Ven, sígueme – Doctrina y Convenios 49-50

Ven, sígueme
Doctrina y Convenios 49-50
19 – 25 mayo: “Lo que es de Dios es luz”


Doctrina y Convenios 49-50
Contexto Historico


A inicios de 1831, poco tiempo después de que los primeros santos se establecieran en Ohio, la joven Iglesia de Jesucristo enfrentaba una serie de desafíos doctrinales y espirituales. Muchos conversos provenientes de otras denominaciones religiosas —como los shakers, los campbellitas y otros grupos de restauración— traían consigo diversas creencias e interpretaciones. Entre ellos, algunos habían aceptado el mensaje del Evangelio restaurado, pero no abandonaban del todo sus antiguas prácticas o doctrinas. En este contexto de fervor religioso y confusión doctrinal, se dieron las revelaciones que hoy conocemos como las secciones 49 y 50.

Sección 49 – Los shakers y la corrección doctrinal
En marzo de 1831, el Señor reveló la sección 49 como respuesta a las preocupaciones de varios líderes de la Iglesia sobre un grupo religioso conocido como los shakers (o La Sociedad Unida de Creyentes en la Segunda Aparición de Cristo), asentados en el área de North Union, Ohio. Este grupo creía que Cristo ya había regresado en la forma de Ann Lee, una mujer británica que emigró a Estados Unidos y predicó el celibato, la abstinencia y el rechazo al matrimonio. También creían que los sacramentos no eran necesarios, y practicaban rituales extáticos.

Tres élderes —Sidney Rigdon, Parley P. Pratt y Leman Copley (quien había sido shaker antes de unirse a la Iglesia)— fueron llamados por revelación para predicar el Evangelio verdadero a los shakers. Leman Copley, aunque se había unido a la Iglesia, todavía simpatizaba con las creencias de su antigua comunidad, por lo que esta revelación (DyC 49) fue una forma de establecer con claridad los principios doctrinales verdaderos sobre el matrimonio, la carne para el consumo humano, el bautismo, y el verdadero papel del Salvador. A pesar de la predicación de estos misioneros, los shakers no aceptaron el mensaje.

Sección 50 – El discernimiento espiritual en tiempos de confusión
Al mismo tiempo, la Iglesia enfrentaba manifestaciones espirituales desordenadas. Algunos miembros caían en supuestos trances, emitían ruidos ininteligibles o se comportaban de manera errática, creyendo que estaban siendo movidos por el Espíritu. Este tipo de experiencias confundía a los conversos y perturbaba el crecimiento espiritual del grupo. El profeta José Smith, preocupado, oró para recibir guía, y en mayo de 1831 recibió la revelación conocida como la sección 50.

Esta sección proporciona principios fundamentales para discernir entre el verdadero Espíritu de Dios y los espíritus falsos o engañosos. El Señor enseñó que todo lo que invita al hombre a acercarse a Cristo es de Dios, y que todo aquello que no lo hace, no proviene de Él. Además, enfatizó que los líderes del sacerdocio deben enseñar por el poder del Espíritu Santo y que aquellos que lo reciben pueden distinguir la verdad.

Las secciones 49 y 50 surgen en medio de una Iglesia aún joven, donde las influencias externas, las creencias pasadas y la falta de experiencia causaban confusión. Estas revelaciones fueron dadas para establecer orden, clarificar doctrina y proteger a los santos de los engaños espirituales, permitiéndoles progresar en unidad y con un entendimiento más claro del Evangelio restaurado.


Doctrina y Convenios 49; 50:24
Jesucristo quiere que yo acepte las verdades de Su Evangelio.


Aquí tienes un análisis doctrinal de Doctrina y Convenios sección 49, que se centra en corregir falsas creencias religiosas y afirmar verdades fundamentales del Evangelio restaurado, en particular en relación con el grupo de los shakers:

1. Cristo vendrá otra vez — no ha venido aún (vv. 6–7, 22)
Uno de los errores fundamentales de los shakers era la creencia de que Jesucristo ya había regresado en la forma de Ann Lee. El Señor refuta esta doctrina con claridad. Asegura que Él mismo vendrá en poder y gloria, y no de manera secreta ni por medio de otra persona. Esto reafirma el principio de la Segunda Venida literal y gloriosa de Cristo, en contraste con ideas místicas o figurativas.

2. La doctrina del matrimonio y la importancia de la familia (v. 15)
Los shakers promovían el celibato como una forma superior de vida espiritual, rechazando el matrimonio. El Señor enseña que esto es un error: el matrimonio es ordenado por Dios, y es la vía legítima para procrear y cumplir el mandamiento divino de multiplicarse y llenar la tierra. Este principio tiene profundas implicaciones en la teología SUD sobre la familia eterna y el plan de salvación.

3. Uso correcto de la creación: comida y carne (vv. 18–21)
Otra práctica shaker era la abstinencia de carne por razones espirituales. En esta sección, el Señor declara que los animales fueron creados para beneficio del hombre, y que su uso, con gratitud y moderación, es apropiado. Esta enseñanza va en contra de una espiritualidad ascética que niega el valor de lo material, y en cambio afirma que la creación de Dios es buena cuando se usa con gratitud y sabiduría.

4. La necesidad del bautismo y del orden del Evangelio (vv. 11–14)
El Señor deja claro que el bautismo es esencial para entrar en el reino de Dios, lo cual contradice la creencia shaker de que los sacramentos no eran necesarios. Además, enseña que el orden del Evangelio incluye apóstoles, profetas, y revelación continua, lo cual reafirma la estructura revelada de Su Iglesia.

5. La agencia y la justicia de Dios (v. 8)
El versículo 8 indica que Dios ha mandado a todos los hombres a arrepentirse, pero no los ha obligado. Esto destaca el principio del albedrío, un componente esencial del plan de salvación. Aunque Dios llama al arrepentimiento, respeta la libertad de cada persona para escoger, y habrá consecuencias según esas elecciones.

6. Advertencia contra doctrinas falsas (v. 23)
El Señor advierte que muchos serán engañados por doctrinas incorrectas y tradiciones humanas. Este versículo es una invitación a discernir por medio del Espíritu Santo y a aferrarse a las enseñanzas verdaderas reveladas por los profetas vivientes.

Doctrina y Convenios 49 es una revelación que corrige desviaciones doctrinales comunes en el siglo XIX, pero que sigue siendo relevante hoy. Defiende la verdad de la venida futura de Cristo, el valor del matrimonio, la legitimidad del uso de los recursos naturales con gratitud, y la necesidad de las ordenanzas del Evangelio. A la vez, reafirma el principio de la revelación moderna y la importancia de seguir al profeta y al orden divinamente establecido de la Iglesia.

Esta sección enseña que las verdades del Evangelio no solo guían a los creyentes, sino que protegen contra el engaño espiritual y conducen a una vida de gozo, orden y propósito eterno.

¿Qué enseñó el Señor en la sección 49 para corregir las creencias de los tembladores (shakers)?
El Señor corrigió varias de sus doctrinas erróneas al revelar principios claros y eternos:

Cristo vendrá otra vez (v. 22): Refutó la idea de que Jesucristo ya había venido en la forma de Ann Lee. Enseñó que su Segunda Venida será futura, gloriosa y literal.

El matrimonio es ordenado por Dios (v. 15): Corrigió la creencia de que el celibato es espiritualmente superior. Aclaró que el matrimonio no solo es aceptable, sino sagrado y parte del plan de Dios.

La carne es para el uso del hombre (vv. 18–21): Los shakers evitaban comer carne. El Señor enseñó que los animales fueron creados para el beneficio del hombre, con gratitud y moderación.

El bautismo es esencial (vv. 11–14): Afirmó que nadie puede ser salvo sin arrepentirse y ser bautizado por la debida autoridad.

La verdad debe recibirse por el Espíritu Santo (v. 12): Recalcó la necesidad de buscar y aceptar la verdad por medio de la revelación y el testimonio del Espíritu.

¿Qué evidencia ves en esa revelación de Su amor y preocupación por las personas que no tienen la plenitud de Su verdad?
El hecho de que el Señor revelara una sección específica para un grupo pequeño con creencias erróneas es evidencia de Su amor personal y profundo. Él no los ignora ni los condena sin más, sino que:

  • Les envía misioneros específicos (Sidney Rigdon, Parley P. Pratt y Leman Copley).
  • Les habla con claridad y respeto, enseñándoles la verdad y llamándolos al arrepentimiento.
  • Muestra que la invitación al Evangelio es universal y que desea que todos lleguen al conocimiento de la verdad (v. 6).

Este cuidado es prueba de que Dios ama a todos Sus hijos, incluso a los que están sinceramente equivocados, y busca redimirlos pacientemente.

¿Cómo puedes comunicarte con ellas con amor y preocupación?
Para comunicarme con quienes no tienen la plenitud del Evangelio, puedo seguir el ejemplo del Señor:

  • Escuchar con respeto, sin atacar sus creencias.
  • Buscar puntos en común y edificar desde ahí.
  • Compartir con humildad mi propio testimonio, en lugar de imponerlo.
  • Orar por ellos y pedir guía para saber cuándo y cómo hablar.
  • Ser paciente y constante, recordando que la conversión es un proceso personal y espiritual, no una victoria argumentativa.

El amor cristiano se demuestra mejor en la compasión, la amistad sincera y el ejemplo de vida.

¿Qué te llama la atención de la observación del Señor que se encuentra en el versículo 2?
“…muchos hay que están en mi iglesia que no conocen el corazón de ella…”

Esta observación me impacta porque sugiere que no basta con ser miembro de la Iglesia; es necesario entender su propósito central: traer almas a Cristo. Es como ver solo una parte de una película: se puede malinterpretar todo si no se tiene la visión completa. Uno puede asistir a las reuniones, participar en actividades, incluso servir, y aún así no captar el corazón del Evangelio: Jesucristo, Su expiación, Su amor redentor y Su invitación al discipulado verdadero.

¿Cómo se relaciona esta advertencia con Doctrina y Convenios 50:24?
“El que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz; y esa luz se hace más brillante hasta el día perfecto.”

Ambos versículos se complementan. El versículo 2 de DyC 49 nos alerta sobre la superficialidad espiritual, mientras que DyC 50:24 nos ofrece una esperanza activa: si buscamos la luz con sinceridad y permanecemos en Dios, recibiremos más entendimiento, claridad y conversión.

La clave es buscar, recibir y actuar según la luz recibida. A medida que lo hago, mi visión espiritual se amplía, mi comprensión se profundiza y mi conexión con Cristo se fortalece.

El Señor desea una Iglesia con miembros que comprendan Su corazón, que vean con ojos espirituales y que vivan Su Evangelio con amor y luz. Ser uno de ellos exige más que participación superficial: demanda transformación del alma. Cada día, al buscar revelación personal, al estudiar las Escrituras y al vivir con intención, puedo recibir más luz y acercarme al corazón mismo del Evangelio.

Aquí tienes una reflexion y fundamentadas a las preguntas basadas en el mensaje del élder Ulisses Soares, “En colaboración con el Señor” (Conferencia General, noviembre de 2022), que trata sobre la importancia de la colaboración divina entre el hombre y la mujer, tanto en la vida mortal como en la eternidad.

¿Qué principios fortalece el mensaje del élder Soares sobre la colaboración entre el hombre y la mujer?
El élder Soares enseña varios principios doctrinales claves que fortalecen esta colaboración:

  1. Igualdad divina con roles complementarios
    El evangelio restaurado enseña que hombres y mujeres son iguales ante Dios, pero tienen responsabilidades complementarias. La colaboración surge cuando ambos trabajan en unidad, no en competencia, y se honran mutuamente como compañeros espirituales.
  2. Unidad y respeto mutuo en el hogar y en la Iglesia
    La verdadera colaboración se basa en la comunicación, el respeto, y la toma de decisiones compartida. No hay jerarquía de valor entre el esposo y la esposa, sino corresponsabilidad ante Dios.
  3. El matrimonio como sociedad eterna y sagrada
    Se enseña que el matrimonio eterno no es solo una relación romántica, sino un convenio con Dios que capacita a la pareja para progresar eternamente y criar a los hijos en rectitud.
  4. Colaboración con el Señor
    Hombres y mujeres no solo colaboran entre sí, sino que trabajan con Dios en Su obra de salvación, incluyendo la creación de familias, el servicio en la Iglesia y el fortalecimiento de la sociedad.

¿Cómo puedo poner en práctica estos principios en mi vida?
En el hogar: Escuchar a mi cónyuge, tomar decisiones juntos, orar y estudiar las Escrituras como pareja. No asumir tareas por «costumbre de género», sino repartir responsabilidades con amor y equidad.

En la Iglesia: Reconocer y apoyar la inspiración y liderazgo de las hermanas en sus llamamientos. Evitar actitudes de superioridad y valorar las contribuciones de todos los miembros, sin distinción de género.

En la comunidad: Defender públicamente el valor igualitario del hombre y la mujer, especialmente ante conceptos del mundo que minimizan la importancia del matrimonio y la familia.

Si alguien de otra religión te preguntara por qué es importante el matrimonio, ¿qué responderías?
Diría que el matrimonio es importante porque:
Es una ordenanza divina instituida por Dios desde la creación del mundo (Génesis 2:24).
Es el fundamento de la familia, que es la unidad básica de la sociedad y del plan de salvación.
En la doctrina del Evangelio restaurado, el matrimonio no es solo para esta vida, sino que puede continuar en la eternidad cuando se realiza bajo la debida autoridad en el templo.
Es una asociación en la que dos personas pueden ayudarse mutuamente a crecer espiritualmente, criar hijos con principios eternos y encontrar gozo duradero.
El matrimonio, en este contexto, no es una carga o limitación, sino un medio de plenitud espiritual y progresiva exaltación.

¿Por qué agradezco este conocimiento?
Agradezco este conocimiento porque:
Me ayuda a entender que Dios no favorece a un género sobre otro, sino que nos ve como colaboradores iguales en Su obra.

Me da una visión elevada del matrimonio, no como una institución temporal, sino como un convenio eterno lleno de propósito.

Me guía para vivir en armonía con mi cónyuge y con los demás, buscando la paz, la cooperación y la unidad en lugar de la competencia o la división.

Me permite ver la divinidad y el valor eterno de cada persona, y me invita a vivir con mayor amor, responsabilidad y respeto.


Doctrina y Convenios 50
Las enseñanzas del Señor me pueden proteger de los engaños de Satanás.


Principios que compartiría de Doctrina y Convenios 50
(versículos 22–25, 29–34, 40–46)

1. La verdad se reconoce por el Espíritu
“El que predica y el que recibe, se entienden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente” (v. 22).

Este versículo enseña que la verdad edifica, eleva, fortalece. El Espíritu Santo no confunde ni causa temor injustificado. Cuando tanto el que enseña como el que escucha están en sintonía con el Espíritu, hay entendimiento y gozo mutuo.

Principio: La verdadera enseñanza espiritual se reconoce por su claridad, luz y edificación.

2. La santidad permite el poder del Espíritu
“Y el que sea ordenado por Dios y enviado, ese es el que es nombrado para predicar el evangelio; por tanto, levantaos y predicad, y si fuere por el Espíritu de verdad, el Espíritu de verdad está en vosotros y con vosotros, y el que reciba por el Espíritu de verdad recibe como por Dios.” (vv. 29–30)

Aquí se afirma que la autoridad divina y el poder del Espíritu van de la mano. No basta con hablar de Cristo: uno debe vivir en santidad y ser enviado por Él. Solo así se transmite la verdad con poder.

Principio: El Espíritu confirma la verdad cuando proviene de alguien que ha sido llamado por Dios y vive en pureza.

3. Dios da luz y libera del error
“Todo lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz; y esa luz se hace más brillante hasta el día perfecto.” (v. 24)

La luz aquí representa verdad, revelación y entendimiento espiritual. Dios promete que si seguimos la verdad que ya conocemos, Él nos dará más luz. Esta es una forma poderosa de evitar el engaño: caminar siempre hacia más luz.

Principio: La verdad es progresiva. Si soy fiel a lo que ya sé, recibiré más claridad y revelación.

4. Cristo consuela, enseña y fortalece
“Sed fuertes y no temáis, porque yo estoy con vosotros. … A quien reciba, le daré más abundantemente.” (vv. 41–42)

Estos versículos nos recuerdan que el Salvador no nos deja solos en nuestra lucha por discernir la verdad. Él promete estar con nosotros, darnos consuelo, guía y poder.

Principio: Jesucristo es nuestra fuente de fortaleza, y si lo buscamos con fe, nos protegerá del error y nos guiará a la verdad.

¿Cómo me ha ayudado el Salvador a reconocer la diferencia entre la verdad y el error?

El Salvador me ha ayudado al:

  • Enviar el Espíritu Santo, que me da paz cuando algo es verdadero y me inquieta cuando algo es falso.
  • Enseñarme a buscar la verdad en las Escrituras y en las palabras de los profetas vivientes, que son fuentes seguras y claras.
  • Ayudarme a ver frutos: cuando una enseñanza trae humildad, amor, arrepentimiento y fe en Cristo, sé que es verdadera.
  • Darme experiencias personales en la oración y el estudio que confirman Su luz.

He aprendido que cuando algo oscurece, divide o genera confusión, debo ser cauteloso; pero cuando algo fortalece mi fe, me acerca a Dios y me llena de esperanza, es una manifestación de Su verdad.

Doctrina y Convenios 50 nos equipa con principios esenciales para no ser engañados: buscar la edificación, enseñar y recibir por el Espíritu, vivir en pureza, perseverar en la luz, y confiar en Cristo como guía y protector. En un mundo lleno de voces contradictorias, el Salvador es la luz que nunca cambia, y Su Espíritu es el mejor maestro de lo que es verdadero.


Doctrina y Convenios 50:13–24
El que enseña y el que aprende son edificados juntamente por el Espíritu.


Doctrina y Convenios 50:13–24 nos enseña un principio profundo: tanto el que enseña como el que aprende deben estar guiados por el Espíritu para que haya verdadera edificación.
En estos versículos, el Señor explica que:

  • El que predica debe hacerlo por el Espíritu de verdad.
  • El que recibe la enseñanza debe recibirla por ese mismo Espíritu.
  • Solo entonces ambos se entienden, son edificados y se regocijan juntamente (v. 22).
  • Todo lo que no edifica no procede de Dios (v. 23).
  • La luz de Dios crece en quienes perseveran en Él, hasta llegar a una plenitud de verdad (v. 24).

¿Cuándo he sentido la importancia del Espíritu en la enseñanza y el aprendizaje?
He experimentado el poder del Espíritu en situaciones como estas:

  • Cuando un maestro humilde y preparado enseñaba con sencillez, pero sentí un ardor en el corazón que me confirmaba la verdad.
  • Al enseñar a alguien y ver en sus ojos comprensión y gozo, fruto de algo más allá de las palabras: del testimonio espiritual compartido.
  • Al estudiar personalmente las Escrituras y recibir una impresión o revelación que respondía a una necesidad específica, algo que ningún libro por sí solo podía enseñarme.

En todos estos casos, no fue solo el contenido el que enseñó, sino la presencia del Espíritu Santo.

¿Qué puedo hacer para mejorar mis esfuerzos al aprender el Evangelio?

  1. Prepararme espiritualmente antes de estudiar o asistir a una clase (con oración, arrepentimiento, gratitud).
  2. Estudiar con propósito y preguntas reales, buscando respuestas personales, no solo información.
  3. Invitar al Espíritu leyendo las Escrituras con reverencia y fe.
  4. Evitar distracciones y crear un ambiente de recogimiento.
  5. Aplicar lo que aprendo: el Espíritu enseña cuando estoy dispuesto a actuar.

¿Y para mejorar al enseñar el Evangelio?

  1. Buscar la guía del Espíritu antes, durante y después de enseñar.
  2. No depender solo de notas o presentaciones, sino de la revelación personal.
  3. Hacer preguntas que inviten al Espíritu y a la participación.
  4. Usar las Escrituras y las palabras de los profetas vivos como fundamento.
  5. Enseñar con testimonio personal y amor genuino por los alumnos.

Como enseña Doctrina y Convenios 50:22: “…el que predica y el que recibe, se entienden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente.”

Esto no ocurre solo por el contenido, sino por la presencia del Espíritu de Dios. Cuando enseñamos y aprendemos con el Espíritu, la verdad se imprime en el alma, se transforma el corazón y se fortalece la fe.


Doctrina y Convenios 50:23–25
“Lo que es de Dios es luz”.


1. “El que es de Dios, es luz” (v. 23)
Este versículo presenta una verdad fundamental: la identidad divina se manifiesta en luz. En la doctrina restaurada, la luz representa conocimiento espiritual, verdad revelada, paz interior, y guía divina (véase DyC 88:11-13). Esta luz no es estática; es progresiva, crece en la medida que la persona se mantiene fiel, obediente y persevera en Dios.

Doctrinalmente, se vincula con el concepto de revelación continua, donde quienes aceptan la luz reciben aún más (véase Alma 12:9-11; 2 Nefi 28:30). Esta enseñanza también apoya el principio de que la exaltación es un proceso, no un evento, que culmina en el “día perfecto” (véase Proverbios 4:18).

2. “Para que juzguéis… con certeza” (v. 24)
Aquí el Señor autoriza y manda al creyente a discernir, no por prejuicio, sino por el fruto espiritual de lo que se dice, se hace o se enseña. El uso del término “con certeza” destaca que Dios no desea que Sus hijos anden en confusión, sino que pueden distinguir entre lo que proviene de Él y lo que no, si lo hacen con el Espíritu y con rectitud.

Este versículo refuerza el principio de que el discernimiento espiritual es una bendición accesible, especialmente mediante el Espíritu Santo (véase Moroni 10:5). No se trata solo de evaluar el contenido intelectual de una idea, sino su origen divino o humano.

3. Señales doctrinales de que algo viene de Dios (v. 25)
El Señor da tres criterios doctrinales claros para reconocer lo que proviene de Él:

  • Edifica al hombre: Lo fortalece espiritualmente, lo levanta y le da ánimo para progresar.
  • Persuade a hacer el bien y a creer en Cristo: Inspira acciones justas y fe centrada en Jesucristo.
  • Glorifica a Dios: No busca la vanagloria humana, sino honra al Padre y Su plan eterno.

Este versículo es clave en el discernimiento doctrinal y espiritual. Si una enseñanza, actividad, conversación, o contenido no cumple con estos efectos, no es de Dios, por muy atractivo o popular que parezca.

Este principio doctrinal también se conecta con Mateo 7:16–20: “Por sus frutos los conoceréis”. Lo que viene de Dios produce frutos de justicia, fe y reverencia.

Doctrina y Convenios 50:23–25 enseña un modelo seguro para discernir entre la verdad y el error espiritual. En un mundo lleno de ideas, doctrinas y mensajes, el Señor no nos deja solos ni confundidos. Nos da una luz interna —el Espíritu Santo— y principios claros para identificar lo que proviene de Él. Estos versículos son una guía para evitar el engaño y para vivir con discernimiento, confianza y crecimiento espiritual continuo.

Vivimos en un mundo lleno de voces, imágenes, ideas y caminos que compiten por nuestra atención. Algunos prometen felicidad, otros entretenimiento, otros éxito. Pero ¿cómo saber cuál seguir? El Señor, en Su amor, nos da una clave sencilla y profunda: “Lo que es de Dios es luz”.

Esta luz no es solo conocimiento o inteligencia; es paz en el alma, claridad en la mente y propósito en el corazón. Cuando me acerco a Dios mediante la oración sincera, el estudio de las Escrituras, el servicio desinteresado o el arrepentimiento humilde, siento esa luz: no es estridente ni ruidosa, pero es real. Me da dirección. Me da calma. Me da fuerza para continuar.

También he aprendido que cuando algo no edifica, no me inspira a hacer el bien, ni me lleva a Cristo, entonces debo tener cuidado. No todo lo que brilla es luz. Y no toda oscuridad se nota a simple vista. A veces la confusión, la apatía, o el orgullo disfrazado pueden parecer inofensivos, pero nos alejan poco a poco de la fuente de toda luz: el Salvador.

Estos versículos me invitan a evaluar mis decisiones diarias con una pregunta simple: ¿Esto me acerca a Cristo? Si la respuesta es sí, entonces puedo avanzar con confianza, porque más luz vendrá.

“Lo que es de Dios es luz” no es solo una declaración doctrinal; es una invitación divina.
Nos recuerda que el Señor no es el autor de confusión. Él desea que Sus hijos vivan con discernimiento y paz. En un mundo cada vez más lleno de sombras disfrazadas de verdad, este principio me da esperanza: si busco a Dios, Él me llenará de luz, y esa luz me ayudará a ver con claridad, decidir con sabiduría y vivir con poder espiritual.


Resumen:
Las secciones 49 y 50 de Doctrina y Convenios fueron reveladas en 1831, en un momento de transición y consolidación para la joven Iglesia en Kirtland, Ohio. La creciente comunidad incluía muchos conversos con creencias heredadas de movimientos religiosos como los shakers, lo cual generaba tensiones doctrinales. Estas revelaciones abordaron problemas específicos: la sección 49 se centró en corregir doctrinas erróneas del grupo shaker; la sección 50 trató la necesidad de discernimiento espiritual frente a manifestaciones desordenadas atribuidas falsamente al Espíritu.

Esta sección fue una respuesta directa a las creencias de los shakers, especialmente en torno a cinco áreas:
Segunda Venida: Rechaza la idea de que Jesucristo ya haya regresado, afirmando su venida futura y gloriosa.
Matrimonio: Contrario al celibato promovido por los shakers, se reafirma el matrimonio como ordenanza divina.
Consumo de carne: Se establece que el uso de animales con gratitud y moderación es aprobado por Dios.
Bautismo: Se enseña su necesidad como ordenanza salvadora, en oposición al rechazo shaker de los sacramentos.
Revelación y agencia: Se destaca el albedrío humano y la necesidad de recibir verdad por medio del Espíritu Santo.

La sección 50 fue dada como respuesta a fenómenos espirituales desordenados. En ella se establecen principios fundamentales para reconocer la influencia divina:
La verdad edifica y se comunica por el Espíritu (vv. 22–23).
La autoridad para enseñar proviene de Dios y debe estar acompañada de santidad (vv. 29–30).
La luz espiritual es progresiva: aumenta con la fidelidad (v. 24).
Jesucristo fortalece y consuela a Sus discípulos en este proceso (vv. 41–42).
Se otorgan criterios específicos para discernir la verdad: edificación, persuasión al bien, y glorificación de Dios (v. 25).

Estas revelaciones también revelan el amor de Dios por todas las personas, incluso aquellas fuera de la plenitud del Evangelio. La comisión misionera hacia los shakers refleja el interés divino en corregir con compasión, enviar mensajeros autorizados, y ofrecer luz en medio del error.

En el aprendizaje del Evangelio, tanto el maestro como el alumno deben invitar al Espíritu para que haya edificación mutua.

En el discernimiento personal, se recomienda evaluar si las enseñanzas conducen a Cristo y promueven frutos espirituales duraderos.

En el contexto del hogar, la Iglesia y la sociedad, se refuerza la importancia de roles complementarios entre hombres y mujeres, como enseñó el élder Ulisses Soares, dentro de una visión eterna del matrimonio y la colaboración divina.

Las secciones 49 y 50 de Doctrina y Convenios articulan con claridad doctrinas fundamentales sobre la Segunda Venida, la importancia del matrimonio, la legitimidad del uso de la creación, la centralidad del bautismo, y los principios del discernimiento espiritual. En conjunto, ofrecen una respuesta revelada a desafíos específicos de una Iglesia naciente, pero con aplicaciones perdurables: guiar a los fieles hacia una vida de mayor luz, verdad y comunión con Cristo.


Al Estudiar las secciones 49 y 50 de Doctrina y Convenios me ha hecho reflexionar profundamente sobre el amor del Señor y Su deseo de guiarnos con claridad en un mundo lleno de confusión. Me ha impresionado saber que, desde los primeros días de la Restauración, el Señor se preocupó por corregir errores doctrinales no con condenación, sino con luz, paciencia y verdad. Ver cómo envió a misioneros a los shakers para enseñar con amor me hace sentir Su compasión por todos Sus hijos, aun por aquellos que están sinceramente equivocados.

También he sentido en mi vida la necesidad del discernimiento espiritual que enseña la sección 50. En ocasiones, me he encontrado con ideas, enseñanzas o influencias que parecían buenas por fuera, pero que al examinarlas con el Espíritu no traían paz, ni edificación, ni me acercaban a Cristo. En contraste, cuando estudio las Escrituras con sinceridad, oro con intención y busco entender la voluntad de Dios, siento esa luz suave pero poderosa que confirma lo que es verdadero. Esa luz me da dirección, esperanza y fuerza.

Creo con todo mi corazón que lo que es de Dios es luz. He experimentado cómo esa luz aumenta cuando soy obediente, cuando actúo con fe, y cuando busco con sinceridad. Sé que el Señor desea que no vivamos en tinieblas, sino que sigamos avanzando con confianza hacia el día perfecto, sostenidos por Su Espíritu.

Sé que Jesucristo vive, que Él es la fuente de toda luz, y que por medio del Espíritu Santo podemos saber con certeza lo que viene de Dios. Testifico que al seguir Su voz, al valorar el matrimonio eterno, al aceptar las ordenanzas sagradas y al enseñar y aprender con el Espíritu, encontramos gozo verdadero y propósito eterno.


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