Un testigo y una advertencia

Conferencia General Octubre 1979

Un testigo y una advertencia

Por el presidente Ezra Taft Benson
Del Consejo de los Doce


El Señor ha declarado este, «un día de amonestación y no de muchas palabras» (DyC 63:58). Mi mensaje es un testimonio y una advertencia sobre algunos los males que amenazan a América —una tierra que amo con todo mi corazón—. Hay otros países con este mismo problema. Ustedes, que han visto estos peligros en la tierra que aman, sentirán profundamente lo que diré.

América es un lugar de muchos grandes eventos. Aquí es donde vivía Adán, donde se encontraba el jardín del Edén. América fue el lugar de antiguas civilizaciones, incluida las de Adán, los jareditas y los nefitas. América también es el lugar donde Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, se le aparecieron a José Smith, inaugurando la última dispensación del evangelio en la tierra antes de la segunda venida del Salvador.

Esta tierra consagrada ha sido puesta bajo el decreto eterno de Dios. Ese decreto está registrado en el sagrado Libro de Mormón, un nuevo testigo de Cristo, en estas palabras: “Porque he aquí, esta es una tierra escogida sobre todas las demás; por tanto, aquel que la posea servirá a Dios o será exterminado, porque es el eterno decreto de Dios…

«He aquí, esta es una tierra escogida, y cualquier nación que la posea se vara libre de la esclavitud, y del cautiverio, y de todas las otras naciones debajo del cielo, si tan solo sirve al Dios de la tierra, que es Jesucristo…» (Éter 2:10, 12).

El notable destino de América también ha sido revelada a los profetas dé Dios. A José Smith, el Señor reveló que «toda América, de norte a sur, es Sión». Además, el Señor decretó que esta tierra fuera, “el sitio dé la Nueva Jerusalén que descendería del cielo…el santo santuario del Señor.”(Éter 13:3) Para servir los propósitos eternos de Dios y prendar esta tierra para Sión, Dios «[ha] establecido la Constitución de este país, por mano de hombres sabios que [levantó] para este propósito mismo, y [redimió] la tierra por el derramamiento de sangre»‘(DyC 101:80).

La Constitución de los Estados Unidos fue ratificada en 1789. El sacerdocio de Dios fue restaurado en 1829. Entre esas dos fechas hay un intervalo de cuarenta años. Tengo la convicción de que Dios, que conoce el fin desdé el principio, proporcionó ese período de tiempo para que la nueva nación pudiera crecer en fuerza para proteger la tierra de Sión.

En la década previa a la restauración del evangelio, muchos países de Sudamérica libraron guerras de independencia para librarse del dominio europeo. Rusia, Austria y Prusia, sin embasto instaron a Francia a ayudar a España y Portugal para restaurar sus monarquías en América del Sur. Este esfuerzo fue rechazad por una proclamación del gobierno de los Estados Unidos, conocida como la Doctrina Monroe. El corazón de la Doctrina Monroe en estas palabras: «Los continentes americanos… de ahora en adelante no deben ser considerados como sujetos de colonización futura por potencia europea alguna».

El Señor había prometido: “fortificare esta tierra contra todas naciones” (2Ne.10:12). El presidente Joseph Fielding Smith dijo que «la fortificación más grande y poderosa en América es la “Doctrina Monroe”…Fue la inspiración del Todopoderoso que descansó sobre John Quincy Adams, Tomos Jefferson y otros estadistas, y que finalmente encontró expresión autorizada en el mensaje de James Monroe al Congreso en el año 1823”. (The Progress Of Man, Salt Lake City: Deseret Book Co., pp. 466–67).

Por lo tanto, en ese periodo de cuatro décadas, los Estados Unidos habían crecido en fuerza suficiente como para poder proporcionar una cuna de libertad para la Iglesia restaurada de Jesucristo.

Pero cada vez que el Dios del cielo revela su evangelio a la humanidad, Satanás, el archienemigo de Cristo, introduce una falsificación. Isaías previo el momento en que una obra maravillosa y un prodigio surgiría entre los hombres.

Isaías también predijo que habría quienes “encubriendo en las profundidades sus designios, y sus obras y sus están en las tinieblas, y dicen: ¿Quién nos ve…? Él vio el tiempo cuando la obra dirá del que la hizo: “No me hizo” (Isaías 29:15-16).

Está bien preguntarse, ¿qué sistema estableció obras secretas de oscuridad para derrocar a las naciones mediante una revolución violenta? ¿Quién proclamó blasfemamente la doctrina atea de que Dios no nos hizo? Satanás trabaja a través de agentes humanos. Solo necesitamos mirar a algunos de los innobles personajes en la historia humana que fueron contemporáneos a la restauración del evangelio para descubrir el cumplimiento de la profecía de Isaías. Me refiero a los infames fundadoras del comunismo y a otros que siguen su tradición.

El comunismo introdujo en el mundo un sustituto de la verdadera religión. Es una falsificación del plan del evangelio. Los falsos profetas del comunismo predicen una sociedad utópica. Esto, proclaman, solo se logrará cuando: se derroque el capitalismo y la libre empresa, se elimine la propiedad privada, se elimine a la familia como unidad social, se eliminen todas las clases, se derroquen todos los gobiernos, y una propiedad comunal de la propiedad—en una sociedad sin clase y sin estado— sea establecida.

Desde 1917, esta falsificación impía del evangelista ha progresado enormemente hacia su objetivo de dominar el mundo. Hoy estamos en una batalla por los cuerpos y las almas del hombre.

Es una batalla entre dos sistemas opuestos: libertad y esclavitud, Cristo y anticristo. La lucha es más trascendental que hace una década, pero hoy la sabiduría convencional dice: “Debes aprender a vivir con el comunismo y renunciar a tus ideas sobre la soberanía nacional”. ¡Dígales eso a los millones —si, a las decenas de millones de personas— que han encontrado la muerte o el encarcelamiento bajo la tiranía del comunismo! Tal sería la sentencia de muerte de la libertad y todo lo que apreciamos. Dios debe tener un pueblo libre para prosperar su obra y lograr Sión.

Soy testigo de naciones y personas privadas de su libertad. Yo estuve ahí. Vi que la gran Cortina de Hierro caía alrededor de las naciones que antes apreciaban su libertad —gente buena—. Estaba horrorizado, ya que estos fueron dados de baja por el golpe de un bolígrafo. Vi a Polonia abaritonada por naciones con una herencia de libertad —Estados Unidos y Gran Bretaña—.

Estuve en Varsovia en junio de 1946. Compartía habitación con otros siete hombres en el Hotel Polonia, el único hotel parciamente intacto en la gran ciudad de Varsovia. Nuestro embajador, Bliss Lane, tenía su oficina en parte del edificio.

Estaba tan triste que renunció y escribió el libro Vi a Polonia traicionada, que detallaba el fracaso de Estados Unidos e Inglaterra de cumplir su promesa de que los polacos tendrían elecciones libres después de la guerra. Vi de primera mano a nuestra gran nación estar presente en el momento de la revolución húngara, cuando los “luchadores por la liberta” con las manos desnudas y las piedras resistieron balas, tanques y artillería.

Confieso que estaba avergonzado por la respuesta de mi país, una nación que creo que el Señor pretendía ser una señal de libertad para todos los demás. La libertad no murió ese día (23 de octubre de 1956) solo para Hungría.  La esperanza murió para muchos en otras naciones cautivas y solo recientemente ha sido revivida por hombres valientes dispuestos a hablar en contra de la opresión.

Desde ese día, he visto a la Unión Soviética, bajo sus líderes impíos, difundir su ideología en todo el mundo. Cada estratagema se usa —comercio, guerra, revolución, violencia, odio, distensión e inmoralidad— para lograr sus propósitos. Muchas naciones están ahora bajo su control opresivo. Más de mil millones de personas, una cuarta parte de la población del mundo, ahora han perdido su libertad y está bajo dominio comunista. Parece que olvidamos que el gran objetivo del comunismo sigue siendo la dominación y el control del mundo, lo que significa la rendición de nuestra libertad, su libertad, nuestra soberanía.

El 3 de julio de 1936, la Primera Presidencia publicó esta advertencia a los miembros de la Iglesia: “El comunismo no es un partido político ni un plan político según la Constitución;  Es un sistema de gobierno que es lo opuesto a nuestro gobierno constitucional…

Dado que el comunismo, establecido, destruiría a nuestro gobierno constitucional americano, apoyar el comunismo es traicionero para nuestras instituciones libres, y ningún ciudadano americano patriótico puede convertirse en comunista o partidario del comunismo… Hacemos un llamado a todos los miembros de la Iglesia para que eviten [rehúyan] el comunismo…

La seguridad de nuestro gobierno constitucional divinamente inspirado y el bienestar de nuestra Iglesia piden imperativamente que el comunismo no tenga lugar en América”. (Firmado: Heber J. Grant, J. Reuben Clark, Jr., David O. McKay, La Primera Presidencia.)

Más recientemente, el presidente Marion G. Romney, en el Mensaje de la Primera Presidencia en la Ensign de septiembre de 1979, escribió: “El comunismo es la falsificación de Satanás para el plan del evangelio, y… es un enemigo declarado del Dios de la tierra. El comunismo es el mayor poder del anticristo en el mundo actual y, por lo tanto, la mayor amenaza no solo para nuestra paz sino también para nuestra preservación como gente libre.

En la medida que lo toleramos nos acomodamos a este, permitimos ser rodeados por sus tentáculos y atraídos hacia él, en esa medida perdemos la protección del Dios de esta tierra, la verdad es que, en gran medida, nos hemos acomodado al comunismo, y nos hemos dejado rodear por sus tentáculos.

Aunque de labios prestamos servicio a la Doctrina Monroe, esto no ha impedido que Cuba se convierta en una base militar soviética, a noventa millas de nuestra costa, ni ha impedido la toma de control de Nicaragua en América Central, la rendición del Canal de Panamá o la infiltración de agentes enemigos dentro de nuestras fronteras americanas.

Nunca antes la tierra de Sión ha parecido tan vulnerable, como las Américas en el presente, ante un enemigo tan poderoso. Y nuestra vulnerabilidad es directamente atribuida a nuestra pérdida de fe activa en el Dios de esta tierra, quien ha decretado que debemos adorarlo o ser barrido. Muchos americanos han pendido de vista la verdad de que Dios es nuestra fuente de libertad —el Legislador— y que la justicia personal es el elemento esencial más importante para preservar nuestra libertad. Entonces, digo con toda la energía de mi alma que, a menos que nosotros, como ciudadanos de esta nación, abandonemos nuestros pecados, políticos y de otro tipo, y volvamos a los principios fundamentales del cristianismo y del gobierno constitucional perderemos nuestras libertades políticas, nuestras instituciones libres, y estaremos en peligro ante Dios.

Ninguna nación que ha guardado los mandamientos de Dios ha perecido jamás, pero les digo que una vez que se pierda la libertad, solo la sangre—sangre humana—, la recupera.

Hay algunas cosas que podemos y debemos hacer a la vez si queremos evitar un holocausto de destrucción.

Primero: debemos volver a adorar al Dios de esta tierra, que es Jesucristo. Él ha prometido que los justos serán preservados por su poder por (1 Ne. 22:17). Pero debemos guardar los mandamientos de Dios. Debemos pagar nuestros diezmos y ofrendas, mantener el día de reposo como un día Santo, permanecer moralmente limpios, ser honestos en todos nuestros tratos y tener nuestras oraciones familiares y personales. Debemos vivir el evangelio.

Segundo: Debemos despertar “a un conocimiento de [nuestra] terrible situación, por motivo de esta combinación secreta que [está] entre [nosotros]…» (Éter 8:24). No debemos tolerar acomodaciones o apaciguamientos hacia el falso sistema del comunismo. Debemos exigir a nuestros funcionarios electos que no solo resistamos el comunismo, sino que tomemos todas las medidas para evitar su intrusión en este hemisferio. Es vital que invoquemos la Doctrina Monroe.

Entonces debemos confiar en Aquel que nos ha prometido su protección, y orar para que intervenga para preservar nuestra libertad tal como intervino para que la obtuviéramos en primer lugar.

Tercero: debemos hacer lo que el Señor nos ordenó por revelación en 1833: “Por tanto, debe buscarse diligentemente a hombres honrados y sabios, y a hombres buenos y sabios debéis esforzaros por apoyar; de lo contrario lo que sea menos que esto del mal procede” (DyC 98:10).

Se debe buscar diligentemente a los hombres sabios, buenos y honestos que sostendrán la Constitución de los Estados Unidos en la tradición de los Padres Fundadores. Esta es nuestra esperanza de restaurar al gobierno a su papel legítimo.

Por último: debemos estudiar la inspirada Constitución e involucrarnos nosotros mismos en  el proceso político. Cito la declaración de la Primera Presidencia que se leyó en las reuniones sacramentales el domingo 1 de julio de 1979: “Alentamos a todos los miembros, como ciudadanos de la nación, participar activamente en el proceso político y apoyar aquellas medidas que fortalecerán a la comunidad, estado y nación, moral, económica y culturalmente”.

Creo plenamente que podemos cambiar las cosas en América si tenemos la determinación, la moralidad, el patriotismo y la espiritualidad para hacerlo. Mi preocupación es la libertad, y el bienestar de mis compatriotas y mi posteridad, la libertad de todos los hombres.

Les testifico que la mano de Dios ha estado en nuestro destino. Testifico que la libertad tal como la conocemos hoy está siendo amenazada como nunca en nuestra historia. Soy testigo adicional de que esta tierra, las Américas, debe ser protegida, su Constitución sostenida, ya que esta es una tierra preordenada para ser la Sion de nuestro Dios. El espera que nosotros, como miembros de la Iglesia y portadores de su sacerdocio, hagamos todo lo posible para preservar nuestra libertad.

Que Dios nos bendiga, que con su ayuda, no dejaremos de cumplir sus propósitos en la tierra. En el nombre de Jesucristo, Amén.

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1 Response to Un testigo y una advertencia

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    debemos de cuidarnos mucho del comunismo que a tomado mucha fuerza en estos ultimos tiempos, se han metido en los gobiernos y estan distorcionando nuestra hermosa libertad

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