Mis cartas al hogar
A pesar de que estaba ocupado, me sentía impelido a escribir con regularidad cartas a mi familia y otros seres queridos.
Cuán agradecido estoy a mi madre, que pasó a máquina todas esas cartas. Incluyo aquí algunas que he escogido como ejemplos, la mayoría escritas hacia el final de mi misión.
«Pangai, Lifuka, Tonga.
»Considero que el hecho de que se frustren nuestros planes y aun así no permitamos que eso nos moleste es una señal de madurez. Creo que esta misión me ha hecho madurar en muchos sentidos, aunque no digo que haya aprendido a tomar las desilusiones como sé que debo hacerlo.
»A menudo me pregunto si permitiré que las demoras vuelvan a provocarme frustración; me imagino que no bien regrese al trajín de la vida de mi país, probablemente todavía me fastidien.
»A esta altura, la mayor parte de la misión me parece como un sueño, sobre todo el año que pasé en Niuatoputapu. Estoy seguro de que ese año tiene mucho más significado e importancia de lo que cualquiera de nosotros pueda llegar a darse cuenta».
«Pangai, Ha’apai.
«Una de las razones por las cuales la misión es una época de tanta felicidad es que su misma naturaleza requiere que se busque sólo lo bueno en las personas, cosa que a uno le produce felicidad en todo momento. El ver lo bueno en la gente, el tratar de desarrollar esas características de bondad y de deshacerse de lo malo que haya en uno mismo a fin de llegar a ser un buen ejemplo para los demás son los elementos que hacen la felicidad. Cualquier persona puede ser feliz en cualquier tipo de circunstancia; lo único que tiene que hacer es decidirse a serlo. Antes de aprender a hablar tongano, pensaba que esa era para mí la clave de la felicidad en la misión de Tonga; cuando aprendí el idioma, sentí el contento que acompaña ese logro en particular, pero esa no era la clave de la felicidad. La clave de la felicidad es prestar servicio a los demás.
«En este mundo, todos buscamos la felicidad y estoy seguro de que se han escrito miles y miles de tomos sobre el tema y que el tiempo que se le ha dedicado en conferencias o charlas asciende a muchos años.
Asimismo, por encima de todo, los verdaderos componentes de la felicidad son: amar al Señor con todo nuestro corazón y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. No hay nada más que decir aparte de eso, ninguna otra explicación. Al fin de cuentas, si deseamos ser felices, debemos tomar la decisión de serlo, y lo seremos si albergamos mucho amor en nuestro corazón».
«Pangai, Ha’apai, Tonga.
«Varios de los misioneros han estado enfermos e incluso yo he caído con alguna molestia una o dos veces; nada serio, pero lo suficiente para hacerme reconocer el valor de la salud. Espero que no estén preocupados por mí; todo anda bien. Agradezco la bendición que papá me dio antes de salir a la misión. Si todos pudiéramos mantener nuestra salud espiritual y física en su condición óptima por medio de constante ejercicio, realmente seríamos mucho más felices. Confío en que nos tomemos el tiempo para ser amigables, amables y considerados con aquellos que no gocen de buena salud, sea física o espiritual. Verdaderamente, tenemos el deber de visitar y ayudar a los enfermos y a los afligidos tanto física como espiritualmente. Estoy muy agradecido por el buen ejemplo de papá y mamá».
«Pangai, Tonga.
«Espero no olvidar jamás las grandes lecciones que aprendí de estas personas maravillosas; su humildad y su fe son grandiosas. He aprendido a amarlos y he tenido que ser humilde para lograrlo. El Señor me ha acompañado en esta adaptación y también me ayudará a volver a acostumbrarme a mi lugar de origen. El idioma tongano es parte de mí; cada vez valoro más los diferentes idiomas y el lugar que ocupan en el mundo. El lenguaje del amor es el más importante de todos; una vez que uno lo aprende, puede hablar al corazón de toda persona. El amor es la única cosa duradera de este mundo. Al final, quizás nuestra valía quede resumida en la pregunta: ‘¿Cuánto amor sentía?’. El amor es más profundo de lo que nosotros llegamos a comprender. Creo que si somos amables y considerados y nunca nos enojamos ni nos resentimos, podemos sentir más amor; estoy seguro de que la ira lo aleja de nuestro corazón; las palabras de ira y el mal genio controlan y terminan por matar las semillas de amor que se encuentren dentro de nosotros. El amor, la confianza y el sacrificio por los demás son las fuerzas más grandes que existen en el mundo. El amor se demuestra en la forma en que estemos dispuestos a negarnos a nosotros mismos por el bien de los demás, en lo que estemos dispuestos a hacer en beneficio de otras personas; se necesita mucho más de eso en el mundo. Al final de cuentas, los demás solo recordarán ‘¿Cuánto nos amó?’, solo recordaremos el amor que nos demostraron. El Salvador nos dio el ejemplo; es mucho más profundo de lo que llego a comprender, pero aun así espero abarcar absolutamente todo su significado cuando digo: ‘Los amo a todos’».
«Pangai, Lifuka, Ha’apai, Tonga.
«A todos mis seres queridos de Estados Unidos quiero asegurarles que ese gran lazo de amor que siempre nos unirá lo siento incluso desde aquí, en los confines más lejanos de la tierra. Pero, además de ese amor, hay otro dentro de mi alma: amor por cierta gente, amor por cierta cultura, por cierto modo de vida; amor por cierto idioma, que es hermoso y siento como si fuera mi lengua materna tal como la primera lengua que hablaba cuando era pequeño. Es un idioma que comencé a hablar en la niñez, en mi niñez espiritual; y es la lengua con la cual he pasado de un estado de infancia espiritual a estar, probablemente, un poquito por encima de lo infantil en los grandes elementos espirituales de la vida. Amor por las canciones, amor por la naturaleza, amor por el mar: el mar con todos sus encantos, el mar con su influencia ineludible sobre los hombres, el mar con sus misterios que los animan a ir en pos de objetivos más grandes, que inspira a algunos de los mejores poetas a escribir palabras que, aunque de hondo significado, apenas empiezan a descifrar las profundidades de la fuente de su inspiración. Aquí me encuentro entre mis seres queridos, tal como si estuviera en Estados Unidos. Este es mi segundo hogar, mi segunda lengua, mi segundo amor».
«Ha’apai, Tonga.
«Si tuviera que resumir las palabras del Salvador que se encuentran en Mateo 5:43-48, lo haría de la siguiente manera: En la antigüedad fue dicho que amáramos a aquellos que nos amaban y que aborreciéramos a nuestros enemigos; sin embargo, yo les digo: amen a todos. De esa manera, no se pusieron más límites a esta gran fuente de amor; si los límites realmente existían o si simplemente se hallaban en la mente confusa de los hombres de aquella época no es lo que importa, sino que se dio una nueva ley. Así de sencillo era el nuevo mandamiento: ‘Amarás’. Amen con todo su corazón. Amen a Dios y a Sus hijos, donde quiera que se encuentren o sea como sea que los demás los traten. No tiene mucha importancia cómo los traten a ustedes, lo importante es aprender a amar a todos. ¿Podemos amar realmente a los pecadores? A mí me parece que ese es uno de los requisitos para nuestro progreso eterno. Si esperamos estar donde se encuentran hoy los Dioses, y ellos han amado a todo el género humano, tanto pecadores como santos, entonces definitivamente, si aspiramos a encontrarnos a esa altura, debemos aprender a amar a los pecadores así como a los santos, a los de piel oscura como a los de piel blanca, a las lenguas extranjeras como a nuestra lengua materna».
«Ha’apai, Tonga.
«Si Dios es amor (y lo es) y si el propósito de la vida es llegar a parecemos más a Él (y lo es), entonces las bendiciones más grandes de esta existencia son las oportunidades de llegar a tener más amor divino.
«Dios debe de amar muchísimo a las mujeres, ya que les dio el poder sagrado de dar a luz y criar hijos, y eso instiga el amor más que cualquier otra cosa. En cierto sentido, quizá Dios les haya dado el sacerdocio a los hombres como una especie de compensación a fin de que, si lo usan de manera adecuada, pueda ayudarles a convertirse en siervos de todos y tener así mejor oportunidad de lograr el amor que se necesita para la vida eterna.
«Supongo que tanto el hombre como la mujer pueden degradar las oportunidades sagradas que Dios les da para desarrollar amor y pueden emplearlo con fines egoístas; de todos modos, jamás tendrán el poder de Dios con ellos si lo hacen; Él podrá bendecirlos y magnificarlos únicamente si utilizan Sus poderes de acuerdo con Su voluntad.
«De vez en cuando oigo a la gente hablar de posición y discutir en cuanto a la autoridad, y percibo enojo en el corazón de algunos por esa causa; siento que Satanás realmente ha engañado a esas personas al desviar su atención y así evita que se concentren en lo que produce amor (y que por ende es importante) para que se concentren en las actitudes mundanas (en lo que no es importante); y los incita a la ira unos contra otros (3 Nefi 11:29) y no les permite ver la intención de Dios de ayudarles a llegar a ser personas llenas de amor».
«Pangai, Ha’apai, Tonga.
«Si sentimos enojo, tenemos celos, somos egoístas o ejercemos injusto dominio, o si cuestionamos a Dios y Sus vías, no logramos amor; únicamente lo logramos al servir (amar) a los demás con todo nuestro corazón. Amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos siempre ha sido y será, no sólo lo mejor sino además la única manera de llegar a tener el amor que necesitamos a fin de entrar algún día al reino celestial.
«El principio parece ser muy sencillo: si actuamos con egoísmo, nos convertimos en personas egoístas; si nuestra conducta es abnegada, nos convertimos en personas altruistas. Satanás nos tienta a actuar de manera egoísta; Dios trata de ayudamos a ser altruistas. La Iglesia, las ordenanzas, los convenios, la maternidad, el sacerdocio y nuestros llamamientos se han establecido para desarrollar un amor profundo que sea la esencia misma de nuestro ser; para eso, necesitamos la ayuda de Dios.
«A todos nos hacen falta la fortaleza y la gracia salvadora del sacrificio expiatorio del Salvador, que es lo supremo en cuanto al amor; sencillamente, sin ese sacrificio no puede haber suficiente amor en nuestra vida. Siempre está a nuestra disposición y siempre lo necesitamos, pero debemos reconocer esa necesidad personal antes de ser capaces de permitirle a Él ser el centro de nuestra vida a fin de que pueda ayudarnos a que se produzca ‘un cambio en nuestro corazón’ y éste se llene de amor».
«Pangai, Ha’apai, Tonga.
«Si las riquezas terrenales tuvieran algún valor eterno, o si lo tuvieran los trabajos, los títulos, los ingresos, la belleza física o la destreza, entonces Dios sería un dios parcial, algo que Él dice específicamente que no es. Pero todo eso no tiene ningún valor.
«Entonces ¿cuál es el común denominador que comparten todos los hombres y todas las mujeres de todos los tiempos, sean cuales sean sus circunstancias? ¡La proporción de amor que decidan albergar en su corazón! Todos nos encontramos al mismo nivel para lograrlo y podemos llegar a la altura que deseemos. Lo único que se debe hacer es, primero, amar a Dios de todo corazón, mente y alma, y luego proceder a expresarlo como se expresa aquí en la tierra: amando al prójimo como a sí mismo (véase Mateo 22:35-40).
«Me resulta interesante el hecho de que Jesús hablara de la manera de amar como preludio de Su gran mandato o petición de que seamos perfectos» (véase Mateo 5:48).
Pensé que había aprendido algunas cosas después de la misión, pero al releer estas cartas me entran las dudas; quizás haya olvidado tantas cosas de verdadero valor como las que he aprendido en los años que siguieron.
Pero sí sé que debemos albergar en el corazón más amor por todas las personas; y agradezco al pueblo tongano que me ayudó a entender mejor esta gran verdad.
























