Los Milagros de Jesús el Mesías

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Un Evangelio Para Toda la Gente


El Siervo de un Centurión

Lucas 7: 1-10

Y después que Jesús acabó todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.
Y el siervo de un centurión, a quien este tenía en gran estima, estaba enfermo y a punto de morir.
Y cuando oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
Y acercándose ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Es digno de que le concedas esto,
porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban muy lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te incomodes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
por lo cual, ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
Pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes. Y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10 Y al volver a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

Contra-referencias:
Mateo 8:5-13 TJS Mateo 8:9

Este capítulo trata con tres milagros que dieron evidencia a los Doce que el reino de Dios no estaba reservado solamente para Israel. Sus antecedentes y crianza serian tradicionalmente judíos. Así que nadie “del convenio” era inferior. Un gentil no podía ser considerado un buen candidato para el reino de Dios. En una de las tempranas lecciones rabínicas los Apóstoles quizás estudiaron, Dios describió al decir, “En el mundo futuro yo desparramare para ustedes los judíos una gran mesa, la cual los gentiles verán y estarán avergonzados.”1

Estos tres milagros sirvieron para sobrellevar este error doctrinal. Tienen algunas cosas en común. Primero, son milagros públicos. Segundo, los destinatarios de los milagros eran los gentiles paganos. Y tercero, los milagros son otorgados como recompensa de la fe.

La curación del siervo del centurión esta registrada por Mateo y Lucas. Nuevamente hay diferencias. Históricamente, al parecer, Mateo primeramente se dirigió a los lectores judíos, mientras que Lucas le escribió a los gentiles. Mateo al escribir principalmente a los judios, enfatiza el trato directo con el centurión y alabo su fe a ellos. Lucas, en la otra parte, escribió principalmente a los gentiles, enfatizando la complicidad del liderazgo local judío en sus alabanzas del gentil al Señor. Mateo persuade a sus hombres que los gentiles son favorables a la iglesia, mientras que Lucas invoca simpatía de los gentiles a favor de los judíos.2

Los acontecimientos del milagro tomaron lugar en Capernaum, una comunidad judía. Una fuerte de armas Romana estaba estacionada en la cuidad, de donde él centurión, el comandante de cien soldados era parte de dicha fuerte. Las escrituras no indican que el centurión tuvo contacto previo con Jesús; sin embargo, que el centurión había escuchado de Jesús y que tuvo confianza en él era innegable.

Los “ancianos de los judíos” vinieron a Jesús y le presentaron la petición del centurión. Alabaron al centurión e informaron a Jesús que él había sido particularmente bueno con ellos y que era digno de dicha petición. La escritura específicamente registra que el siervo era “querido” para él. Él centurión aparentemente amaba a Israel y había construido la sinagoga local. Jesús reconoció la bondad del hombre inmediatamente, consintió a la petición, y fue rumbo a la casa del centurión. Algunos se adelantaron a decirle al centurión que Jesús venía, pero él centurión no se sentía digno de tener al Señor en su casa. Mando a sus amigos para que interceptaran al Señor e indicaran que la presencia del Señor no era necesaria para que su petición se cumpliera. Él creía que Él Señor nada mas tenia que hablar la palabra y su siervo seria sanado.

Su mensaje reflejaba su respeto y fe profundos en Jesús. “No os turbéis,” él declaro por medio de los mensajeros, “No soy digno de que entres bajo mi techo,” “Pero di mi palabra,” su mensaje continuo, “y mi siervo será sanó.”

Él centurión era un soldado, y utilizo el ejemplo de su autoridad y dominio para ilustrar su solicitud. Él creía que Jesús tenia el poder para sanar y expreso su gran fe en él. Él quizá no recibiría a Jesús en su hogar, pero ciertamente había recibido a Jesús en su corazón. No tenía duda: “di la palabra solamente,” dijo él, “y mi siervo sanara.”

Esta creencia llena al Señor con admiración. Su propia gente escogida lo había invitado a su hogar, pero lo habían rechazado en sus corazones. Aun así, los gentiles lo habían reconocido como el rey que él era. Jesús “maravillado” en este centurión, y volteándose hacia multitud que lo seguía, él dijo, “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.” El milagro fue concedido y el siervo fue sanado.

Lucas escribiendo primeramente a los gentiles, termina con el milagro aquí. Mateo, sin embargo (escribiendo a los judíos) extendió la enseñanza, demostrando que el reino de Dios era para ambos el gentil y para el judío, y que los judíos estaban en un gran peligro si rechazaban a los gentiles.

De acuerdo a Mateo, Jesús continuo su enseñanza a los que estaban a su alrededor. Él escribe: “ Muchos vendrán del oriente y del occidente, y se sentaran con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera.” Jesús confirma la gran fe y esperanza del centurión al declarar que el reino no estaba limitado a miembros de la misma raza. Esta declaración sacudió a la misma fundación en la cual el Judaismo descansaba. Removió la base de su orgullo, intolerancia, y seguridad de rectitud. Gente de todo el mundo podía entrar al reino y ser bienvenidos. La condición previa de los escogidos de Israel ya no era la seguridad de que heredarían el reino. Él Señor estaba previniendo a Israel que ya estaban en peligro de perder las bendiciones prometidas, porque otros estaban probando ser más dignos que ellos.3

Mas tarde, Jesús les dijo: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a la gente que produzca los frutos de él.” (Mateo 21:43). Si los judíos no lo aceptaban, otros si lo harían; en verdad, estaban ansiosamente esperando la oportunidad. Él centurión era de las primeras primicias de una vasta cosecha fuera de la gente escogida. La incredulidad de los Judíos era una piedra de molino en sus cuellos. Su dependencia en la salvación histórica les negaría la misma bendición que esperaban. Juan el Bautista les previno de esto temprano en su ministerio: “Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (Mateo 3:9). Pero no aprendieron. Esta plaga de pretensión de superioridad moral continuaría hasta que crucificasen a su Maestro, y más allá.

Pablo y Bernabé después lucharon con este concepto. Hablando con denuedo, dijeron: “A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y nos juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volveremos a los gentiles.” (Hechos 13:46). Pablo de Roma, nuevamente previno a los judíos que su posición estaba en peligro al decirles, “Sabed, pues, que los gentiles es enviado esta salvación de Dios; y ellos oirán.” (Hechos 28:28).

Pablo dio a los Romanos una analogía que quizás mejor explica sus enseñanzas. Utilizo una comparación favorita sobre los rabinos, el manso y silvestre olivo. El árbol natural era Israel, la gente escogida; las ramas silvestres, son los gentiles. Algunas de las ramas naturales serian desgajadas, enseña él, y ramas silvestres serian injertadas para que pudieran participar “de la raíz y de la rica savia del olivo.” La “raíz y la rica savia “ era Israel, no en el día de Cristo, pero en el día que fueron escogidos. Las ramas eran las tribus; las ramas desgajadas eran los judíos y todos aquellos que rechazarían sus enseñanzas. Las ramas “silvestres” injertadas eran los gentiles, Él declara que las ramas eran desgajadas por “su incredulidad,” y previno a los gentiles de que no se jactaran. “Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.” Una vez más extendió la promesa al judío que si no permaneciesen en la incredulidad, Dios los injertaría nuevamente. En las palabras de Pablo:

Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado.

Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará.

Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.

Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.

Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más estos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?

(Romanos 11:17-24.)
El reino era para toda la humanidad.

La Hija de la Mujer Sirofenicia

Mateo 15:22-28

22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
23 Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
24 Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
25 Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!
26 Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
28 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella hora.

Marcos 7:24-30

24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse.
25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, enseguida que oyó de él, vino y se postró a sus pies.
26 Y la mujer era griega, sirofenicia de origen; y le rogaba que echase al demonio fuera de su hija.
27 Mas Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Y respondió ella y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos.
29 Entonces le dijo: Por causa de esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
30 Y cuando llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada sobre la cama.

Contra-Referencia
TJS Marcos 7:22-23

Ambos Mateo y Marcos anotaron este milagro, y ambos textos se necesitan para comparar el completo significado de este.

En ciertas ocasiones Jesús busco estar un a solas con los Doce. Este viaje a Fenicia aparentemente parece ser uno de esos tiempos, quizá forzado por la reciente ejecución de Juan el Bautista en Galilea o por la constante presión de la gente y de sus enemigos. Aparentemente Jesús había previamente llevado acabo milagros en Fenicia (Marcos 3:7-10), y su fama le había precedido.

Este milagro por si solo no tiene ninguna característica con que distinguirse. Su significado descansa en el método en que se llevó acabo y la enseñanza que tiene por la nacionalidad de la mujer. Ambos escritores enfatizan que la mujer era pagana. Es llamada Griega y una mujer sirofenicia por Marcos, y una cananita por Mateo. Jehová de la antigüedad manda a Israel “ derrotarlos [a los cananitas] y destruirlos del todo.” (Deuteronomio 7:2). Ahora él extenderá las bendiciones del reino a ellos.

Cuando el siervo del centurión fue sanado, el concepto que el evangelio iría a ambos al judío y al gentil fue demostrado. Y ahora sería extendido. No había ningún judío intercediendo, como en el caso del centurión. El milagro se lleva acabo en las fronteras de Juda, y ninguna implicación podía sacarse excepto por aquellos que pertenecían a la relación entre el reino de Dios y los gentiles. Aunque la raza de la mujer estaba claramente establecida. Era de una raza maldecida por Dios, odiada y despreciada por los judíos. Y aun así el reino de Dios se le fue ofrecido.

Jesús “no podía esconderse” al llegar a Fenicia. Esta mujer descubrió su presencia y fue con él. Tenía una hija posesionada con el demonio y quería que él Señor se lo sacara. Le hablo a Jesús diciéndole, ¡Señor, Hijo de David. Aunque una mujer pagana, estaba lista para aceptar a Jesús como el Mesías de Israel, pero quizá no como su Mesías. Obviamente sabía de Jesús, y aun más creía que él podía y sanaría a su hija.

Ella indudablemente había escuchado de su reclamo al mesianismo, quizá aun, para ella era otro Dios más entre todos sus Dioses “Porque David nunca había reinado sobre ella o su gente.”4

Su primera suplica a Jesús se quedo sin contestación. Pero ella persistió. Este era un momento de enseñanza para la mujer, que ella reconocería quien era él; y para los Doce, que ellos pudieran reconocer para quien el reino había sido establecido. Mateo registra que los Doce llegaron a impacientarse a la persistencia de la mujer. Le dijeron a Jesús “Despídela, pues da voces tras nosotros.” Posiblemente se avergonzaron, pero más probablemente aun se agarraban fuertemente de su creencia judía. Ellos eran “los escogidos,” y él era su Mesías. Ellos quizás aun consideraban el reino de Dios un reino judío.

Pero la mujer no se desanimaba. Jesús finalmente le respondió y al principio parecía confirmar las expresiones de los Doce. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel,” declara él. Pero ella no se dio por vencida. Ahora tenía su atención y no dejaría pasar el momento, ella lo adoraba y imploro su ayuda. Jesús nuevamente la desanimo. “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.” Sin malicia o coraje, ella entendió la comparación. Los “hijos” eran Israel, la gente escogida; los “perrillos” eran los paganos. Los niños estaban dentro del reino, lo que aun ella no-tenia. Pero aun así ella persistió.

Siguiendo al Señor en su analogía ella continuo, “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.” La respuesta de ella era verdaderamente perceptiva. Su creencia y esperanzas en Cristo la elevo, no a un conocimiento perfecto, pero a una verdadera creencia en él. Ahora ella esperaba una respuesta. Los apóstoles que eran testigos de esta experiencia observaron que habían quedado cortos de mira.

“Oh mujer, grande es tu fe,” Jesús respondió, y le otorgo su deseada bendición. Él Señor inicialmente había detenido hablarle a la mujer para enseñarles mejor a ella y a los Doce: Primero, para que ella supiera con seguridad la identidad y llamamiento de Cristo; y segundo, para disipar el inaceptable tradicionalismo judío concerniente al reino (el cual exhibía solamente perjuicio y error).

El amor simple de una madre Cananita había triunfado. No solamente se le ofrecería a Israel el reino. Él Mesías estaba ofreciendo las recompensas del reino de Dios al judío y al gentil por igual.

Alimentación de Los Cuatro Mil

Mateo 15:29-39

29 Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
30 Y vino a él mucha gente que tenía consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y muchos otros enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó;
31 de manera que la gente se maravillaba viendo a los mudos hablar, a los mancos quedar sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas, para que no desmayen por el camino.
33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿Dónde podríamos conseguir nosotros tantos panes en el desierto para saciar a una multitud tan grande?
34 Entonces Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.
35 Y mandó a la gente que se recostase en tierra.
36 Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la gente.
37 Y comieron todos y se saciaron; y de lo que sobró de los pedazos recogieron siete cestas llenas.
38 Y los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39 Entonces, una vez despedida la gente, Jesús subió a la barca y fue a la región de Magdala.

Contra- Referencia
Marcos 8:1-9

Este milagro es comparado muy seguido con la alimentación de los cinco mil, pero ellos simplemente no se duplican. La unicidad de cada uno esta enfatizada al comparar lo siguiente:

La Alimentación de los Cinco Mil

La Alimentación de los Cuatro Mil

Cinco mil hombres más mujeres y niños son alimentados

Cuatro mil hombres más mujeres y niños son alimentados

Tiempo: tardes y anochecer extendido

Tiempo: tres días

Sobraron doce canastas de comida

Sobraron siete canastas de comida

Publico: Judíos

Publico: Gentiles y paganos

Tiempo del año: Primavera

Tiempo del año: tarde en el verano, temprano en el otoño

Una sola bendición llevada acabo en la comida6

Dos bendiciones llevadas acabo en la comida

Las diferencias substanciales en esta comparación enfatizan la necesidad y propósito de los dos milagros similares. Considere lo siguiente.

Circunstancias. La alimentación de los cinco mil toma lugar durante un acontecimiento establecido. Judíos devotos se estaban reuniendo en Jerusalén para la Pascua, anualmente el más importante evento religioso se estaba celebrando. Al viajar, tomaron una pausa para escuchar a Jesús, él cual ellos reconocían como un maestro interesante y un creador de milagros. El escenario para la alimentación de los cuatro mil era muy diferente. Esta multitud había venido a Jesús no por curiosidad o celo religioso pero como un resultado de sus milagros, incluyendo el echar fuera espíritus malvados de la hija de la mujer siró fenicia. Después llevo acabo una multitud de milagros (véase capitulo 1), sanando al enfenno, cojo, ciego, sordo, mudo y toda clase de enfermedades. Incluido en esta multitud de milagros estaba el sanar a un sordo y mudo (véase capítulo 16). Después de que Jesús llevo acabo estos milagros, la gente se “maravillaban,” diciendo: bien lo ha hecho todo (Marcos 7:37), y la multitud se quedo con él.

Propósito. La alimentación de los cinco mil fue dada como una señal a la gente escogida para que pudieran reconocer en ello la expectación del Viejo Testamento del Mesías anticipado (Véase Capítulo 2). La multitud hizo esta asociación, “y trato de apoderarse de él, para hacerlo su rey” (Juan 6:15). En la alimentación de los cuatro mil, no hubo tal reacción. El milagro sirvió como una recompensa de fe, y demostró más allá a los Apóstoles que el evangelio era universal y que no estaba solamente limitado a los judíos. La multitud de los gentiles se “maravillo” y “glorifico al Dios de Israel.” Observe que ellos glorificaron al “Dios de Israel.” Los judíos consideraban a Jesús como un maestro, pero los paganos lo aceptaban como Dios (aunque al principio no entendían a cual Dios).

Jesús enseña a esta gente por tres días. En ese tiempo él había quizá discutido muchas cosas concernientes al reino de Dios y su divinidad. Los primeros frutos cosechados por él centurión estaban ahora listos para llegar a ser una vasta cosecha. Los Apóstoles fueron testigos directamente de los resultados que se podían obtener cuando la histórica animosidad abrigada por los judíos se ponía a un lado.

 Un punto adicional de interés pude desarrollarse del milagro. Él Señor no interroga a los Apóstoles concernientes a la alimentación de los cuatro mil como lo hizo con la alimentación de los cinco mil. Él solamente dijo que el no enviaría a la multitud “en ajumas, no sea que desmayen en el camino.”

Los Apóstoles contestaron demasiado como lo hicieron en la alimentación de los cinco mil, y dijeron, “¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande? ¿Se les había ya olvidado la previa alimentación? ¿No habían visto los tantos milagros tan recientemente llevados acabo? ¿Por qué respondieron de esta manera? Surgen varias posibilidades (aunque sus sentimientos personales no están escritos) que pueden explicar su reacción. Aparentemente, con estas razones descansa la enseñanza de milagro por si solo.

  1. A los Apóstoles se les había previamente enseñado la utilidad de la autoridad de Cristo, pero habían tenido poco control testimonial sobre ella y parecían carecer confianza en la autoridad que tenían.
  2. Quizás aun se sentían atados a la vieja creencia tradicional judía. Estaban tratando con los gentiles. ¿Se permitía alimentar a los judíos en la alimentación de los cinco mil pero eran los gentiles dignos de tal milagro?
  3. Ellos quizás vacilaron en volver a pedir la repetición de un milagro anterior. Habían sido testigos de peticiones de milagros de la gente la cual se les habían ya otorgado milagros, pero también habían visto gente ser condenada por pedirlos. Quizás ellos vacilaron por temor (véase Mateo 12:38-39).
  4. Ellos quizás dudaron si Jesús llevaría acabo una alimentación duplicada. La reacción de los Apóstoles parecía indicar este dilema. Al levantarse cada nueva situación y dificultad, parecía ser una que ellos no podían resolver solos. Aun tenían que aprender a depender del Señor.

La historia de Israel había estado repleta de milagros, pero Israel continuamente había carecido de dependencia del Señor. Esto no estuvo mas vividamente expuesto que en su éxodo de Egipto. Se les había perdonado la muerte de sus primogénitos; habían sido llevados por milagros desde Egipto hasta el Mar Rojo; se les había dado maná; y aun en todo esto se quejaban. Al ellos viajar, se les acabo el agua fresca y estaban sedientos. Una vez más altercaron con Moisés y murmuraron contra él (véase Exodo 17:1-7). No habían aprendido nada del pasado. No tenían confianza en la liberación de Dios; solamente demandaban más.

Los judíos del tiempo de Jesús habían aprendido poco de sus antiguos antepasados sobre el tratamiento de Dios. A pesar de todos los milagros, pasados y presentes, los judíos aun no tenían fe en Jesús como el Mesías.

Los Doce habían sido testigos de todos o casi todos los milagros de Cristo. Este testimonio les daría una confianza adicional en el Señor y desarrollarían más su fe en él.

Los gentiles en este milagro habían seguido a Jesús y tenían sed de rectitud. Los alimentó con agua viva y con el pan de vida, y confirmó su aceptación ante él con este milagro. Una vez mas los Apóstoles fueron testigos que el judío, aunque eran la gente escogida, no serian los únicos que entrarían al reino de Dios. Muchos lo rechazarían, pero ninguno seria excluido deliberadamente.

Resumen

Es siempre un tanto impertinente clasificar los milagros. Hubo quizás milagros más grandes llevados acabo por Jesús que los tres discutidos en este capítulo, pero quizás no hubo milagros más importantes para la dirección futura de la Iglesia. Estos milagros daban evidencia que a todos se les debe dar la oportunidad de ser aceptados en el reino de Dios. Pedro aun recibiría una visión que lo llevaría a Comelio (véase Hechos 10). Pedro llevaría el evangelio a las naciones gentiles, y Santiago ofrecería la solución positiva ante los Apóstoles y otros lideres de la iglesia en Jerusalén cuando la conveniencia de juntar las practicas Mosaicas sobre los conversos gentiles estaba siendo considerada (véase Hechos 15). Sin embargo, en los milagros ahora bajo discusión la universalidad del reino fue un testimonio para los Apóstoles, y se quedaría con ellos para que los incidentes que pasaran mas tarde pudieran ser decidios correctamente.

Jesús había sido mandado primero a la casa de Israel. Esa era la promesa. Pero no había sido mandado exclusivamente a la casa de Israel, y esa fue la enseñanza. El reino de Dios era para todos los hombres, para el gentil y para el Israelita, para el pagano y para el escogido. Esta instrucción fue preservada en estos tres milagros. Cristo extendió su compasión, misericordia y bendiciones para todos. Los Apóstoles necesitaban esta instrucción especial y testimonio para estar mejor preparados para servir a Cristo después de su ascensión.

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