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Doctrina y Convenios 60–63:
9 – 15 junio: “Estoy siempre con los fieles”
Era el verano de 1831. La emoción aún ardía en los corazones de los santos recién llegados a Misuri. José Smith, acompañado por varios élderes y familias fieles, había viajado desde Kirtland, Ohio, hasta el corazón de la frontera estadounidense. Habían recibido revelaciones poderosas que les indicaban que ese lugar, Misuri, sería la tierra de Sion —el nuevo centro espiritual del mundo en los últimos días.
Pero, al llegar a Misuri, no todo fue como esperaban. El terreno era áspero, el calor sofocante, y la resistencia de los habitantes locales comenzaba a notarse. A pesar de la promesa gloriosa de una Sion futura, el presente estaba lleno de pruebas, desánimo y desafíos de obediencia. Algunos líderes habían cumplido su parte, otros no habían abierto la boca para predicar por temor al rechazo. El viaje de regreso a Ohio sería una oportunidad para demostrar fe y valentía.
En este marco, José Smith recibió una serie de revelaciones —Doctrina y Convenios 60 al 63— que reflejan tanto la preocupación del Señor por los detalles prácticos como Su visión espiritual más elevada.
En Doctrina y Convenios 60, el Señor reprendió con firmeza a algunos élderes por no predicar el evangelio como se les había mandado. Su silencio no era neutral: era desobediencia. “No escondáis vuestros talentos,” advirtió, recordándoles que los dones dados por Dios no deben enterrarse por temor o comodidad. Pero también extendió dirección: algunos viajarían por tierra, otros por agua, según fueran guiados.
En la sección 61, un suceso alarmante ocurrió mientras José y sus compañeros navegaban por el río Misuri. El río, peligroso y tempestuoso, casi se llevó sus vidas. Esa noche, José recibió una revelación que llamaba al Misuri “maldito” en aquel momento por la maldad de sus márgenes. Aunque no se prohibía navegarlo, el Señor advirtió que los caminos por tierra serían más seguros. Allí reafirmó Su promesa: “Estoy siempre con los fieles”, asegurando a los discípulos que, aunque el mundo pareciera hostil, Su protección estaba garantizada para aquellos que perseveraban con fe.
Luego, en la sección 62, el Señor se dirigió a un grupo de élderes que se dirigían a reunirse con José y que, a pesar de las dificultades, habían predicado fielmente. Los elogió por su testimonio y su valentía. Aunque sus sacrificios fueran modestos, “sus testimonios fueron registrados en el cielo”, dijo el Señor, como evidencia de su fidelidad.
Finalmente, en la sección 63, la atención regresó a los santos en Kirtland y al estado espiritual general de la Iglesia. El Señor condenó la búsqueda de señales por parte de algunos —”no es bueno que los hombres busquen señales”, declaró— y llamó al arrepentimiento, a la pureza y a la preparación espiritual. También reiteró la doctrina sobre Su Segunda Venida y dio detalles proféticos sobre los tiempos venideros.
Estas secciones reflejan un momento de transición: de la expectativa entusiasta al deber perseverante. La promesa de una tierra de Sion estaba en el horizonte, pero aún lejana. El Señor estaba enseñando a Sus santos que la fidelidad no era una emoción pasajera, sino un compromiso constante, incluso (y especialmente) cuando el camino se volvía incierto.
A través de todas estas revelaciones, una verdad se repite con poder: el Señor no abandona a los suyos. “Estoy siempre con los fieles” es más que consuelo; es una garantía divina para quienes caminan en rectitud.
Doctrina y Convenios 60 y 62
Sección 60 – “No escondáis vuestros talentos”
Esta revelación fue dada a José Smith y a varios élderes al prepararse para regresar de Misuri a Kirtland. El Señor expresa desagrado con aquellos que no habían predicado durante el viaje de ida, porque “temieron al hombre” (v. 2). Aquí aprendemos que el temor al hombre puede silenciar la verdad. El Señor no los reprende con ira, sino con corrección amorosa, instándolos a usar los talentos que les ha dado.
También revela que el evangelio debe ser compartido en todo lugar, incluso mientras uno viaja, y que los siervos deben ser diligentes, sin esperar condiciones ideales para hablar. Además, el Señor concede libertad personal en algunos asuntos (como elegir si viajar por tierra o por agua), mostrando que la revelación también deja espacio para el juicio inspirado.
Sección 62 – “Sus testimonios han sido escritos en el cielo”
Esta sección fue dada a un grupo de élderes que habían cumplido con fidelidad su misión de predicar en el viaje a Misuri. El Señor los felicita por haber abierto su boca para testificar y declara que esos testimonios han sido registrados en el cielo. Es un recordatorio conmovedor de que nuestra fidelidad nunca pasa desapercibida para Dios, incluso si el mundo no la ve ni la celebra.
También reafirma que los misioneros pueden decidir juntos cómo continuar su viaje, lo que resalta la interacción entre revelación divina y agencia personal. La obediencia, la unidad y la fe son rasgos destacados.
En medio de un mundo ruidoso y muchas veces indiferente al Salvador, cada uno de nosotros tiene la oportunidad sagrada de abrir su boca y declarar con firmeza y humildad: “Yo sé que Jesucristo vive. Él me ha rescatado de mis sombras, me ha sostenido en mis luchas, y me ha mostrado la luz de Su amor.”
A veces el temor nos frena. Tememos no saber qué decir, tememos el rechazo o el juicio. Pero el Señor enseñó a los primeros élderes que guardar silencio por temor es esconder nuestros talentos. Y también les prometió que quienes testifican de Él, aunque sea con palabras sencillas, están escribiendo su testimonio en el cielo.
Así como esos élderes en 1831 compartieron su fe camino a Sion, yo también puedo abrir mi boca, aunque tiemble. Puedo decir: “Jesús es el Cristo. Me ama. Y yo lo amo a Él.” No importa si lo hago ante multitudes o en una conversación íntima; lo importante es que lo hago con sinceridad y sin vergüenza.
Estas secciones me conmueven porque muestran que el Señor no busca perfección en nuestros discursos, sino sinceridad en nuestro corazón. Él se agrada cuando damos lo que tenemos: una palabra, un testimonio, una mirada de fe.
Muchos santos de hoy no cruzan ríos peligrosos como el Misuri, pero sí cruzan otras aguas turbulentas: la duda, la soledad, la oposición. Sin embargo, el Señor repite la misma promesa: “Estoy siempre con los fieles.” Él está contigo cuando testificas, cuando sirves, y cuando amas en Su nombre.
Tu testimonio es como una luz encendida en medio de la noche. Puede parecer pequeña, pero brilla con poder eterno. No lo escondas. El cielo lo registra.
¿En qué sentido es mi testimonio del Evangelio como un “talento” o un tesoro de Dios?
En Doctrina y Convenios 60:2, el Señor amonesta a quienes no compartieron el evangelio, diciendo:
“¿Por qué escondéis el talento que he dado a vosotros?”
Este lenguaje hace eco directo de la parábola de los talentos en Mateo 25:14–30. En ambas escrituras, el Señor compara los dones que nos da con “talentos” (una antigua medida de dinero), simbolizando bendiciones espirituales que deben multiplicarse, no guardarse.
Mi testimonio del Evangelio es un talento porque:
- Es un don divino que Dios me ha dado mediante el Espíritu Santo.
- Tiene el poder de inspirar, edificar y consolar a otros.
- Cuando lo comparto, no disminuye, sino que crece y se fortalece.
- Dios espera que lo ponga en acción, como un siervo fiel, no que lo entierre por miedo, pereza o inseguridad.
¿De qué manera a veces escondemos nuestro talento?
Podemos esconder nuestro talento cuando:
- Guardamos silencio en oportunidades naturales de hablar de Cristo.
- Pensamos que nuestro testimonio es muy pequeño o insignificante.
- Nos dejamos llevar por el temor al qué dirán o al rechazo social.
- No buscamos ni oramos por oportunidades para compartir el Evangelio.
- Creemos que otros son más capaces o elocuentes, y que no nos toca a nosotros hablar.
Al hacerlo, como en la parábola, enterramos nuestro talento en la tierra y perdemos la oportunidad de multiplicarlo y bendecir vidas.
¿Qué mensajes alentadores del Señor encuentras en Doctrina y Convenios 60 y 62?
Aquí algunos mensajes alentadores y motivadores:
Sección 60:
- “Estoy disgustado con algunos… porque no abrieron la boca.” (v.2) – aunque es una reprensión, es también una invitación a actuar con valentía.
- “No escondáis vuestros talentos.” (v.2) – nos recuerda que Dios nos ha dado algo valioso, digno de compartir.
- “No temáis a vuestros enemigos, porque yo he decretado que los venceréis.” (v. 13) – una promesa de protección divina cuando testificamos.
Sección 62:
- “Por haber testificado de mí… vuestros pecados os son perdonados.” (v.3) – testificar de Cristo trae purificación espiritual.
- “Esto es agradable a mí.” (v.4) – cuando testificamos, el Señor se regocija.
- “Sus testimonios han sido escritos en el cielo.” (v.3) – Dios valora cada testimonio, aunque parezca pequeño o insignificante.
Estos mensajes fortalecen mi confianza para compartir el Evangelio, porque sé que el Señor está conmigo, que cada esfuerzo cuenta, y que Él se complace incluso en lo que el mundo podría considerar una semilla pequeña de fe.
¿Qué aprendo de una canción para niños sobre compartir el Evangelio?
Una canción muy conocida y significativa es:
“Yo trato de ser como Cristo”, que dice:
“Yo trato de amar a mi prójimo, como Jesús nos enseñó…”
También:
“Compartir el Evangelio” (Himnos para los niños), que canta:
“Puedo compartir el Evangelio.
Puedo decir la verdad que sé.
Jesús me ama, yo lo sé,
y puedo decírselo a usted.”
De estas canciones aprendo que:
- Compartir el Evangelio es sencillo y nace del amor por Jesús y por los demás.
- No se requiere ser predicador experto; basta un corazón dispuesto y un deseo sincero.
- Los niños testifican con fe pura, y esa misma pureza es la que Cristo espera de todos nosotros.
Mi testimonio del Evangelio es un talento divino y un tesoro confiado a mis manos. No lo quiero esconder por temor ni por inseguridad. El Señor ha prometido que si abro mi boca, Él la llenará (D. y C. 33:8-10). Me anima saber que mi testimonio, aunque sencillo, puede tocar corazones y quedar grabado en el cielo.
Como dice la canción, “puedo decir la verdad que sé”. Y la verdad que sé —y siento con todo mi corazón— es que Jesucristo vive, me ama, y su Evangelio cambia vidas.
Enseñanzas sobre Jesucristo en Doctrina y Convenios
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Escritura (D. y C.) |
Verdad revelada sobre Jesucristo |
Función o atributo del Salvador |
Relato relacionado en las Escrituras |
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60:2–3 |
El Señor da talentos, espera que los usemos y nos juzga con justicia. |
Dador de dones espirituales, Juez justo |
Parábola de los talentos (Mateo 25:14–30) |
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60:4 |
El Señor está con los que son fieles. |
Compañero constante, fiel a sus promesas |
Jesús promete estar “con vosotros todos los días” (Mateo 28:20) |
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61:1–2 |
El Señor ha decretado la destrucción sobre las aguas (el río Misuri) por su maldad. |
Ejecutor de juicio justo, Señor de la creación |
El diluvio con Noé (Génesis 6–7) |
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61:20 |
El Señor guarda la vida de los justos y ellos serán exaltados. |
Protector de los fieles, Otorgador de vida eterna |
Los jóvenes en el horno de fuego (Daniel 3) |
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61:36–38 |
Jesucristo es el Gran Yo Soy, el principio y el fin, redentor y protector. |
Yo Soy, Redentor, Protector, Alfa y Omega |
Jesús declara “Yo soy” en Juan 8:58; también Éxodo 3:14 |
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62:1 |
El Señor conoce a los que testifican de Él y los perdona. |
Omnisciente, Perdonador de pecados, Recompensador |
Jesús y la mujer adúltera (Juan 8:1–11) |
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62:6 |
Jesucristo guía, protege y permite que Sus siervos actúen según su sabiduría. |
Guía sabio, Dador de libertad inspirada, Protector |
Éter y el Señor en el mar (Éter 2:14–15) |
Estas escrituras de Doctrina y Convenios nos muestran que Jesucristo:
- Nos da talentos y espera que los usemos con fe.
- Es justo al juzgar nuestras acciones.
- Camina con los fieles y no los abandona.
- Tiene poder sobre la naturaleza y puede decretar juicios.
- Protege y exalta a quienes son fieles.
- Es el “Gran Yo Soy”, el Alfa y la Omega, eterno e inmortal.
- Conoce nuestras acciones, perdona nuestros pecados, y nos permite actuar con sabiduría y libre albedrío bajo Su guía.
Estas secciones nos revelan un retrato profundo y equilibrado de Jesucristo: un Redentor lleno de poder, pero también un Maestro cercano y paciente. No es un Salvador lejano, frío o indiferente. Él se involucra en los detalles de nuestras decisiones, nuestras misiones, y nuestros miedos. Se alegra con nuestras victorias espirituales y nos corrige cuando caemos en la apatía o el temor.
En Doctrina y Convenios 60, vemos a un Cristo que da talentos y espera que los usemos. No se complace con discípulos pasivos. Él desea que nuestro testimonio florezca y que hablemos con fe, sin temor. En un mundo donde es fácil callar, Jesucristo nos recuerda que guardar silencio ante la verdad no es neutral; es desobediencia.
En la sección 61, lo vemos como Señor del juicio y de la creación. Si bien hay poder en Sus advertencias, también hay ternura en Su protección. Promete que los fieles serán guardados, exaltados y guiados. Esto me recuerda que el Evangelio es tanto una voz que llama al arrepentimiento como un refugio seguro para los obedientes.
Y en la sección 62, Cristo se revela como un Perdonador compasivo. Declara que quienes testifican de Él, aun con palabras sencillas, son limpiados, conocidos, y su testimonio es grabado en el cielo. ¡Qué imagen tan hermosa! El cielo no se olvida de nuestras pequeñas expresiones de fe.
Jesucristo no solo ve lo que hacemos —también ve el porqué y el cómo. Él ve cuando abrimos la boca con miedo, pero con fe. Él ve cuando callamos por temor, pero aun así anhelamos mejorar. Ve cuando nuestro corazón se eleva al compartir el Evangelio, aunque nuestras palabras sean torpes.
Estas escrituras me invitan a preguntarme:
- ¿Estoy escondiendo mis talentos, o poniéndolos al servicio del Señor?
- ¿Confío en que el Salvador me guiará cuando testifico de Él?
- ¿Recuerdo que Él perdona, guía, protege y recompensa con amor?
Aun si el mundo no me escucha o no me aplaude, Cristo sí me escucha. Y Su voz es la que más importa. Él es el “Gran Yo Soy”, el principio y el fin, y está siempre con los fieles. Su presencia constante es el consuelo que necesito para testificar, vivir y amar como discípulo verdadero.
Doctrina y Convenios 62
Mis decisiones deben equilibrar mi “juicio y las indicaciones del Espíritu”.
“Equilibrar juicio e inspiración” en Doctrina y Convenios 62
En Doctrina y Convenios 62:5, el Señor instruye a los élderes que regresan de Misuri:
“Id ahora, y viajad, y haced según os parezca, con tal de que seáis diligentes.”
El Señor no les da una ruta específica, ni les indica exactamente cómo deben viajar. En lugar de eso, les da una norma general: actuar con diligencia y fe. Él confía en ellos lo suficiente como para dejar en sus manos los detalles logísticos del viaje.
Esto refleja un modelo que se repite en otras revelaciones:
- En D. y C. 60:5, se les dice: “Que todo hombre elija por sí mismo, hasta que yo lo llame.”
- En D. y C. 61:22, el Señor declara: “Les conviene que no viajen más por agua […] sino que viajen por tierra, conforme a su juicio y a las instrucciones que les daré.”
En todos estos casos, vemos un equilibrio entre principios revelados por Dios y la responsabilidad del individuo de ejercer su albedrío con sabiduría.
¿Por qué es bueno que tomemos decisiones sin esperar que Dios nos diga exactamente qué hacer?
- Desarrolla nuestra madurez espiritual
Si el Señor nos dijera cada paso que debemos dar, nunca aprenderíamos a decidir correctamente por nosotros mismos. El albedrío es el laboratorio del crecimiento espiritual. - Nos ayuda a confiar en nuestra capacidad de recibir revelación
En lugar de esperar una “voz del cielo”, muchas veces el Espíritu Santo actúa de manera sutil, dándonos paz, claridad o impresión de hacer algo correcto. Tomar decisiones con fe desarrolla esa sensibilidad. - Nos permite actuar con fe, no solo con certeza
Dios honra nuestras decisiones si están motivadas por principios correctos, incluso cuando no hay una respuesta específica. Como dijo el presidente Brigham Young:
“Si no recibimos respuesta clara tras orar diligentemente, debemos actuar según nuestro mejor juicio, y el Señor honrará esa decisión” (Journal of Discourses, 3:205).
Éter 2:18–25
El hermano de Jared ora para saber cómo alumbrar los barcos. El Señor no le da una solución directa, sino que le pregunta: “¿Qué queréis que haga?”
Este momento enseña que Dios quiere que pensemos, busquemos y propongamos soluciones, en vez de esperar instrucciones minuciosas.
Doctrina y Convenios 58:27–28
“No es conveniente que yo mande en todas las cosas… los hombres deben obrar por sí mismos, haciendo muchas cosas de su propia voluntad.”
Dios no desea siervos pasivos, sino agentes activos, sabios y valientes.
En mi vida, he visto este principio cuando he tenido que tomar decisiones importantes —como qué estudiar, con quién casarme o cómo servir mejor en la Iglesia. En muchos casos, no recibí una respuesta inmediata, pero sentí paz al avanzar con fe, usando mi juicio y buscando al Espíritu en oración.
Dios no me dejó solo. Al contrario, me permitió caminar con la luz suficiente para cada paso, sabiendo que Su guía vendría si me desviaba. Así me ayudó a crecer, a confiar más en Él y también en mi capacidad de actuar en rectitud.
Dios no quiere que dependamos de Él por cada detalle. Quiere que crezcamos a Su semejanza, aprendiendo a usar nuestro albedrío con sabiduría, guiados por principios eternos y la influencia constante del Espíritu Santo. Este equilibrio —entre juicio e inspiración— es la esencia de la vida terrenal y el camino hacia una madurez espiritual verdadera.
Doctrina y Convenios 63:7–12
Las señales vienen por la fe y la voluntad de Dios.
En estos versículos, el Señor declara:
“El que busca señales verá señales, pero no para salvación.
En verdad os digo, que hay quienes ven señales y no obstante se endurecen…”
(D. y C. 63:7, 9)
El mensaje central es claro: ver una señal no es garantía de fe, conversión ni salvación. Las señales son reales, pero su propósito no es forzar la creencia, sino confirmar lo que ya ha nacido en el corazón por la fe.
El Señor continúa enseñando que:
- Las señales no generan fe verdadera.
- Aquellos que piden señales sin fe, pueden verlas y aun así endurecerse.
- Los milagros siguen al que cree, pero sólo conforme a la voluntad de Dios.
¿Qué verdades se enseñan aquí sobre las señales y la fe?
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Verdad |
Explicación |
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1. Las señales no producen salvación |
Ver un milagro no reemplaza el proceso espiritual de creer, arrepentirse y obedecer (v. 7). |
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2. Las señales no crean fe duradera |
La fe precede a los milagros; no al revés. Las señales confirman, pero no originan una conversión genuina (v. 9). |
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3. Las señales vienen por voluntad divina |
Aun los fieles no pueden forzar milagros; Dios los da según Su sabiduría y propósitos eternos (v. 10). |
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4. Las señales siguen a los creyentes |
La fe activa abre el camino a las señales —estas son un fruto, no una raíz (v. 10–11). |
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5. Buscar señales sin fe puede llevar al endurecimiento del corazón |
Como muchos en tiempos antiguos, ver milagros sin un corazón dispuesto solo lleva a la condenación mayor (v. 9). |
Mateo 16:1–4
Los fariseos pidieron una señal del cielo, y Jesús les respondió: “La generación mala y adúltera demanda señal; pero no le será dada…”
Aquí Jesús denuncia la actitud de quienes exigen pruebas visibles pero rehúsan creer. Buscar señales por orgullo o incredulidad es ofensivo ante Dios.
Juan 12:37
“A pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él.”
Aun después de resucitar muertos y sanar a multitudes, muchos no creyeron en Cristo. La señal por sí sola no convierte. Solo la fe sincera lo hace.
Mormón 9:10–21
Moroni explica que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, y que los milagros cesan no por falta de poder divino, sino por la falta de fe entre los hombres.
“Los que tienen fe en él, a ellos se manifiesta.”
“Si ha habido milagros, es por la fe.” (v. 20)
Éter 12:12, 18
“Por tanto, no obraba milagros entre ellos mientras estaban en estado de incredulidad.”
“Y nunca ha obrado milagros a menos que fuese por la fe.”
La fe es la condición necesaria para que ocurran milagros, y si esta falta, Dios se retira.
¿Cómo pudo ser, considerando el milagro del que había sido testigo?
Uno puede preguntarse: ¿Cómo alguien puede presenciar un milagro y aún así no creer?
La respuesta está en la naturaleza del corazón humano. Si un corazón está cerrado, lleno de orgullo, o buscando señales solo para alimentar la duda, ningún milagro será suficiente.
La verdadera fe no necesita ver para creer, como enseñó el Salvador a Tomás:
“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” (Juan 20:29)
En mi propia vida, he sentido la presencia de Dios en formas que el mundo podría llamar pequeñas: una oración respondida, una paz inesperada, un pasaje de las Escrituras que llegó en el momento justo. Estas no fueron rayos del cielo, pero sí fueron milagros reales para mi alma. Y sé que esas manifestaciones llegaron no porque las exigí, sino porque las busqué con fe humilde.
Dios sigue haciendo milagros hoy, pero no bajo exigencia, sino por fe y conforme a Su voluntad. No debemos buscar señales como condición para creer, sino creer primero, y confiar que, si es necesario, el Señor nos mostrará Su poder. La fe verdadera no depende de lo visible, sino de lo que el corazón reconoce como divino.
Diálogo: “Conociendo al Salvador a través de Doctrina y Convenios”
Maestro: Hoy hablaremos sobre Jesucristo según lo revelado en Doctrina y Convenios, específicamente en las secciones 60 a 63. ¿Estás listo para aprender más sobre Él?
Alumno: Sí, maestro. Me interesa mucho conocer cómo se revela Jesucristo en estas revelaciones modernas.
Maestro: Muy bien. Comencemos con Doctrina y Convenios 60:2–3. ¿Qué ves aquí?
Alumno: Dice que el Señor da talentos y espera que los usemos, y que nos juzgará justamente.
Maestro: Correcto. ¿Qué atributo del Salvador se destaca?
Alumno: Es el Dador de dones espirituales y un Juez justo.
Maestro: Excelente. ¿Te recuerda algún relato bíblico?
Alumno: Sí, la parábola de los talentos en Mateo 25. Los siervos fueron recompensados o reprendidos según lo que hicieron con los talentos.
Maestro: Así es. Jesús espera que trabajemos con fe, no que enterremos nuestras capacidades. Sigamos. En D. y C. 60:4, ¿qué promesa hace?
Alumno: Que Él estará con los fieles.
Maestro: Entonces, ¿cómo podríamos llamarlo aquí?
Alumno: Un Compañero constante, que cumple sus promesas. Como cuando dijo: “Yo estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28:20).
Maestro: Muy bien observado. Ahora vamos a D. y C. 61:1–2. ¿Qué aprendemos aquí?
Alumno: Que el Señor ha decretado la destrucción sobre el río por su maldad.
Maestro: ¿Qué nos enseña eso sobre Jesucristo?
Alumno: Que Él es Ejecutor de juicio justo y Señor de la creación, como en el diluvio en tiempos de Noé.
Maestro: Exacto. El Salvador no solo redime, también juzga con justicia. Pasemos a D. y C. 61:20.
Alumno: Dice que el Señor guarda la vida de los justos y los exaltará.
Maestro: ¿Qué atributos ves aquí?
Alumno: Es Protector de los fieles y Otorgador de vida eterna. Me recuerda a los jóvenes en el horno de fuego, protegidos por Dios (Daniel 3).
Maestro: Muy buen paralelo. ¿Y qué encuentras en D. y C. 61:36–38?
Alumno: Jesucristo se identifica como el “Gran Yo Soy”, el Alfa y la Omega.
Maestro: ¿Qué significa eso?
Alumno: Que Él es Redentor, Protector, Eterno, y que no cambia. Como cuando dijo “Yo soy” en Juan 8:58 o cuando habló a Moisés en el Éxodo 3:14.
Maestro: Muy bien. Pasemos a D. y C. 62:1. ¿Qué hace Jesús aquí?
Alumno: Reconoce y perdona a los que testifican de Él.
Maestro: ¿Qué atributos ves?
Alumno: Es Omnisciente, Perdonador, y Recompensador. Como cuando perdonó a la mujer adúltera (Juan 8:1–11).
Maestro: Muy tierno, ¿verdad? Por último, veamos D. y C. 62:6.
Alumno: Aquí el Señor guía, protege y deja que Sus siervos decidan con sabiduría.
Maestro: ¿Qué nos enseña esto?
Alumno: Que Jesucristo es un Guía sabio y que respeta nuestro albedrío inspirado. Me recuerda al hermano de Jared (Éter 2), cuando el Señor le pidió proponer cómo iluminar los barcos.
Maestro: ¿Qué has aprendido hoy sobre Jesucristo en estas secciones?
Alumno: Que Él no es un Salvador distante. Está cerca, da dones, guía, perdona, protege y también corrige. Espera que actuemos con fe y sabiduría.
Maestro: ¿Y cómo te ayuda eso en tu vida personal?
Alumno: Me anima a usar mis talentos, confiar en Su guía incluso sin señales visibles, y a testificar de Él sabiendo que Él me conoce y me perdona.
Maestro: Muy bien. Recuerda: Jesucristo es el principio y el fin, pero también está en cada paso del camino. Su compañía es segura para los fieles.
Doctrina y Convenios 63:16
Yo puedo ser casto en mis pensamientos y actos.
“Y aconteció que quien mire a una mujer para codiciarla, o si alguno cometiere adulterio en su corazón, no tendrá el Espíritu, y negará la fe, y temerá.”
Advertencias del Salvador
Este versículo nos da tres advertencias claras sobre los pensamientos impuros:
1. “No tendrá el Espíritu”
Consecuencia: Albergando pensamientos lujuriosos, perdemos la guía y la paz del Espíritu Santo.
Opuesto: Quien es puro en pensamientos tendrá el Espíritu, gozará de inspiración, consuelo y poder para vencer el mal.
2. “Negará la fe”
Consecuencia: Los pensamientos impuros erosionan nuestra fe en Cristo y en Su evangelio.
Opuesto: La castidad fortalece nuestra fe, nos conecta con el Salvador y reafirma nuestras convicciones.
3. “Temerá”
Consecuencia: Los pensamientos lujuriosos producen culpa, ansiedad y vergüenza.
Opuesto: La pureza trae confianza, paz y valentía espiritual.
Bendiciones de la castidad en pensamiento y acción
- Mayor sensibilidad al Espíritu Santo
- Relaciones más sanas y respetuosas
- Confianza personal e integridad
- Mayor capacidad para amar con pureza
- Paz mental y espiritual
¿Qué pasaría si todos vivieran esta ley?
Del mensaje del élder David A. Bednar, se destaca que:
- La castidad “preserva y protege la santidad de los dones divinos del cuerpo y la procreación”.
- Una sociedad que honra esta ley tendría menos abuso, menos infidelidad, menos dolor emocional y más amor verdadero.
Del folleto “Para la Fortaleza de la Juventud”:
- Se enseña que el cuerpo es un templo y que vivir con pureza fortalece la identidad divina de cada persona.
¿Qué puede dificultar vivir esta norma?
- La presión cultural o social
- El contenido inmoral en medios de comunicación
- La soledad o la curiosidad
¿Qué puede facilitarla?
- Oración constante y estudio de las Escrituras
- Evitar lugares o contenidos inapropiados
- Relacionarse con personas que valoren la castidad
- Recordar nuestro potencial eterno
para vencer la tentación
- Ora inmediatamente cuando aparezcan pensamientos impuros.
- Cambia tu entorno (levántate, sal a caminar, llama a alguien).
- Llena tu mente con música edificante, versículos de las Escrituras o actividades que te eleven.
- Busca ayuda si la lucha persiste—líderes del sacerdocio, padres o profesionales pueden guiarte.
- Recuerda quién eres: un hijo o hija de Dios con propósito divino.
La pureza es posible gracias al poder de Jesucristo. Él no solo perdona, sino que fortalece y sana. Vivir esta ley no es anticuado; es una fuente de poder espiritual en un mundo confundido.
“La castidad y la virtud son preciosas y delicadas. Protejámoslas como un tesoro.” —Élder David A. Bednar
Doctrina y Convenios 63:58–64
Lo que es sagrado debe tratarse con reverencia.
- Lo sagrado es de Dios y debe ser tratado con cuidado (v. 58–60)
“Las cosas que proceden de arriba son sagradas y deben hablarse con cuidado y por restricción del Espíritu Santo.”
El Señor advierte que no se debe tratar lo sagrado con ligereza ni frivolidad. Las cosas que “proceden de arriba” pueden incluir:
- El nombre de Dios y de Jesucristo
- Las ordenanzas del sacerdocio
- Los templos
- Las visiones y revelaciones personales
- Los convenios del Evangelio
- La Santa Cena
- El Espíritu Santo mismo
Hablar “con cuidado” implica hablar con reverencia, discernimiento y dirección espiritual, no con sarcasmo, superficialidad o incredulidad.
- Consecuencias de profanar lo sagrado (v. 61–62)
“El que pecare y no se arrepienta será arrojado fuera…”
Este lenguaje refleja la seriedad del Señor respecto a cómo tratamos lo sagrado. La irreverencia intencional, la profanación de lo santo o la divulgación imprudente de revelaciones puede traer condenación espiritual o pérdida de bendiciones.
- Santidad y revelación personal (v. 63–64)
“Recordad que aquello que viene de arriba es sagrado, y debe hablarse con cuidado y por restricción del Espíritu Santo.”
Aquí se repite el principio, enfatizando la importancia de la discreción espiritual. No todo lo que se recibe del Señor está destinado a ser compartido abiertamente. El Señor regula lo que se debe revelar, y cuándo y a quién.
Principios que emergen del pasaje
- La reverencia no es solo externa (postura o tono), sino también interna (actitud del corazón).
- Las manifestaciones espirituales son confidenciales hasta que el Espíritu indique que deben compartirse.
- No todo debe decirse, aunque sea verdadero. El Espíritu guía no solo qué decir, sino también cómo y cuándo.
- Dios protege lo sagrado y espera que sus discípulos también lo hagan.
¿Qué significa para mí hablar de las cosas sagradas “con cuidado”?
Significa reconocer que algunas experiencias espirituales no son para exhibición o entretenimiento, sino para nutrir el alma. He de proteger lo sagrado con humildad, compartirlo solo cuando el Espíritu me lo indique, y evitar trivializar lo divino. Esto también me invita a pensar cómo hablo del templo, de mis testimonios, de los convenios que he hecho o de las bendiciones que he recibido.
Conclusión:
Doctrina y Convenios 63:58–64 enseña que la reverencia hacia lo sagrado no es opcional ni superficial. Es un principio espiritual que demuestra madurez, obediencia y respeto hacia Dios. Al aprender a hablar de las cosas santas con reverencia y por dirección del Espíritu, protegemos lo que es divino y también fortalecemos nuestra relación con el Señor.
Las secciones 60 a 63 de Doctrina y Convenios marcan un momento de transición para los primeros santos: del entusiasmo inicial por la tierra de Sion a la realidad de los desafíos, las decisiones difíciles y la necesidad constante de fidelidad. En medio de las correcciones, instrucciones y advertencias, el Señor revela Su carácter amoroso, justo y cercano. Reprende a quienes callan por temor, pero alienta a los que testifican con fe. No impone cada paso, sino que enseña a usar el juicio guiado por el Espíritu. No promete ausencia de dificultades, pero sí Su presencia constante para los fieles.
Estas revelaciones enseñan que el testimonio es un talento divino que debe compartirse con valentía; que la fe precede a las señales y milagros, y que lo sagrado requiere reverencia. El Salvador se manifiesta como guía, juez, protector y redentor, involucrado en los detalles cotidianos y en los grandes propósitos eternos. La promesa que se repite con poder es también la más consoladora: “Estoy siempre con los fieles.” Es una invitación a actuar con fe, a no esconder nuestros dones y a vivir con reverencia, sabiendo que el Señor camina con nosotros en cada paso del discipulado.
A lo largo de mi vida he aprendido que el Señor verdaderamente está con los fieles. No siempre he recibido respuestas inmediatas ni señales visibles, pero sí he sentido Su presencia en momentos clave: en decisiones difíciles, en oraciones silenciosas y en pequeños actos de servicio. He experimentado lo que enseña Doctrina y Convenios 60: que guardar silencio por temor es esconder un talento, y que cuando testifico, aunque sea con palabras sencillas, el Señor lo valora y lo registra en el cielo.
Recuerdo una ocasión en la que sentí el impulso de compartir mi testimonio con alguien que estaba pasando por una prueba. Dudé al principio, pensando que mis palabras eran insuficientes. Pero lo hice. Y aunque no hubo lágrimas ni grandes manifestaciones, esa persona me agradeció y me dijo que había sentido paz. Yo también sentí paz. Aprendí que no se trata de hablar perfecto, sino de hablar con el corazón.
Sé que Jesucristo vive. Sé que guía Su Iglesia hoy como lo hizo en 1831 con los primeros santos. Sé que Él conoce nuestros esfuerzos, que perdona nuestras debilidades y multiplica nuestra fe cuando damos un paso adelante. Su promesa —”Estoy siempre con los fieles”— es real. La he sentido. Me da ánimo para seguir, para servir y para abrir mi boca cuando el Espíritu lo indique.
Testifico que cada uno de nosotros tiene algo que ofrecer, y que al compartirlo con humildad y valentía, el Señor camina con nosotros. En el nombre de Jesucristo.
Dándole Sentido a Doctrina y Convenios 60: — 61 — 62 — 63
Un análisis de Doctrina y Convenios 60 — 61 — 62 — 63
Discusiones sobre Doctrina y Convenios
Una misión para testificar D. y C. 60-62
Reuniendo las Palabras del Señor en una Sola: Intertextualidad Bíblica en Doctrina y Convenios
“Para que Puedan Llegar a Entender”: La Revelación como un Proceso

























