Viviendo según el Evangelio

Capítulo 35
EL DIA DEL REPOSO


La idea de descansar de nuestras ocupaciones diarias un día de cada siete, y dedicar ese día a la adoración, en ningún sentido es nueva en esta generación. Fue entre los judíos del tiempo del Antiguo y Nuevo Testamento que se dio el nombre de sábado a este día apartado para tales fines. Deriva de la palabra hebrea shabbath, formada del verbo shabath, que quiere decir descansar.

“Acordarte has del día del reposo, para santificarlo;
“Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
“Más el séptimo día será reposo para Jehová tu Dios: no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas;
“Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día del reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).

El calendario judío prescribía que el séptimo día de cada semana fuese un día santo, un día de reposo y oración. En la actualidad los judíos devotos guardan el día sábado como su día de reposo. Un número relativamente pequeño de cristianos también persisten en considerar este día como su día de adorar. Sin embargo, los cristianos generalmente observan el día de reposo el primer día de la semana, nuestro domingo. En el Nuevo Testamento hallamos varios lugares en donde se habla del domingo como «el día del Señor», porque fue el día después del sábado que el Salvador salió de la tumba.

En nuestros días, el Señor ha mandado que observemos el domingo como nuestro día santo. En una revelación dada por el profeta José Smith se explican las razones por qué debe observarse el día del reposo:

“Y para que te conserves más limpio de las manchas del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;
“Porque en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de todas tus obras y rendir tus devociones al Altísimo.
“Sin embargo, tus votos se rendirán en justicia todos los días y a todo tiempo; pero recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor.
“Y en este día no harás ninguna otra cosa, sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o en otras palabras, que tu gozo sea cabal.
“He aquí, ésto es ayunar y orar, o, en otras palabras, regocijar y orar” (D. y C. 59:9-14).

Más importante que el fijar autorizadamente “el día del Señor”, es nuestra firme resolución de observar ese día; es decir, hacer el domingo aquellas cosas que son propias y necesarias para el día del reposo, y refrenarnos de hacer todo aquello que no convenga al día que el Señor ha señalado para reposar y adorar.

Un día santo.

En muchas naciones y entre millones de adherentes de las muchas y diferentes religiones, existe la tendencia y práctica de conve rtir este día santo, designado por Dios como un día de reposo y adoración, en un día de fiesta con todo lo que ésto implica. Se pasa el día en diversiones, paseos, días de campo, cines, deportes y muchas otras formas de entretenimiento y recreo. No es nuestro proposito criticar estas maneras de buscar recreo y di versión; pero cuando el Señor terminantemente ha dicho que debemos preparar aun las comidas necesarias “con sencillez de corazón”, a fin de que nuestros “ayunos sean perfectos”, no nos parece que ese día debemos participar de diversiones comerciales, ruidosos espectáculos deportivos y cines.

Una de las razones principales y lógicas para no participar en diversiones comerciales es, que ésto obliga a numerosas personas a trabajar. Así quedan privadas de la oportunidad de descansar y adorar en el día del reposo, oportunidad que todos deberían estimar altamente. Otra razón porque no debemos participar en actividades recreativas innecesarias es que también nosotros nos privamos del tiempo y la inclinación de «ir a la casa de oración» y ofrecer nuestros sacramentos en este día santo que el Señor nos ha designado para rendir nuestras devociones al Altísimo. Por otra parte» por asistir a la Escuela Dominical y a la reunión sacramental todos los domingos, tenemos oportunidades frecuentes de repasar las doctrinas de la Iglesia, y renovando los convenios que nos hemos hecho con nuestro Padre Celestial, tomamos sobre nosotros su nombre con nueva determinación y fuerza de cumplir con sus mandamientos.

No es raro que en muchas familias de los santos de los últimos días la madre se quede en casa el domingo para preparar la comida, mientras los otros miembros de la familia van a la reunión de sacerdocio, la Escuela Dominical y otras reuniones. Ciertamente la amonestación de ir a la casa de oración también debe incluir a la madre.

No se hace hincapié en el aspecto económico de la observancia del día del reposo con la frecuencia que su importancia exige. Como resultado de santificar el día del reposo, con el espíritu que se indica en la Sección 59 de Doctrinas y Convenios, agradeciéndole al Señor las bendiciones de que disfrutamos, confesando su mano en todas las cosas y obedeciendo sus mandamientos, nos es prometida la abundancia de la tierra. Todas nuestras necesidades, alimento, ropa, casas y tierras productivas, nos serán suministrados “para vigorizar el cuerpo y animar el espíritu”, porque para ésto el Señor ha dispuesto todas las cosas que la tierra produce. Quizá no sea meramente coincidencia que a muchos que quebrantan el día del reposo les falten las cosas de este mundo:

“Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres, no con mucha risa, porque ésto es pecado, sino con corazones felices y semblantes alegres. . .
“De cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra, las bestias del campo y las aves del aire, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra;
“Sí, y la hierba, y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura, o casas, o alfolíes, o huertos, o, jardiñes, o viñas;
“Sí, todas las cosas que de la tierra salen, en su sazón, para el beneficio y el uso del hombre son hechas tanto para agradar la vista como para alegrar el corazón;
“Sí, para ser alimento, y vestidura, para gustar y para oler, para vigorizar el cuerpo y animar el espíritu.
“Complace a Dios el haber dado todas las cosas al hombre; porque para este fin fueron creadas, para usarse con juicio, más no en exceso, ni por extorsión.
“Y en nada ofende el hombre a Dios, o contra ninguno está encendido su enojo, sino aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas, y no obedecen sus mandamientos” (D. y C. 59:15-21).

Un gran número de hombres, miembros de la Iglesia, dejan ciertas actividades para el domingo. Reparar algún instrumento o aparato, pintar o componer la casa, ajustar y arreglar la bicicleta, carro o automóvil — estas y otras actividades semejantes son contrarias al espíritu del día del reposo. La consabida excusa que dan estos hombres ― que no tienen suficiente tiempo libre durante la semana para hacer tales cosas ― difícilmente puede ser considerada sincera o valida, ya que miles de sus hermanos que tienen que trabajar las mismas horas cada semana pueden hallar y encuentran el tiempo para hacer todas estas cosas sin ocupar las horas del día del reposo,, Puede ser que algunas de nuestras hermanas tampoco saben apreciar debidamente las muchas bendiciones que la observancia del día del reposo les puede traer, pues si entendieran estas cosas ciertamente no se pondrían a coser, planchar, lavar o limpiar la casa. Igual que sus esposos, podrían aprender a usar más juiciosamente el tiempo. Los padres que son santos de los últimos días no deben influir negativamente en sus hijos permaneciendo en casa más bien que asistiendo a las reuniones dominica les regulares que se celebran en la casa de oración ese día.

Nosotros que tenemos más años y sabemos que conviene obedecer la amonestación del Señor en todas las cosas, debemos en forma particular ayudar a nuestros hijos a formar dentro de ellos una actitud positiva respecto de la observancia del día del reposo. Algunos de los miembros más jóvenes de la Iglesia quizá considerarán este asunto negativamente y se concretarán a preguntar qué es lo que no pueden hacer el domingo. La santificación del día del reposo no tiene que ver principalmente con la prohibición de ciertas actividades, sino mas bien con el deseo de llenar el día con aquellas actividades que nos daran un descanso verdadero de nuestras ocupaciones diarias y nos impulsarán a adorar a nuestro Padre Celestial concurriendo a todas las actividades que la Iglesia ha señalado para ese día y participado en ellas. No se instituyó el día del reposo para apagar el espíritu de nadie ni disminuir su gozo.

De hecho, la revelación que hemos citado en este capítulo declara específicamente que nuestro gozo será completo como resultado de santificar el día del Señor. Debemos pasar el día con corazones contentos y semblantes alegres, pero se nos amonesta contra el bullicio.

Por lo que se ha dicho, debe ser patente que el Salvador tuvo razón cuando explicó que esta santa institución que nosotros llamamos el día del reposo no se estableció para sujetar el hombre, sino más bien para el beneficio de todos los hijos e hijas de Dios.

Con este divino mandamiento sucede lo que con los demás: a menos que desarrollemos en nosotros mismos una actitud positiva hacia la observancia del día del reposo, entendiendo que se dió porque nuestro Padre Celestial desea ayudarnos, no para privarnos de cosa alguna que redundaría en nuestro beneficio, no podemos entregarnos de todo corazón a las devociones y sacramentos de este día santo, y más bien nos parecerá que estamos bajo la carga de restricciones desagradables. Tratemos de aumentar nuestra comprensión de lo que el Señor del sábado quiso decir cuando declaró: “El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado” (Marcos 2: 27).

“Los santos de los últimos días que verdaderamente aman su religión, descansarán de sus obras, se allegarán a su Creador y harán bien en el día del Señor. No lo harán porque se trata del cumplimiento de un deber, sino movidos por el amor hacia Dios y el prójimo, así como Jesús lo hizo” (The Religión of the Latter-day Saints, por Lowell L. Bennion,pág. 173).

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