Parte Dos
Enseñando el Evangelio
2
La Fortaleza Inherente del Evangelio
La palabra evangelio significa “buenas nuevas,” y Jesús se lo ofreció primero a los judíos. Su declaración fue, que Él era el tan esperado Mesías y que había venido a establecer su reino.
Él enseñó las leyes y doctrinas del reino de diferentes maneras, pero con un solo propósito, salvar las almas de los hombres. Jesús dedicó su vida a este propósito. Él enseñó abiertamente y en privado, a multitudes y a individuos. Él utilizó discursos para explicar sus principios, milagros para que fueran testigos de ellos, y parábolas para añadir claridad y riquezas a sus enseñanzas y fortaleza a su testimonio.
El Sembrador
Mateo 13:3-9, 18-23
3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y se la comieron.
5 Y parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó enseguida, porque no tenía profundidad de tierra;
6 mas cuando salió el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz.
7 Y parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.
8 Y parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno.
9 El que tiene oídos para oír, oiga.
18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón; este es el que fue sembrado junto al camino.
20 Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra y de inmediato la recibe con gozo.21 Pero no tiene raíz en sí, sino que es temporal, y cuando viene la aflicción o la persecución por la palabra, enseguida se ofende.
22 Y el que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra; pero el afán de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y el que da fruto; y da uno a ciento, y otro a sesenta y otro a treinta por uno.
Contra-referencias
Marcos 4:3-9, 14-20 Lucas 8:5-8, 11-15
La parábola del sembrador está registrada en los tres sinópticos, pero Mateo es utilizado aquí como el texto primario. Mateo registra seis parábolas adicionales en el mismo capítulo que la del sembrador,1 Marcos registra otras tres (una diferente a la de Mateo), y Lucas solamente registró la del sembrador. Todos los sinópticos anotan la parábola del sembrador como el comienzo del estilo parabólico de enseñanza de Jesús.
Para este tiempo, el ministerio del Señor había alcanzado grandes proporciones, y esta fama trajo multitudes para escucharlo (Mateo 13:2: Marcos 4:1). Pero su sencilla y sincera enseñanza había creado una amarga hostilidad (Marcos3:6), y “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66). Su éxito, sin embargo, inspiró al astuto liderazgo judío, tramar la disputa de Belcebú en un esfuerzo de confundir a la gente.2
Pero en el día que pronunció la parábola del sembrador, la magnitud de la presencia del Señor trajo a gente de “cada ciudad,” y como quiso hacer en otras ocasiones, Él se separó de la multitud, se subió en un barco, y se alejó un poco de la playa, para poder enseñar a la multitud mientras ellos escuchaban a la orilla de la playa.
Con el hermoso mar de Galilea atrás de Él y los campos fructíferos ante Él, Él enseñó a la multitud la parábola del sembrador. Aunque todo aquel que escuchaba al Señor, anhelaba la presencia del Mesías, la parábola representaba la fea realidad de la recepción que ellos y toda la humanidad le darían a Él y a su evangelio. Reflejaba esa recepción ambas históricamente (esa que aún ocurriría en el ministerio de Jesús) y el futuro (esa que aún ocurriría mientras el evangelio fuese llevado a todo el mundo). No solamente representaba a Jesús como el sembrador, sino que también indicaba que todos los demás que entregaran este mensaje de salvación, también se les recordaría como sembradores.
Las escenas que el Señor describía eran muy familiares para su público. Habían visto las circunstancias una y otra vez. Esto era la vida real, una situación que no podía ser malentendida. Mientras la parábola se desarrollaba, el público podía imaginarse al sembrador caminando de aquí a allá en sus campos desparramando la semilla con la mano. O quizás ellos podían ver la semilla en bolsas amarradas al lado de un animal, como era también la costumbre. Pequeños hoyos habían sido perforados en el fondo de las bolsas; de allí las semillas caían al azar mientras el animal va y viene en los campos.3
La semilla representaba la palabra de Dios, el evangelio. Fue sembrado por el sembrador sin distinción. No había límite para su cantidad, y cayó en la tierra, para que todas tuvieran la misma oportunidad de dar fruto. Este fue el escenario presentado en la mente de los oyentes mientras el Maestro pronunciaba su historia, pero estos no fueron los elementos importantes de la parábola. Ni el sembrador ni la semilla enfatizaban los principios eternos enseñados por el Maestro.4 Estos principios eternos estaban siendo enseñados en la descripción de la tierra en donde cayó la semilla. Esta era la principal estocada de la parábola: La tierra representaba el corazón del hombre.
Primero: La tierra encontrada por el “camino.” Esta era la tierra más dura. Mientras la historia se desarrollaba, el público podía imaginarse la dura vereda o camino en medio de los campos que habían sido continuamente pisoteados por los pies de los viajantes. Quizás ellos voltearon para ver los campos que se extendían detrás de ellos, y las duras veredas o caminos en los cuales ellos habían caminado en orden de escuchar a su Maestro.
Mientras el sembrador desparramaba la semilla, algunas cayeron en el camino. Sin poder penetrar la dureza de la superficie, la semilla cayó junto al camino y fue destruida fácilmente por las aves y se la comieron. Algunos de la humanidad pueden ser comparados a esta semilla que cayó junto al camino, quizás a algunos en el público que estaban ante el Señor. Sus corazones estaban tan desgastados y despojados del Espíritu por pecar constantemente que ellos no recibían su palabra. Ellos no tenían comprensión ni entendimiento sobre las enseñanzas del Mesías. Todo lo que Jesús hablaba, no tenía ningún significado para ellos, y el significado espiritual de sus palabras eran totalmente amortiguadas por sus pensamientos mundanales, sus acciones, y su total oposición a sus palabras. Estos “eran hombres que no tenían principios de rectitud en ellos, y cuyos corazones estaban llenos de iniquidad, y no tenían ningún deseo en los principios de verdad, [y] no entendían la verdad cuando la escuchaban. El diablo les había quitado la palabra de verdad de sus corazones, porque no había ningún deseo de rectitud en ellos.”5
Estos eran los hombres y mujeres en el tiempo de Cristo (y de futuros días), que totalmente lo rechazaron. Ellos no aceptaban sus enseñanzas ni sus milagros. Sus corazones estaban tan pervertidos por el pecado y por la oposición al Mesías, que no había ninguna posibilidad de cambio en ellos. Su falta de entendimiento y su poca disponibilidad para aplicar sus enseñanzas en sus vidas, hizo posible para el malvado “[arrebatar] lo que fue sembrado en [sus corazones],” porque “no había deseo de rectitud en ellos.” Por la dureza de sus corazones, ellos rechazaron el evangelio en su totalidad y no permitieron que la semilla empezara a crecer.
Segundo: La tierra descrita como “pedregales.” Esto no debe interpretarse como tierra entre las piedras, sino como una capa escasa de tierra cubriendo una superficie rocosa que falsamente se esconde debajo, fuera de la vista del hombre.6 Esta tierra describía a la mayoría de la gente que seguía a Jesús, una multitud de curiosos (Lucas 14:25-33). Esta tierra recogió las semillas y las semillas rápidamente brotaron. La gente representada por esta tierra escuchaba la palabra con felicidad y disfrutaban la dulzura de cada discurso, pero no tenían raíz. Estos son aquellos que tienen una fe temporal, que finalmente dan más importancia a su vida terrenal que a las riquezas del reino de Dios.7 Ellos no rechazaron con terquedad la palabra, ni tampoco abiertamente conspiraron para destruir a Jesús. Ellos simplemente carecían de las raíces de compromiso, y su fe rápidamente se marchito y murieron.8 De estos el Señor dijo: “no tenían raíz, pero duraron un poco.” Estos fueron personas ofendidas por la palabra durante la persecución y la tribulación. El Señor describe a estas personas en el Sermón del Monte como aquellos que construyen sobre la arena, y cuando “descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron los vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y cayó” (Mateo 7:27).
La tierra encontrada en pedregales, como la tierra por el camino, describía a aquellos que rechazaron al Mesías. Por sus pecados y sus deseos por el elogio del hombre, sus corazones fueron puestos contra Él. El evangelio significaba poco para ellos, que la manera en la que estaban viviendo; por lo tanto ellos no cambiarían. Ellos no tomarían su cruz, no se arrepentirían, no creerían. Ellos no podían entender la parábola porque ellos se rehusaban, en su incredulidad y rechazo de Cristo, aplicar la parábola a ellos mismos.
El Señor enseguida describió las tierras en donde la semilla tendría oportunidad de crecer:
Tercero: La tierra “llena de espinos” en donde la semilla fue sembrada. Aquí no se carecía de buena tierra, como era el caso en los dos primeros ejemplos, pero esta tierra estaba llena de hierbas que impedirían que la semilla creciera.
El Antiguo Testamento provee una analogía que trae entendimiento a la interpretación de la semilla creciendo en este tipo de tierra.
Después que Dios creó la tierra, Él creó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, en donde todas las cosas crecían naturalmente. A Adán se le mandó no participar del fruto prohibido, y se le dijo que sería castigado si desobedecía. Adán comió y al hacer esto, transgredió, y fue traído ante Dios para recibir las consecuencias de su trasgresión. Y lo sacó Dios del huerto del Edén, y maldijo la tierra por su causa diciendo: “Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo, con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3:17-19). Adán ya no podría obtener lo que crecía por naturaleza en la tierra para alimentarse, porque habría espinos creciendo en la tierra. Con su trabajo y con el sudor de su frente, él podría trabajar y propiamente preparar la tierra para poder producir la comida que él necesitaba.
Igualmente estaba la tercera tierra representada en la parábola del sembrador. No podía producir debido al mal cuidado del sembrador. Porque él no removió las hierbas, espinos, y cardos de la tierra, el Señor dijo: “Pero el afán de este siglo, y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.” El sembrador profesaba una vida espiritual, pero no había poder para su convicción. Las cosas de este mundo eran más importantes para él que la palabra de Dios.9 Jesús previno a sus Apóstoles que ellos debían “mirad también por ellos” que sus corazones “no se cargaran de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida” (Lucas 21:34). Ellos no podían servir a dos señores (Mateo 6:24).
Cuarto: La tierra descrita como “buena tierra.” Es aquí en donde se da el buen fruto. Aquellos ejemplificados en esta clase de tierra escuchan la palabra y la entienden. Aunque pueden pecar (como toda la humanidad), ellos reconocen sus pecados, y sin propia justificación eso alteraría la verdad, ellos se arrepienten de sus transgresiones. Ellos han preparado sus corazones para recibir la palabra de Dios como es representado por la semilla.
Un ejemplo de este tipo de individuo se ha dado en el Nuevo Testamento en la historia de Zaqueo. Él era considerado por los fariseos y gobernantes judíos como pecador por su ocupación, él era un recaudador de impuestos. Cuando el Señor conoció a Zaqueo, Él pregunta si puede comer con él en su casa, y Zaqueo graciosamente lo recibió. Allí le dijo a Jesús de su preparación espiritual. Él había dado al pobre la mitad de sus bienes, y él declaró si él había defraudado a alguno, se lo devolvería cuadruplicado. En esta confesión Jesús miró al verdadero creyente y Él declaró, “Hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lucas 19:1-9).
Otro ejemplo que es más convincente es el de Natanael, cuando fue llamado a seguir a Jesús. Cuando Natanael se acerca a Jesús (nunca antes había visto al Señor), Jesús dijo: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47). Natanael reconoció la salutación del Señor, porque él se había preparado propiamente para recibir la palabra. Él había sido totalmente fiel a la luz que él tenía, y estaba preparado para recibir más cuando fuera el tiempo.
Estas son las cuatro tierras de la parábola descritas por el Maestro. Fue en esta clase de tierra que la semilla fue esparcida. La condición de la tierra representaba la condición del corazón del oyente y la preparación que él había hecho en su búsqueda espiritual. Algunos corazones eran tan duros que ellos no recibirían el evangelio de ninguna manera; otros lo rechazaron por la falta de preparación para recibir la palabra. Solamente el último grupo, representando un cuarto de la gente (si se tomara la parábola literalmente), los había preparado suficientemente que cuando ellos recibieron la palabra, produjo buen fruto.
La descripción de las tierras y la interpretación de allí en adelante era el principal propósito de esta parábola. Sin embargo, parece tener un propósito secundario, encontrado en la declaración pronunciada por el Señor sobre el fruto que cayó en buena tierra.10 Aun aquí había una diferencia en la cantidad de fruta que se obtuvo. Fue en cierto momento de la cosecha (o el juicio), donde el campo tenía que estar listo, pero no toda la “buena tierra” dio la misma cantidad de fruta, hubo una cosecha variable.
Las semillas habían sido sembradas al mismo tiempo y tuvieron el mismo tiempo para crecer. Solamente las tierras eran diferentes. La semilla era abundante y se esparció por todas las tierras igualmente. Cada una recibió la misma cantidad de agua, luz, y calor, pero aún la buena tierra dio varios resultados, porque como la parábola indica, que dio fruto cuál a cientos, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. Aunque aquellos representados por la buena tierra se habían preparado suficientemente para recibir de la semilla y para dar fruto, todavía aún ellos luchaban con el exitoso empleo de la semilla.11
Varias aplicaciones de esta parábola se pueden aplicar al evangelio en la vida diaria, pero la simplicidad de la parábola y su común escenario eran contemporáneos con el tiempo, lugar, y circunstancia en la que Jesús estaba trabajando, y describía la reacción de la gente sobre Él y su ministerio. El sembrador llevó acabo su trabajo en una manera típica y reconocible, y la semilla era buena. Solamente las tierras eran diferentes. La parábola enseñaba claramente en quien caía la responsabilidad concerniente al reino de Dios y la recepción del evangelio. No era con el sembrador y no estaba en la semilla, estaba en la “tierra,” el corazón del hombre.
El Trigo y la Cizaña
Mateo 13:24-30, 37-43
24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena semilla en su campo.
25 Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
26 Y cuando la hierba brotó y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27 Y viniendo los siervos del padre de familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 Y él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29 Y él dijo: No; no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi alfolí.
37 Y, respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre;
38 y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;
39 y el enemigo que la sembró es el diablo; y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
40 De manera que, como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo.
41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezo y a los que hacen iniquidad,
42 y los echarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.
43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
Esta parábola esta solamente registrada en Mateo, y es la segunda de las parábolas que el Señor interpretó para los Apóstoles. Esta parábola está solamente registrada en Mateo, y es la segunda de las parábolas que el Señor interpretó para los Apóstoles. Es una historia realista adquirida de la vida agrícola de su día.12 Es dicha vivamente y naturalmente, simplemente en sus términos, pero complicada en su interpretación, y es quizás la parábola menos judía.13
El primer problema en interpretar esta parábola se levanta cuando el Señor comienza la parábola con una rápida analogía, comparando el reino de los cielos con un hombre que sembró buena semilla en su campo. Sin embargo, el reino de Dios no es actualmente como el hombre, la semilla, o el campo. El Señor utilizó esta clase de introducción, en alguna de sus parábolas.14 Es llamada una introducción dativa, y es parte del rompecabezas para ser solucionado por el oyente. Porque los judíos tenían un malentendido de lo que el reino de Dios sería, Jesús intentó enseñarles la verdad por medio de ejemplos que serían familiares para ellos. Sin embargo, la introducción dativa requería que el oyente discerniera la identidad del reino de Dios mientras él iba progresando por medio de la historia parabólica.15
La interpretación del Señor a los Apóstoles, verifica que el reino de Dios no era como ninguna parte en la parábola. Por lo tanto, ¿cómo es? En este ejemplo es como la Iglesia, aunque no identificado en la misma parábola.16 La Iglesia es el reino de los cielos en la tierra, y la historia parabólica describe que pasa dentro de ella. Esta descripción aplica a la Iglesia en donde quiera que exista (no solamente en el tiempo de la Iglesia); por lo tanto, la parábola aplica específicamente a lo siguiente:17
- Desde los tiempos meridianos, cuando Jesús estableció la Iglesia, y a la Iglesia como iba floreciendo de allí en adelante, y a las razones detrás de la apostasía eventual.
- Al establecimiento de la Iglesia en el hemisferio occidental, el cual ocurrió después de la resurrección de Jesús y su visita allí (3 Nefi). (Nuevamente la Iglesia floreció, pero eventualmente fue vencida por la maldad del mundo).
- A la restauración del evangelio y al establecimiento de la Iglesia en los últimos días (D&C 86). (Aunque la Iglesia está floreciendo hoy en día, el mal existe dentro de su membresía junto con el bien. Sin embargo, en esto, la última dispensación, la Iglesia no será nuevamente vencida y quitada de la tierra (D&C 13)). Así que el crecimiento de los miembros débiles y malos de la Iglesia, como existe lado a lado junto con aquellos que activamente buscan la rectitud, continuará hasta el día del juicio, o el “fin del mundo.”
- Para que una futura luz y conocimiento sean restaurados a la Iglesia por el Señor, porque la parábola proféticamente explica, que el sembrador malo de la semilla siempre tratará de imitar el trabajo bueno del Señor en un intento de destruir Su reino en la tierra.
Aunque esta parábola no describe directamente el reino de Dios o la Iglesia, si describe lo que pasa dentro de ella. La simple referencia a la semilla, la hierba, y el fruto (ya sean buenos y malos), pertenecen y representan a los miembros de la Iglesia, o a los “hijos del reino.” El sembrador de la buena semilla es el Hijo del Hombre o Jesucristo. El sembrador de la semilla mala (el enemigo), es el diablo o Satanás. Esta batalla mortal entre estas dos fuentes del bien y el mal toma lugar en el “campo” (o el mundo).
La buena o mala semilla representa a los miembros de la Iglesia. El trigo sembrado por el Señor, el Hijo del Hombre, es la buena semilla. El enemigo (el diablo), imitó al Señor al sembrar en la misma tierra (o la entera Iglesia) con una clase de trigo degenerado la cizaña), para él poder confundir mas fácilmente y engañar la mente del hombre.
El sembrar arriba de otra siembra era un acto de enemistad en el tiempo de Cristo, y era una forma de maldad (con poco riesgo) que resultaba en un gran daño. Era una forma de enemiga retribución y sería muy familiar para los oyentes de la parábola.18
Los dos tipos de semilla crecían juntas y al principio eran indistinguibles una de la otra. Eran regadas y cultivadas al mismo tiempo hasta el tiempo de la cosecha, cuando daban fruto, entonces es cuando se descubría la cizaña.
Una asociación interesante se puede hacer entre esta parábola y la del sembrador. En la del sembrador, tres de las cuatro tierras no pudieron dar fruto. Solamente en la última tierra, la buena tierra dio fruto. Si asociamos el trigo y la cizaña con la buena tierra (en donde una cuarta parte de la semilla dio fruto), da una luz adicional en las dificultades que aún aquellos en la buena semilla tendrán en su lucha de sobrellevar el mal y las tentaciones del mundo.
El segundo problema de interpretación envuelve al hombre que sembró la buena semilla. La parábola del trigo y la cizaña se aplica a la Iglesia en donde quiera que está establecida sobre la tierra, entonces esta frase debe concordar con la interpretación dada por Jesús en su ministerio (que Él era el sembrador), y la interpretación revelada en los últimos días del evangelio identificando a los Apóstoles como los sembradores (D&C:2).
Cuando Él interpretó la parábola, Jesús dijo a sus discípulos: “Aquel que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.” Esta interpretación es obvia, porque la Iglesia fue primero establecida por Jesús en el meridiano de los tiempos; por lo tanto, el sembrador fue el mismo Salvador. Pero no estaría siempre en la tierra con la Iglesia. Entonces Él por lo tanto, tenía que preparar a los Apóstoles para continuar trabajando. Para hacer esto, Él les dio su autoridad y les encargó llevar su evangelio a todo el mundo (Mateo 28:19-20). Después de esto, bajo su autoridad, ellos llegaron a ser los sembradores de la semilla.
Esta misma situación existía con el establecimiento de la Iglesia en el hemisferio occidental. Jesús vino personalmente a establecer su Iglesia. Él enseñó a ambos, a la gente en general y a sus discípulos en particular. Cuando se terminó su ministerio con los nefitas, Él se fue, una vez mas confiriendo su autoridad a los doce discípulos escogidos, y les encargó que continuaran predicando su evangelio (3 Nefi 11-28). Llegando así a ser sembradores.
Hoy en día, después de una larga y completa apostasía de la verdad, el Señor una vez mas a establecido su Iglesia (José Smith Historia 1:17-74). Él ha llamado, autorizado, y dio autoridad a los Apóstoles para predicar el evangelio por todo el mundo.19 La básica organización estructural de la Iglesia, ha sido la misma en todos los tiempos. La cabeza de la Iglesia es Jesucristo. Durante su ministerio, Él vivió y caminó entre los hijos del hombre, y Él mismo empezó a sembrar la semilla mientras establecía la Iglesia. Cuando Él completó su ministerio en la tierra Él les dio su poder a sus Apóstoles para continuar su trabajo. Su autoridad vino directamente de Él, como la autoridad de los discípulos en el hemisferio occidental, como estos de los últimos días. Por lo tanto, Jesús podía exactamente interpretar la parábola del trigo y la cizaña a sus Apóstoles, ambos en su tiempo y en los últimos días, y declarar que ellos, como Él, “eran los sembradores de la semilla” (D&C 86:2).
Enseguida, la parábola abiertamente declaró que “mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue”. El enemigo fue específicamente identificado por el Señor como el diablo, y el hecho está confirmado en la aplicación de los últimos días de la parábola encontrada en doctrinas y convenios (D&C 86:3.) El sembrar la cizaña dentro de la Iglesia y por todo el mundo representa la hostilidad abierta de Satanás hacia el Salvador.20 Esta es la batalla moral dentro de la Iglesia entre el bien y el mal iniciado por el diablo. Él es un imitador de Cristo, mintiendo en espera para cuidadosamente sembrar un evangelio degenerado, para engañar sus almas y conducirlos astutamente al infierno (2 Nefi 28:21-22).21
La parábola llega ahora a su conclusión y al tercer problema de interpretación. Las dos semillas crecen y la hierba crece al punto en donde el fruto es perceptible. Es en este punto, que los sirvientes del sembrador reconocen que no todo en el campo es de buena semilla, o de lo justo. Ellos preguntan al Señor quien sembró la cizaña, y Él les dice que el enemigo (o el diablo) era responsable. Una vez mas los sirvientes preguntan seriamente, “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” El Señor rápidamente responde: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo”. No era tiempo de cosechar el trigo o de interrumpir el crecimiento de la Iglesia mientras aun estaba recién establecida y tierna.
Los sirvientes (o autoridades de la Iglesia), ahora estaban enfrentados con dos situaciones, concernientes a sus miembros malos y corruptos. Primero, si ellos se adelantaban y arrancaban el crecimiento del mal, podían causar daño al buen crecimiento. Porque la Iglesia era joven e inexperta, el arrancar la hierba probablemente interrumpiría la operación de la Iglesia; al estar en su infancia, podía ser una amenaza a su existencia. Al bien y el mal entonces se les permitió crecer y madurar juntos. He aquí se encuentra una importante y secundaria lección de la parábola, la paciencia, longanimidad y tolerancia, dentro de la Iglesia por sus autoridades.22 Aquellos que escogen el mal sobre lo bueno deben tener suficiente tiempo para ya sea arrepentirse de sus trasgresiones o madurar en su iniquidad, para que al tiempo del juicio final puedan ser fácilmente distinguidos de los justos.
Segundo, hay una advertencia en la respuesta del Señor concerniente a la habilidad del hombre de juzgar a sus hermanos (opuesto al juicio del Señor). Muchos pueden juzgar a sus hermanos con propósitos de prevenir la integridad de la Iglesia y para resumir más efectivamente los procedimientos del arrepentimiento y así, permitir al arrepentido pecador la oportunidad de restaurarse a la Iglesia. Pero esos juicios prematuros pertenecientes a nuestra existencia eterna, deben dejarse para después (D&C 86:6) y para un juez más grande.23
Por medio de estas instrucciones, la Iglesia podía prevenir el error cometido por los judíos bajo la ley de Moisés. En su esfuerzo demasiado entusiasta de prevenir y proteger la pureza de la ley, ellos habían condenado a su gente como violadores de ella. Su puntillosa erudición del “mal” había destruido la misma ley dada para protegerlos. El liderazgo de la Iglesia del Señor fue prevenido e instruido por medio de esta parábola para que no duplicaran este error.
De esta manera, la parábola declaraba que el trigo y la cizaña debían crecer juntas “hasta el tiempo de la siega.” Entonces el Señor instruiría a los segadores, “Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.” (Véase también D&C 86:7). Los segadores son los Ángeles del Señor y serán mandados para recoger su reino “a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad. Echaran a los malos en el homo de fuego (o representativamente destruidos), mientras que los justos serán recogidos en el reino de Dios.”24
Esta fue la razón por lo que se les permitió al trigo y a la cizaña crecer juntos, y porque los sirvientes fueron restringidos de sacar la cizaña cuando primeramente apareció. El libro de responsabilidad para los hijos del hombre no es equilibrado diariamente.25 A los malvados se les permite madurarse temporalmente, y en el día final, el mal y el bien estarán juntos cara a cara, Cristo y el Anticristo, distinguidos en todos sus hechos: Uno es totalmente luz y el otro es una oscuridad total.
Una última nota debe considerarse concerniente al título “El Hijo del Hombre.” Aunque esta fue la apelación más común que el Señor se atribuía, él título no es común en ninguna otra parte en las escrituras. Sin embargo, Daniel utilizó el título en su versión perteneciente al Mesías (Daniel 7:13), entonces los judíos debieron de reconocer este título como un reclamo por Jesús al mesianismo. Evidencia de este reconocimiento está registrada en la reacción de los gobernantes judíos a la interrogación de Esteban y su visión subsecuente. Esteban predicó ante los gobernantes con tal poder que se enfurecieron. Durante su siguiente juicio los cielos se abrieron y Esteban dijo, “Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.” Esta declaración era mas de lo que los judíos podían soportar, y en su enojo, ellos “se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él.” Él fue echado de la cuidad y le apedrearon hasta que murió. (Hechos 7:54-58).
La Semilla de Mostaza, La Levadura,
La Semilla Creciendo Secretamente
Después de escuchar las parábolas del sembrador y la del trigo y la cizaña, indudablemente los discípulos experimentaron alguna desesperación, porque el sembrador limitó la fertilidad del evangelio (la semilla), a solamente un cuarto de la tierra, y a causa de la cizaña, aún esa tierra tenía grandes obstáculos que podían destruir la producción de la fruta y así limitar el entusiasmo de la cosecha. Por lo tanto, el Señor dio tres parábolas mas en esta materia para ayudar a los discípulos entender, que el poder del reino estaba mas allá de lo que el hombre había creado, o de ese reino imitado por el diablo.
Estas tres parábolas, la semilla de la mostaza, la levadura, y la semilla creciendo secretamente, ilustran más allá la disparidad de la creencia previamente discutida en conexión con el sembrador y el trigo y la cizaña. La percepción que los hijos de Israel tenían concerniente al anticipado Mesías estaba incorrecta. Los judíos esperaban que el reino de Dios llegara a ser una fortaleza política que los liberaría de la esclavitud que había sido impuesta sobre ellos por cientos de años.26 En este contexto, estas parábolas no eran muy judías, porque ellas demostraban que el reino de Dios no vendría de la manera en que los judíos anticipaban. Esto separaba mas a los verdaderos seguidores de Cristo de aquellos que simplemente profesaban creencia.
Su anticipado Mesías no era como Jesús. Jesús creció en una provincia despreciada. Aún de uno que sería su discípulo salió una pregunta despreciativa, “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Juan 1:46.) El liderazgo judío dijo, “¿De Galilea ha de venir el Cristo?” (Juan 7:41), y “Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta” (Juan 7:52).
El Salvador empezó con su ministerio público a la edad de treinta años, y enseñó por solamente tres años en Jerusalén y en sus aldeas circunvecinas. Su conocimiento de la Ley fue sin par, pero el pueblo por su tradición se maravillaba, “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” (Juan 7:15). Sus conversos no eran generalmente del liderazgo o de los estudiados, pero eran pobres, los pecadores, los gentiles, y de los no educados. Y a la conclusión de su ministerio, Él cayó en las manos de sus enemigos y murió una muerte vergonzosa en la cruz.
Aunque este no era el Mesías o el reino que los judíos tradicionalmente esperaban, tal fue el comienzo del reino de Dios, y fue claramente ilustrado en las parábolas de la semilla de mostaza, la levadura, y la semilla creciendo secretamente. Antes de discutir estas parábolas, podría ser de gran ayuda anotar las similitudes:
Primero: La utilización de la semilla como un símil para describir el plantar o el crecimiento del evangelio era muy común. Fue utilizada por el Señor muchas veces, y fue utilizada por los rabinos antes que Él.27
Segundo: Estas parábolas tienen lo que previamente se definió como una introducción dativa, en donde el Señor declara que el reino es como algo, mientras que el reino puede o no ser como una analogía inicial o cualquier porción de la parábola.28
Tercero: Estas parábolas contienen tres elementos que pertenecen al reino de Dios.
- La semilla (o levadura);
- La capacidad de la semilla para crecer;
- La cosecha, o los grandes resultados de recoger el fruto.
Todos estos elementos son suplementarios y complementarios a las parábolas del sembrador y la del sembrador y la del trigo y la cizaña.
Los siguientes párrafos ilustran los puntos comunes de interpretación en todas estas parábolas:
- La semilla o levadura. En cada parábola, la semilla (o levadura), representa los pequeños comienzos del reino de Dios (o su Iglesia) en la tierra. Toda la gente que viene a la tierra tendrá una oportunidad de aceptar al Señor y entrar a su reino. En la semilla de la mostaza y la levadura, este principio es aplicado abiertamente. En la semilla creciendo secretamente, la aplicación está escondida y el crecimiento de la semilla no es inmediatamente anticipada.
- La capacidad de la semilla. Esto demuestra el poder e influencia del evangelio, ya sea desde afuera, como en la semilla de la mostaza, o desde adentro, como en la levadura. Demuestra como las capacidades secretas de la semilla pueden actuar sobre aquellos que inicialmente ignoran el evangelio, pero después lo reciben, como en la semilla creciendo secretamente. En las tres parábolas la semilla es sostenida por su propio poder. Pablo exactamente describió este método de crecimiento en el reino de Dios cuando él dijo, “Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios.” (1 de Corintios 3:6).
- El sembrador de la semilla. Ya sea que el sembrar la semilla fue hecha por el Hijo de Dios o por sus agentes es indiferente, porque puede ser interpretado como ambos. No importa quién aplique, nutra o fortalezca la semilla, es solamente por el poder de la misma semilla, al ser nutrida por el Espíritu Santo, que da el aumento y produce el fruto.
- La cosecha. Las etapas finales de la parábola enseñan que el evangelio no será destruido desde adentro o desde afuera, ni el diablo tendrá éxito contra Él.
Por medio de estas parábolas, el Señor dio a los discípulos una gran esperanza, que el reino de Dios prevalecería y daría a toda la humanidad, la protección que ellos necesitaban para regresar al Padre.
Estas tres cortas parábolas, también como la del sembrador y la del trigo y la cizaña, aplican directamente al reino de Dios como fue establecido por el Salvador, pero su simplicidad y belleza pueden avanzar y abarcar la restauración del evangelio en los últimos días. El sembrador y el trigo y la cizaña tratan con la tribulación de aceptar la verdad. La semilla de mostaza, la levadura, y la semilla creciendo secretamente, enseñan el gozo de aceptar la verdad. Estas parábolas aseguraron a los Apóstoles el éxito eventual del reino. De pequeños comienzos, el evangelio crecería para abarcar toda la tierra.
La Semilla de Mostaza
Marcos 4:30-32
30 Y decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿O con qué parábola lo compararemos?
31 Es como el grano de mostaza que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra;
32 mas después de sembrado, crece y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
Contra-referencias
Mateo 13:31-32 Lucas 13:18-19
La parábola de la semilla de mostaza fue una pequeña historia emocionante que describió lo que el reino de Dios eventualmente sería. Fue de tal contraste a las expectaciones judía, que fue una parábola difícil para ellos entender, pero la implicación de la parábola no podía pasar inadvertida.29 Ellos esperaban que el reino mesiánico fuera grande, ambos a su comienzo, y a su conclusión. Pero el evangelio que Jesús ofrecía no fue inicialmente impresionante, y los judíos no podían prever que Él les proveería su salvación temporal y espiritual. Ellos ritualmente observaban la Ley de Moisés con sus doctrinas e interpretaciones complicadas, y su opinión de aceptación ante Dios requería años de estudio y aplicación de la Ley antes que un individuo pudiera calificar para el reino. Pero Jesús con gusto ofreció el evangelio a todo el que viniera a El: el débil, el pecador, y al menos estudiado como al más erudito.
La semilla de mostaza fue utilizada como un ejemplo por la pequeñez de la semilla comparada con el tamaño de su producto. No era un árbol, sino un gigante arbusto; aún así el arbusto produjo sombra para aquellos que pasaban por allí, y proveía refugio para los pájaros y ofrecía protección de los elementos. Este tipo de comparación fue utilizado por los profetas del Antiguo Testamento y debe de haber sido familiar para los oyentes (véase Ezequiel 17:23; 31:6; Daniel 4:10-22).
El inmenso crecimiento inherente en la semilla de mostaza describía el destino del reino de Dios, e indudablemente dio a los discípulos esperanza. Ellos podían ver que el reino eventualmente crecería mas allá del limitado tamaño evidenciado hasta ese momento en el ministerio de Cristo y el crecimiento que ellos mismos producirían en su propio ministerio después de la resurrección del Señor. Su trabajo era solo el comienzo. La semilla (el evangelio) florecería rápidamente bajo sus esfuerzos, pero eventualmente sería pisoteado por la apostasía pronosticada en la parábola del trigo y la cizaña. Solamente por medio de la restauración del evangelio en los últimos días la parábola de la semilla de mostaza obtendría su cumplimiento.30
El refugio proveído por las ramas del árbol representaba la protección que el evangelio da a aquellos que abrazan sus requisitos. El Élder James E. Talmage indicó: “En igual manera la semilla de la verdad es vital, viviente y capaz de desarrollarse a tal extremo que puede proveer alimento y abrigo espiritual a todos aquellos que lo buscan.”31
En la aplicación de la parábola a la restauración del evangelio en tiempos modernos, José Smith específicamente declaró:
Ahora podemos descubrir claramente que esta figura es dada para representar la Iglesia como saldrá adelante en los últimos días. De cierto os digo, el Reino de los Cielos es semejante a esto. ¿Con qué lo compararemos?
Tomemos el Libro de Mormón, el cual un hombre tomó y escondió en su campo, asegurándolo con su fe, para florecer en los últimos días, o en su debido tiempo; contemplémoslo saliendo de la tierra, lo cual en verdad da cuenta de todas sus semillas, pero contemplémoslo dando fruto, si, aún sobresaliendo, con ramas elevadas, y con majestad a semejanza de Dios, hasta que, como la semilla de mostaza, llega a ser la mejor de todas las hierbas… De cierto os digo, no es este el reino de Dios que levanta su cabeza en los últimos días en la majestad de su Dios, aún la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, como una impenetrable, inmovible piedra en medie de una poderosa profundidad, expuesta a las tormentas y tempestades de Satanás, pero, hasta este tiempo, se ha quedado fírme.32
La Levadura
Lucas 13:20-21
20 Y otra vez dijo: ¿A qué compararé el reino de Dios?
21 Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado.
Contra-referencia
Mateo 13:33
Esta pequeña parábola no es muy judía, y para los no creyentes, muy misteriosa.33 Es muy similar a la de la semilla de mostaza, como ambas la semilla de mostaza y la levadura simbólicamente poseen una inherente vitalidad necesaria para el desarrollo del reino de Dios.34
El Señor utilizó la levadura en esta parábola como símbolo del reino de Dios, aunque en otros tiempos Él lo utilizó para describir influencias malas contaminando el reino (Marcos 8:15). Aquí, sin embargo, la entera influencia de la levadura penetra al muerto judaísmo con la vitalidad de la verdad del reino. Distinto al crecimiento exterior de la semilla de mostaza, la levadura creció desde adentro, indicando que cuando se escucha, el evangelio, puede penetrar y trasformar la vida entera de una persona.35 La parábola enfatiza el resultado final de la levadura más bien que su rápido crecimiento, y por lo tanto amplia al pensamiento inicialmente pensado en la semilla de mostaza.
El establecimiento del evangelio por el Salvador no alcanzó su máximo destino (de penetrar la entera tierra) durante la vida de Cristo, ni durante la vida de los Apóstoles, y el cumplimiento de la parábola no vendría hasta después de la restauración del evangelio. Por lo tanto, la parábola profetizaba sobre el triunfo final del reino de Dios en los últimos días. Cuando José Smith fue cuestionado sobre la parábola, él respondió, “Se refería expresadamente a los últimos días, en donde habría poca fe en la tierra, pero se extendería por toda la tierra; también habría seguridad en Sión y Jerusalén, y en los remanentes los cuales el Señor llamaría.”36 En otro escenario el Profeta José dijo: “Se puede entender que la Iglesia de los Santos de los Últimos Días se ha levantado de una pequeña levadura que fue puesta en tres testigos. De cierto os digo, esto es como la parábola. Esta rápidamente extendiéndose del terrón, y pronto se extenderá por toda la tierra.”37
Entonces, esta pequeña parábola, tan misteriosa para los judíos del tiempo de Cristo, y aparentemente tan sencilla en su aplicación, tendría un gran impacto que no se vería su cumplimiento final hasta que los Ángeles recibieran permiso para salir adelante y separar el trigo de la cizaña y juntar la buena fruta en el reino.
La Semilla Creciendo Secretamente
Marcos 4:26-29
26 Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra;
27 y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
28 Porque de sí fructifica la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;
29 y cuando el fruto se produce, enseguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.
Finalmente, llegamos a la semilla creciendo secretamente. La única parábola que está registrada exclusivamente por Marcos. Esta parábola se desarrolla en la fuerza inherente del evangelio como se discute en la semilla de mostaza y la levadura, pero añade la dimensión del tiempo entre escuchar el evangelio y aceptarlo.
Después que la semilla es sembrada empieza su crecimiento, “dependiente en la ley inherente de la semilla y la tierra,” pero aún más dependiente “en las bendiciones del cielo, de sol y lluvia, hasta el momento de madurez, cuando sea tiempo de la cosecha.”38
La parábola describe la vitalidad del evangelio en el oyente aunque el oyente no lo acepte inmediatamente.39 El crecimiento constante de la semilla está asegurado y la cosecha anticipada (Apocalipsis 14:14-15).
El Señor utilizó estas tres parábolas para dar a sus Apóstoles ánimo después de haber descrito las dificultades que el reino encontraría en las parábolas del sembrador y el trigo y la cizaña. Pedro dio el mismo tipo de ánimo a los santos cuando él habló de “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.” (1 de Pedro 1:23-25).
Siempre habrá obstáculos en el camino de aquellos que reciben el reino, pero si se sigue el camino, la cosecha es asegurada.
























