Tercera Parte
El Mesianismo de Jesús un Testimonio para los Lideres
4
El Resultado de
las Reclamaciones Verbales
Pasar Sin Ser Visto (Antes de la Resurrección)
Lucas 4:28-30
28 Entonces todos en la sinagoga se llenaron de ira al oír estas cosas;
29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.
30 Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.
Juan 8:59
59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.
Juan 10:39
39 Y procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.
Referencias del sermón asociadas con el milagro:
Lucas4:16-30 Juan8:l-59 Juan 10:1-42
Este es un milagro extraordinario. No se realiza en nadie en particular, pero todos en las cercanías estaban sujetos a el. «Pasando sin ser visto” describe incidentes en donde Jesús no fue ni visto ni reconocido aunque estuvo en medio de personas que lo conocían. Los ejemplos de este milagro se dividen en dos categorías: Los que ocurrieron antes y los que ocurrieron después de la resurrección (véase el capítulo 12).
Hay tres acontecimientos separados en este milagro antes de la resurrección. El escenario para cada una de estas situaciones es muy semejante. Jesús predica un sermón, y el sermón llega a la conclusión de que él es el Hijo de Dios, el Mesías prometido. En cada caso los gobernantes de los judíos y otros en el público reconocieron su reclamo, se enfurecieron, y procuraron matarlo. El milagro los previene de cumplir con su intención.
Los milagros de Jesús generalmente enseñaron y testificaron de su llamamiento divino; sin embargo, en estos milagros en particular no es por medio del milagro por si mismo que esto se lleva acabo. Aquí sus sermones reclaman el Mesianismo, y el milagro lo protege de las furiosas reacciones de la multitud, de esos públicos reclamos.
Una revisión breve de los sermones pronunciados antes de cada vez que paso sin ser visto ayudará a clarificar la necesidad y la magnitud del milagro. Estos sermones directamente proclaman a Jesús como el Mesías.
La primera de estas exposiciones maravillosas sucede temprano en el ministerio del Señor y es registrado por Lucas. Jesús había regresado a Nazaret, el lugar de su niñez. El estaba entre la gente que lo conocía como Jesús el carpintero, hijo de José y María. Era el día de reposo, y se estaba preparando para dar un testimonio personal de su divinidad a la gente de su pueblo de origen. El daría este testimonio en una manera aceptable y tradicional de los judíos: en la sinagoga donde los escribas, fariseos, maestros, y los rabinos sé reunían para enseñar y exponer su religión a la gente.i
Jesús se paró para leer, el método prescrito para enseñar en la sinagoga. Se le paso el libro del profeta Isaías. Él se concentra en lo que en nuestra Biblia es el capítulo sesenta y uno y leyó los versículos uno y dos. Era un reconocido pasaje Mesiánico. Al completar la lectura, él se sentó, que era la señal que él estaba a punto de predicar sobre el texto que él había leído.
Todos los ojos estaban puestos en él. Él había realizado muchos milagros antes de este tiempo, y su fama lo había precedido a Nazaret. Sin embargo, su explicación del pasaje fue totalmente inesperada. Él no dio una predicación larga, pero meramente dijo, “Hoy se ha cumplido esta escritura delante de vosotros.” Les dijo que él era el Mesías. Habían escuchado de sus maravillas, sus milagros, sus actos de poder, y ahora él declaraba abiertamente que él era el Mesías que ellos buscaban. La gente estaba maravillada. Nunca había tal mensaje sido predicado en ninguna sinagoga en Israel. La narración de Lucas describe su primera reacción como maravillados en «las palabras de gracia.»
Normalmente, el público habría discutido rápidamente los comentarios del maestro entre ellos mismos y prepararse para hacer preguntas. Pero en vez de preguntar acerca de asuntos espirituales, ¿Ellos preguntaron, «No es este el hijo de José?» Con esta pregunta ellos estaban rechazando el reclamo bíblico. Ellos personalmente conocían a Jesús, y por esta razón concluyeron que él no podía ser el Mesías. Jesús respondió, «ningún profeta es aceptado en su propia tierra» Y continuo con dos analogías señaladas y significativas. El primero dio el recuento del rechazo de Elias por la gente escogida y les recordó a su público que Sidón, una ciudad gentil, lo acepto y lo cuidó. El entonces se refirió a Naamán, un gentil, e indicó que había muchos leprosos en Israel, pero sólo Naamán fue curado.
Estos ejemplos enfurecieron a los oyentes. Ellos sabían su significado en ambos casos. Él había reclamado ser el Mesías, y ellos lo habían rechazado. Él entonces comparó su rechazo con el rechazo del Elias por el Israel antiguo, y les recordó que la fe de Naamán en la palabra de Dios era más grande que la de la gente escogida. Así Jesús los acusó de ser infieles y de rechazar al escogido de Dios. Ellos se levantaron y “lo echaron fuera de la ciudad.”2 A ellos no les importo su ley sabática en esta ocasión, o ninguna otra ley. Lo llevaron a una cumbre cercana con la maliciosa intención de matarlo. Ellos lo iban a «despeñar » por lo que él había dicho. Fue entonces que el milagro ocurrió. En las escrituras casi es descuidado: «Mas el paso por en medio de ellos y se fue.» Su tiempo no había llegado. La perplejidad de la enfurecida multitud, aunque no esta registrado, debe haber estado tan enloquecedora como las circunstancias que los habían traído allí, ya que para quien esta cólera estaba dirigida, ya no estaba entre ellos.
Juan registra los milagros restantes en esta categoría y las circunstancias que los llevaron a ello. El primero esta en Juan, capitulo 8. Jesús había ido al templo y se había sentado para enseñar, como era la costumbre. Los intrigantes escribas y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio, aparentemente para entramparlo en alguna controversia critica de su ley. El los confundió al requerir «él que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.» Los acusadores se fueron. El despidió a la mujer y la amonestó «no peques más.»
Pero el liderazgo judío era implacable. Ellos volvieron para seguir hablando con él. Cristo testificó de la relación con su Padre, y ellos rechazaron esa relación, aunque no lo malentendieron. «Linaje de Abraham somos” y “Abraham es nuestro padre,” ellos le respondieron. Su respuesta claramente indicaba que ellos entendieron lo qué Cristo decía. Él les dijo que Dios era su Padre, y ellos lo rechazaron. El entonces percibió sus pensamientos y dijo, “Pero ahora procuráis matarme.” Para ellos él había blasfemado, y eso significa muerte. Jesús les dijo, “Sois de vuestro padre el diablo.” Su pecado intencionado de asesinato los había condenado.
Jesús otra vez les ofreció claridad espiritual y salvación eterna. Él les dijo que si ellos creían, ellos nunca verían la muerte. Ellos respondieron acusando a Jesús de pretender tener una superioridad moral: “¿Eres tu acaso mayor que nuestro Padre Abraham, El cual murió? Y los profetas murieron: ¿Quién te hace a ti mismo?» ¿Podría ver alguna duda de que ellos entendieron? Jesús continuó de exponer más acerca de la relación entre él y su Padre y declaro, “Abraham nuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozo.» Por estas palabras él claramente les dijo que en visión Abraham lo había visto, predecido, y se había regocijado en el tiempo del Salvador.
¿Entonces en arrogancia irreverente ellos respondieron, «Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Reconociendo su desprecio, Jesús abiertamente declaró, «De cierto, de cierto os digo, antes que Abraham fuese, yo soy.» Esto fue claro: no podría haber error. Moisés, el gran legislador, le pregunta al Señor que les podía decir a los hijos de Israel que les demostrara a ellos que él representaba a su Dios. «¿Cuál es su nombre?» ¿Qué les responderé? «YO SOY EL QUE SOY,» Jehová respondió. «Así dirás a los hijos de Israel, YO SOY me envió a vosotros.» (Exodo 3:13-14.) Ese mismo Jehová esta ahora sobre la tierra como el Mesías. Este nombre y el título de Jehová (el Mesías) habrían sido reconocidos prontamente por los gobernantes de Israel. Así, la interpretación del Rey Santiago sobre la declaración de Cristo se podría leer correctamente, «De cierto, de cierto os digo, antes que Abraham, YO SOY.”
Jesús había declarado su Mesianismo abiertamente a esta hostil multitud. Su reacción fue deliberada. «Tomaron entonces piedras para arrojárselas.» El mal que él había discernido y percibido en sus corazones ahora salía abiertamente. Ellos querían matarlo. Pero una vez mas ocurrió el milagro» «Jesús se escondió, y salió del templo, y atravesando por en medio de ellos, se fue.» El no se escondió de ellos y se espero hasta que ellos se fueran. El pasó sin ser visto por en medio de ellos.
El incidente final esta registrado en Juan, capítulo 10. Conocido generalmente como el sermón del Buen Pastor, esta es la más explícita de las confrontaciones entre Cristo y los fariseos. El sermón está en dos partes. La descripción de Cristo como el pastor e Israel como la oveja se lleva acabo en la primera parte del sermón. Aunque importante doctrinalmente y como escenario para el milagro, no es por esta materia que conduce al milagro. El milagro resulta de la segunda parte del sermón y por la discusión que sucede entre Jesús y los fariseos.
Jesús andaba en el templo por el tribunal llamado pórtico de Salomón en donde los judíos vinieron a él y le preguntaron, «¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo dínoslo abiertamente.» Jesús estaba cerca del fin de su ministerio y pronto haría su entrada triunfante en Jerusalén. El les había estado predicando por casi tres años. El había realizado multitudes de milagros y testificado a ellos muchas veces. Les había dicho que él era el Cristo. Ellos habian adquirido cada medida para poder diluir o rechazar su reclamo, pero porque él era el Cristo, como consecuencia la angustia interior como resultado de ese rechazo persistía en sus mentes y corazones. Entonces ellos, le pidieron sinceramente “Si tú eres el Cristo dínoslo abiertamente.”
La respuesta del Señor fue sencilla y tan detallada como la pregunta. «Os lo he dicho, y no creéis.» Él continuo «las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.» Jesús repitió la analogía de la oveja y el pastor, indicando que su oveja oye su voz. Él dio el testimonio que su Padre había verificado sus obras, y él concluyó declarando, “Yo y el Padre somos uno.” Él otra vez había reclamado su Mesianismo. Se le había preguntado específicamente y él había contestado específicamente.
Su reacción fue la misma que antes. «Entonces los judíos otra vez tomaron piedras para apedrearlo» Ellos no lo querían como su Mesías. Jesús evitó la contienda de la multitud con una pregunta: “Muchas buenas obras he mostrado de mi Padre; ¿Por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron con blasfemias: «Porque tu, siendo hombre, te haces Dios.» Entendieron su reclamo, pero se rehusaban creer. En su intento final para ganarlos, él concluyó, “¿Al qué el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”
Era demasiado. Su petición para una simple respuesta se había cumplido; verdaderamente, la respuesta no podía haber sido más claramente declarada, pero aun así todavía no lo aceptaban. «Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapa de sus manos,» y una vez mas pasó sin ser visto.
Jesús declara abiertamente su Mesianismo a los gobernantes de Israel: primero, como el cumplimiento de la profecía; segundo, por el reconocimiento de su posición y nombre; y tercero, por la declaración abierta. Aunque los gobernantes reconocieran los tres casos, no lo aceptaban. Ellos querían matarlo, pero su tiempo aun no llegaba; Por lo tanto, él pasó sin ser visto de en medio de ellos antes que sus deseos homicidas se pudieran cumplir.4
























