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La Ultima Oportunidad
La Oreja de Maleo
Lucas 22:49-51
49 Y al ver los que estaban con él lo que iba a suceder, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
51 Entonces, respondiendo Jesús, dijo: Dejad, basta ya. Y tocando su oreja, le sanó.
Mateo 26:51
51 Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
Marcos 14:47
47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
Juan 18:10
10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.
Los cuatro escritores registraron las circunstancias que dio el crecimiento a este extraordinario milagro. Solamente Lucas registra el milagro por sí mismo, y Juan nombra a los participantes: El Apóstol Pedro y Maleo, el sirviente del sumo sacerdote. El escenario para este evento era muy significativo. Era el día final de la vida de Jesús. Había profetizado sobre la próxima destrucción de Jerusalén, sobre los problemas en los últimos días, y de la segunda venida. Tuvo la última cena e instituyó el sacramento. Miró a su traidor meter la mano en la sopa, e irse con un malicioso intento. Tomó a los once y se fue al Getsemaní para expiar los pecados de la humanidad. Les pidió a Pedro, Santiago y Juan que observaran y oraran mientras El oraba a su Padre, y regresó para encontrarlos dormidos. Terminada su angustia personal en el Jardín, dijo a sus discípulos que estaban dormidos, “Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.” (Mateo 26:45).
Jesús estaba en el Getsemaní, al otro lado del torrente de Cedrón, su traición estaba cerca. Juan anota que “una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.” (Juan 18:3). Lucas describe al grupo como “una multitud.” Los gobernantes de Israel habían enviado a Judas a la cabeza. Judas había estado de acuerdo que por treinta piezas de plata él los llevaría con Jesús y lo señalaría. Judas “conocía el lugar” en donde estaría Jesús (Juan 18:2); y así fue aquel que traicionó al Hijo del Hombre los llevó hacia él.
Al acercarse al grupo, Jesús pregunta, “¿A quién buscáis?” (Juan 18:4). Ellos respondieron, “A Jesús Nazareno,” Jesús les dijo, “Yo soy.” El grupo “retrocedió” por miedo a Él. Nuevamente preguntaron la misma pregunta y el Señor les dio la misma respuesta y pidió que a los Apóstoles se les permitiera “dejad ir a estos.” (Juan 18:5-8). Lucas añade que cuando el grupo se le acercó al Señor, Judas “iba enfrente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle.” Jesús habla directamente a Judas y pregunta, “¿Con un beso entregas al Hijo del Hombre?” (Lucas:22-48). Mateo reporta que Judas en realidad besa al Salvador y que fue la señal” que Judas había convenido para identificar al Señor a los oficiales (véase Mateo 26:48). Marcos esta de acuerdo con Mateo concerniente a la señal de la traición y con Lucas sobre la multitud. También para atestiguar al hecho que los oficiales tenían espadas y palos, (véase Marcos 14:43).
En este ejemplo las diferencias entre los evangelios añaden a lo que de otra manera sería un reporte incompleto. Al combinarlos, la escena puede resumirse como sigue a continuación:
- El grupo arréstate era grande, pero ciertamente no una “multitud” en el sentido utilizado para describir situaciones tales como la alimentación de los cinco mil.
- Judas estuvo a la cabeza del grupo.
- Un beso había sido predeterminado como la señal en la que se había acordado para señalar al Señor para que pudiera ser arrestado. (Un beso era una forma común de saludo en aquel día).
- Algunos en el grupo estaban armados con espadas y palos.
Por consiguiente la escena estaba establecida para el arresto de Jesús.
A medida que el escenario se desarrollaba, Pedro percibió un peligro inmediato para la vida del Señor. Uno de los Apóstoles pregunto, “Señor, ¿heriremos a espada?” En eso Pedro saca su espada, y con el amor que él tenia por el Salvador y su coraje natural de su corazón, hirió a Maleo, un sirviente del sumo sacerdote y siendo uno de los que arrestaría a Jesús. El golpe hirió a Maleo, cortándole la oreja derecha.
Jesús inmediatamente calma la situación: “Vuelve tu espada a su lugar: porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). Él le recuerda a los Apóstoles de su poder. Nada mas necesitaba llamar a su Padre, y legiones de Ángeles estarían a sus ordenes; pero eso derrotaría el propósito de su vida. Jesús nuevamente restauro la oreja a como estaba antes.
Esta es la única curación anotada en donde la herida fue causada por la violencia extema. Jesús refrena el coraje de los Apóstoles con una reprimenda moderada. “Basta ya; dejad,” Él dijo. Habían venido hasta este punto con Él, y no deberían considerar las acciones que los podían destruir, sus obras pasadas, y sus obras que aun se tenían que llevar acabo. Por medio de este acto de compasión Jesús cumplió y ejemplifico sus propias enseñanzas “Amad a vuestros enemigos,” el enseña, “bendecid a los que os maldicen” (Mateo5:44).
No se menciona ninguna reacción por los oficiales arrestantes ya sea por la cortada de oreja o por la curación. En plena vista para todos los que habían visto la cortada de oreja, ante aquellos que hubieron escuchado el llanto de dolor y habían visto la sangre, Jesús toca la oreja del herido y la sanó. Aún así los oficiales continuaron con su meta.
Los Apóstoles rápidamente se dispersaron y huyeron por temor a sus vidas. De acuerdo a la versión de Mateo, Judas concientemente arrepentido de su parte en este malvado complot, se mató (véase Mateo 27:3-5). Todo lo que el Señor les había enseñado a los Apóstoles se les daría a ellos nuevamente, pero en esta noche ellos lo abandonaron. En el futuro los Apóstoles establecerían la Iglesia en muchas naciones y serian responsables por la conversión de muchos. Testificarían de Cristo y darían su vida por la obra. Pero en la noche de traición el Salvador estuvo solo, y en un último acto milagroso de misericordia y compasión, dio testimonio a todos ellos que Él era el Mesías.
























