La Familia y el Templo
Élder M. Russell Ballard
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Capacitación de líderes 11 de enero de 2003
Mis hermanos, espero agregar algo más a los maravillosos conceptos enseñados para ayudarles en sus respectivos llamamientos. Quiero empezar tratando de descubrir juntos hasta qué punto entendemos y aplicamos otros principios básicos de liderazgo. Tengan a bien tomar una hoja de papel en blanco y numerarla de arriba abajo con los números del 1 al 7. Si no tienen una hoja de papel, por favor contéstense estas preguntas mentalmente. Y no se preocupen, no pondremos el resultado en su libreta eterna de calificaciones. Aquí están las preguntas:
- ¿Cuál es la organización que tiene más influencia en sus hijos?
- ¿En dónde se aprenden mejor los hábitos de trabajo, honradez y del desarrollo de un buen carácter?
- ¿En qué ambiente se desarrolla mejor en los niños y jóvenes el amor por su Padre Celestial y la fe inquebrantable en Su Hijo, Jesucristo?
- ¿Cuál es el mejor medio para que ellos aprendan a leer y a amar las Escrituras?
- ¿Cuál es el mejor medio para aprender por qué deben orar, cuándo y cómo hacerlo?
- ¿Qué organización digna continuará después de esta vida y por toda la eternidad?
- ¿Cuál es la principal unidad básica de la Iglesia?
Veamos si contestaron bien esas preguntas. Si han respondido a cada una con la expresión “LA FAMILIA’, tienen el cien por ciento de respuestas correctas.
La importancia de la familia
Quisiera ahora hacerles otra pregunta importante: “Los miembros a quienes ustedes presiden, ¿cómo contestarían esas preguntas?”. Pregúntense a sí mismos: “Mi ejemplo como líder del sacerdocio, ¿ha enseñado a los miembros cuán importante es la familia como unidad básica de la Iglesia? Por lo que enseño, ¿entienden ellos que la familia es ordenada por Dios y que es vital en Su plan eterno?”.
Quizás algunos estén pensando: “Élder Ballard, ya hemos oído todo eso antes”. De hecho, el presidente Packer y los élderes Perry, Maxwell y Eyring ya se lo han enseñado hoy; y eso es porque ese principio es vitalmente importante. Dondequiera que vivan, ven familias que se desintegran; por todos lados, la sociedad descarta valores fundamentales de los preciados valores familiares y estamos rodeados de personas que menosprecian la importancia de la familia. Comprendemos que actualmente no todas las familias tienen un padre y una madre como guías, pero, no obstante eso, toda persona está conectada con su familia.
El presidente Spencer W Kimball dijo esto: “Muchas de las restricciones sociales que en el pasado contribuyeron a fortalecer y respaldar a la familia están disipándose y desapareciendo. Llegará el día en que sólo los que crean profunda y activamente en la familia podrán preservar a la suya en medio de la maldad que es cada vez mayor y que nos rodea” (en Conference Report, octubre de 1980, pág. 3; o Ensign, noviembre de 1980, pág. 4).
Hermanos, recuerden que la Iglesia está organizada para ayudar a la familia. Las actividades de nuestras ramas, barrios y estacas son muy importantes, pero no deben reemplazar ni consumir todo el tiempo que los padres tienen para enseñar a sus hijos dentro de las paredes de su propio hogar. Obispos y presidentes de estaca, ustedes deben ejercer prudencia para asegurarse de que las actividades familiares y las de la Iglesia estén bien equilibradas.
En 1995, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles promulgaron una publicación titulada:
“La familia: Una proclamación para el mundo”. Esa proclamación contiene doctrina y principios vitales para la felicidad y el bienestar de toda familia. En ella, advertimos a todo el mundo que “la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos” (Liahona, enero de 1996, pág. 117). Exhorten a sus miembros a leerla y a meditar sobre las enseñanzas de la proclamación con frecuencia, y enséñenles lo importante que es que los miembros de la familia vivan de acuerdo con esos principios. En sus reuniones de consejo averigüen si todas las familias tienen la proclamación y si no la tienen, les aconsejamos que se aseguren de que reciban una y que la lean a menudo.
Otro recurso excelente que está disponible en varios idiomas, es el curso de estudio Matrimonio y relaciones familiares, que se ha diseñado para enseñar a los miembros a encontrar gozo en su matrimonio y en todos los aspectos de la relación familiar.
Materiales de consulta para la familia
Toda organización de la Iglesia puede ser muy útil si sus miembros se reúnen y deliberan en consejo, y analizan la forma en que podrían ayudar a las familias de las cuales son responsables. Por ejemplo, pueden ver cómo hacer llegar Liahona a todas las familias, a fin de que reciban las enseñanzas de los mensajes de la conferencia general y las demás instrucciones y consejos de oficiales generales de la Iglesia. La revista es un gran recurso y no estamos utilizándola en su totalidad. Otro ejemplo: en las reuniones de consejo pueden decidir cómo llevar a la práctica las instrucciones del presidente Hinckley en la última conferencia general con respecto a la noche de hogar. Él enseñó que la noche de hogar es “un tiempo dedicado a la enseñanza, a la lectura de las Escrituras, a cultivar los talentos o hablar sobre asuntos familiares. No debe ser un tiempo para asistir a eventos deportivos ni a ninguna actividad por el estilo”. Y terminó diciendo: “instamos con gran ahínco a que los padres y las madres tomen más en serio esa oportunidad y ese desafío de hacer del lunes por la noche un tiempo sagrado para la familia” (Liahona, noviembre de 2002, pág. 58). Si tienen la revista, pueden reunirse y leer todas las instrucciones que nos dio el Presidente respecto a ese tema. Hermanos, familiarícense con los recursos que la Iglesia tiene a su disposición y enseñen a sus miembros a emplearlos de la debida forma para bendecir a su familia.
En el Libro de Mormón hay un buen ejemplo de enseñanza de Alma con su hijo Helamán. En los capítulos 36 y 37, y citaré un poco de cada uno, dice: “Y ahora bien, ¡oh mi hijo Helamán!, he aquí, estás en tu juventud, y te suplico, por tanto, que escuches mis palabras y aprendas de mí” (Alma 36:3).
Luego, continuando su instrucción, le dijo: “por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6).
Alma le habló de la Liahona o brújula que el Señor había preparado para guiar a sus antepasados por el desierto. Ustedes ya saben eso. Y le dijo: “Y obró por ellos según su fe en Dios… Sin embargo, por motivo de que se efectuaron estos milagros por medios pequeños, se les manifestaron obras maravillosas” (Alma 37:40-41). (Aquí Alma le está enseñando a su hijo.) “Mas fueron perezosos y se olvidaron de ejercer su fe y diligencia, y entonces esas obras maravillosas cesaron, y no progresaron en su viaje” (Alma 37:41).
Y bien, mis hermanos, como líderes de misiones, de estacas y barrios, como presidentes de templos, como patriarcas o en otras asignaciones, tenemos el desafío de guiar a nuestra familia, y a aquellas de las que seamos responsables, a través del desierto del pecado en el mundo de hoy. Y eso puede ser tan difícil como lo fue en los días del Libro de Mormón. Por tanto, no andemos a la deriva en el desierto de este mundo confuso ni perdamos la dirección sólo por la sencillez de la manera.
Las cosas sencillas
Todos podemos guiar a nuestra familia durante esa jornada terrenal si seguimos el camino marcado por las Escrituras y las palabras de nuestros profetas actuales. Tenemos la obligación de mostrar a nuestra gente, por el ejemplo y la enseñanza, la forma de permanecer en el camino del Evangelio.
Repasemos ahora algunas de esas maneras sencillas que nos han enseñado repetidamente la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles para ayudarnos a encontrar el camino de regreso a nuestro Padre Celestial. Quizás quieran tomar notas de lo siguiente:
- Que exista amor abnegado entre marido y mujer y entre padres e hijos.
- Que se ofrezcan oraciones humildes, frecuente y regularmente, tanto en familia como individualmente.
- Que unos a otros se traten con bondad y cortesía, y se evite el espíritu de “ejercer mando, dominio o compulsión”, como leemos en la sección 121 de Doctrina y Convenios, versículo 37.
- Que con regularidad se lean y mediten las Escrituras, tanto en forma personal como familiar.
- Que se lleven a cabo actividades familiares sanas y divertidas que ayuden a padres e hijos a conocerse mejor y que sirvan de recuerdos perdurables.
- Que se mantenga sagrado el día de reposo.
- Que tengan noche de hogar todas las semanas.
- Que paguen el diezmo íntegro y otras ofrendas. La asistencia al ajuste de diezmos con toda la familia es una forma especial de demostrarles la importancia de obedecer ese mandamiento.
Ahora quisiera darles un ejemplo de mi experiencia de haber sido obispo dos veces. Una de las experiencias más hermosas de un obispo es el que una familia asista al ajuste de diezmos, y no hay nada como ver a un niño colocar sus monedas sobre el escritorio y, con ojitos brillantes y alegres, decir: “Obispo, aquí está mi diezmo”. Obispos, no pierdan esa oportunidad de acercarse a su gente en el ajuste de diezmos.
- Esfuércense por lograr la autosuficiencia familiar, tanto espiritual como física y temporalmente. A medida que continúen aumentando los problemas del mundo, verán que esto es esencial.
- Asistan al templo tan frecuentemente como sea posible. Hermanos, estas son cosas sencillas que todos podemos hacer, y cada una de ellas lleva aparejada una bendición; por eso, les pido que analicen juntos la forma en que puedan ayudar a sus miembros a vivir según estos sencillos principios a fin de mantenerse en el camino del Evangelio.
La responsabilidad de los padres
Obispos, les pedimos a ustedes en particular que enseñen a los padres que cada uno de ellos tiene la oportunidad y responsabilidad de guiar y bendecir a su familia con rectitud. Enséñenles cómo preparar a sus hijos varones para ser firmes y dignos poseedores del sacerdocio. La familia es la influencia más grande para ayudar a los hombres jóvenes a prepararse para el Sacerdocio de Melquisedec, el matrimonio y la paternidad. Si sus hijos entienden las doctrinas básicas que se requieren para llegar a ser un padre fiel, sin duda estarán listos para prestar digno servicio como misioneros regulares. Es preciso que enseñen a padres y madres que no pueden evadir esa eterna responsabilidad. Los líderes eclesiásticos y de las organizaciones auxiliares son un importante recurso para ayudar a los padres a fortalecer a su familia, pero no son substitutos de la dirección que proviene de la familia por medio de la enseñanza y la guía inspiradas de los padres dignos.
Expliquen a los padres que ambos comparten una oportunidad igual de criar a sus hijos. Tal como nos lo recordó el presidente: “En el plan celestial, marido y mujer caminan lado a lado como compañeros, ninguno delante del otro, sino que son un hijo y una hija de Dios caminando lado a lado”. (“Latter-day Counsel”, Ensign, marzo de 2001, pág. 64).
Hagan comprender a las madres que ellas deben ser ejemplos de modestia y de virtud para sus hijas. Esto se vuelve cada vez más importante. Ellas tienen la mejor oportunidad de enseñar y preparar a sus hijos en un clima de amor con fe sencilla en el Padre Celestial. Las madres, con la ayuda de los padres, enseñan a sus hijos la forma de prepararse para ser buenos padres ellos mismos, y ambos deben ser fieles el uno al otro. Háganles notar que sus hijos criarán a sus preciosos nietos. Y todos debemos considerar también el importante papel que tienen los abuelos en la enseñanza y el fortalecimiento de la familia.
Todos los líderes debemos esforzarnos por enseñar a los padres a saber escuchar a sus hijos para que éstos confíen en ellos y les hablen de sus temores y sus problemas sabiendo que los padres los comprenderán y les ayudarán. Y los niños y jóvenes saben si los escuchamos o no.
Hace muchos años, cuando nuestros hijos eran pequeños, una de mis hijas, de unos cinco años, se me subió a las rodillas. Yo estaba leyendo el periódico y ella empezó a hablarme muy rápidamente de algo que le resultaba muy importante; yo le contestaba “ajá, ajá”, pero no dejé de leer. Mi niña tomó el periódico, me lo quitó de las manos, me tomó la cara en sus manitos y mirándome a los ojos, me dijo: “Papá, ¡no me estás escuchando!”. Y tenía toda la razón.
Hermanos, es preciso que sepamos escuchar a nuestra familia y tenemos que saber escuchar en nuestros llamamientos de la Iglesia..
Recuerden que un consejo sabio y eficaz comienza con oyentes atentos y sinceros; aprovechen las ideas y experiencias de los integrantes de su consejo; hablen con ellos; escúchenlos. Todos juntos, pueden edificar el reino de Dios como nunca se ha hecho.
Las bendiciones del templo
Finalmente, hermanos, en todo nuestro liderazgo y en todos nuestros esfuerzos debemos concentrarnos en enseñar a cada uno de los miembros de toda familia que el plan de felicidad de nuestro Padre Celestial es para todos Sus hijos, y que se centra en la vida y el ministerio de Su Amado Hijo, el Señor Jesucristo. Mediante la preciada Expiación, las familias podemos tener la promesa gloriosa de la eternidad, donde viviremos juntos para siempre como familias. Los santos templos se nos dan con el propósito de que las familias sean selladas por el sacerdocio de Dios. En el hogar, podemos enseñarnos los unos a los otros las doctrinas del Evangelio restaurado de Jesucristo y vivir de acuerdo con sus enseñanzas, a fin de disfrutar de la plenitud de las bendiciones del templo y de poder regresar al reino de nuestro Padre Celestial y estar juntos con nuestra familia. No olviden, hermanos, que los hijos de padres que se han casado en el templo tienen mucho más probabilidades que otros de casarse ellos también en el templo.
El presidente Hinckley enseñó lo siguiente: “No habrán recibido las maravillosas bendiciones que esta Iglesia ofrece sino hasta que hayan recibido las ordenanzas sagradas del templo. Las bendiciones más grandiosas y elevadas de ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días son las que recibimos en la Casa del Señor” (“Recurring Themes of President Hinckley”, Ensign, junio de 2000, pág. 19). El Presidente también dijo: “Cada vez que asistan al templo, al salir del él serán un hombre o una mujer mejor de lo que eran cuando entraron. Lo creo de todo corazón. Redoblen sus esfuerzos y su fidelidad para ir al templo… el Señor los bendecirá y serán más felices” (“Latter-day Counsel”, Ensign, marzo de 2001, pág. 65).
Que Dios los bendiga, mis hermanos. Les pedimos sinceramente que salgan de esta reunión y que enseñen estas sencillas doctrinas que las autoridades han explicado a las personas y a las familias de las que son responsables. Guíenlas hacia la meta eterna de recibir todas las bendiciones que se ofrecen por vivir de acuerdo con el Evangelio, incluso las del santo templo. Amamos y apreciamos a cada uno de ustedes, mis hermanos, y oramos para que el Señor los bendiga, a ustedes y a su familia, en las enormes responsabilidades que tienen para edificar el reino de Dios, y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.
























