Conferencia General Octubre 1959
Guardémonos del paganismo

por J. Reuben Clark, Jr
de la Primera Presidencia
Hablare brevemente. En primer lugar, estoy agradecido por habérseme avanzado a Primer Consejero. Agradecido por vuestro voto a favor del hermano Moyle, que llena la vacancia que había en la Primera Presidencia. Su valor es inextinguible y no tiene más interés que la Iglesia. Pero extrañamos al hermano Stephen L Richards. Extrañamos su gentileza, su bondad, su prudencia, su experiencia, su valor, su lealtad a la Iglesia y su importante obra efectuada en bien del servicio misional.
Deseo ahora evocar el hermoso sermón del presidente McKay, y reitero todo lo que se ha dicho, no sólo en su predicación, sino en todo lo que los hermanos han predicado. Esta ha sido una gran conferencia, llena hasta rebosar del Espíritu del Señor.
Estoy agradecido por todo esto y con permiso del Presidente, quisiera agregar una o dos palabras más, particularmente en lo que respecta a la situación mundial.
Cuando Cristo vino a la tierra, no había sino una nación, la nación hebrea, que yo sepa, que entendía y adoraba al Dios verdadero, el Dios de Sinaí, que mandó: “No tendrás dioses ajenos delante de mí.”
La comisión que dio a sus discípulos fue esta: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15-16)
La frase “y fuere bautizado” se dio en nuestra época, porque hemos recibido precisamente la misma comisión. Se nos ha confiado el establecimiento y consumación de la Ultima Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, y además se nos ha autorizado y comisionado para ello mediante la ordenación y entrega—por las manos de mensajeros celestiales— del Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios con sus dos divisiones, el de Melquisedec y el de Aarón, el primero llamado así para evitar la constante repetición del nombre del Hijo.
Al tiempo de la ascensión de Cristo, el mundo entero—con excepción de los hebreos en el continente oriental, es decir, con excepción de los hebreos y los pocos que Cristo dejó—era pagano y no creía en el Dios de Sinaí y, desde luego, no aceptaba el evangelio como lo hacía generalmente la nación hebrea.
Después de haber combatido por dos mil años, casi la mitad de los habitantes del mundo actualmente creen en este Dios de Sinai y en el Cristo. La otra mitad es pagana: no acepta a Dios, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, nuestro Dios, el Dios del mundo cristiano, antes tiene otra cosa que es el equivalente, algo que los satisface; pero es paganismo.
Nosotros, sin embargo, hallamos esta situación adicional: Tenemos al hombre descrito y comentado tan acertadamente por el presidente McKay, el cual es, en efecto, el director que encabeza todo este gran cuerpo de paganismo en su ideología y negación de Dios. Me parece que es la primera vez en toda la historia en que el pueblo de Dios ha tenido que enfrentarse a un paganismo organizado, más o menos guiado y dirigido por uno que niega a Dios y afirma que su ateísmo es intransigente.
Nos da la impresión de que tiene por objeto hacer que su ideología marxista y su ateísmo lleguen a predominar, y en alguna manera convertirnos a todos en discípulos de sus doctrinas. Debo decir que predica la paz, y también predica que se abandonen ciertos armamentos de guerra y que volvamos al sistema tradicional de combate, en el cual el número de tropas decide el resultado. Predica que destruyamos nuestras instalaciones militares, y si logra quitarlas, no veo límite a lo que intente hacer.
Bajo su dirección eso es lo que nos espera a nosotros los del mundo occidental, el mundo cristiano, temeroso de Dios, con excepción de esa parte que sigue el marxismo en todos los países y con excepción de lo que existe en Rusia.
No nos forjemos ilusiones en este respecto, hermanos y hermanas. Su plan en realidad consiste en exterminar a Dios y el cristianismo.
En la actualidad no podemos enfrentarnos a este paganismo organizado con un frente unido. Todavía estamos hechos pedazos y divididos en muchas sectas. Pero el problema que tenemos por delante, es nuestra exterminación si se llevan a cabo los planes del paganismo marxista.
En nuestras manos ha sido puesto, mediante ordenación divina, el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios. Reposa en nuestras manos la responsabilidad de seguir adelante. Dios ha declarado que nunca quitará ni dará a otro pueblo la autoridad y el plan del evangelio que tenemos. Deseo recalcar en cada uno de vosotros, hermanos y hermanas de la Iglesia, y de otros que me estén escuchando hablar, la gravedad de la situación. No se puede apaciguar a un hombre inconvertible; ni tampoco podemos esperar que, una vez logrados sus propósitos, recibamos otro trato sino el que se ha impuesto sobre otros.
Hay gente buena en Rusia. Hay personas fieles allí. El hermano Benson recientemente conoció a unos pocos. No obstante, viven bajo esta teoría marxista, y uno de sus elementos es la destrucción del libre albedrío que fue dado a los hijos de Dios antes de ser creado el mundo. Por causa de ella hubo una rebelión en los cielos. Mediante el libre albedrío ascendemos y escalamos las alturas que nos conducen a la exaltación. La teoría marxista repudia a Dios.
Yo tengo la convicción, hermanos y hermanas de que cualquier hombre o mujer que voluntariamente se sujeta a esta ideología pagana, que voluntariamente vive bajo su jurisdicción, que de su propia voluntad abandona su libre albedrío bajo esta teoría—tal persona está perdiendo su testimonio y va por el camino que conduce a la apostasía.
No puedo hacer demasiado hincapié que aquí, en los últimos días, el paganismo obra bajo una cabeza, y el propio Satanás dirige a esa cabeza. Os suplico, hermanos y hermanas de la Iglesia, que conservéis ardiendo el fuego del testimonio y conocimiento del evangelio de Dios y de Jesucristo; que conservéis encendida esa llama en vuestros hogares, en vuestros quórumes de sacerdocio y en todo lugar, porque estoy seguro, que de una manera u otra tendremos que hacer frente a una persecución terrible.
Os doy mi testimonio que sé que Dios vive, que Jesús es el Cristo, el Salvador del mundo, el Redentor del género humano, las primicias de la resurrección. Doy mi testimonio de que la autoridad del Santo Orden del Sacerdocio del Hijo de Dios se halla sobre la tierra, conferido por conducto de mensajeros celestiales a José Smith, por quien tenemos el plan del evangelio. Testifico que los poderes y autoridad, otorgados a José Smith han descendido de Presidente a Presidente, y hoy tenemos a David O. McKay al cual habéis apoyado con vuestro voto como Profeta, Vidente y Revelador, y Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y quien posee todo lo que tuvieron sus predecesores.
Dios nos bendiga a todos. Expreso mi agradecimiento por la fuerza que he tenido, y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.
























