepentimiento, el bautismo, el don del Espíritu Santo, y la continua rectitud hasta el fin de nuestras vidas.

Tengo un primo llamado Rodney Moyle, que vive cerca de Boise, Idaho.

En su última visita me preguntó: «Si se te concedieran los deseos de tu corazón y pudieses llevártelos contigo fuera de este mundo, ¿qué te llevarías?»

Para mí, la respuesta era evidente: «¡Mi familia y mis seres queridos!» Sí puedo llevarlos conmigo mediante la obediencia a las leyes de Dios. Sólo mediante la obediencia a la ley del evangelio es posible ese más alto grado de salvación, el cual nos incluye, tanto a mí como a mis familiares.

Esa posibilidad de una relación familiar eterna es lo que quiere decir exaltación y vida eterna. Esta preservación eterna de la unidad o enlace de mi familia puede ser mi herencia en el reino de Dios si pago el precio por lograrlo. Aun aquellos del reino celestial que no hayan pagado el precio total de la obediencia para alcanzar tan avanzada exaltación, tendrán únicamente inmortalidad, y no vida eterna dentro de la organización familiar de Dios.

De este modo, la salvación total en su verdadero y cabal significado es sinónimo de exaltación y vida eterna. Este patrimonio dentro de la verdadera familia de Dios el Eterno Padre, mediante Jesucristo, constituye la esencia de las escrituras y debe ser la meta de todo hombre, mujer y niño nacidos sobre esta tierra. Esta salvación completa se obtiene solamente en la unidad familiar y mediante ella, preservada a través de la eternidad.

Cuando el ángel Moroni vino a dar sus primeras instrucciones a José Smith en cuanto a la restauración del evangelio en esta dispensación, citó al profeta Malaquías con una pequeña variación de la manera en que está escrito en la Biblia:

«Porque, he aquí, viene el día que arderá como un horno, y todos los soberbios, sí, todos los que obran inicuamente arderán como rastrojo, porque los que vienen los quemarán, dice el Señor de los ejércitos, de modo que no les quedará ni raíz ni rama» (José Smith 2:37).

A fin de comprender este pasaje do escritura, descifremos el término «raíz» como «progenitores» o «antepasados» y «rama» como «posteridad» o «hijos». Entonces, a menos que mediante la obediencia a las leyes de Dios os califiquéis para ir al templo y selléis a vosotros vuestros familiares, viviréis para siempre separados, solos y en estado de solteros. A mí me parece que sería una existencia muy solitaria vivir sin la cálida influencia de la vida familiar entre aquellos que amáis y que a la vez os aman.

Dios dijo de aquellos que no estaban dispuestos a pagar el precio total de la exaltación mediante la completa obediencia a toda su ley: «Así que, ya fuera del mundo, ni se casan ni se dan en matrimonio, sino que son nombrados ángeles del cielo, siervos ministrantes que sirven a aquellos que son dignos de un peso de gloria mucho mayor, extraordinario y eterno.

Porque estos ángeles no obedecieron mi ley; por tanto, no pueden tener aumento, sino que permanecen separados y solteros, sin exaltación, en su estado de salvación, por toda la eternidad; y en adelante no son dioses sino ángeles de Dios para siempre jamás » (D. y C. 132:76-17).

Es por esta razón que el Señor prometió que nos revelaría el sacerdocio por mano de Elías el Profeta antes de la segunda venida del Señor. Si no podemos alcanzar esta meta de exaltación familiar eterna, nuestra vida sobre esta tierra habrá sido completamente desperdiciada cuando Cristo venga la segunda vez.

Es conveniente entonces, que penséis en vuestros familiares y en cómo podéis tener vuestra herencia en el Señor sellada a vosotros y a aquellos que amáis. Permitidme preguntaros, usando las palabras de Rodney: «Si se os concediera el deseo de vuestro corazón y pudieseis llevarlo con vosotros fuera de este mundo, ¿qué llevaríais?»

Dios os bendiga para que hagáis una buena elección, porque os testifico que Dios vive y que el poder de su sacerdocio yace sobre esta tierra, por medio del cual podéis obtener vuestra exaltación en su reino como hijos del convenio mediante la completa obediencia a su ley. Esto os testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

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