Una Guía para el Buscador sobre los Relatos
Históricos de la Primera Visión de José Smith
por Steven C. Harper
Steven C. Harper era profesor de historia y doctrina de la Iglesia en la Universidad Brigham Young cuando se escribió este artículo.
La Primera Visión de José Smith puede ser la teofanía —o visión de Dios— mejor documentada de la historia. El registro histórico conocido incluye cinco relatos distintos en ocho declaraciones (tres de ellas casi idénticas) dentro de los documentos de José, además de algunos relatos indirectos registrados por personas que escucharon a José contar su experiencia.
Los críticos argumentan que los múltiples relatos de la visión de José Smith son inconsistentes entre sí o con los hechos históricos, y ven en ellos una historia en evolución que se vuelve más elaborada con el tiempo. Sin embargo, la misma evidencia respalda una perspectiva más fiel que considera que la visión de José está bien documentada y con gran riqueza de detalles. Los múltiples relatos no obligan a nadie a descreer de José Smith. Para algunos, la abundante documentación de la Primera Visión es una razón válida para creer en su testimonio.
Es fundamental reconocer que solo José Smith sabía si realmente experimentó una visión de Dios y Cristo en el bosque en 1820. Él fue el único testigo de lo que sucedió. Sus propias declaraciones constituyen la única evidencia directa; todas las demás son relatos de segunda mano. Dado lo que está en juego, los relatos de José han sido examinados y cuestionados minuciosamente. ¿Son creíbles? Para responder a esa pregunta de manera satisfactoria, los buscadores de la verdad necesitan conocer toda la evidencia y analizarla por sí mismos, sin depender de nadie más.
Desde hace varias décadas, la Iglesia y diversos estudiosos han publicado y difundido reiteradamente los relatos conocidos de la Primera Visión de José Smith. Además, las imágenes de los documentos que contienen sus propias declaraciones están disponibles en la colección seleccionada de los archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. A pesar de estos esfuerzos, relativamente pocas personas han llegado a conocer estos documentos históricos fundamentales y su contenido. Los críticos, especialmente con la omnipresencia del internet, explotan esa falta de conocimiento para tratar de socavar la fe en la visión. La mejor manera de contrarrestar esto es estudiar detenidamente los relatos que José nos dejó.
Cada uno de los relatos tiene su propia historia. Cada uno fue creado en circunstancias que influyeron en lo que dice, en cómo se registró y, por lo tanto, en cómo nos ha llegado. Todos los relatos tienen omisiones y lagunas, pero cada uno añade detalles y profundidad.
Por ejemplo, en su relato más antiguo (1832), José describió una experiencia profundamente personal. Usando el lenguaje de los avivamientos religiosos de la época, explicó que llegó a sentirse “convencido de [sus] pecados”, pero no encontraba un lugar donde recibir el perdón, pues “no había sociedad o denominación que estuviera edificada sobre el evangelio de Jesucristo tal como está registrado en el Nuevo Testamento, y sentí que debía lamentar mis propios pecados”. En este relato, describe cómo el Señor se le apareció, lo llenó “con el Espíritu de Dios” y le dijo: “José, hijo mío, tus pecados te son perdonados”. Este relato enfatiza la Expiación de Cristo y la redención personal que José recibió. De su puño y letra, escribió que, como resultado de la visión, “mi alma se llenó de amor y durante muchos días pude regocijarme con gran gozo y el Señor estuvo conmigo”.
Tres años después, en 1835, un visitante excéntrico del Este preguntó a José sobre su experiencia, y su escriba registró parte de la respuesta en su diario. En este relato, José presentó la visión como el primer evento de una serie que lo llevó a la traducción del Libro de Mormón. Destacó la oposición que sintió en la arboleda y cómo hizo “un intento infructuoso de orar”, pues no pudo hablar hasta que se arrodilló y recibió fortaleza. En este relato, José menciona que una persona divina apareció en una columna de fuego, seguida poco después por otra. Añadió como un pensamiento adicional: “Vi a muchos ángeles en esta visión”, y señaló: “Tenía aproximadamente 14 años cuando recibí esta primera comunicación”.
Una semana después, José relató la visión a otro interlocutor, aunque su escriba solo registró que José le dio a esa persona un relato de su “primera visitación de ángeles”, sin describir en detalle la visión en sí. Ambos relatos de 1835 también fueron incorporados en un borrador de la historia de José.
José Smith publicó dos relatos de la visión durante su vida. El primero en ser escrito y el más conocido se encuentra en la historia manuscrita de José, redactada entre 1838 y 1839, antes de ser publicada en el periódico de la Iglesia en 1842. Actualmente, este relato está incluido en La Perla de Gran Precio.
El primer relato en ser publicado fue la respuesta de José a la solicitud de John Wentworth, editor del Chicago Democrat, quien pidió un “resumen del origen, progreso, persecución y fe de los Santos de los Últimos Días” como material de referencia para un amigo, George Barstow, quien estaba escribiendo una historia de New Hampshire. El manuscrito original de este relato se ha perdido. Se cree que muchos de los documentos de Wentworth fueron destruidos en el incendio de Chicago de 1871, y no hay evidencia de que Barstow haya utilizado el relato de José. Sin embargo, José lo hizo imprimir en marzo de 1842 en el periódico de la Iglesia, Times and Seasons, convirtiéndolo en el primer relato de la Primera Visión publicado en los Estados Unidos.
José y su escriba Frederick Williams escribieron el relato más antiguo una década antes de que estos dos relatos fueran publicados. Los historiadores de la Iglesia llevaron este documento a través de las llanuras hasta Utah, pero permaneció desconocido para los Santos de los Últimos Días hasta que Paul Cheesman lo publicó en su tesis de maestría en 1965. De manera similar, los dos relatos que el escriba de José, Warren Parrish, escribió en su diario en noviembre de 1835 —y que posteriormente fueron copiados en un borrador de su historia— fueron en gran medida desconocidos para los Santos de los Últimos Días hasta que historiadores de la Iglesia los publicaron a finales de la década de 1960.
También existen algunos relatos contemporáneos de segunda mano, es decir, escritos por personas que escucharon a José describir su visión. Orson Pratt escribió uno de estos relatos y lo publicó en Escocia en 1840 bajo el título A[n] Interesting Account of Several Remarkable Visions. Su relato refleja pasajes de las narraciones anteriores de José y anticipa elementos que aparecen en relatos posteriores. Orson Pratt debió haber tenido acceso a los relatos de José, ya sea de manera directa, en persona, o a través de documentos de los relatos previos a 1840 (o ambas cosas), y posiblemente a un documento desconocido que anticipaba la carta de Wentworth de 1842. Alternativamente, la propia versión de Orson Pratt sobre la visión pudo haber influido en el relato contenido en la carta de Wentworth. Ambos relatos comparten frases similares.
El relato de Pratt sobre la visión es el más detallado entre los relatos en tercera persona. Otros relatos de segunda mano incluyen la primera publicación traducida de un relato de la Primera Visión: la versión publicada en alemán por Orson Hyde en 1842, que es muy similar a la de Orson Pratt. Levi Richards escribió en su diario sobre la ocasión en que escuchó a José relatar la visión en junio de 1843. David Nye White, editor del Pittsburgh Weekly Gazette, también escribió en su periódico sobre su entrevista con José en agosto de 1843, en la que este le contó sobre la visión. Alexander Neibaur, un converso alemán al mormonismo, registró en su diario que escuchó a José relatar la visión en mayo de 1844, apenas un mes antes de su muerte.
Todos los relatos de José, así como los relatos de segunda mano, han sido publicados junto con análisis académicos en The Joseph Smith Papers y en los dos primeros capítulos del libro Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844.
Los diversos relatos de José narran de manera coherente una historia de angustia adolescente seguida de una visión celestial consoladora, una teofanía. Sin embargo, es un hecho que los relatos varían en su énfasis y discrepan en algunos puntos.
En 1832, José declaró que “el Señor abrió los cielos ante mí y vi al Señor”, lo que podría referirse a dos seres celestiales, llamando a cada uno el Señor, aunque no describe explícitamente a dos personajes como lo hacen sus relatos posteriores. Su relato de 1835 menciona que vio a un personaje divino y luego a otro, así como a “muchos ángeles”. En un relato, José llamó a la experiencia su “primera visitación de ángeles”, como se mencionó anteriormente; en otro, dijo que “vio a dos personajes gloriosos”.
Los relatos de 1835 y 1838 enfatizan la oposición de un poder invisible, mientras que los demás no mencionan esa parte de la experiencia. En el relato de 1832, el escriba de José, Frederick Williams, insertó una frase indicando que José tenía dieciséis años cuando tuvo la visión, mientras que sus relatos de 1835 y 1842, así como un relato de segunda mano de 1843, afirman que tenía “aproximadamente 14” años. Su relato de 1838 especifica que ocurrió “en [su] decimoquinto año”, es decir, cuando tenía catorce años.
Estos son los hechos objetivos; sin embargo, su significado es interpretado de diferentes maneras según la perspectiva de cada persona. Los intérpretes escépticos concluyen que José es poco fiable, quizás incluso manipulador. En cambio, los intérpretes creyentes consideran que las diferencias en los relatos tienen sentido dentro del contexto en el que José recordó y relató la experiencia, así como en función de las diversas circunstancias en las que sus relatos fueron comunicados, registrados y transmitidos.
Dos escritores, Fawn Brodie y Wesley Walters, han influido en gran medida en las interpretaciones escépticas de la Primera Visión de José Smith. Ellos fueron los primeros en articular las críticas que posteriormente otros adoptaron, publicaron y que hoy circulan ampliamente.
Las interpretaciones críticas de la visión de José comparten un método hermenéutico o explicativo común. Suponen cómo una persona en la posición de José debería haber actuado si su historia fuera verdadera y luego muestran que sus relatos varían con respecto a ese escenario asumido. A veces, también postulan una explicación alternativa a la que José mismo ofreció.
En la primera edición de su biografía de José, Fawn Brodie citó su historia de 1838, la misma que aparece en La Perla de Gran Precio. Sin embargo, no utilizó el relato del diario de José de 1835 ni el relato de 1832, que en ese momento aún no se habían descubierto. Como resultado, Brodie concluyó que nadie había hablado de la visión entre 1820 y aproximadamente 1840. Para ella, esto significaba que José había inventado la visión “cuando surgió la necesidad de una tradición magnífica”.
Cuando se descubrieron y publicaron los relatos de 1832 y 1835, Brodie no modificó sus suposiciones al revisar su biografía de José. No reconsideró su interpretación a la luz de la nueva evidencia que mostraba que José había escrito y hablado abiertamente sobre la visión en varias ocasiones antes de 1838. En lugar de eso, simplemente sustituyó 1834 por 1830 en la frase sobre la visión: “Pudo haber sido una simple invención, creada en algún momento después de 1830, cuando surgió la necesidad de una tradición magnífica”. Además, señaló las diferencias en los detalles entre los relatos, sugiriendo que sus inconsistencias eran prueba de que José había embellecido e inventado la historia.
Wesley Walters era un ministro presbiteriano. A partir de la década de 1960, publicó artículos en los que afirmaba que no hubo un avivamiento religioso en Palmyra, Nueva York, en la primavera de 1820, y que, por lo tanto, la afirmación de José de haber sido influenciado por tal fervor religioso debía ser falsa.
Los historiadores de la Primera Visión han reconocido a Walters por haberlos motivado a investigar el contexto de los relatos de José Smith, pero lo critican por forzar su tesis. Los relatos de José no afirman que el avivamiento religioso se centrara en Palmyra, como argumenta Walters. En cambio, José ubicó la “inusual agitación sobre el tema de la religión” en los alrededores de Manchester, Nueva York, y utilizó un término metodista para describir un alcance geográfico más amplio que la enfatizada localidad de Palmyra. José dijo que “todo el distrito del país parecía verse afectado” por el avivamiento (José Smith—Historia 1:5, énfasis añadido). Para los metodistas del siglo XIX, un distrito era algo similar a lo que en la actualidad los Santos de los Últimos Días llamarían una estaca o los católicos una diócesis.
No es difícil empatizar con Fawn Brodie o Wesley Walters. Brodie fue criada como Santo de los Últimos Días, pero decidió abandonar la fe. Para ella y para otros que piensan de manera similar, ese proceso de reorientación doloroso requería una reinterpretación de la Primera Visión de José Smith. Walters, por su parte, tenía mucho en juego. En su relato más definitivo de la visión, José cuenta que le dijo a su madre: “He aprendido por mí mismo que el presbiterianismo no es verdadero”. También citó al Salvador diciendo que los credos cristianos “eran una abominación” (José Smith—Historia 1:19–20).
Los Santos de los Últimos Días que se sienten a la defensiva ante los intentos de Walters por desacreditar la visión deberían ser capaces de empatizar con su reacción ante el testimonio de José. En cierto sentido, su compromiso decidido y duradero con su causa es admirable. Sin embargo, tanto los críticos como algunos creyentes carecen de la mentalidad abierta que los buscadores de la verdad intentan cultivar en su esfuerzo por conocer la veracidad de los relatos de José.
La certeza preconcebida de los críticos de que la visión nunca ocurrió tal como José la describió les impide explorar la variedad de posibilidades que ofrecen los documentos históricos. Todos los relatos escépticos comparten un enfoque hermenéutico común, a menudo llamado hermenéutica de la sospecha. En términos sencillos, significa que no se cree en lo que se está escuchando.
Un historiador (que no cree en José Smith) afirmó que no podía confiar en los relatos de la visión porque eran subjetivos y que su tarea era averiguar lo que realmente sucedió. ¿Por qué medio pretende este historiador descubrir lo que realmente ocurrió si no está dispuesto a confiar en el único testigo presencial? Tales historiadores se atribuyen a sí mismos habilidades casi divinas para conocer la verdad. Parecen no darse cuenta de la profunda ironía de que, al descartar la subjetividad de los testigos históricos, simplemente la reemplazan con su propia subjetividad. Su método es subjetividad al cuadrado.
Les guste o no, están limitados a los documentos históricos. Sin embargo, descartan las lecturas más claras de esos documentos en favor de interpretaciones escépticas. Reducen drásticamente las interpretaciones posibles al partir de la premisa de que las descripciones de José no pueden ser ciertas. Cuando se descubrió el relato de 1832 en la década de 1960, lo que abría nuevas posibilidades interpretativas para Brodie, ella no respondió con una disposición a considerar que José podría estar diciendo la verdad. En su lugar, simplemente acomodó la nueva evidencia dentro de su conclusión previa.
De manera similar, el descubrimiento de una cantidad considerable de evidencia sobre avivamientos religiosos en Palmyra y sus alrededores, especialmente en la región que José describió, no alteró el argumento que Wesley Walters continuó sosteniendo. Sin importar la evidencia que saliera a la luz, la interpretó según su conclusión original. Eligió no considerar las posibilidades disponibles para aquellos que se acercan a los relatos de José con el deseo genuino de descubrir si podría estar diciendo la verdad.
Incluso hoy en día, a pesar de los muchos hallazgos, algunos escépticos siguen repitiendo con satisfacción la tesis de Walters de que el relato de 1838 de José es anacrónico o está fuera de orden histórico, pues hace mucho tiempo concluyeron que no ocurrió ninguna agitación religiosa inusual que pudiera haber catalizado la visión, como sugiere el relato de 1838. Sin embargo, hay evidencia de que un avivamiento intenso sacudió Palmyra en 1816–1817, cuando José se trasladó allí con su familia. Esto podría haber influido en la descripción de José en 1832, cuando relató que su mente comenzó a preocuparse seriamente por el bienestar de su alma “alrededor de los doce años”.
Alrededor de 1818, la familia de José compró una granja en Manchester, a pocos kilómetros al sur de Palmyra. Un ministro metodista escribió en su diario que asistió a una reunión campestre en Palmyra en junio de ese año. Al verano siguiente, los metodistas de la Conferencia de Genesee se reunieron en Vienna (hoy Phelps), Nueva York, a poca distancia de la granja Smith. El reverendo George Lane y decenas de otros predicadores participaron. Un asistente recordó el resultado como un “ciclón religioso que barrió toda la región”.
El contemporáneo de José y conocido suyo, Orsamus Turner, recordó que José se dejó llevar por un “destello de fuego metodista” en una reunión cerca del camino a Vienna. Además, un periódico de Palmyra documentó un avivamiento en junio de 1820, que tal vez no sea demasiado tarde para calificarlo como “principios de la primavera”, dado que el 28 de mayo aún nevaba copiosamente. Los diarios del ministro metodista Benajah Williams muestran que los metodistas y otros grupos religiosos estuvieron muy activos en el distrito de José durante todo este tiempo. Recorrieron el campo y organizaron reuniones campestres para ayudar a personas sin afiliación religiosa, como José, a encontrar su fe.
Los relatos de José son coherentes con esta evidencia. Él afirmó que la “inusual agitación religiosa” en su distrito o región “comenzó con los metodistas” y que llegó a sentirse “algo inclinado” hacia el metodismo (José Smith—Historia 1:5–8).
La tesis de Walters, aunque defendida con vehemencia y aceptada sin cuestionamientos por algunos, ya no parece sostenible ni defendible.
De manera similar, algunas partes de la tesis de Fawn Brodie ya no resultan tan convincentes como antes. La evidencia que analizó en la segunda edición de su biografía la llevó a concluir que José embellecía su relato cada vez que lo contaba, hasta que finalmente se convirtió en la versión canonizada de 1838. Sin embargo, los relatos posteriores no siguen un patrón de mayor extensión, detalle o elaboración progresiva. En lugar de eso, algunos regresan a un estilo más simple y conciso, parecido a los relatos anteriores de José.
Esta evidencia puede interpretarse como una indicación de que José intentó hacer de su relato de 1838 una versión definitiva y desarrollada para su publicación, mientras que otros relatos menos detallados, incluyendo algunos posteriores a 1838, fueron creados para diferentes propósitos. Algunos fueron contados espontáneamente y registrados más tarde por personas que los escucharon y los escribieron de memoria.
Para aquellos que eligen leer los relatos de José con la hermenéutica de la sospecha, la interpretación más común sigue siendo que José elaboró su relato a partir de “algún sueño medio recordado” o que simplemente inventó la visión de manera “totalmente ficticia”. Sin embargo, esas no son afirmaciones históricas, sino interpretaciones escépticas del hecho de que José relató haber visto una visión.
Existen otras formas de interpretar ese hecho. De hecho, todos los académicos que han estudiado los relatos de la visión durante décadas y han escrito los artículos más influyentes y el primer libro académico sobre el tema comparten lo que uno de ellos describió como una hermenéutica de la confianza.
Si alguien comparte las mismas suposiciones que los escépticos sobre lo que significan los hechos, inevitablemente llegará a las mismas conclusiones. Pero si uno mantiene una mente abierta, es posible encontrar otros significados para esos mismos hechos. El peligro de la mentalidad cerrada es tan real para los creyentes como para los escépticos.
Muchos creyentes, al igual que los escépticos, parecen comenzar con ideas preconcebidas en lugar de una disposición genuina a seguir a donde los relatos de José los lleven. Podrían asumir, por ejemplo, que José le contó a su familia sobre la visión inmediatamente después de tenerla o que la escribió de inmediato; que siempre entendió perfectamente todas sus implicaciones y las expresó con total coherencia a lo largo de los años; que siempre recordaría o relataría la historia de la misma manera; o que el relato siempre se registraría y se transmitiría sin cambios. Sin embargo, ninguna de estas suposiciones está respaldada por la evidencia.
Algunos creyentes se convierten en escépticos rápidamente cuando descubren los diversos relatos y se dan cuenta de que sus expectativas sobre lo que debería haber sucedido si José decía la verdad no coinciden con el registro histórico.
Existe, sin embargo, un enfoque alternativo para analizar la evidencia. Es un enfoque humilde, creyente y plenamente informado. No parte de la premisa de que ya se sabe cómo José debió haber respondido a una visión celestial o cómo debió haberla relatado. En lugar de eso, permite que los propios relatos de José moldeen esa comprensión.
Este es el método histórico. Es el método que emplean los eruditos creyentes que estudian todos los relatos y el contexto en el que José vivió y los escribió o relató. Uno de esos eruditos, Richard L. Bushman, escribió: Detrás del evento más simple hay motivos complejos y múltiples hilos de hechos entrelazados que recibirán distintos énfasis en diferentes relatos. En todos los relatos sobre sus primeras experiencias religiosas, por ejemplo, José menciona la búsqueda de la iglesia verdadera y el deseo de recibir el perdón. En algunos relatos enfatiza un aspecto, en otros el otro.
De manera similar, en el relato más antiguo de la Primera Visión, atribuye su pregunta sobre las iglesias a su estudio personal; en la versión más conocida, escrita en 1838 o 1839, menciona el avivamiento y las disputas religiosas como el catalizador de su inquietud. Los motivos para modificar ciertos aspectos del relato suelen estar relacionados con cambios en las circunstancias inmediatas. Sabemos que José sufrió ataques a su carácter alrededor de 1834. Como le dijo a Oliver Cowdery cuando estaban a punto de publicarse las cartas sobre sus primeras experiencias, sus enemigos habían exagerado su honesta confesión de culpa hasta convertirla en una admisión de crímenes escandalosos. No es de extrañar que después de eso restara importancia a su oración por el perdón en los relatos de la visión.
Estos cambios no son evidencia de incertidumbre sobre los eventos, como sugiere Walters, como si José estuviera fabricando nuevas partes de la historia año tras año. Es un error tratar de explicar cada variación como el resultado de un esfuerzo calculado por parte de José para fabricar un relato convincente. Se esperaría que incluso la historia más simple y verdadera tuviera variaciones con el tiempo.
Varios estudiosos han leído los relatos de José con una hermenéutica de confianza y los encuentran coherentes en los aspectos fundamentales. No son personas ingenuas. Entre ellos hay historiadores formados en universidades de la Ivy League, autores de libros galardonados que han estudiado los documentos y su contexto durante décadas.
Estos estudiosos están abiertos a las posibilidades históricas. Por ejemplo, José pudo haber combinado intencionada o inconscientemente ciertos eventos. Esta compresión o difuminación es común cuando las personas recuerdan y relatan sus historias. Es posible que José haya tenido dificultades para recordar con precisión cuándo ocurrió la visión y, por lo tanto, cuántos años tenía en ese momento. Algunos de sus relatos usan la palabra aproximadamente para describir su edad, la fecha en que su padre se mudó a Palmyra, el momento en que se establecieron en la granja de Manchester u otros detalles de la historia.
Como todos nosotros, José pudo haber mezclado información de su memoria episódica explícita (el tipo de memoria que recuerda conscientemente eventos pasados) con la memoria semántica (el tipo de memoria que sabe lo que sabe sin recordar cómo lo sabe, como cuando recordamos nuestro nombre o número de teléfono).
La visión fue una experiencia de José y, por lo tanto, sus relatos son inevitablemente subjetivos. Toda memoria lo es. Como escribió uno de los principales expertos en el estudio de la memoria: “Los recuerdos son registros de cómo hemos experimentado los eventos, no réplicas exactas de los eventos en sí mismos”.
Si dos personas hubieran presenciado la visión juntas, sus recuerdos serían independientes y diferentes. Cada una la recordaría de manera ligeramente distinta de la otra y de forma ligeramente distinta cada vez que la recordaran. Sus recuerdos serían una mezcla del pasado y el presente, es decir, cualquier pensamiento que tuvieran en el momento presente al recordar la visión influiría en la naturaleza de ese recuerdo.
Un estudioso de la memoria escribió que “así como la percepción visual del mundo tridimensional depende de combinar la información de ambos ojos, la percepción en el tiempo—recordar—depende de combinar la información del presente y del pasado”.
Otro estudioso utilizó la misma analogía. Explicó que “recordar algo simplemente no tiene significado a menos que la imagen recordada se combine con un momento en el presente que ofrezca una vista del mismo objeto o de los mismos objetos. Como nuestros ojos, nuestra memoria debe ver doble; estas dos imágenes luego convergen en nuestra mente en una única realidad intensificada”.
Otro experto en memoria llama a esta realidad intensificada insight y reconoce que “puede sonar un poco mágico”. El historiador Richard Bushman describió este proceso de encontrar insight en la memoria: “Cuando tenemos una experiencia extraña, algo nuevo, tenemos que comprenderla en términos de lo que ya conocemos. Los eventos y experiencias no llevan su significado en la superficie. Tenemos que buscar en el inventario de ideas que poseemos para dar sentido a lo que nos ha ocurrido. Así que [José tuvo] que ampliar sus inventarios […] para dar sentido a una experiencia que había tenido antes”.
Algunas personas suponen que cualquiera que haya tenido una experiencia celestial no podría olvidar la fecha o su edad en el momento de la visión, pero ¿quién está calificado para hacer tal suposición? ¿Cómo puede alguien saber con certeza cómo una persona responde o recuerda una visión celestial?
Aquellos que adoptan la hermenéutica de la confianza no prejuzgan la cuestión, sino que escuchan atentamente a José con una mente abierta y toman una decisión informada sobre la veracidad de sus relatos.
Uno de los que hicieron esto fue el erudito literario Arthur Henry King. Él escribió: Cuando leí por primera vez la historia de José Smith, quedé profundamente impresionado. No estaba predispuesto a impresionarme. Como especialista en estilística, he pasado mi vida sin dejarme impresionar fácilmente. Así que cuando leí su relato, pensé para mí mismo: esto es algo extraordinario. Es un relato sorprendentemente sobrio y directo. Este hombre no está tratando de persuadirme de nada. No siente la necesidad de hacerlo. Está relatando lo que le sucedió, y lo hace sin entusiasmo excesivo, sino de una manera bastante objetiva. No está tratando de hacerme llorar ni de provocar una reacción emocional intensa. Eso me impactó, y eso comenzó a construir mi testimonio, porque pude ver que este hombre estaba diciendo la verdad.
Muchas personas que escuchan o leen uno o más de los relatos de José llegan a la misma conclusión. Otros, por supuesto, no.
Por lo tanto, no son los hechos históricos ni los relatos de la visión los que determinan automáticamente la conclusión que cada persona saca sobre el evento. Creer o no en una de las teofanías mejor documentadas de la historia es, en última instancia, una decisión consciente e individual.
Cada persona debe decidir si confiar o desconfiar del registro histórico dejado por José Smith. Esa decisión revela mucho más sobre los juicios subjetivos de quien la toma que sobre la veracidad de las afirmaciones que José hizo en sus documentos históricos.

























