Los Lamanitas Progresan

Los Lamanitas Progresan

por Spencer W. Kimball
del Concilio de los Doce.
Discurso dado el 6 de abril de 1953
en la Conferencia de la Iglesia


Mis amados hermanos y hermanas:

Oro por las bendiciones del Señor, como lo han hecho los que me han procedido, y suplico un interés en su fe y oraciones. Esta mañana extraño de entre nuestro número al élder Juan A. Wídtsoe, nuestro hermano amado, y vuelvo a pagarle tributo. Estoy agradecido por su rica vida de devoción a la Iglesia y por la encantadora asociación que hemos tenido con él. Me será un gran placer sostener y recibir en mi corazón y en nuestro Concilio, al hermano Adán S. Bennion, cuya vida de ricas y variadas experiencias, su tesoro de entrenamiento, y su fe firme traerán a la gente de la Iglesia grandes bendiciones, y estoy seguro que todos ustedes le amarán.

Mucho se ha hablado en esta conferencia tocante a la obra misionera. Casi cada predicador se ha referido a ella. Estoy intensamente interesado en la obra misionera de la Iglesia, en el extranjero y en las estacas. Quiero dirigir mi comentario esta mañana más hacia el servicio de misioneros de estaca (misioneros locales) y de esa obra, al programa menor, y del programa menor, particularmente a la fase lamanita.

El lamanita es el hombre olvidado, y aunque haya habido mucho progreso y aunque se le hayan levantado amigos, todavía es el hombre olvidado y tiene necesidad de ayuda. Me parece que si el Señor Jesucristo estuviera aquí personalmente, daría énfasis a la obra entre esas gentes. Recuerdo que tan temprano como julio de 1828, el Señor dijo:

Y de nuevo, de cierto os digo, oh habitantes de la tierra: Yo, el Señor, estoy dispuesto a dar a saber estas cosas a toda carne. (D. y C. 1:34.) No obstante, avanzará mi obra, pues por cuanto el conocimiento de un Salvador ha venido al mundo, mediante el testimonio de los judíos, aun así vendrá a mi pueblo el conocimiento de un Salvador—

Y a los nefitas, y a los jacobitas, y a los Josefitas, y a los Zoramitas, mediante el testimonio de sus padres—

Y este testimonio llegará al conocimiento de los lamanitas, y de los Lemuelitas, y de los ismaelitas, quienes cayeron en la incredulidad a causa de la iniquidad de sus padres, a quienes el Señor permitió destruir a sus hermanos, los nefitas, por causa de sus iniquidades y abominaciones.

Y para este propósito se preservan estas planchas que contienen esta historia, a fin de que se cumplan las promesas que el Señor hizo a su pueblo;

Y los lamanitas puedan llegar al conocimiento de sus padres, y sepan de las promesas del Señor, y crean en el evangelio, y tengan confianza en los méritos de Jesucristo, y sean glorificados por medio de la fe en su nombre, y mediante su arrepentimiento sean salvos. Amén. (Ibdd, 3:16-20.) Un poco después en el mismo año, 1828, el Señor parecía tener esto en mente cuando dictó:

Y les dije a ellos (los profetas del Libro de Mormón) que les sería concedido según su fe en sus oraciones;

…que mi evangelio… llegará a sus hermanos los lamanitas, y también a todos los que hubieran llegado a ser lamanitas por causa de sus disensiones. (Ibid., 10:47-48.)

En septiembre de 1830, el Señor dijo:

Y ahora, he aquí, te digo que irás a los lamanitas y les predicarás mi evangelio; y si reciben tus enseñanzas, establecerás entre ellos mi iglesia… (Ibid., 28:8.)

Ese mismo mes, mediante el profeta José, el Señor dijo a los Whitmer que salieran con Oliverio Cowdery,

. . .porque le he dado poder para edificar mi iglesia entre los lamanitas.

Y otra vez en octubre de ese año reveló: «E irá con ellos Ziba Péterson también», eso es, con Oliverio Cowdery, Pedro Whitmer, y Parley P. Ptratt, «y yo mismo los acompañaré y estaré en medio de ellos, pues soy su abogado ante el Padre, y nada prevalecerá en contra de ellos» (Ibid. 32:3).

Entonces en marzo de 1831, mediante el profeta vino una revelación a Sidney Rigdon, Parley P. Pratt y Leman Copley.

Pero antes que venga el gran día del Señor, Jacob prosperará en el desierto, y los lamanitas florecerán como la rosa. (Ibid., 49:24.)

Entonces recuerdo la oración del profeta José en el Templo de Kirtland en 1836 y su referencia de nuevo a esta gente, y súplica al padre:

Haz que el resto de Jacob, que ha sido maldecido y azotado a causa de su transgresión, se convierta de su condición indómita y salvaje a la plenitud del evangelio sempiterno. (Ibid., 109:65.)

En 1841 el profeta José Smith recibía en Nauvoo a muchos caciques indios y sus grupos. Cruzaban en el barco y en dos chalanes para ver al profeta José. Y él dice:

Por lo tanto me bajé y conocí a Keokuk, Kisku-kosh, Appenoose, y aproximadamente cien jefes y bravos de aquella; tribu, con sus familias… Los conduje al lugar de reuniones en la arboleda, y los instruí en muchas cosas que el Señor me había revelado tocante a sus padres y las promesas hedías tocante a ellos en el Libro de Mormón. Los aconsejé dejar de matarse los unos a los otros. . .

Keokuk replicó que tenía un Libro de Mormón en su jacal que yo le había dado algunos años anteriormente. «Creo», dijo él, «que usted es un grande y bondadoso hombre; parezco tosco, pero soy hijo del Gran Espíritu. He oído sus consejos —tenemos intención de dejar de pelear, y seguir las buenas palabras que usted nos ha dado.» (D. H. C. 4:401-402.)

Ahora, por todas las Doctrinas y Convenios, por todos esos tempranos años, parecería que el Señor quiso que la obra entre esas gentes no fuese impedida o dilatada, sino que fuera llevada adelante sin dilación alguna.

El presidente Juan Taylor dijo, y esto lo he citado antes:

La obra entre los tamanitas no puede ser pospuesta, si deseamos retener la aprobación de Dios. Hasta ahora hemos estado contentos por nada más bautizarlos y después dejarlos volver a su estado anterior, pero esto debe cesar. El mismo esfuerzo devoto, el mismo cuidado e instrucción, la misma organización y sacerdocio tienen que ser introducidos entre la casa de Lehi como entre aquellos de Israel recogidos de entre las naciones gentiles. Sin embargo, Dios ha hecho todo y nosotros comparativamente nada. Él ha conducido a nosotros a muchos de ellos y han sido bautizados, y ahora tenemos que instruirles más, organizarles en iglesias con presidencias correctas, agregarles a nuestras estacas, organizaciones, etc., en una palabra, tratarlos exactamente en estos respectos como trataríamos a nuestros hermanos blancos. (The Cospel Kingdom, Juan Taylor, 247.)

Muchos cambios han venido desde aquellos días. Naciones han sido aniquiladas; tierras y bosques y arroyos han sido apropiados; realeza ha sido humillada; grandes gentes han sido sojuzgadas y llevadas a los extremos de carencia, pobreza, ignorancia, superstición y privación. Han sido esparcidas y expulsadas según profecía. Han sido despreciadas y vilipendiadas, el peso entero de una nación grande las ha agobiado.

Pero el alba de un nuevo día ya rompe. Los lamanitas ya visten sus vestidos hermosos; han hecho gran progreso con nuestra ayuda limitada y mucho progreso por sí mismos. Tenemos entre ellos el Sacerdocio. Centenares de ellos actualmente se ocupan en puestos de responsabilidad. La Iglesia ha sido establecida entre ellos, en cierto grado, y esperamos que continúe. Hay barrios y ramas de lamanitas en muchas partes de la Iglesia. En las islas del mar, desde luego, este es un programa extendiéndose por más de un siglo. Pero aquí entre los lamanitas, como el hermano Cowley dijo tan hermosamente anoche en nuestra conferencia de la Escuela Dominical, es una cosa algo nueva. En este año hemos bautizado a 2,500 lamanitas en la Iglesia, y actualmente tenemos aproximadamente 45,000 de ellos en los registros de la Iglesia. Tenemos, en el tercer barrio de El Paso, un obispo lamanita, un sumo sacerdote en la Iglesia, y debieran ustedes haber visto las lágrimas de gozo de su gente cuando fué apartado a esta alta e importante posición.

Tenemos un obispo de la tribu india Prima en el Papago barrio de la estaca de Maricopa, quien maneja una lechería de primera clase y una finca de 1,200 acres. Ha sido miembro del concilio de la tribu, y es un hombre de poder e influencia.

En la Misión Mexicana tenemos al Concilio Alto, doce hombres, fuertes y fieles. Tenemos presidencias de distrito y presidencias de rama, y fué el privilegio del hermano McConkie y mío en noviembre juntarnos con muchos de estos grupos de presidencia de rama, y en sus muy humildes circunstancias se sentaron y con sus libros y lápices apuntaron las sugestiones que hicimos tocante a la manera de conducir las ramas y distritos en la organización y enseñanza de su gente. Estas presidencias de rama y estos obispos lamanitas entrevistan a sus miembros tocante a su dignidad y tienen el poder de dar o no dar las bendiciones del Templo y otros privilegios de la Iglesia a sus miembros.

Por todo el mundo lamanita tenemos líderes, y están surgiendo ahora con mayor fuerza y poder. Tenemos en la Misión Mexicana a cuarenta y cinco jóvenes y señoritas quienes están sirviendo como misioneros regulares, además de cincuenta jóvenes y señoritas americanos de otras partes. Dentro de poco habrá una mayoría de misioneros de habla española en ese campo. Son sostenidos por un fondo misionero especial de la Presidencia de la Iglesia, y por patrones individuales quienes los están ayudando.

En la sección de los navajos (una tribu india), tenemos presidencias de rama ahora que dirigen cultos sacramentales, que guían, que predican, que oran, y también tenemos grupos de «madres cantantes» entre ellos. Es glorioso verlos crecer y progresar. La obra sigue adelante entre ellos. Una necesidad muy grande es: misioneros. En ciudades mexicanas hemos reunido en grupos donde tuvimos hasta doscientas o trescientas personas, con hambre y sed de oír la palabra del Señor, y tres cuartas partes de ellos no eran miembros de la Iglesia.

Tenemos ramas en las tierras de los navajos y en las tierras de los hopis con 105, 140, 160 miembros de la Iglesia siguiendo en una manera normal. Esto, viniendo de lo que ayer llamábamos los indios primitivos, es un adelanto grande y estamos agradecidos por él.

La obra de los Templos sigue adelante. Mediante la obra de la hermana Ivie Huish Jones, esposa del presidente de la Misión Hispanoamericana, 10,000 hojas de familias han sido alistadas, y por todo las misiones de habla española la obra sigue adelante.

Les daría mucho gusto ver números de hermanos y hermanas lamanitas sellados en el Templo. Diecisiete parejas en San Antonio han sido selladas en el Templo; cincuenta y tres en la rama chica de El Paso han ido al Templo y han recibido sus investiduras; 281 personas de la Misión Mexicana, viniendo hasta 1,000 millas, han tenido sus investiduras en el Templo sagrado. Es un gran gozo ver el Templo de Hauái como lo vi un día, lleno de miembros japoneses haciendo su obra, y todos los obreros en el Templo eran lamanitas, de Samoa y Hauái.

Se me pregunta cada día cuándo se menciona el programa entre los indios: «¿Quedarán en la Iglesia? ¿Retendrán su fe? ¿Volverán como antes eran?» Y les quiero decir que pocos son los que volverán como antes eran, cuando hayan tenido sus oportunidades en educación y el evangelio.

El presidente Golden Buchanan de la Misión India del suroeste me escribió esto: «No hemos tenido ninguna excomunión, y con la excepción de dos o tres, ninguno ha apostatado ni se ha unido a otras iglesias, ni regresado a la iglesia de que antes era miembro. . . Es mi opinión que nuestra pérdida por causa de apostasía es probablemente menor que la de cualquier otra misión o grupo de gente.

Las supersticiones están siendo desarraigadas. El hechicero está siendo reemplazado por las administraciones de los élderes, y también por doctores médicos. Toman sus inoculaciones y vacunas; van al hospital para tener sus niños. Dos mil trescientos «jóvenes y señoritas navajos asisten a la Escuela Entre montaña para Indios en Brígham City. Se les cuida con rayos X el pecho y exámenes físicos completos. Aprenden que hay microbios en el mundo, y por evitarlos están aumentando su salud.

Las supersticiones los han atrasado, pero están siendo desarraigadas y ahora a los gemelos se les permite vivir. Esto no era posible antes. Gemelos eran un mal agüero, y no se les permitía vivir. No se les daba de comer hasta que morían o de otra manera les era permitido morir. Pero ahora los gemelos viven. En Arizona el otro día dos muchachos cuyos nombres eran Franklin Roosevelt y Wendell Willkie Gallerito bailaban para los turistas. Pueden adivinar su edad por sus nombres.

El matrimonio ha venido a tener un significado diferente. El primer casamiento formal se verificó recientemente en Yakima. Una de nuestras parejas jóvenes fué casada por uno de nuestros élderes. El periódico de Yakima acertó que era «el primer casamiento formal en la historia de las tribus yakima».

Sus sepulturas han cambiado, es decir, están cambiando. Es un procedimiento gradual. En lugar de cremación, se les sepulta. Hace unos cuantos años con el presidente Flake visité al jefe Baha Alchesay, el último cacique por herencia de los 3,800 apaches en Arizona. Él puso el modelo para su pueblo apache cuando pidió una sepultura Cristiana. Tuvo un funeral grande; el gobernador del Estado de Arizona fué el predicador, y el servicio fué dirigido por un ministro protestante de la iglesia a que pertenecía.

Los indios lloraron al seguirle al sepulcro. No mataron a su caballo favorito; su viuda no cortó sus cabellos; no dejaron alimento o agua en su ataúd o cerca de él. Fué sepultado en un traje azul con camisa blanca y corbata. Era el último de los caciques por herencia. No puso el manto de su jefatura sobre su hijo, como su padre lo había puesto sobre él. La obra ya se dirige en una manera democrática por concilios de la tribu que están elegidos por sus miembros.

La tribu apache está en buenas condiciones financieras, y los navajos han recibido algún dinero, y los utes han recibido dinero; y ahora es el privilegio de los misioneros y de todos nosotros ayudar a enseñarles a usar su dinero en maneras beneficiosas para ellos en lugar de desperdiciarlo.

El indio ahora tiene el sufragio. En teoría lo ha tenido desde la primera guerra mundial, pero hasta el año pasado no fué una realidad en Arizona, donde residen el mayor número de los indios. Ahora pueden votar. En el distrito de Shonto el otoño pasado había veintiséis votantes y de ellos, veintidós eran navajos. De la mesa electoral, cinco de los seis miembros eran navajos, tres hombres y dos mujeres. Era su primera oportunidad de votar por el Presidente de los Estados Unidos. Había 768 navajos registrados el año pasado. Aproximadamente la cuarta parte de los apaches estaban registrados para la elección.

Quiero decir que el doctor Jorge A. Boyce está haciendo una buena obra con los 2,300 jóvenes y señoritas indios en Brígham City. Ciento siete de ellos son Santos de los Últimos Días, y ustedes vieron a diez o quince de ellos aquí anoche en la presentación de la Escuela Dominical. Un muchachito escribió al tiempo de las elecciones:

El presidente prometió que iba a proteger y defender el gobierno de los Estados Unidos. Dijo que trataría de parar la guerra y vivir en libertad. Eso es lo que dijo. Espero que lo haga.

Las ventajas de la vida se han aumentado. Hay refrigeradores en muchos hogares y hay también luz eléctrica. Van a iniciar el uso de gas en catorce comunidades en la sección de los navajos. Imagínense, ¡gas y luz eléctrica en un jacal navajo! Vendrá. Se dice que ahora uno de cada cuatro jacales tiene una radio.

En Gallup hay una estación de radio, y dan una hora por semana en el idioma navajo para enviar mensajes a las personas en secciones aisladas, y cada día se oyen programas de quince minutos.

Esto, desde luego, no es nuevo a los lamanitas en otras secciones, pero aquí sí es nuevo.

El empleo está aumentándose. Miles encontraron, durante su servicio militar en la guerra, que era bueno dormir entre sábanas, y tener tres buenas comidas variadas cada día y tener buena ropa y dinero en la bolsa, y tener todas las ventajas que tiene la gente blanca, y han regresado a las reservaciones no satisfechos y ahora miles de ellos trabajan por el ferrocarril, en las minas, en los ranchos; y esto nos trae otra grande oportunidad de enseñarles el evangelio cuando vienen entre nosotros, en lugar de evitarlos como muchos hacen.

Los conversos indios son firmes y fieles. Una hermana lamanita estaba entre un grupo de mujeres, y se dijo algo acerca de lo que el obispo iba a requerir de ellas, y una hermana blanca dijo: «Bueno, no lo haremos, ¿verdad?, hermana Poogy». Y la hermana Poogy dijo: «Cualquier cosa que las autoridades pidan que hagamos, esa cosa haré yo».

Asistan a sus cultos fielmente. El hermano McConkie conoció a 1,144 en la reservación navajo hace unos cuantos meses cuando visitaba en la misión. Ellos predican; enseñan todas las fases del evangelio; enseñan la Palabra de Sabiduría; enseñan la castidad; enseñan la restauración; llaman a la gente al arrepentimiento; y observan bien los mandamientos.

Yo podría relatarles muchos cuentos de su honradez y su integridad, de su limpieza de vivir, de su amor para el programa de la Iglesia.

Hermanos y hermanas, hay mucho que quisiera decirles esta mañana tocante a este gran programa, pero el tiempo no me deja, pero quiero terminar con uno o dos pensamientos más.

Aquí está una carta de un buen hermano que ha sido miembro de la Iglesia solamente unos cuantos meses. Expresa una devoción verdadera a la Iglesia. Él escribió:

Estimado amigo: Le voy a escribir a usted tocante a la señorita María… Ella asiste a la escuela en. . . Me ha escrito que encuentra que no la dejan ir a la Iglesia Mormona. ¿Sabe usted por qué no la dejan asistir a nuestra Iglesia, y lo que yo pueda hacer para que la dejen asistir a la Iglesia Mormona? Usted sabe que pertenecemos a la Iglesia Mormona. Escríbame por favor para decirme lo que pueda hacer yo. Me gustaría mucho si ella pudiera ir a la Iglesia Mormona. Ella dice que la dejan asistir a otra iglesia. Usted la conoce. Estuvo allí hace un mes cuando se bautizó. Nada más quiero decirle que no la dejan asistir a la Iglesia Mormona. Contésteme pronto. Por favor.

Que el Señor bendiga a la gente lamanita. Es una gran gente. Son inteligentes, y repito lo que antes dije: La diferencia entre ellos y nosotros es oportunidad. Es el privilegio de usted y mío, mediante educación, mediante empleo, y especialmente por llevarles el evangelio de Jesucristo con toda su bondad y hermandad, darles esa oportunidad que les hará inteligentes, fieles hijos e hijas de Dios con todas las bendiciones prometidas a ellos.

Oro con una de nuestras hermanas lamanitas quien rogó: «Padre celestial, bendice por favor a los misioneros, que no se desanimen con nosotros los indios, y bendice por favor a los indios que siempre escuchen». Esta es mi oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario