Viviendo según el Evangelio

Capítulo 1
UN ESTUDIO
DEL PLAN DEL EVANGELIO


La teología de los santos de los últimos días enseña que los espíritus de los seres humanos son del linaje de Dios. Por lo tanto, nosotros somos sus hijos. Dios, el Padre Eterno, es el Padre real y literal de nuestros espíritus. El hombre mortal, es decir, la forma en que encontramos al hombre sobre esta tierra, fue modelado según la imagen de Dios. El cuerpo mortal que ahora poseemos fue conformado a semejanza del cuerpo espiritual, que poseímos en el estado preexistente. (Éter 3: 15, 16).

A través de todos los estados de nuestra existencia tendremos la oportunidad de crecer y desarrollarnos. En nuestro estado preexistente nos desarrollamos lo más posible bajo las circunstancias que caracterizaban ese estado. En esta vida terrenal o estado mortal, recibimos oportunidades adicionales de crecer y desarrollarnos. Nuestro crecimiento no cesará cuando la muerte se apode re de nosotros aquí. De hecho, nuestro desarrollo y progreso serán eternos; no están limitados sólo a una fase de nuestra existencia.

Ya que cada uno de nosotros es un hijo espiritual de Dios, su descendiente literal, deberíamos tratar incesantemente de llegar a parecérsele más, desarrollando nuestras mejores cualidades he reditarías. Así, como un desarrollo normal y saludable del cuerpo físico requiere una cantidad mínima de ejercicio físico, también el desarrollo saludable y normal del alma requiere una cierta cantidad de actividad espiritual. Nadie, ni aún Dios, pueden darnos esa clase de desarrollo físico o espiritual. Tenemos que trabajar por él si es que hemos de lograrlo. Durante todo el estudio de este libro tendremos ocasión de referirnos repetidamente a nuestro «trabajo» por nuestra salvación.

De todos los hijos espirituales engendrados por nuestro Padre Eterno durante todo el tiempo pasado, Jesucristo fue el primogénito literalmente.

“Y ahora, de cierto os digo, yo estuve en el principio con el Padre y soy el Primogénito; vosotros también estuvisteis en el principio con el Padre; lo que es Espíritu, aun el Espíritu de verdad”. (Doc. y Con. 93:21,23).

Por lo tanto, él es llamado con propiedad nuestro hermano mayor. El plan de salvación es llamado el Evangelio de Jesucristo. Su nombre, por tanto, es el único bajo el cielo por cual podemos ser salvos. (D. y C. 18:21-25) Aprendamos y aceptemos el consejo del Salvador; “Ven, sígueme.” (Mateo 19:21).

En consecuencia, nuestra preocupación inmediata y constante es aprovechar bien nuestras oportunidades aquí en la tierra, aprender más de nuestro Padre Celestial y sus caminos, para poder incorporarlos a nuestra vida diaria. Por causa de que tendremos otra oportunidad de crecer y progresar en nuestro estado posterior a la muerte, no debemos pensar que podemos desperdiciar nuestro tiempo aquí. A pesar de que nuestro desarrollo es interminable, no podremos recuperar las oportunidades de crecimiento que hemos perdido Dios nos dio la responsabilidad de decidir si vamos a usar o no nuestra oportunidad de estudiar el plan del Evangelio para poder al fin obtener la vida eterna.

“No debería, en mis deseos, deshacer los firmes decretos de un Dios justo, porque sé que él concede a los hombres según sus deseos, ya sea para muerte o para vida; sí, sé que él reparte a los hombres según la voluntad de éstos, ya sea para salvación o destrucción.

Sí, y sé que el bien y el mal están ante todos los hombres; y quién no conoce el bien y el mal, no es culpable; más el que distingue el bien y el mal le es dado según sus deseos, sea que busque el bien o el mal, la vida o la muerte, el gozo o el remordimiento de conciencia.” (Alma 29:4,5).

Lehi dijo que existen los hombres para que tengan gozo (2 Nefi 2:25). Al explicar el propósito de la existencia del hombre aquí, el Profeta José Smith dijo; “La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios”. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 312). Moroni vio el propósito de la vida del hombre como hijos e hijas de Dios.

“Por consiguiente, mis amados hermanos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que os hincha este amor que él ha concedido a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; que lleguéis a ser hijos de Dios; que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es; que tengamos esta esperanza; que podamos ser puros así como él es puro. Amén”. (Moroni 7:48).

Es obvio que si vamos a recibir las bendiciones del Evangelio de Cristo, debemos vivir ese plan. Pero tal plan no puede ser vivido a menos que lo conozcamos, y no podemos esperar llegar a conocer el plan del Evangelio a menos que lo estudiemos. No hay muchos miembros de la Iglesia que estudien suficientemente las escrituras. Nuestra ayuda mayor en el estudio serio del Evangelio la constituyen las escrituras, tanto antiguas como modernas. Al comenzar el curso de este año debemos tomar la determinación de no pasar por alto nuestras oportunidades de realizar un análisis y estudio completos de los principios de vida y salvación. Todos sabemos en qué gran medida ha contribuido el conocimiento de las escrituras en la historia de los varios pueblos para la preservación de su idioma, su cultura, y, sobre todo, para su espiritualidad y conocimientos de Dios y nuestro parentesco con él.

El Señor nos ha prometido que si vivimos la verdad, ella nos libertará. ¿Y qué es la verdad? “La verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser”. (D. y C. 93: 24). Por lo tanto, tenemos algo más que un interés académico en el estudio del Evangelio. Para poder vivirlo inteligentemente, necesitamos saberlo y comprenderlo. Las bendiciones que vienen a aquellos que viven el Evangelio son numerosas y selectas. Ellas vienen sólo a aquellos que viven fielmente de acuerdo con sus principios salvadores.

La cabeza, el corazón, la mano.

El hombre es un ser complejo. Para poder gozar de un desarrollo general y equilibrado, debe crecer en tres formas; física, mental y espiritualmente.

La Iglesia ofrece a sus miembros muchas oportunidades organizadas de desarrollo equilibrado y avanzado. La obra realizada por los quórums del sacerdocio, los cursos de instrucción y las varias experiencias educativas hechas posible por medio de las varias organizaciones auxiliares, ayudan materialmente a los miembros de la Iglesia a desarrollarse tan ampliamente y prepararse tanto como se lo permitan sus capacidades.

La organización de la Escuela Dominical está encargada especialmente del deber de proveer cursos sistemáticos de estudio para las diferentes edades. En este aspecto, todos los miembros de la Iglesia son automáticamente miembros de la Escuela Dominical. El que tal calidad de miembro se vuelva activa hasta el punto en que todo santo de los últimos días participe en la Escuela Dominical, depende de su interés en comprender el plan del evangelio.

Todo santo de los últimos días, joven o viejo, cualquiera sea la posición que ocupe en la Iglesia, debería aprovechar regularmente los cursos de estudio cuidadosamente preparados que están a su disposición por medio de la participación activa en la obra de la Escuela Dominical. Tal como lo indicó Alma, todos los hijos e hijas de Dios tienen amplia oportunidad de aprender a distinguir el bien del mal, es decir, de estudiar el plan de salvación. (Ver lo anterior) La pregunta importante que debe contestar cada uno de nosotros es: ¿Tenemos el deseo de hacerlo?

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