Un mensaje inspirado
«Toda victoria y toda gloria os es realizada mediante vuestra diligencia, fidelidad y oraciones de fe.” (D. y C. 103:36)
El hombre tiene esperanzas, aspiraciones y sueños, y esto es bueno. Los niños miran a través de las ventanas de sus aulas, llenos de esperanzas del mañana; los novios hablan y hacen planes por su futuro; los ancianos, sentados al lado del fuego, tienen recuerdos de lo que fue y piensan en la vida venidera. Los sueños son importantes, porque en ellos uno mira hacia el futuro con fe, y lo que uno contempla influirá en su presente y lo cambiará. De modo que, por lo menos en parte, el hombre es lo que sueña.
¿Qué soñamos? ¿Deseamos únicamente palacios, placeres y una vida de holganza? ¿O anhelamos la época en que podemos vernos libres, libres del pecado, la maldad y las limitaciones de nuestra vida terrenal? ¿Anhelamos la igualdad, un mundo gobernado por el amor, la misericordia y la justicia? ¿Anhelamos ser dignos de morar con nuestro Señor?
¿Cómo se realizan estos “sueños”? No es suficiente con anhelar y soñar, ya que “cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa”. (D. y C. 130:21) “y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero.”(D. y C. 130:19)
¿Qué entendemos por diligencia? Es la aplicación constante a nuestro deber; un esfuerzo cuidadoso y constante; cuidado y atención personales; ser esmerados, industriosos, atentos. ¿Se estaría refiriendo el Señor a la diligencia cuando dijo:
“De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia.”? (D. y C. 58:27) En estos pasajes y muchos otros el Señor nos insta a que hagamos un esfuerzo constante y perseverante. Nunca se ha efectuado ninguna cosa grande sin un tremendo derramamiento de espíritu, energía, fe y esfuerzos. Ningún triunfo terrenal o celestial, en el campo que sea, se puede obtener con menos.
La fidelidad hace que nos demos cuenta de que debemos aumentar en habilidad para guardar los mandamientos del Señor, estudiar, buscar sabiduría, lograr el triunfo de nuestras limitaciones, aprender a amar a Dios y a nuestros semejantes y prestar servicio a todos.
“Recuerda que sin fe no puedes hacer nada; por tanto, pide con fe.” (D. y C. 8:10) La oración de fe abre la puerta a través de la cual recibimos ayuda divina.

























