Seguid a las Autoridades de la Iglesia

Seguid a las Autoridades de la Iglesia

por Alma P. Burton
Liahona Mayo 1973

El hermano Burton, profesor de historia de la Iglesia en la Universidad de Brigham Young, ha publicado varios artículos y libros sobre la historia y las doctrinas de la Iglesia. Sirve como presidente de la estaca Sharon.


En cierta ocasión el presidente Wilford Woodruff contó que en una reunión realizada en Kirtland, estado de Ohio, en los primeros tiempos de la Iglesia, uno de los directores dirigió un discurso a un grupo de los hermanos sobre el tema de los oráculos vivientes de Dios. El hermano que dirigió la palabra expuso sus creencias en las siguientes palabras:

«Tenéis ante vosotros la palabra de Dios aquí en la Biblia, el Libro de Mormón y Doctrinas y Convenios; tenéis la palabra escrita de Dios, y vosotros, los que dais revelaciones debéis dar las revelaciones de acuerdo con estos libros, por cuanto lo que en estos libros está escrito es la palabra de Dios. Debemos limitarnos a ellas.» 1

Cuando el orador hubo terminado sus observaciones, el profeta José Smith se volvió hacia el presidente Brigham Young diciéndole:

«‘Hermano Young, quiero que tome usted el lugar del pulpito y que nos hable de sus puntos de vista con respecto a los oráculos vivientes y a la palabra escrita de Dios El hermano Brigham se paró ante la congregación y tomando la Biblia, la dejó sobre el pulpito, tomó luego el Libro de Mormón, y lo puso en el pulpito; tomó el libro de Doctrinas y Convenios y lo puso también en el pulpito delante de sí diciendo: ‘Existe la palabra escrita de Dios concerniente a su obra desde el principio del mundo, casi hasta nuestros días. Y ahora bien/ continuó,’. . . estos libros no nos comunican la palabra de Dios directamente, como las palabras de un Profeta u hombre que posee el Santo Sacerdocio en nuestros días y nuestra generación. . .’ Una vez que hubo terminado, el hermano José dijo a la congregación: ‘El hermano Brigham os ha dicho la palabra del Señor, y os ha hablado la verdad.'» 2

Los ministros del mundo cristiano han proclamado que Dios ha cesado de hablar desde los cielos, que ha cesado de revelarse al hombre. Esto lo sostienen algunos a causa de una mala interpretación de las palabras de Juan en el libro del Apocalipsis, que dicen:

«Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro» (Apocalipsis 22:18-19).

La declaración de Juan es válida y enérgica y no puede negarse; mas el lector debe recordar que lo que Juan establece se refiere únicamente al libro del Apocalipsis y no a otros de los libros escritos por Juan ni a otros escritores de la Biblia.

Cuando Juan escribió las palabras citadas anteriormente, los libros del Nuevo Testamento no habían sido todavía compilados en una sola publicación. Fueron escritos separados que después llegaron a componer el Nuevo Testamento como lo conocemos hoy en día. En las palabras de Juan no existió la intención de referirse a algún otro libro de escritura fuera del Apocalipsis.

El presidente Wilford Woodruff expuso después la necesidad de la guía de los oráculos vivientes, al decir:

«Podemos tomar la Biblia, el Libro de Mormón y Doctrinas y Convenios, y podemos leerlos de principio a fin junto con todas las demás revelaciones que nos han sido dadas, y éstas serían apenas suficientes para guiarnos veinticuatro horas. Tenemos solamente una pauta escrita de nuestros deberes, vale decir, que hemos de ser guiados por los oráculos vivientes.»3

El Señor reveló su palabra a sus siervos en el pasado y continúa revelando su voluntad y sus designios a su Profeta actual.

«Creemos,» escribió el profeta José Smith, «todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios » (Noveno Artículo de Fe).

Esta declaración proclama la revelación continua de Dios y establece el principio por el cual aceptamos toda la revelación pasada y esperamos nueva revelación en lo futuro, según sea necesaria para el beneficio de los hijos de Dios.

El profeta José Smith enseñó que si alguien proclamara que Dios ha cesado de revelarse desde los cielos, ello requeriría una nueva revelación además de las que se han dado previamente mediante los profetas y los apóstoles. El presidente Harold B. Lee relató un incidente con respecto a la revelación continua en la actualidad:

«Cuando me encontraba en mi misión, fuimos en cierta oportunidad a la cárcel de Cartago con el presidente de la misión. Nosotros, impresionados por el ambiente del lugar donde el Profeta y su hermano Hyrum habían encontrado el martirio, le pedimos al presidente de la misión que nos relatara nuevamente los incidentes que condujeron al martirio; siendo yo muchacho, me impresioné cuando él dijo lo siguiente: ‘Cuando murió el profeta José Smith, hubo muchos que murieron espiritualmente con él. Así ha sucedido con cada cambio de administración en el reino de Dios. Cuando murió Brigham Young, hubo muchos que murieron espiritualmente con él, y así fue con John Taylor como con el fallecimiento de cada presidente de la Iglesia.'» 4

Cuando un presidente concluye su servicio como representante del Señor sobre la tierra, los santos deben atender al nuevo profeta, vidente y revelador asignado del Señor. Cada hombre que ha presidido esta Iglesia ha tenido una cierta obra que llevar a cabo, y una vez que ha cumplido su misión, el Señor lo ha llamado a su morada. Después del fallecimiento de un presidente, el Salvador da a conocer, mediante el nuevo profeta y presidente, el curso que ha de seguir la Iglesia.

Hablando en cuanto al asunto de la revelación del Señor a sus profetas, el presidente John Taylor señaló que la Iglesia debe tener revelación nueva y continua para hacer frente a las necesidades del momento de sus miembros. Dijo lo siguiente:

«. . . necesitamos un árbol viviente —una fuente viviente—inteligencia viviente, que proceda del sacerdocio viviente en el cielo, a través del sacerdocio viviente en la tierra. . . desde el momento en que Adán recibió una comunicación de Dios, hasta aquél en que Juan recibió su comunicación en la isla de Patmos, o en que José Smith tuvo ante sí los cielos abiertos, siempre se han requerido nuevas revelaciones adaptadas a las circunstancias particulares en que se han hallado las ramas de la Iglesia y los individuos. La revelación a Adán no instruyó a Noé en cuanto a la construcción de su arca, ni la revelación a Noé dijo a Lot que abandonara Sodoma; ni ninguno de éstos habló de la salida de Egipto de los hijos de Israel. Todos ellos tuvieron revelaciones para ellos mismos en particular, como también las tuvieron Isaías, Jeremías, Ezequiel, Jesucristo,. . . Juan, José, y del mismo modo debemos tenerlas nosotros, o de lo contrario zozobraremos.» 5

El élder Joseph F. Merrill también amonestó a los santos para que siguieran a las autoridades de la Iglesia:

«¿Desea la gente de la Iglesia una guía segura con respecto a lo que es correcto? Aquí está: Manteneos en armonía con la Presidencia de esta Iglesia. Aceptad y seguid las enseñanzas y consejos del Presidente. En cada Conferencia levantamos la mano para sostener al Presidente como profeta, vidente y revelador. ¿Es coherente hacer esto y después ir en contra de su consejo? ¿Es alguien tan necio como para creer que está sirviendo al Señor cuando se Opone al Presidente? Por cierto, el Presidente no es infalible; no pretende infalibilidad, pero cuando en su cargo oficial enseña y aconseja a los miembros de la Iglesia con respecto a los deberes de los mismos, que ningún hombre que desea complacer al Señor diga cosa alguna en contra de los consejos del Presidente.

Con la intención de ayudaros, permitidme daros una clave. Cuando tengáis dudas, arrodillaos con humildad, con abierto criterio y un corazón puro, con el sincero deseo de cumplir con la voluntad del Señor, y orad fervientemente. . . hasta que obtengáis una respuesta que llene vuestro corazón de gozo y satisfacción. Esa será la respuesta de Dios. Si sois obedientes a esta respuesta actuaréis siempre como lo indique el Presidente. Entonces estaréis seguros.» 6

El élder Orson Pratt ilustró cómo, quienes rechazan los oráculos vivientes de Dios, en realidad dejan de lado las revelaciones de Dios dadas en el pasado, destacando que seríamos condenados por la palabra escrita si no siguiéramos a los oráculos vivientes.

Debemos estudiar diligentemente los libros canónicos de la Iglesia y las palabras de los profetas que vivieron en el pasado, pero también debemos prestar atención al profeta viviente, vidente y revelador que nos da nueva revelación, nueva interpretación sobre puntos de doctrina cuando lo necesitamos, y nueva escritura y doctrina para guiar a la Iglesia en el cumplimiento de su misión actual. Cuando nos sintamos inclinados a encontrar faltas en las autoridades de la Iglesia, recordemos el principio que enseñó el presidente George Q. Cannon:

«Dios ha escogido a sus siervos y hace suya la prerrogativa de condenarlos, si es que deben ser condenados; no nos la ha dado a nosotros individualmente para censurarlos. Ningún hombre, no importa cuán firme pueda ser en la fe, no importa cuán alto en el sacerdocio, puede hablar mal del ungido del Señor y encontrar falta en la autoridad de Dios sobre la tierra sin atraerse su desagrado. El Espíritu Santo se apartará de tal hombre y quedará en la obscuridad. Siendo así el caso, ¿no veis cuán importante es que seamos cuidadosos? No importa cuán difícil pueda ser para nosotros comprender la razón de cualquier acción de las Autoridades de la Iglesia, no debemos poner precipitadamente en duda sus acciones ni sentenciarlas como erróneas.» 7

El presidente Spencer W. Kimball destacó que las autoridades de la Iglesia han sido frecuentemente testigos de cómo el Señor Jesucristo dirige la Iglesia mediante su Profeta, Vidente y Revelador.

«Cuando en una reunión del jueves en el Templo, después de oración y de ayuno, se llevan a cabo importantes decisiones, se crean nuevas misiones y nuevas estacas, se inician nuevos programas y sistemas, las noticias son consideradas como algo común y posiblemente como simples cálculos humanos. Pero para aquellos que se sientan en los círculos privados y escuchan las oraciones del Profeta y el testimonio del hombre de Dios; para aquellos que ven la clarividencia de sus deliberaciones y la sagacidad de sus decisiones y pronunciamientos, para ellos, él es verdaderamente un Profeta. Escucharlo concluir en cuanto a importantes cambios con expresiones solemnes tales como ‘el Señor está complacido’, ‘ese cambio es correcto’, ‘nuestro Padre Celestial ha hablado’, es saber positivamente que es un Profeta.

Desde el Profeta de la restauración hasta el Profeta del momento, la línea de la comunicación no’ fue interrumpida, la autoridad es continua, la luz refulgente y penetrante continúa brillando. El sonido de la voz del Señor es una continua melodía y una centelleante exhortación. Durante casi un siglo y medio no ha habido interrupción.» 8

El presidente Harold B. Lee indicó que «el presidente Grant acostumbraba decirnos: . . . ‘Hermanos, estad alertas al consejo del Presidente de esta Iglesia. Si él os dice que hagáis algo y esto es erróneo, y vosotros lo hacéis, el Señor os bendecirá por ello; pero no es necesario que os preocupéis, pues el Señor nunca permitirá que su portavoz guíe a este pueblo por el mal camino.'» 9

Ningún miembro de esta Iglesia la dejará nunca ni se encontrará en oposición a sus enseñanzas y prácticas ni a las palabras de los profetas vivientes, videntes y reveladores, si sigue al Profeta viviente de Dios. El Profeta viviente de Dios fue escogido por el Señor y sostenido por los miembros de la Iglesia como el portavoz del Señor Jesucristo a los habitantes de esta tierra. Es mediante el cual se dará la revelación para bendición y bienestar de los miembros de la Iglesia, así como de todos los habitantes de la tierra.


  1. Conference Reporl de octubre de 1897, página 22.
  2. lbid.
  3. Journal of Discourses, volumen 9, página 324
  4. Discurso en la Universidad de Brigham Young, 19 de abril de 1961.
  5. Milknial Star, volume n 9, página 323.
  6. Conference Report, abril de 1941, página 51
  7. Gospei Tritth, editor Jerrald L. Newquist (Salt Lake City: Zion’s Book Store, 1957), página 278.
  8. Instructor, agosto de 1960, página 257.
  9. Discurso en la Universidad de Brigham Young, el 19 de abril de 1961.
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