Los Milagros de Jesús el Mesías

Segunda Parte
El Mesianismo de Jesús Un Testimonio Para La Gente

2
Una Remembranza de los
Acontecimientos del Antiguo Testamento


La Resurrección del Hijo de la Viuda

Lucas 7:11-17

11 Y aconteció después que él fue a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud.
12 Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban a un difunto, unigénito de su madre, que era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, ¡levántate!
15 Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y: Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea y por toda la región de alrededor.

Los evangelios registran tres ejemplos de Jesús levantando a los muertos. El primero es el del hijo de la viuda, escrito por Lucas. Todos los tres evangelios sinópticos anotan la resurrección de la hija de Jairo, y Juan anota la resurrección de Lázaro. Tradicionalmente, la resurrección de la hija de Jairo es discutida primero, la resurrección del hijo de la viuda segundo, y la resurrección de Lázaro a lo último. Probablemente, este acercamiento tradicional da énfasis máximo al poder de Cristo sobre la muerte, cada cuerpo habiendo estado muerto mas tiempo que el anterior. Sin embargo, esta secuencia no explica adecuadamente las enseñanzas doctrinales de estos milagros; hay mucho más que aprender de la resurrección, que el obvio poder del Señor sobre la muerte.

La resurrección de la hija de Jairo y la resurrección de Lázaro son discutidos respectivamente en los capítulos 8 y 10 de este libro. Este capítulo discute la resurrección del hijo de la viuda.

Por la lectura de la escritura, aparentemente parece ser que el Señor nunca conoció a esta viuda anteriormente. La mujer no expresa tener fe en o conocimiento previo de Jesús. La reunión del Salvador y la viuda no fue milagrosa, y aparentemente parece ser que paso en el curso normal y natural de los eventos. En otras palabras, a primera vista parece no haber una razón específica para este milagro. Quizás esta sea la razón por la que los evaluadores históricos han asumido que es simplemente una segunda evidencia del poder del Señor sobre la muerte y un ejemplo de su compasión. Pero este evento en particular no solamente paso, el hijo de la mujer no fue resucitado de la muerte por accidente. Aquí no solamente hubo un despertar del joven muerto, pero también un despertar de un Israel muerto a su Mesías.

Cada casa judía esperaba con anticipación la venida del Mesías. La vida judía se centraba alrededor de la religión, y este énfasis era enseñado en cada casa de Israel.1 Desde la infancia a los niños judíos se les enseñaban las santas escrituras, y “fue, en verdad, ningún vano presumir que los judíos ‘desde sus ropas-envueltas’… estaban entrenados para reconocer a Dios como su Padre, y como el ‘Creador del mundo;’ que, ‘habiendo sido enseñados, el conocimiento (de las leyes) desde temprana edad, llevaban en sus almas la imagen de los mandamientos;’… fueron criados en conocimiento’ ‘ejercitados en las leyes,’ ‘e informados en los hechos de sus antecesores en orden de imitarlos.’ ”2

Estas enseñanzas y leyes, “Los hechos de sus antecesores,” fueron imborrablemente imprimados en la memoria de cada niño con un propósito, para prepararlos para la tan esperada venida del Mesías. Todo el Antiguo Testamento no fue nada más que la perspectiva por la cual el Mesías sería mesurado y reconocido. Los grandes milagros del Antiguo Testamento hubieran podido ser recitados en cada hogar con anticipación de la venida del Mesías, y los grandes hechos de los heroicos profetas, tal como Elías y Eliseo, hubieran podido ser recitados y recitados. “Aunque el pasado era simbólico, y típico del futuro, el Antiguo Testamento fue el espejo por el cual las bendiciones universales de los días [Mesiánicos] fueron vistos.”3 Israel esperaba al Mesías que llevara acabo milagros del pasado de Israel.4 Por lo tanto, esta expectación del Antiguo Testamento fue, en parte, cumplida con la resurrección del hijo de la viuda.

Considere, las siguientes experiencias del Antiguo Testamento. 1 Reyes 17:17-24. Como comienza el capítulo, Elías informa a Acab, que no habrá lluvia ni rocío sobre la tierra, excepto por la palabra de Elías. El Señor manda a Elías esconderse para su propia seguridad. En este escondite los cuervos le llevaban de comer en la mañana y en la tarde y el arroyo Querit le dio agua para beber. Sin embargo, no había llovido sobre la tierra para rellenar el arroyo, y pronto se secó. Él Señor entonces instruye a Elías que fuera a Sarepta, en donde había preparado a una viuda para que sustentara a un profeta.

Elías, la viuda, y su hijo habían sobrevivido por algún tiempo al comer milagrosamente comida y aceite almacenado, pero el hijo de la viuda cayó enfermo y murió. La viuda estaba consternada y reclamó a Elías por la muerte de su único hijo. Elías tomó al hijo y lo llevó a su aposento y lo puso en la cama. Clamando a Jehová: “se tendió sobre el niño tres veces” y otra vez clamo al Señor para que volviera el alma del niño, y “Jehová oyó la voz de Elías: y el alma del niño volvió a él, y revivió.” Elías toma al niño “y lo dio a su madre,” y la madre creyó.

2 Reyes 4:7-37. Una experiencia similar involucra a Eliseo, el sucesor de Elías, y la mujer sunamita. La mujer seguido le daba de comer a Eliseo al él pasar por su casa en sus viajes. Ella lo reconocía como varón de Dios, y ella y su marido hicieron un pequeño aposento en su hogar para que Eliseo, si él deseaba, pudiera descansar. Eliseo pregunta a la mujer que podía el hacer para pagarle por su bondad. Ella deseaba un hijo, pero pensaba que ya era demasiado vieja para tener un hijo, y detuvo su respuesta. El sirviente de Eliseo contesta por la mujer, y le dijo a Eliseo que ella no-tenía hijos. Eliseo le prometió un hijo en su vejez, y así fue. Pero cuando creció el hijo, de repente se enfermó y murió. El cuerpo fue puesto sobre la cama en espera de Elíseo, el cual la mujer fue a buscar.

Cuando encontró a Elíseo ella le informo de la muerte de su hijo. Elíseo manda a un sirviente con su báculo, para que pusiera el báculo sobre el rostro del niño. Esto hizo el sirviente, pero nada paso. Después vino Elíseo y se “tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entro en calor. Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió los ojos.” Elíseo llama a la madre y le dijo “toma a tu hijo” la mujer se echó a tierra en gratitud.

Estos reportes emocionantes del Antiguo Testamento, hubieran podido ser enseñados una y otra vez en las casas de los judíos. La resurrección del hijo de la viuda llega a ser un recordatorio para Israel.

Y ahora al milagro del Salvador. Fue el día después que Jesús enseño en Capernaum y sanó al sirviente de Centurión. Había caminado a Naín, una ciudad en la área. Con Jesús había muchos de los discípulos y “una gran multitud.” Cuando el Salvador llegó a las puertas de la cuidad, ellos encontraron otra multitud de gente en una procesión bien diferente.

Indudablemente el Señor, como era su costumbre, había estado enseñando y discutiendo los reinos del cielo en el camino con aquellos que lo seguían. Ahora ellos fueron abordados por la pena más grande que existe, la procesión de un funeral de un ser querido. Llevaban a un hijo muerto, “el único hijo de su madre, y ella era una viuda.” La ansiedad de dicha tragedia (no solamente la muerte, pero la muerte de un hijo único) hubiera inmediatamente despertado la compasión de Jesús. Él podía haber prevenido la futura desolación y soledad de una madre. El duelo de un hijo único fue prescrito, simbólicamente seguidos por las restricciones del Antiguo Testamento (véase Jeremías 6:26; Amos 8:10; Zacarías 12:10). Los dolientes remunerados hubieran podido puntuar el verdadero dolor de una madre y hubieran precedido en la compañía. La procesión hubiera incluido aquellos con flautas, címbalos, y quizás trompetas, junto con amigos y parientes genuinos en duelo. Fue en este escenario que el Señor de la Vida conoció el dolor y pena de la viuda por la muerte de su hijo.

Él Señor, indudablemente movido por la compasión, levanta su voz en petición de “no llores”. Sin embargo, las circunstancias del milagro, más bien que el dolor personal de la mujer, provee la perspicacia en la enseñanza invocada por el milagro. Aquí está una viuda cuyo único hijo estaba muerto, una circunstancia similar a eso involucrando a los profetas Elías y Eliseo’ antes mencionados. ¿Podrían estas similitudes revolver las memorias y levantar expectaciones en aquellos que iban a ser testigos de este gran milagro? Teniendo en cuenta las observancias de las normas ceremoniales, Jesús se acercó a la procesión del funeral y toco el féretro. Había hecho contacto físico con el muerto, la más grande violación Levítica; y en su día, esto era rabínicamente comparado con tormentos interminables. Jesús entonces hablo. “Joven, a ti te digo, levántate. Y aquel que estaba muerto se sentó, y empezó a hablar. Y él lo entrega a su madre.”

La expectación fue cumplida, el único hijo de la viuda fue resucitado de los muertos y regreso una vez más con su madre. Pero, aun había más, por que Jesús no uso contorsiones ni bastón, ni puso las manos sobre el cuerpo sin vida. La vida del joven fue restaurada únicamente por la palabra divina de Jesús, de ese modo demostrando que Cristo es más grande que los profetas antiguos.

Ningún ciudadano judío, ningún descendiente de Abraham, Isaac, y Jacob podían haberse perdido la asociación. La reacción de la gente, primeramente el temor y después alabanzas de gozo, parecían haber confirmado esto. “Ellos glorificaban a Dios diciendo, un gran profeta es levantado entre nosotros; y que Dios había visitado a su gente.” Los escritores de los evangelios después enfatizaron esta asociación obvia cuando escribieron la pregunta del Señor a sus discípulos, “Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos diciendo [haciendo eco las expresiones de la gente] algunos dicen, que Juan el Bautista: otros Elías.” (Mateo 16:13-14). La conexión era demasiada clara para haber sido pasada por alto. No refrenó a aquellos que habían visto el milagro que les dijeran a otros, como lo había hecho en otras ocasiones. Más bien, él quería que le dijeran a otros. Las escrituras reportan que “este rumor de él se supo en todo Judea, y en toda la región. Ellos sabían lo que había hecho y les dijeron a todos lo que escucharen.

El informe no da más conocimiento de la madre en la historia, o de su hijo. Quizás, ellos creyeron en Cristo y lo siguieron, pero aun esto no está escrito. La resurrección del hijo de la viuda fue una señal visual; a Israel de que Jesús era el Mesías, y por esta señal, a su genio del convenio, una gente que lo debiera haber reconocido enseguida, Jesús declaro,- “Yo soy «Él»

La Alimentación de los Cinco mil

Juan 6:1-15

Después de esto, Jesús se fue al otro lado del mar de Galilea, que es el de Tiberias.
Y le seguía una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en los enfermos.
Y subió Jesús a un monte y se sentó allí con sus discípulos.
Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Y cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman estos?
Pero esto decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no les bastarán para que cada uno de ellos tome un poco.
Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es esto para tantos?
10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar a la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como en número de cinco mil hombres.
11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban recostados; asimismo repartió de los pescados, cuanto querían.
12 Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged lo que ha quedado, para que no se pierda nada.
13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada que les sobraron a los que habían comido.
14 Entonces aquellos hombres, cuando vieron el milagro que Jesús había hecho, dijeron: Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo.
15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte, él solo.

Contra-referencia
Mateo 14:13-22  Marcos 6:32-45  Lucas 9:10-17  TJS Marcos 6:36  TJS Lucas 9:13

Este es el único milagro especifico reportado por todos los cuatro escritores del evangelio. Juan es utilizado aquí como la principal referencia escritural. Hay solamente una ligera variación en los textos, y estas variaciones no son significativas al resultado o propósito. Hay, sin embargo, circunstancias variadas reportadas sobre los eventos en el ministerio del Señor inmediatamente precediendo el milagro. Estas diferencias pueden, en todas las probabilidades, ser atribuidas a la independencia del autor de los evangelios. La escritura indica que Jesús quería soledad y aislamiento de las multitudes, deseando estar en privado con los discípulos. Ellos se fueron a encontrar soledad en las montañas incultas de la Tierra Santa.

Pero la privacidad era imposible para Cristo en esta ocasión, porque todos los evangelios están de acuerdo que las multitudes le siguieron. Juan reporta que la fiesta de la Pascua estaba cerca, lo cual hubiera traído una cantidad grande de gente de y a Jerusalén. El evento anual era el más importante de las celebraciones de la religión judía, y de acuerdo a Josephus, “una innumerable multitud de gente” se agolpo en Jerusalén para la fiesta.8 Josephus reporta que Cestius una vez tomo censo de Jerusalén a la hora de la pascua para informar a Nero del poder de la cuidad. Cestius pregunto a los altos sacerdotes que contaran la multitud, lo cual hicieron al contar los sacrificios caídos en la pascua (256,500). Entonces ellos estimaron que diez y once personas celebraban cada sacrificio. (No era legal que nadie celebrara por separado, algunas compañías eran conocidas por incluir tantos como veinte). De esto, los sacerdotes reportaron que 2,700,200 judíos habían asistido a la Pascua “ puros y santos.” (Aquellos que estaban “impuros” no podían hacer sacrificios, ni tampoco ningún extranjero, entonces la cifra calculada estaba bajo el total actual).9 De modo que para que Cristo tuviera cinco mil hombres (más mujeres y niños) que lo siguieran en ese tiempo de ninguna manera extiende la imaginación.

La razón por que tan grande multitud siguió a Jesús a una área desértica está registrada en las escrituras. No hay duda que para este tiempo en el ministerio del Señor había atraído demasiada atención. Había llevado acabo muchos milagros. Había sanado a los enfermos y resucitado a los muertos, y su fama se había extendido en el extranjero. Juan anota que la gran multitud siguió a Cristo “porque vieron sus milagros los cuales hizo en los enfermos.” Mateo reporta que al ver la multitud que la habían seguido, Jesús “ fue movido con compasión hacia ellos, y el sanó a los enfermos.” Lucas confirma esto, reportando que Jesús “les hablo sobre el reino de Dios, y sanó a los que necesitaban ser sanados.” A donde quiera que Cristo iba, la gente, oyendo de su presencia, trajeron a los enfermos para que los sanara. Así fue, y el Maestro no los defraudo.

Esta era una multitud judía, y el milagro requería que así fuera. La fiesta de la Pascua y la proximidad a Jerusalén por si sola atestiguaría sobre el “Judaísmo” de la multitud. Pero también hay circunstancias verificando el milagro por sí mismo. Una evidencia sale a la superficie cuando la bendición de la comida en este milagro es comparada con la oración en la alimentación de los cuatro mil (Véase Mateo 15:32-38, Marcos 9:1-9). Solamente hay una bendición aquí, “En estricta conformidad con la costumbre judía,” mientras que el pan y pescado fueron bendecidos separadamente para los cuatro mil. Solamente una oración debía ser pronunciada para la comida judía; hacer otra cosa seria ofender a los judíos, y no hubieran comido.10 Pero es la reacción de la multitud que finalmente verifica su nacionalidad judía y revela el mayor propósito para anotar el milagro.

Marcos registra que Jesús, viendo a la multitud, tuvo compasión no solamente de sus enfermedades físicas pero también por sus enfermedades espirituales. Él se refirió a ellos como “ovejas no teniendo un pastor: y empezó a enseñarles muchas cosas.” Todos habían venido con entusiasmo “no teniendo ningún pensamiento, por ese tiempo por lo menos, de lo que debían comer o de lo que debían tomar. Solamente deseosos de escuchar la palabra de vida, solamente buscando el reino de Dios;”11 y ninguna preparación se había hecho para sus necesidades terrenales.

Los procedimientos físicos del milagro son bien definidos pollos escritores de los evangelios. Los discípulos estaban preocupados sobre la longitud de tiempo que la multitud había estado con Jesús. Ellos pidieron al Señor que despidiera a la gente para que ellos pudieran adecuadamente proveer por sus propias necesidades físicas. Pero el Señor tenía otras intenciones. El pregunta por Felipe, aunque fue intencionado para los Doce, “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” Juan registra que Cristo hizo esto “para probarle” porque él sabía lo que había de hacer.

La pregunta requería que los Doce anticiparan ciertas conclusiones sobre Jesús. Habían visto evidencia de su Mesianismo, pero desafiaban que podían concluir que alimentaría a la multitud en el desierto como Jehová había hecho en el pasado. El “proveer” a la multitud vendría después del milagro. ¿Reconocerían en el milagro el testimonio de su divinidad y reconocer su Mesianismo? Era la Pascua, el evento que más que ningún otro trajo a recordar la promesa de Jehová a Israel que el Mesías vendría. Este evento celebra la liberación de Israel de la esclavitud; ahora, como entonces, Israel deseaba y necesitaba la tan esperada liberación y buscaban a aquel que lo proveería. Jesús nuevamente proveyó un testimonio de su divinidad al despertar la memoria de Israel de las anticipaciones del Antiguo Testamento.

Éxodo 16:1-35. Después Moisés libera a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, sus problemas no habían terminado. Aunque la gente estaba libre, estaban afligidos porque tenían hambre. Murmuraron contra Moisés y Aarón y deseaban haber muerto en Egipto, porque allí “comían pan hasta saciarse.” Pero ahora Moisés y Aarón los habían llevado al desierto, “para matar de hambre a toda esta multitud.” Moisés pregunto al Señor y le dijo “haré llover pan del ciclo.” A la gente se le instruyó que recogiera todo lo necesario para cada día, pero no más. La siguiente mañana, después que el roció había descendido, “una cosa redonda” estaba sobre la tierra, y la gente se dijeron unos a otros “es maná.” Su sabor era de hojuelas con miel y era blanca, como semilla de culantro. Israel debía guardar maná en un “gomer” para sus descendientes para que sus hijos pudieran “ver el pan con los que el Señor los había alimentado.”

Pero en el desierto la gente comió el maná y demandaban comer carne. El Señor disgustado por su ingratitud, proveyó codornices por un viento del mar, “sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices” (véase Números 11:4-20). Después de eso, “los hijos de Israel comieron maná por cuarenta días.”

1 Reyes 17:8-16. El profeta Elías también proveyó alimento milagrosamente. Cuando Elías llega a la casa de la viuda la cual Jehová había preparado para que lo sustentara, él pregunto por bebida y pan para comer. La viuda respondió que solamente tenía una porción pequeña de harina y aceite, y estaba a punto de prepararla para ella y su hijo para poder comer y después dejarse morir. Elías le dijo hazme para mi primero una torta en vez de para ustedes y le dijo que no temiera, “La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra” y así fue.

2 Reyes 4:39-44. Elías milagrosamente proveyó para la gente por primero neutralizar una olla involuntariamente de comida perdida para que todos pudieran comer. Después un sirviente trajo a Elías “veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga.” Elías manda al sirviente que diera de comer a la gente. El sirviente inmediatamente cuestiona la orden de Elías, porque había como “cien hombres.” Elías nuevamente ordena que se diera de comer, y el sirviente cumplió. Los hombres comieron, estaban saciados, y tenían comida de sobra.

De esta herencia Jesús despertó la memoria de la gente y nuevamente declaro su Mesianismo a la gente.

La respuesta de Felipe a la pregunta del Señor de cómo podían dar de comer a la multitud dirigió la imposibilidad de comprar tanta comida para proveer a la gente. “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco,” respondió él. Después de observar una provisión escasa de solamente cinco panes de cebada y dos pequeños peces, Andrés preguntó, ¿Qué es esto para nosotros? Jesús manda a los discípulos que sentaran a la multitud en grupos de cien y cincuenta en el pasto, suponiendo, por orden y conveniencia, y así fue hecho. El Señor entonces bendijo la comida, de la manera judía, y se la dio a los discípulos para que la distribuyeran a la gente. Tal como el maná, la harina y el aceite, y el pan y el trigo del recordatorio del Antiguo Testamento, la comida se multiplica y todos fueron alimentados. Y, como en el caso de Elías, y el pan y trigo todos fueron saciados. En verdad, suficiente extra fue reunido para llenar las doce canastas.

¿Cómo el Señor llevo acabo este milagro? Obviamente uso su poder creativo, pero el actual proceso elude a la mente mortal. El factor importante es que el milagro si ocurrió. La gente no podía más que asociar este milagro con aquellos milagros de la antigüedad. Jesús estaba trayendo a la memoria de la gente las grandes expectaciones que tenían de su tan esperado Mesías. La multitud lo reconoció y recordó.

Juan registra que esos hombres que habían atestiguado el milagro dijeron, “este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.” Lo que los discípulos no se atrevieron reconocer ante el milagro, la gente abiertamente lo reconoció después.

Lo que ocurrió después es de gran significado. La multitud reconoció en Jesús al Mesías tan esperado. ¿Pero qué Mesías esperaban? La concepción nacional del Mesías envolvía poder político y material. Reforma moral y poder espiritual no se esperaba que fuera las metas primordiales de triunfo Mesiánico (Véase capitulo 1). Jesús percibió que la gente lo iba a tomar por fuerza “para hacerlo su rey.” No era el carácter de Jesús que levanto a la multitud a esta reacción, pero la influencia de su milagro. El efecto de la multitud era mantenerse con las ideas de ese tiempo, pero Jesús no acataría sus deseos. Él no era de un reino terrenal, pero de uno celestial. Él no fue mandado para satisfacer sus necesidades materiales, pero para satisfacer sus necesidades espirituales. Su propósito era salvar no el cuerpo pero el alma. Después de restringir a sus discípulos que se fueran y despedir a la multitud, Jesús “se retiró a una montaña para estar solo.”

Informes sobre la alimentación milagrosa de los cinco mil sin ninguna duda se desparramó en el extranjero para aumentar la fama de Cristo, así también como la interpretación del milagro. Juan reporta (véase Juan 6) que después la gente busca a Jesús y lo encuentra, pero Jesús reconoció su intento e indico que habían venido por el pan y los milagros y no por sus enseñanzas. Entonces pidieron una señal, la señal Mesiánica. El milagroso proveer de pan y peces fue aceptada, pero no fue asombrosa. Se le recordó que a sus padres se les había dado pan del cielo. Jesús rápidamente les enfatizo que no fue Moisés el que les dio el pan, sino el Padre. Después siguió el sermón sobre el pan de vida.

La gente había interpretado correctamente el milagro y buscaron a Cristo para que confirmara su mesianismo, pero aun todavía buscan al poderoso político Mesías. Una segunda señal se les había dado, y por ella una vez mas declaro. “Yo soy Él.”

Resumen

Los judíos habían recibido dos grandes señales. Otros milagros se habían llevado acabo o serian públicamente llevados acabo, pero no con el mismo énfasis. En la resurrección del hijo de la viuda y la alimentación de los cinco mil, los escritores del evangelio registraron la sinceridad de Cristo, él reclamó a su gente de que él era el esperado Mesías.

A la gente escogida se les había enseñado por siglos que esperaran al Mesías. Las señales de su venida habían sido grabadas en la gente y enseñadas en cada hogar. Jesús vino a ellos, haciendo lo que esperaban de él, y no lo pudieron reconocer, no porque no hicieron la asociación o reconocieron su reclamo, pero por que fueron mas allá de la marca. Estaban tan preocupados de su condición material, su tan necesitada liberación de Roma y de otros enemigos, y de sus diarias actividades, que ellos traspasaron las señales de sus dos venidas. Ellos buscaban la segunda venida del Mesías en todo su poder y gloria, no su primera venida, en la cual él podía establecer su reino espiritual, el reino que podía, si era aceptado y lo seguían, les permitiría la entrada al reino final.

La gente felizmente aceptaba sus milagros, se regocijaban en la curación de los enfermos, glorificaban a Dios cuando les restauraba a la vida, y satisfacían su hambre con su pan y peces; pero no aceptaban sus ofrendas espirituales. Ellos pedían una señal. Él les dio dos, y rechazaron ambas.

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