Cuarta Parte
El Mesianismo de Jesús un Testimonio A los Apóstoles
7
Elección y Llamamiento
La Pesca Milagrosa
Lucas 5:1-11
1 Y aconteció que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la gente se agolpaba alrededor de él para oír la palabra de Dios.
2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.
3 Y entró en una de esas barcas, la cual era de Simón, y le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la gente.
4 Y cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche y nada hemos pescado; pero por tu palabra echaré la red.
6 Y habiéndolo hecho, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Porque el asombro se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, por la cantidad de peces que habían pescado;
10 y asimismo de Jacobo y de Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Y cuando las barcas llegaron a tierra, dejándolo todo, le siguieron.
Contra-Referencia
Mateo4:18-22 Marcos 1:16-20
Esta parte del libro contiene los milagros especiales dirigidos a los doce apóstoles. Algunos fueron llevados acabo antes de su llamamiento, y algunos después. Los milagros fueron un testimonio de Jesús para ellos que él era el Mesías, el prometido salvador del mundo. Estos eran los hombres que vivirían y viajarían con Jesús a lo largo de su ministerio. Ellos eran diferentes a los discípulos que generalmente le seguían. Ellos deberían guiar la iglesia y testificar de él, para que otros pudieran conocer y creer en él.
Entonces como ahora, un discípulo era alguien quien elegía seguir a Jesús y generalmente creía en su palabra. Estos seguidores eran fíeles a él, pero ellos no recibieron el testimonio especial de los Apóstoles. Los Apóstoles no se dieron como voluntarios para su llamamiento. Lucas anota que el Señor “pasa la noche orando a Dios” (Lucas 6:12) antes de la selección de los primeros doce. Habiendo seleccionado y llamado a estos de sus discípulos en general, él los ordena al apostolado. Él les recuerda de su llamamiento especial en sus ultimas instrucciones, dadas antes de su muerte. “No me elegisteis vosotros a mí,” dijo él, “sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Juan 15:16). El llamamiento de un Apóstol es reservado para el sacerdocio de Melquisedec, “comprende, como función distintiva, ser testigo personal y especial de la divinidad de Jesucristo como único Redentor y Salvador del genero humano.”1
En el tiempo del milagro de la pesca milagrosa, cuatro de estos testigos especiales fueron llamados para seguir al Salvador: Pedro, su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Aunque la selección de los cuatro es mencionada en los tres evangelios sinópticos, solamente Lucas narra este milagro.
El llamamiento de seguir a Jesús en su ministerio era una experiencia sagrada y como cada uno de estos cuatro hombres escogió narrarlo podría muy bien ser reflejado en los informes que hemos obtenido. Aunque cada uno de estos tres sinópticos narraron por lo menos una porción del acontecimiento, Juan eligió quedarse callado, como muy seguido lo hacia cuando estaba personalmente involucrado en una relación cercana con el Señor. De los detalles que se narran, es evidente que la experiencia fue extremadamente personal e impresionante, causando una búsqueda y entrega del alma mas profunda.
No se sabe que tan bien estos discípulos habían conocido a Jesús o lo habían seguido antes de su llamamiento. Debería ser evidente por el texto y circunstancia del milagro, sin embargo, que ciertamente lo conocían, y quizás habían recibido testimonio personal de su misión divina.
Aunque no anota sobre el llamamiento de los cuatro, Juan indica que ellos habían tenido una asociación con Jesús antes del milagro. Él anota que el día antes del bautismo de Jesús, Juan el Bautista y dos de los discípulos estaban de pie cuando Jesús andaba por allí, y Juan el Bautista, fiel a su misión y llamamiento, testifico, “He aquí el cordero de Dios” (Juan 1:36). Los dos discípulos siguieron a Jesús. El Señor les pregunta que estaban haciendo, y ellos le preguntan donde se estaba quedando. Invitados a quedarse y observar, se quedaron con el Señor ese día. Juan identifica a dos de estos como Andrés, el hermano de Pedro. Siempre se ha pensado que el otro era el mismo Juan.
Mientras se desarrollaba el milagro, Lucas anota que Jesús enseñaba en el lago Genesaret, uno de sus lugares favoritos para enseñar. La multitud de personas “se agolpaba sobre él” para escuchar la palabra de Dios. Dos barcas vacías estaban cerca de la orilla del lago. Cerca de allí los pescadores lavaban sus redes. Las barcas pertenecían a Pedro, a su hermano Andrés, y a Santiago y Juan. Jesús entra a la barca de Pedro y solicita que Pedro “la apartase de la tierra un poco.” Esto permite que Jesús se pueda separar un poco de la multitud, permitiéndole a la multitud sentarse o pararse en la orilla del lago, para que todos pudieran verlo y escucharlo mientras “enseñaba desde la barca a la multitud.”
Cuando termina el sermón, él solicita de Pedro, “Boga mar dentro.” Aunque Jesús había terminado de enseñar sobre el reino de Dios desde la cubierta de su barca, Pedro y sus compañeros obtendrían aun un más grande testimonio de él.
“Echad vuestras redes para pescar,” Jesús le dice a Pedro. Sus compañeros habían estado pescando toda la noche, posiblemente en esa misma área, pero no habían pescado nada. Pedro le dijo a Jesús sobre esto y continuo, “Mas en tu palabra echaré la red.”
Obviamente Pedro tenia confianza en el Señor. Quizás al escuchar el sermón de Cristo se había inculcado esta creencia incuestionable, pero más probablemente creció con su previa relación con el Señor. Su confianza y fe habían crecido; Así que, a pesar de haber trabajado toda la noche en vano, cuando se le instruye de hacer esto, Pedro echa las redes.
Este simple acto simbolizaba el plan del Salvador para estos cuatro pescadores. Después él los escogería de entre sus discípulos para ser Apóstoles, y por lo menos, tres de ellos tendrían una especial posición ante sus ojos, aun entre los doce. Jesús atrajo a estos cuatro pescadores hacia él, tal como los pescadores atrajeron a “la multitud de pescados.” Ellos echaron las redes, y la pesca fue tan grande que la red se rompió. Cuando llamaron a sus compañeros, Santiago y Juan, por ayuda, ellos de buena gana vinieron, para también ellos, poder participar de la pesca. Había tantos peces que cuando los llevaron a las barcas, ambos fueron llenos y empezaron a hundirse. Los futuros Apóstoles sabían que estaban en la presencia de uno más grande que ellos.
Solamente la reacción de Pedro esta anotada. El cayó “de rodillas ante Jesús diciendo: Apártate de mí, Señor; porque soy hombre pecador.” Pedro y sus hermanos estaban temerosos por la demostración de poder del Señor. La respuesta de Pedro no era una señal de debilidad o de incredulidad, ni Pedro deseaba que el Señor actualmente se alejara de él. Pedro simplemente había expresado sus sentimientos de indignidad personal al estar frente a la presencia del Señor.
Esa reacción no era inusual. Moisés, Isaías, Jeremías, Gedeón, Pablo, y aun Juan el Revelador, esta anotado que ellos actuaron de la misma manera después de ser llamados por el Señor para servirle (véase Éxodo 3:11; 4:10-17; Isaías 6:5, Jeremías 1:6; Jueces 6:15; Hechos 9:6; Apocalipsis 1:17). Todos estos grandes hombres expresaron su indignidad personal, pero en ningún momento implica una fe débil. Y lo mismo pasa con Pedro. No se sentía digno de estar en la presencia del Señor, pero el Señor no lo dejaría; él tenia una grande obra para Pedro y para los otros. En su respuesta a Simón, Cristo lo consuela y le dice, “No temas desde ahora serás pescador de hombres.”
Los pescadores reconocieron el testimonio de Cristo por medio del milagro, y ellos lo reconocieron. El Salmista canta: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Las aves de los cielos y los peces del mar (Véase Salmos 8:6,8). El control de Jesús sobre estas criaturas había recibido un amplio testimonio. Él había habado solamente a Pedro para instruirlo de echar su red, y así “los peces del mar” se juntaron para ser retraídos. Al hacerlo, Jesús echa la red del evangelio, y trajo consigo a cuatro hombres que serian testigos especiales de él. Ahora serian pescadores de hombres, para traer a todo el que quisiera al reino de Dios. Finalmente, la narración declara que ellos trajeron las barcas a tierra “dejándolo todo, le siguieron.”
Un hombre rico una vez pregunto a Jesús como podía obtener la vida eterna. Jesús enumera los mandamientos básicos, lo cual el hombre abiertamente reconoce su conformidad. Él continua con su petición: ¿Qué más me falta?” Jesús le dice que venda todo lo que tiene, y sé lo de a los pobres, y que lo siguiera. “Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” (véase Mateo 19:16-26).
No pasa lo mismo con los cuatro pescadores. “Dejándolo todo, le siguieron.” Dejaron todo lo que significaba para ellos, sus barcas, sus redes y su equipo, su sustento, y aun sus familias. Estas cosa ocupaban sus pensamientos diariamente, pero “desde ese momento los cuatro fueron sus seguidores más devotos. La rica ganancia con la que habían sido premiados una hora antes, había perdido su encanto. Llamados para decidir allí en ese momento, como una prueba de su mansedumbre de ser discípulos, ellos dejaron todo, y lo siguieron al momento.”2
La Ultima Pesca
Juan 21:1-10
1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:
2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron y subieron en una barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Y cuando ya amanecía, Jesús se presentó en la orilla, mas los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.
6 Y él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella, y se echó al mar.
8 Y los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, porque no estaban lejos de tierra sino como a doscientos codos.
9 Y cuando descendieron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.
10 Jesús les dijo: Traed de los peces que habéis pescado ahora.
Este milagro es semejante a la primera pesca milagrosa. Todos los elementos son básicamente los mismos. Sin embargo, la ultima pesca toma lugar después de la resurrección del Señor, pero antes de su ascensión.
La primera pesca milagrosa había instituido el llamamiento de los cuatros pescadores para que siguieran a Cristo. Por medio de sus testimonios se extendió a los demás Apóstoles. La ultima pesca reafirma su llamamiento. Cristo, por medio de su milagro “duplicado,” aparentemente confirma y verifica a los apóstoles para cuatro cosas especificas:
- Que él era el hijo de Dios, el Mesías, el Señor resucitado.
- Los Apóstoles habían sido llamados al ministerio de Cristo, y a pesar de sus acciones en su juicio y muerte, eran aceptables ante él, excepto Judas.
- El los había escogido.
- Ellos nuevamente cederían completamente y darían todo lo que tenían a el y a su servicio.
Interesantemente, Juan no anota el primer milagro, pero él es el único escritor del evangelio en anotar este.
Después de su resurrección, Jesús había aparecido a los Apóstoles por lo menos dos veces antes de esta aparición (véase Lucas 24:33-36; Juan 20:19,26). Él le había dicho a los Apóstoles que fueran a Galilea en donde el se mostraría a ellos (véase Mateo 28:10). Ellos hicieron esto. No todo el grupo estaba reunido para este milagro. Juan anota que él, Pedro, Santiago, Tomas, y Natanael estaban presentes, mas dos otros “discípulos,” los cuales quedaron sin ser nombrados. Se asume que los “dos discípulos” aquí referidos también fueron nombrados como Apóstoles.3
Parece ser por las escrituras que el grupo había estado en Galilea por algún tiempo, quizás por algunos días, y estaban impacientes por la visita inminente del Señor. Pedro finalmente exclamó, “Voy a pescar.” Los otros de buena gana estuvieron de acuerdo, y todos se fueron a la playa. Los Apóstoles habían experimentado por algunos días muchos acontecimientos inusuales. El Señor había sido crucificado y había resucitado. Se les había aparecido y les había enseñado, y había llevado acabo muchos milagros y maravillas (véase Juan 20:30). Ahora podían relajarse de esos días de tensión yendo a pescar. Porque estaban en Galilea, utilizarían sus propias barcas. Con toda probabilidad este milagro ocurrió en el mismo lugar que la primera pesca milagrosa.
Los Apóstoles habían pescado toda la noche sin ningún éxito. Cuando amanecía, una figura se apareció en la playa. Era Jesús, pero los Apóstoles “no sabían que era Jesús” (véase capitulo 12). Al principio, él no quería que lo reconocieran. Jesús pregunta “Hijitos, ¿tenéis algo de comer?” Él sabía que no tenían nada de comer, pero él les haría que recordaran el milagro anterior y el llamado a la obra. Ellos respondieron con un no, aun todavía no estaban eoncientes que era Jesús.
Jesús les dice a los Apóstoles “Echad la red a la derecha de la barca.” Y hallaréis. El mismo entorno existía ahora así como en la primera pesca milagrosa. Él “extraño” en ese ejemplo es el mismo que en este milagro. No lo habían reconocido como el Mesías entonces, y en un sentido diferente no era reconocido como un Mesías ahora. Su fe y confianza en él había sido suficiente en el primer milagro para “echad las redes,” pero ahora no lo reconocían como el Mesías. Sin embargo, quizás inconscientemente recordando el primer milagro, ellos echaron la red a la derecha de la barca. El espíritu ahora los guiaba. “Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.” Cuando el extraño en la primera pesca milagrosa fue revelado, Pedro lo conoció y lo reconoció. En la segunda pesca Juan le dice a Pedro, “Es el Señor”
El carácter de algunos de los Apóstoles es hermosamente demostrado en la narración de este milagro. Juan, que siempre era reservado cuando tenia que hablar sobre su relación con el Señor, no anota su nombre. Se anota como uno de los “hijos de Zebedeo” al principio de este milagro, y como “el discípulo a quien Jesús amaba” cuando reconoce a Cristo.
Pedro estaba tan emocionado cuando reconoció al Señor que ciño su ropa y “se echó al mar”. Quería nadar a tierra y ver a su Maestro. La “multitud de peces” no era importante para él ahora que en el milagro anterior. Los demás le siguieron en la barca, “arrastrando la red de peces,” pero la emoción y amor de Pedro por el Señor supero sus tendencias normales de compartir en tal trabajo.
Jesús había preparado una fogata, y ahora pide a los hombres que le traigan un pez. Pedro regresa a la red y ayuda a arrastrarla a tierra. Después ellos comieron.
Un comentario curioso es narrado. Cuando Jesús los invita a comer, ninguno se atreve a preguntar, “¿Tú, quién eres? Sabiendo “que era el Señor.” Nunca antes nadie había resucitado; querían una seguridad, pero en sus corazones ellos sabían. Juan anota que esta era la tercera vez que se les aparecía.
Después que terminaron de comer, Jesús los instruye y reafirma su llamamiento. Una vez mas el Señor se dirige solamente a Pedro, como en la primera pesca, aunque la responsabilidad obviamente aplicaba a todos los Apóstoles. Refiriéndose a los peces, el Señor digo, “Simón ¿me amas mas que a estos?” Aunque fraseado diferente, la misma pregunta se había preguntado en la primera pesca, el Señor le dice “Venid en pos de mí” (Mateo 4:19).
A la pregunta Pedro responde, “Sí, Señor; tú sabes que te amo.” Dos veces mas el Señor le pregunta y dos veces más Pedro le responde. A la tercera vez que le pregunta, “Pedro se entristeció.” Sin duda alguna él recuerda aquella terrible noche cuando tres veces él niega que conoce al Señor.
Pedro contesta, “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.” Ya no sentía el previo temor en su corazón por su seguridad personal. Estaba ante el Señor, sabiendo que Jesús conocía sus sentimientos y las razones de su anterior negación. Pedro abiertamente confiesa su amor por Jesús. Y fue perdonado.
Prontamente bendecido con la acogida del Espíritu Santo (Véase Hechos 2:2-4), Pedro llega a ser un líder en el apostolado, el primer líder en la tierra de la iglesia.
Desarrolla una gran fe que su reputación se desparrama entre los santos, “y sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos” (Hechos 5:15).
Como en la primera pesca, el Señor (ahora el Salvador resucitado) extendió su llamamiento a los Apóstoles, y recibieron una manifestación personal que él era el Mesías.
























