La Autosuficiencia

La Autosuficiencia

President Boyd K. Packer

Élder Boyd K. Packer
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Ensign, agosto de 1975.


La autosuficiencia… se aplica tanto a lo emocional como a lo espiritual.

Me causa cada vez más preocupación el ver la cantidad de servicios de consejeros que parece que necesitamos en la Iglesia y también el ver la red de dichos servicios que seguimos expandiendo sin recalcar nunca el principio de la autosuficiencia que es parte del programa de bienestar. Hay muchas personas en la Iglesia que parecen depender totalmente de otras personas en todo lo que se relaciona con lo emocional y espiritual, viviendo gracias a una especie de beneficencia emocional, y no están dispuestas a sostenerse a sí mismas. Han llegado a ser tan dependientes de la ayuda externa que constantemente necesitan ser sostenidas, elevadas y alentadas, y contribuyen muy poco a su propio bienestar.

Me preocupa el que tal vez estemos a punto de hacernos emocionalmente (y por ende espiritualmente) lo que, en lo material, llevamos generaciones tratando de evitar con tanto ahínco. Si perdemos nuestra autosuficiencia emocional y espiritual, nos podemos debilitar tanto o más de lo que nos debilitamos al volvernos dependientes en el aspecto material. Por una parte, aconsejamos a los obispos que eviten los abusos en el programa de bienestar, y por otra parte, parece que repartimos consejos sin pensar siquiera por un segundo en que el miembro debe resolver el problema por sí mismo o pedir ayuda a su propia familia. Sólo cuando no podemos obtener alivio por esas vías debemos acudir a la Iglesia.

Somos plenamente conscientes de que sería una insensatez el intentar mantener a todos los miembros de la Iglesia, satisfaciendo todas sus necesidades materiales, por medio de proyectos de bienestar. De igual manera, debemos considerar la situación muy a fondo antes de extender una amplia red de programas para dar consejos por medio de todos los obispos y presidentes de rama y quien sea, a fin de aconsejar a todos como parte de un esfuerzo por sustentar a los miembros en todas sus necesidades emocionales.

Si no tenemos cuidado, podemos perder el poder de la revelación individual. El Señor dijo a Oliver Cowdery algo que tiene importancia para todos nosotros:

«He aquí, no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme.

«Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien.

«Más si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que te hará olvidar lo que está mal» (D. y C. 9:7-9).

Pautas para lograr la independencia emocional y espiritual

Ahora bien, si ustedes están dispuestos a concordar con el hecho de que los principios básicos que caracterizan al programa de bienestar de la Iglesia tienen su aplicación en la parte emocional y en la espiritual de sus vidas; o sea, que se deben desarrollar la independencia, la industria, la frugalidad, la autosuficiencia y el autorrespeto; que el trabajo debe ser entronizado como el principio fundamental en sus vidas, que se deben evitar las maldades de la dependencia emocional y espiritual y que la meta de la Iglesia es ayudar a los miembros a que se ayuden a sí mismos, entonces dispongo de algunos principios y sugerencias que pueden resultarles de provecho.

Ya hemos mencionado que no debe existir la más mínima cohibición por parte de los miembros de la Iglesia a la hora de recibir ayuda del programa de bienestar, siempre que se hayan agotado todos los recursos personales primeramente y aquellos que pudieran estar disponibles a través de la familia.

Del mismo modo, no debe existir la más mínima cohibición por parte de ningún miembro de la Iglesia que necesite consejo a la hora de pedirlo. A veces puede ser crucial el buscar y aceptar consejo.

Cuando se encuentren desalentados y sientan que no pueden resolver un problema por sí mismos, tal vez tengan razón, aunque al menos tienen la obligación de hacer el esfuerzo por tratar de resolverlo. Se debe utilizar todo recurso personal disponible antes de dar el próximo paso, y todos disponen de poderosos recursos. El Libro de Mormón declara este recurso que tan a menudo se pasa por alto:

«…el Espíritu es el mismo, ayer, hoy y para siempre. Y la vía está preparada desde la caída del hombre, y la salvación es gratuita.

“Y los hombres son suficientemente instruidos para discernir el bien del mal» (2 Nefi 2:4-5; cursiva agregada).

Es de vital importancia que comprendan que ustedes ya pueden distinguir el bien del mal porque son buenos de forma innata, inherente e intuitiva. Cuando alguien dice: «¡No puedo! ¡No puedo resolver mis problemas!», siento la necesidad de gritar: «¿No entiendes quién eres? ¿No has aprendido todavía que eres hijo de Dios Todopoderoso? ¿No sabes que hay potentes recursos heredados de Él a los que puedes recurrir en busca de constancia, valentía y gran poder?»

A la mayoría de ustedes se les ha enseñado el Evangelio toda la vida y todos saben la diferencia entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo errado. ¿No es acaso la hora de que se decidan a hacer el bien? Al hacerlo no toman una decisión cualquiera sino que toman la decisión más importante. Una vez que lo hagan —sin cruzar los dedos, sin hipocresía, sin reservas o dudas— todo lo demás encajará en su lugar.

La mayoría de las personas que buscan el consejo de los presidentes de estaca, presidentes de rama, obispos y demás, así como de las Autoridades Generales, no lo hacen porque se encuentren confundidas y no puedan vislumbrar la diferencia entre lo bueno y lo malo, sino lo hacen porque se sienten tentadas a hacer algo que saben que está mal y quieren que les ayudemos a ratificar esa decisión.

Cuando tengan un problema, primero considérenlo en la mente. Piensen, analicen, mediten y oren al respecto. He llegado a la conclusión de que no podemos forzar las decisiones importantes. Deben ustedes mirar hacia el futuro y tener visión.

Mediten las cosas a diario, y eviten las crisis propias de las grandes decisiones que deben tomarse bajo la presión de las circunstancias. Si miran hacia lo futuro, podrán prever los grandes problemas de modo tal que cuando llegue el momento de resolverlos, estarán ustedes en condiciones tomar la iniciativa desde un principio. De vez en cuando se tendrá que tomar una decisión importante ante una situación imprevisible, pero no sucede eso con mucha frecuencia. Si ya han decidido que harán lo correcto, sin importar las consecuencias, aun esos bruscos y repentinos encuentros con grandes problemas no causarán daño.

He descubierto que el mejor momento para luchar con los grandes problemas es temprano por la mañana. Es entonces cuando la mente se encuentra fresca y alerta. Gracias al descanso de la noche anterior, la pizarra de la mente queda sin manchas de tiza, y no hay que lidiar con las tensiones acumuladas de todo el día. El cuerpo está descansado también. En ese momento se puede analizar detalladamente el desafío y recibir revelación personal.

En varias oportunidades oí al presidente Harold B. Lee comenzar más de una declaración relacionada con la revelación diciendo algo así como: «A tempranas horas de la mañana, mientras meditaba acerca de este asunto.». Él se formó el hábito de dedicar su atención a los problemas que requerían revelación durante esas primeras horas tan refrescantes y sobrias de la mañana.

Algo sabía el Señor cuando nos dio la siguiente instrucción en Doctrina y Convenios, «.cesad de dormir más de lo necesario; acostaos temprano para que no os fatiguéis; levantaos temprano para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vigorizados» (D. y C. 88:124).

Les he aconsejado a mis hijos que hagan su estudio esencial durante las tempranas horas de la mañana cuando están alerta y refrescados, en lugar de luchar contra el cansancio físico y mental al caer la noche. He descubierto que el dicho «temprano se levanta el que temprano se acuesta» encierra poder. Cuando me encuentro presionado —como por ejemplo, al preparar este discurso— no me van a ver despierto a altas horas de la noche. Prefiero mil veces acostarme muy temprano para madrugar porque es entonces que puedo estar más cerca del Ser que guía esta obra.

Ahora bien, con respecto a la revelación, todos recibimos la enseñanza de que la revelación se encuentra disponible para cada cual en forma individual.

La pregunta que más a menudo se me hace sobre este tema es: «¿Cómo sé cuándo he recibido revelación? He estado orando y ayunando acerca del problema, pero no sé lo que debo hacer ¿Cómo puedo saber en realidad si he recibido la inspiración necesaria para no cometer un error?»

Primero, ¿le están llevando los problemas al Señor y pidiéndole que Él tome la decisión por ustedes? ¿O acaso trabajan, leen las Escrituras, meditan, oran y luego la decisión la toman ustedes? Midan el problema con la cinta métrica de lo que saben que está bien y lo que está mal para luego tomar la decisión. Después de hecho eso, pregúntenle al Señor si la decisión que tomaron está bien o mal. Recuerden siempre lo que Él le dijo a Oliver Cowdery acerca de meditar sobre los problemas.

Si no prestan atención a nada más, pongan atención a lo siguiente: si en forma irresponsable le pedimos a nuestro obispo o presidente de rama o al Señor que tome decisiones por nosotros, no somos muy autosuficientes. Piensen en lo que implica cada vez que le piden a alguien que decida por ustedes.

Creo que también debo mencionar otra cosa, y espero que no se malinterprete. A menudo encontramos jóvenes que oran con gran fervor respecto a asuntos que ellos tienen la plena libertad de decidir por sí mismos. Por ejemplo, supongamos que una pareja dispone del dinero necesario para construir una casa y que oran incesantemente para qué estilo arquitectónico elegir. ¿No se les ha ocurrido pensar alguna vez que tal vez al Señor francamente no le importe? Que construyan lo que quieran. Eso es cosa de ellos. En muchas cosas podemos hacer lo que queramos.

Ahora bien, sí, hay cosas que al Señor le incumben de gran manera. Si van a construir esa casa, sean honrados y paguen los materiales de construcción y edifiquen la casa con excelencia. Cuando se muden, vivan en ella con rectitud. Son esas las cosas que cuentan.

En algunas oportunidades he tenido que aconsejar a ciertas personas diciéndoles que el Señor probablemente aprobaría sus intenciones de hacer lo que quieren hacer. Es extraño ver la reacción casi de culpabilidad que sienten algunas personas cuando quieren hacer algo por el sólo hecho de hacerlo, incluso aunque se trate de algo justo. El Señor es muy generoso con la libertad que nos brinda. Cuanto más aprendamos a hacer lo justo, más autosuficientes seremos espiritualmente y mayor serán nuestra libertad e independencia. El Señor dijo:

«Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8:31-32).

«¿Cómo es que no guardáis los mandamientos del Señor? ¿Cómo es que queréis perecer a causa de la dureza de vuestros corazones? ¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?» (véase 1 Nefi 15:7-11).

A modo de conclusión, si perdemos el espíritu y el poder de la revelación individual, perderemos algo muy importante en la Iglesia. Tienen ustedes a su disposición recursos grandes y poderosos. Mediante la oración, pueden resolver sus problemas sin tener que recurrir constantemente a quienes están tratando con tanto esmero de ayudar a los demás.

Ahora bien, si empiezan a recibir revelaciones referentes a la jurisdicción de otra persona, de inmediato se puede reconocer que se está fuera de lugar ya que tales revelaciones provienen de la fuente equivocada.

Si llegan a ser tan dependientes e inseguros que la oración y las respuestas a las oraciones son de naturaleza tal que ustedes vacilan en valerse de ellas, pueden estar seguros que son ustedes débiles.

Si procedemos de manera tal que por un lado tenemos mucha cautela al generar una orden de ayuda de bienestar pero por otro lado repartimos consejos sin hacer que los individuos acudan a su propio almacén de conocimiento e inspiración, estamos dañando al individuo.

Esta Iglesia depende del testimonio individual, y cada persona debe lograr su propio testimonio. Es entonces que pueden ponerse de pie y decir así como yo digo que yo sé que Dios vive, que es nuestro Padre y que tenemos una relación de Padre e hijos con Él. Sé que Él está cerca, que podemos acudir a Él y, si somos obedientes y escuchamos y utilizamos cada recurso, lograremos la respuesta a nuestras oraciones.

Ésta es Su Iglesia. Dios vive. Jesús es el Cristo. Tenemos un profeta que preside esta Iglesia. Cada uno de nosotros, así como toda alma, puede llegar a ese conocimiento. De ello doy testimonio. Sé que Él vive y les confirmo este testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to La Autosuficiencia

  1. Avatar de Mirna García Mogo Mirna García Mogo dice:

    La autosuficiencia es un tema que siempre a llamado poderosamente mi atención,y pará mi nadie cómo él presidente Boyd k.packer pará explicarlo.
    Muy bueno. Grácias

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