Parte Cuatro
Enseñado Responsabilidad y Recompensa
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Parábolas Que Enseñan Responsabilidad Recompensa
La responsabilidad era fundamental en el nuevo evangelio de Cristo. Bajo este ya no habría más competencias entre los individuos para alcanzar recompensas prometidas. Ya no era vital buscar los mejores asientos en la sinagoga o las primeras sillas en las cenas. (Mateo 23:6). Ni sería importante recibir salutaciones públicas, o ser llamado rabino, o ensanchar las filacterias y los flecos de sus mantos para ser vistos por los hombres (Mateo 23:5; Marcos 12:38). Se esperaba que los discípulos del Salvador se superaran, que fueran mejores que antes, y no compararse con nadie más. La competencia debería ser contra uno mismo. En el futuro, cada persona sería responsable por lo que se le había dado y lo que hizo con ello. Cada uno tenía diferentes talentos y habilidades diferentes, pero a todos se les había dado algo. El Señor nos dio los requisitos para adquirir su reino, y juzgará que tan bien los cumplimos.
Los Talentos
Mateo 25:14-30
14 Porque el reino de los cielos es como un hombre que, partiendo lejos, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes.
15 Y a uno dio cinco talentos, y al otro dos, y al otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.
16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
17 Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos.
18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
19 Y después de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos e hizo cuentas con ellos.
20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
22 Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me encomendaste; he aquí, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
24 Y llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
25 y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
26 Y respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí;
27 por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con intereses.
28 Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le será dado y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.
Esta parábola fue dada a los Apóstoles en privado durante los últimos días que Jesús sirvió con ellos, y justo antes de la traición y crucifixión. Fue interpretado por la iglesia primitiva en el sentido cristo lógico (el cual se aplicaba directamente a la segunda venida de Cristo).1 Sin embrago, debería interpretarse junto con las otras enseñanzas de Jesús concerniente a la responsabilidad y recompensa.2 Fue dada para despertar a los Apóstoles y a la gente, a una realización del significado de sus acciones diarias, más bien que hacerlos anticipar la segunda venida y el juicio como la única vez que serían llamados a dar cuentas.
La aplicación de la parábola podría ser directamente comparada a la admonición de Nefi concerniente a la laxitud en esta vida cuando él se imaginó a la gente que diría, “Sí, y habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos; y nos irá bien,” y de Satanás dijo: “Y a otros los pacificará y los adormecerá con seguridad camal, de modo que dirán: Todo va bien en Sión; sí, Sión prospera, todo va bien” (2 Nefi 28:7,21). Es necesario reconocer que no todos los juicios toman lugar en la segunda venida de Cristo o en el juicio final. El hombre puede ser llamado a dar cuentas a cualquier momento, como está gráficamente descrito en la parábola del rico insensato.3 En adición, Amúlek declaró que esta vida fue dada para prepáranos para la eternidad, y nos advirtió sobre el aplazar el día de nuestro arrepentimiento hasta que seamos traídos a esa espantosa crisis. Amulek dijo: “Porque si habéis demorado el día de nuestro arrepentimiento, aún hasta la muerte, he aquí, os habéis sujetado al espíritu del diablo y el Espíritu del Señor se ha retirado de vosotros” (Alma 34:35).
Por lo tanto, la parábola de los talentos advierte a cada persona de la inminente pedida de cuentas que Él está requerido a hacer y de la recompensa potencial que será dada (sin importar cuando estas tomaron lugar). Aunque especialmente dada a los Apóstoles, esta parábola puede ser aplicada a todos aquellos que reciben dones de Dios.4 No está limitado a los dones espirituales, pero puede aplicarse a todo lo que se le ha dado al hombre, y todo lo que él puede adquirir por medio de sus habilidades, ya sea que estos dones sean mentales o físicos. Cualquier y todos las dotaciones que al hombre se le ha dado vienen de Dios y deben ser utilizadas para propósitos espirituales. Porque es Dios “aquel que os ha creado desde el principio, y os está preservando día tras día, dándoos aliento, y aun sustentándoos momento tras momento” (Mosíah 2:21).
El tema principal de la parábola trata de cómo se deben utilizar los dones que Dios nos ha dado. Da a entender que en donde mucho se le da, mucho se requiera (Lucas 12:48; D&C 82:3). Mientras el Señor relata la historia de los talentos, ciertas escenas se viene a la mente:
Primera escena: La mayordomía.
El Señor relata la historia sobre un hombre que iba a viajar a un país lejano. Él estaría fuera por algún tiempo; por lo tanto, él confió sus bienes al cuidado de sus siervos. La inferencia es que debían utilizar los bienes en nombre de él mientras que él estuviera fuera, y no solamente tenerlos bajo custodia.
Él dio a un siervo cinco talentos; a otro, dos, y al tercero, uno. A cada uno se le había dado de acuerdo con su habilidad de utilizar los talentos que habían recibido. El amo se fue, esperando completamente un aumento a sus bienes cuando regresara.
La parábola estuvo deliberadamente expresada en esta manera. El siervo que recibió dos talentos quizás no podría haber manejado cinco, y el siervo que recibió uno quizás no podría haber manejado dos. Sin embargo, la parábola asumió que todos podrían manejar lo que habían recibido.5
A pesar del variable número de talentos confiados a los siervos, su habilidad de trabajar era igual. Eran igualmente capaces de utilizar los talentos que habían recibido para y en nombre de su amo.6
Segunda escena: La responsabilidad.
El amo estuvo fuera por “mucho tiempo,” pero eventualmente Él regresó e hizo cuentas con los siervos para determinar cómo habían utilizado sus talentos. Aquellos que habían recibido cinco y dos talentos, respectivamente, declararon audazmente su ganancia para y en nombre de su amo. Habían sido diligentes en su aplicación de los talentos y aunque se los habían confiado con cantidades diversas, ambos tenían un aumento para presentar a su amo, cada uno había aumentado la cantidad que se les había dado. A esto el amo les dio sus más sinceras felicitaciones. Él elogia a los fieles siervos, prometiéndoles que serían gobernantes sobre muchas cosas y los invitó a “entrar en el gozo de tu Señor.”
Después el siervo que había recibido un talento presentó su talento al Señor. Él había tenido temor a la responsabilidad que se le había dado, había sido perezoso y no estuvo dispuesto a trabajar. Sus excusas son indicativas de su actitud falsa, y prolongó su informe con un pretexto quejoso en el cual le imputó una injusticia al Maestro.7 No había utilizado su talento para nada, lo había enterrado y escondido.
Esta imaginería describe a un siervo, perezoso y no muy sabio (D&C58:26-29). No había trabajado, no había demostrado ninguna devoción, y no demostró ninguna lealtad en la utilización del talento. Había completamente perdido su oportunidad.8 Su fracaso de utilizar su don, cumplió con la declaración de Moroni, que si llega el día “en que dejen de existir entre vosotros el poder y los dones de Dios, será por causa de la incredulidad” (Moroni 10:24).
Con esta imaginería, el Señor enfatizó la completa negligencia del siervo inepto. El hombre estaba engañándose así mismo, porque declaró ver sus propios defectos impíos en el Maestro.9 Él no había hecho lo que se consideraba relativamente poco, porque el Señor le dijo que por lo menos lo podría haber llevado “a los banqueros” para que cuando Él viniera hubiera recibido lo que era de Él con intereses.
Escena final: La recompensa.
Los siervos que habían cumplido con su deber para el Señor recibieron su gracia y se les otorgó la promesa de una recompensa futura, entrar en el reino de Dios. Todos los que son diligentes en la utilización correcta de sus talentos pueden anticipar recibir la misma recompensa, ya sea que sus talentos sean espirituales, mentales, morales, o de una naturaleza física.10
Entonces el Señor gira su atención al tercer siervo. Su talento le fue quitado. No se puede decir que esta acción fue injusta; más bien fue una consecuencia natural y normal de las acciones del siervo.
Un ejemplo de tal acontecimiento aparece en el Antiguo Testamento. Los hijos de Israel habían sido guiados por jueces y profetas desde que dejaron Egipto, pero ahora demandaban que Samuel les encontrara un rey, porque se rehusaban a aceptar al Señor como su rey (1 de Samuel 8:6-7). Específicamente pidieron a Samuel que les diera un rey “que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1 de Samuel 8:5). El Señor complace a los israelitas, y Samuel llamó a Saúl para que los guiara.
Samuel acepta el reinado, pero no actuó en conformidad con los requisitos puestos en él por el Señor. Actuó como el siervo hizo con su talento. No obedeció con fidelidad, y a pesar de su temor al Señor, rehusó su consejo. Samuel entonces evocó el juicio del Señor sobre Saúl, igual que el Señor en la parábola evocó su juicio sobre el siervo. “Porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel” (1 de Samuel 15:26). En la parábola de los talentos, el Señor le quitó al siervo el único talento que se le había confiado. En el ejemplo de Saúl, Samuel dijo, “Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel” (1 de Samuel 15:28), y le dio el reino a otro.
Después que el Señor le quita el talento al siervo infiel, se lo dio al que tenía diez talentos. Aunque unos piensan que esto fue inapropiado, continúa con la secuencia natural de la parábola. El que había recibido cinco talentos y había trabajado diligentemente y fielmente para ganar cinco más; había demostrado su habilidad de utilizar el más grande don. Y al siervo que no hizo lo que tenía que hacer, se le fue quitado, y su juicio fue determinado: Como un “siervo inútil,” y fue echado a las tinieblas de afuera.
Este principio está en conformidad total con revelación moderna. El Señor reveló a José Smith:
Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; Porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio; por lo tanto, no recibe galardón alguno.
De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia.
Porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa.
Mas el que no hace nada hasta que se le mande, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente ya es condenado. (D&C 58:26-29).
En la Parábola, los talentos fueron dados a cada siervo de acuerdo con su habilidad de utilizarlos exitosamente. También, a nosotros se nos han dado una variedad de talentos. Cada uno quizás no tenga la misma cantidad o calidad de talentos, pero todos tenemos aunque sea uno. Se nos ha mandado que utilicemos los talentos para y en nombre del reino de Dios. Tenemos el albedrío de escoger como los utilizaremos, pero si queremos entrar en su reino, debemos utilizarlos como se nos ha mandado por el Señor. Para aquellos que lo hagan la promesa es clara, la recompensa será otorgada. Si no hacemos nada, o desperdiciamos el talento que tenemos, el Señor nos considera como perezosos y siervos inútiles, y nuestros talentos se nos serán quitados.11 “Cada buen siervo fiel de Cristo debe, no importa cual sean sus circunstancias, personalmente y directamente, utilizar cada talento para beneficio de Cristo.”12
Las Diez Minas
Lucas 19:11-27
11 Y oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que el reino de Dios había de ser manifestado inmediatamente.
12 Dijo, pues: Un hombre noble partió a una provincia lejana para recibir un reino y volver.
13 Y llamó a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: Negociad entretanto que vuelva.
14 Pero sus conciudadanos le aborrecían y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que este reine sobre nosotros.
15 Y aconteció que, al volver él, habiendo recibido el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.
16 Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
17 Y él le dijo: Bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
18 Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.
19 Y también a este dijo: Tú también estarás sobre cinco ciudades.
20 Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo,
21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste.
22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y que siego lo que no sembré.
23 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que, al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?
24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina y dadla al que tiene las diez minas.
25 Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá y matadlos delante de mí.
Aunque similar a la parábola de los talentos, no se puede asumir que la parábola de las minas sea solamente una duplicación de esta, porque este no es el caso. Una comparación de las dos rápidamente establece los puntos de diferencia entre ellas.
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MINAS |
TALENTOS |
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Un noble, no plebeyo |
Hombre rico no identificado (indica un ciudadano privado) |
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El noble se fue para recibir su reino |
Hombre se fue, se desconoce la razón |
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Diez siervos de confianza |
Tres siervos de confianza |
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A los siervos se les da la misma cantidad sin importar su habilidad |
A los siervos se les da una cantidad variada dependiendo en su habilidad |
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Los ciudadanos del reino aborrecían al noble |
No se indica desconfianza |
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Se sacan ejemplos de la vida política |
Ejemplos de la vida social13 |
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Se demanda responsabilidad |
Se demanda responsabilidad |
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Se recompensa a siervos con éxito |
Se recompensa a los que tuvieron éxito |
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El aumento extra varía de acuerdo al éxito y habilidad |
El aumento extra es igual a éxito y habilidad |
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Se le quita la mina al siervo perezoso |
Se le quita el talento a siervo perezoso |
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Son castigados y destruidos por los enemigos |
No ocurre tal acontecimiento |
De estas diferencias puede sacarse una doctrina adicional perteneciente a la responsabilidad y recompensa esperada de aquellos que están en la tierra. A un tiempo u otro, todos debemos venir a juicio, en ese tiempo seremos responsables de la mayordomía dada a nosotros cuando estuvimos en la tierra.
Las minas, como los talentos, representan los dones de Dios, o la mayordomía que Él nos ha dado. El elemento distintivo de esta parábola es que a cada siervo se le ha dado la misma cantidad (una mina) para que haga lo que pueda con ella a nombre del noble ausente. La ganancia se le debe de dar al noble en su regreso. La inyección de odio por los ciudadanos y su intento de obstruir al noble de recibir su reino, es una de las facetas más interesantes de la parábola. Quizás refleja el ejemplo registrada de Archelaus cuando él deja el área de Judea para ir a Roma. Por medio de herencia, él debería heredar el reino de Cesar, y la gente fuertemente se oponía a tal herencia.14
Porque esta parábola tiene un compromiso definido político debe primero, por necesidad, ser específicamente aplicada a los judíos del tiempo de Cristo. Refleja como ellos miraban al Mesías y la ley en la cual ellos lo esperaban, pero su significado también puede proyectarse a tiempos modernos.
Los líderes judíos creyeron que su observancia meticulosa de la ley les aseguraría un lugar en el reino de Dios. La nación israelita había desarrollado una filosofía egoísta de exclusividad basada en su creencia. Este principio estaba en directa oposición al principio del evangelio que el reino de Dios debería ser propagado por todo el mundo y abarcar a toda la humanidad. Los judíos anticipaban un Mesías político y un inmediato establecimiento de un reino terrenal. Aparentemente, parece ser por el comentario de Jesús al El introducir esta parábola que “ellos pensaron que el reino de Dios debería inmediatamente aparecer.” Aún los discípulos anticipaban que el establecimiento del reino final de Dios no tardaría. Pero ese no era el caso, y la parábola fue dada para clarificar ese punto y para firmemente establecer el hecho que los siervos (o la humanidad) continuamente debería servir con fieldad y devoción al Señor en orden de recibir su recompensa.15 Si nos hacemos perezosos y negligentes en la aplicación de nuestros dones dentro del reino, se nos quitará nuestra recompensa.
Una división de bienes ocurrió en esta parábola como en la parábola de los talentos, pero la única característica aquí, es que cada destinario recibió la misma cantidad: una mina. No hubo consideración de habilidades, pero “para obtener éxito implicaba una gran habilidad, igual que requería un trabajo constante.”16 Los siervos alcanzaron diferentes grados de éxito en su utilización de los dones y fueron recompensados de acuerdo a esto. A diferencia a los talentos que fueron dados en consideración a la capacidad de los siervos, las minas se multiplicaron de acuerdo a la aplicación de cada siervo.
Como con la parábola de los talentos, la historia de las minas gira alrededor del siervo que no hizo nada con la mina que se le había dado. El intentaba regresársela al noble sin haberla utilizado, esperando aún recibir su recompensa, y tenía la misma severa observación y una aplicación errónea de los principios del reino como el siervo en la parábola de los talentos.
Él se rehusó hacer lo mas mínimo que se requería de él, para asegurarse que algo se le devolviera al noble. De acuerdo con los requisitos del reino, se le quitó la mina, y se le dio a otro. La parábola fuertemente enfatizó el hecho que uno no puede exclusivamente ser egoísta con su don; se debe activamente expandir los talentos si se desea obtener el reino.
Los siervos de confianza en esta parábola, representaban a los miembros del reino en el tiempo de Cristo. Ellos pensaban que durante su vida ellos vivirían en el reino, y que su responsabilidad era solamente prepararse para ese acontecimiento. Ellos daban poco crédito a los requisitos que activamente debían utilizar sus dones para preparar al mundo para la venida de Jesucristo.17 Se le quito la mina al siervo perezoso y se le dio al que había traído el aumento más grande a su rey, aquellos que trabajan mas reciben una recompensa más grande.18
La última parte de la parábola se dirige a los ciudadanos que rechazaron al noble y no querían que los gobernara. Eran representantes de los gobernantes judíos de la gente escogida.19 Durante el juicio de Jesús, Pilato llevó al Señor delante de ellos y declaró: “¡He aquí vuestro Rey!” (Juan 19:14). Su respuesta fue similar a esa de los ciudadanos en la parábola, ellos gritaron: “¡Fuera, fuera, crucificarle! Pilato les dijo: ¿A vuestro rey he de crucificar? (Juan 19:15). Respondieron Los principales sacerdotes: No tenemos más rey que Cesar.”
Este abierto y deliberado rechazo del Mesías, fue explícitamente pronosticado en la parábola de las minas. Los judíos no querían que Jesús fuera su rey, y activamente intentaron destruir su reino. Su recompensa fue parabólicamente pronosticada, porque la parábola declaraba que el Señor destruiría a los malvados y rebeldes ciudadanos, y no recibirían ningún reino.20
Esta parábola es muy clara. El Rey, o noble, representa a Cristo.21 Las varias utilizaciones de las minas representan las diferentes maneras que el hombre puede exitosamente utilizar los dones que se le han dado. Una recompensa fue otorgada de acuerdo al grado que los siervos aplicaron sus dones. El siervo perezoso fue castigado por rehusarse a trabajar,22 una advertencia para todo hombre perezoso y temeroso y para todas las mujeres de todas las edades. Y finalmente, los ciudadanos representan a aquellos que rechazan al Señor, he intentan destruir su reino.23
Una final aplicación de esta parábola se puede hacer a los judíos del tiempo de Cristo y a sus Apóstoles, quienes, aunque ansiosamente involucrados en su obra, tenían la idea errónea que su reino político aún sería establecido.24 Él advirtió a esos queridos hermanos y les explicó y aseguró que serían llamados a dar cuentas de su mayordomía, y que su recompensa seria basada en la aplicación de esa mayordomía hacia el crecimiento y gloria del reino de Dios.
Los Obreros de la Viña
Mateo 20:1-16
1 Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.
2 Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
3 Y saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros que estaban en la plaza desocupados
4 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
5 Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.
6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban sin trabajo y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?
7 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a la viña y recibiréis lo que sea justo.
8 Y al atardecer, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
9 Y cuando vinieron los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
10 Y al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más, pero también ellos recibieron cada uno un denario.
11 Y tomándolo, murmuraban contra el padre de familia,
12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
13 Y él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?
14 Toma lo que es tuyo y vete; mas quiero darle a este postrero como a ti.
15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío?, o, ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno?
16 Así, los primeros serán postreros y los postreros, primeros; porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
Esta es la última parábola que enseña responsabilidad y recompensa. Introduce dos elementos adicionales a los conceptos cubiertos en los talentos y las minas. Primero, el espíritu con el cual lleves acabo tus obras en el reino de Dios, será tomado en consideración en el día del juicio. Segundo, la recompensa será universal, sin importar el tiempo que se pasó trabajando.
El escenario de la parábola es importante para su interpretación. El Señor había estado dando instrucciones a sus discípulos y un joven gobernante rico le preguntó que tenía que hacer para obtener la vida eterna. La consiguiente discusión llega a la conclusión que el gobernante debía vender todo lo que tenía, dárselo a los pobres, y seguir a Jesús. El hombre rico no pudo cumplir con este requisito y tristemente se aleja, porque “tenía grandes posesiones” (Mateo 19:22). Jesús después declaró que sería muy difícil para la gente que eran ricos en cosas pertenecientes al mundo entrar en el reino de Dios. Los discípulos se asombraron en gran manera por esta declaración y preguntaron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” (Mateo 19:25). A la pregunta, Jesús calmadamente respondió que todas las cosas son posibles. Entonces Pedro, hablando por él y suponiendo por los Doce pregunta: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido: ¿qué, pues, tendremos? (Mateo 19:27).
Jesús reconoció su devoción y les aseguró que sus sacrificios y su continua labor les daría derecho a sentarse en tronos en el reino de su Padre. Pero les advirtió que “muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (Mateo 19:30). Después dio la parábola de los obreros en la viña.
Esta parábola fue una respuesta directa a la pregunta de Pedro y un ejemplo de la filosofía de los gobernantes judíos en ese tiempo. Ellos creían que ganaban recompensa en el reino de Dios por medio de sus obras en la tierra, y que más grande la obra, más grande la recompensa. Esta creencia pasaba por alto algunos de los factores en la ecuación, incluyendo esa de por la gracia de Dios. El Señor no quería que este concepto continuara en las enseñanzas del evangelio, y por medio de esta parábola, El esencialmente declaró que “aquel que trabaja en mi reino para garantizar una recompensa en el más allá, puede hacer su trabajo bien, pero me honra menos que aquellos que confían en mí sin pensar en una ganancia futura.”25
Esta parábola fue una advertencia que el espíritu con el cual uno trabaja por el reino, es lo que da valor al servicio, y la respuesta a la pregunta de Pedro indicaba que solamente por que los Doce habían sido llamados a la obra, no necesariamente deben confiar en su llamamiento para ser recompensados.26 No debían ser jactanciosos o orgullosos en la obra que llevaban acabo, ni competir en orden de ser mejores uno del otro.27
Esta parábola, como la de los talentos, también se dio en escenas. En la primera escena un padre de familia sale temprano en la mañana para contratar obreros para su viña. El padre de familia es representante de Dios, y los obreros podrían haber representado a Pedro y a otros que justamente habían hecho la pregunta: “¿qué, pues, tendremos? El Señor en la parábola “habiendo convenido con los obreros en un denario al día,” y así estableció su salario al comienzo de su trabajo.
Como iba progresando el día, el padre de familia continuó solicitando obreros, y a la tercera hora él contrató a otros y les dijo que fueran a la viña a trabajar. Sin embargo, en esta ocasión, en lugar de hacer negocio con ellos por sus honorarios, el Señor simplemente declaró: “os daré lo que sea justo,” y los obreros estuvieron de acuerdo en confiar en la bondad del padre de familia.
Una vez mas el padre de familia salió en la sexta, y novena hora y contrató obreros adicionales. Para enfatizar las enseñanzas de la parábola, Jesús dejó que el padre de familia saliera en la undécima hora, y aún pudo encontrar obreros potenciales, él preguntó por qué estaban aún desocupados. Estaban desocupados no porque no querían trabajar, sino porque nadie los había contratado. El padre de familia inmediatamente les dijo que fueran a la viña a trabajar diciéndoles: “recibiréis lo que sea justo.” El contratar a diferentes obreros a diferentes horas, indicaba la cantidad de trabajo que estaba disponible en la viña y la preocupación del padre de familia por obtener a todos los posibles obreros para poder terminar el trabajo.28
Los obreros podrían haberse rehusado a trabajar, pero no lo hicieron. A los que se les llamó primero, pudieron hacer negocio por su salario, y se les ofreció una cantidad, y estuvieron de acuerdo. A aquellos que se les llamó después al ministerio no pudieron hacer negocio por su trabajo, pero tuvieron que confiar en la bondad y misericordia del padre de familia, sabiendo que era un hombre justo y que se les pagaría lo justo.
En la segunda (y última) escena de la parábola, el padre de familia llamó a los obreros para que dieran cuentas de su trabajo, para que pudieran recibir su jornal. Pero en lugar de llamar a los que habían sido contratados primero, llamó a los que habían sido contratados en la undécima hora, para que se les pagara primero. (Una vez más esta fue una aplicación directa a la pregunta de Pedro y a la respuesta del Señor).
Los obreros llamados primero para recibir su pago tenían que depender en la misericordia del maestro para su salario, así como todos los demás que habían sido contratados después de la primera hora. Aquellos que habían sido contratados primero y habían negociado su salario, observaban como el padre de familia pagaba a todos los otros obreros un denario por su trabajo, sin importar la cantidad de tiempo que habían estado trabajando. En vista de esto, ellos pensaban que ellos merecían más que un denario por sus largas horas de trabajo, y entusiasmadamente anticipaban una recompensa mayor del padre de familia. Pero cuando llega su tumo, él solamente les pagó el denario que se había convenido, y murmuraron contra el padre de familia porque ellos sentían que “habían soportado la carga y el calor del día” y merecían un salario adicional.
Su petición daba a entender que una injusticia se había cometido, porque ellos sentían que el trabajo que habían hecho no se comparaba con el salario recibido. Pero este era exactamente el propósito de la parábola. Los primeros obreros clamaban una injusticia, pero habían recibido justamente lo opuesto. Se les había pagado exactamente lo que habían pedido. Los otros recibieron el mismo pago, porque era todo lo que el Señor tenía para dar. Cada siervo en restitución, ya sea que fueron los primeros en ser llamados para servir, o aquellos que fueron llamados a lo último, tuvieron la misma oportunidad de ganar su recompensa. La recompensa (la única recompensa que está disponible), es la entrada al reino de Dios, y todo lo que el padre tiene, aun coherederos con Jesucristo (Romanos 8:16:17).29 Una vez que un siervo acepta su llamado, el trabajo que él lleve acabo hasta el tiempo de dar cuentas, sería suficiente para que él pueda entrar en el reino de Dios, dependiendo que él lo lleve acabo con una fiel diligencia y devoción a Dios.
El Señor les recordó a aquellos que tuvieron inconveniente con su recompensa, que no era ilícito hacer lo que quisiera con lo que era de Él, y les pregunta si estaban comportándose malvadamente porque Él había sido bueno. Nuevamente reiteró que los primeros serán postreros y que los postreros primeros, porque muchos son llamados, pero pocos los escogidos. Esta advertencia indicaba que “aquellos que parecen ser los primeros en [la] obra, todavía aun… pueden perder las cosas por las que han trabajado; y aquellos que parecen postreros, pueden, al mantenerse humildes, ser reconocidos como primeros en el día de Dios.”30
El reino del cielo es para que Dios lo otorgue. El cálculo de la mayordomía del hombre será determinado en como él lleve acabo su trabajo, ya sea que lleve acabo o no su trabajo.
En la parábola de los talentos y las minas, la pregunta fundamental de responsabilidad era si se había llevado acabo algún trabajo. Ahora, en adición a esa consideración, la responsabilidad incluía si se había llevado acabo el trabajo con el espíritu adecuado. Si no, quizás había un riesgo que la recompensa se perdiera, porque “el reino de Dios no es un asunto de calculación o de un equivalente exacto, no hay manera de negociar con el Padre Celestial.”31 En la parábola la recompensa era un don de Dios, y no un pago por una deuda como resultado por el trabajo de los siervos.32
No es cuando se nos pide servir al Señor lo que determinara nuestra recompensa, sino como le servimos. Aquellos que son llamados a servir tarde en sus vidas y den un buen servicio estarán en igualdad con y quizás mas altos que aquellos que son llamados temprano en sus vidas, pero que dan un servicio pobre. Una historia aclarando este principio, trata con Tomás después de la resurrección de Jesús. Jesús se había aparecido a los Apóstoles cuando Tomás no estaba con ellos. Mas tarde le dijeron a Tomás que el Señor había resucitado. En lugar de aceptar de buena gana el testimonio de los demás Apóstoles, Tomás dijo que no creería hasta que él lo viera personalmente, y metiere sus dedos en el lugar de los clavos y metiere su mano en su costado. Ocho días después, el Señor se apareció nuevamente a los Apóstoles, esta vez, Tomás estaba con ellos. Jesús instruye a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). Tomás lo hizo así y reconoció al Salvador. Jesús entonces dijo, “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:29).
La viña en la parábola era el reino de Dios en la tierra. Los obreros representan a los siervos del Señor, y Jesús era el esposo. La parábola se puede aplicar a aquellos que están fuera de la Iglesia y se convierten tarde en sus vidas, como también aquellos que ya son miembros de la Iglesia pero no han cumplido con lo que manda el Señor, y que, después del arrepentimiento, aceptan el llamamiento y encuentran su trabajo cortésmente aceptable.
Los obreros que fueron contratados primero para trabajar en la viña del Maestro negociaron su recompensa y después recibieron lo que habían negociado, pero quejándose y murmurando. Otros obreros, que fueron contratados después, dependían en la gracia y misericordia del Señor para que les diera lo que era justo por su trabajo. El reclamo y la disputa de los primeros obreros, dio evidencia de su incapacidad mental y moral.33
La escritura moderna explica las razones por el reclamo y las murmuraciones y la perdida potencial de su recompensa, aunque los obreros habían trabajado todo el día. El Señor anota que muchos son llamados, más pocos escogidos. La revelación moderna continúa: “¿Y por qué no son escogidos? Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres” (D&C 121:34-35). He aquí la moralidad de la recompensa es enseñada. No hay una ecuación entre el trabajo que se hizo y la recompensa recibida. Recibimos la recompensa por medio de la gracia de Dios porque El la ha prometido, no solamente porque nos la hemos ganado (Efesios 2:4-10; Moroni 7:32-33).
























