Poniendo nuestra casa en orden

Poniendo nuestra casa en orden

por Mary R. Young
Miembro de la mesa directiva general, de la Sociedad de Socorro

(Discurso pronunciado en la sesión general de la Conferencia Gene­ral
Anual de la Sociedad de Socorro el 28 de septiembre de 1966)


Un profeta de la antigüedad ha­blando a su gente le dio este con­sejo antes de su muerte: «. . . escogeos hoy a quién sirváis. . . pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” (Josué 24:15)

Estas son las palabras que dijo el profeta Josué hace muchas ge­neraciones, pero tiene la misma aplicación en la actualidad. Nues­tro profeta, el presidente David O. McKay, nos ha amonestado a que sirvamos al Señor con sinceridad. Dijo: “El éxito o fracaso del hom­bre, su felicidad o miseria depende de lo que busca y elige”. (Gospel Ideáis, pág. 491)

Nosotros tomamos estas decisio­nes importantes. El poder de elec­ción está en nosotros, para que elijamos el bien o el mal, para que caminemos en las tinieblas o en la luz. El Señor nos ha dado la luz y nos ha mostrado el camino; nos ha dado los mandamientos. No hay duda de que los conflictos y confusión que existen en el mundo en la actualidad son resultado direc­to de la desobediencia a sus leyes y mandamientos. La libertad de elegir, de dirigir nuestra vida, es uno de los dones más grandes que Dios lia dado al hombre, aparte de la vida misma. Con el libre albe­drío, sin embargo, viene la respon­sabilidad por nuestros actos y ac­ciones, y hacia nuestros hijos y familias.

Si cada mujer Santo de los Ulti­mos Días, si cada miembro de esta organización de la Sociedad de So­corro eligiera servir al Señor, acep­tara sus desafíos y dijera: “pero yo y mi casa serviremos a Jehová”, y tuviera la sincera determinación de cumplirlo, ¡qué gran influencia Moríamos para nuestros hogares, comunidades y para la nación! La fortaleza de una nación puede ser sólo tan fuerte como la unidad familiar. Alguien ha dicho: “Dejad que cada hombre limpie su vereda y todo el mundo será limpio”. En otras palabras, debemos comenzar por poner nuestras propias casas en orden.

Para lograrlo debemos tener pre­sente tres cosas: (1) Enseñar el evangelio en nuestros hogares, si­guiendo el consejo e instrucciones de los que tienen autoridad. (2) Vivir el evangelio. (3) Servir en la obra del Señor. Nuestros hogares y nuestra sociedad estarán en orden cuando los padres enseñen a sus hijos a vivir los principios del evan­gelio por medio del precepto y el ejemplo, y cuando sigamos la ad­monición del rey Benjamín cuando dijo: “. . . cuando os halláis en el servicio de vuestros semejantes, só­lo estáis en el servicio de vuestro Dios.” (Mosiah 2:17)

¿Estamos enseñando a nuestros hijos y nietos que la mejor manera de mostrar amor por nuestro Padre (Celestial es sirviéndolo y guardando sus mandamientos?

No hace mucho un niño de cinco años le preguntó a su abuela si le gustaría ir en cohete al espacio. Su respuesta fue “no”, y por supuesto el niño quiso saber por qué. Des­pués de explicárselo, le preguntó si le gustaría a él tener la experiencia cuando fuera grande. El niño pen­só por un momento y después respondió: “No tendría miedo. Iría si realmente quisieran que fuera.” Esta pregunta es típica de los niños de la actualidad, pero las palabras que me impresionaron fueron: si real­mente quisieran que juera. Este niño había captado el espíritu de este logro, si era necesario para el progreso, si realmente quisieran que fuera, no tendría miedo de hacerlo. Si pudiéramos inspirar a estos ni­ños, si pudiéramos ayudarles a captar el espíritu y sentimiento de cuán grande es el amor de nuestro Padre Celestial para cada uno de sus hi jos, que realmente desea que hagamos su voluntad, guardemos sus man­damientos y que si seguimos sus leyes divinas, progresaremos, y po­dremos alcanzar metas más altas, la meta de la vida eterna.

El hermano Sterling Sill dijo: “Ciertamente los grandes asombros del futuro no estarán en el ade­lanto de la televisión y los aero­planos sino en nosotros mismos. Cuanto más grande sea nuestra comprensión del futuro, más efec­tivamente estaremos preparados pa­ra enfrentarlo”. (Improvement Era, diciembre de 1965, pág. 1127) Es­to quiere decir que debemos hacer un esfuerzo para mejorarnos; debe­mos trabajar, vivir para alcanzarlo y poner nuestra casa en orden.

La Sociedad de Socorro nos da la oportunidad de progresar, de cre­cer y desarrollarnos mental y espiritualmente. Creemos que el Señor espera que le sirvamos no sólo con nuestros cuerpos, sino con nuestras mentes y por lo tanto debemos de­sarrollar nuestras mentes para que podamos enseñar a otros más eficazmente a unirse con nosotros para edificar el reino.

Mis queridas hermanas, las ama­mos por su fe, devoción y dedica­ción en esta obra, por ser tan amables con nosotras cuando las visitamos en las estacas. Las ama­mos por el servicio que están dando. Humildemente ruego para que cada una de nosotras tenga un mayor deseo de poner nuestras casas en orden y para que podamos decir como Josué “. . . pero yo y mi casa serviremos a Jehová”. En el nom­bre de Jesucristo. Amén.

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