Conferencia General Octubre 1958


Una Bendición

Presidente David O. McKay


Mis hermanos y hermanas, hemos llegado a los ejercicios de clausura de una gran conferencia. Mi alma, junto con la de ustedes, se ha llenado de gratitud y agradecimiento a nuestro Padre Celestial por la efusión de su Santo Espíritu. Hemos escuchado grandes mensajes de parte de los líderes de esta Iglesia, y lo que he notado con gran satisfacción han sido las audiencias receptivas, lo cual demuestra que los mensajes fueron recibidos con agrado y gratitud.

Al mediodía de hoy, vino a mi memoria algo que leí hace años en un libro titulado La Vida Sencilla, escrito por Charles Wagner. Él dijo:

“Tu religión es buena—primero, si es vital y activa; segundo, si nutre en ti la confianza, la esperanza, el amor y un sentimiento del valor infinito de la existencia; tercero, si está aliada con lo mejor que hay en ti contra lo peor, y mantiene siempre delante de ti la necesidad de llegar a ser un hombre nuevo; cuarto, si te hace comprender que el dolor es un liberador; quinto, si aumenta tu respeto por la conciencia de los demás; y sexto, si hace que el perdón sea más fácil, la fortuna menos arrogante, el deber más entrañable y el más allá menos ilusorio.”

El evangelio, cuando se obedece, hace todo eso y más. De esto puede dar testimonio todo verdadero miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Amo a estos compañeros de los Autoridades Generales, y los amo en el espíritu del verdadero significado de esa palabra, el amor de la hermandad de Cristo. Dios los bendiga a ellos, a sus esposas y a sus hijos, para que los ideales que dignifican la hombría, que conducen a la presencia de nuestro Padre Celestial, continúen siendo perpetuados en nuestros hogares, en nuestra relación con nuestros compañeros de trabajo y en todos nuestros caminos.

Dios bendiga a Sion, los puros de corazón (D. y C. 97:21). Dios bendiga a nuestros amigos con quienes nos asociamos, quienes también están contribuyendo al progreso de esta gran Iglesia. Agradecemos su amistad.

Dios bendiga a aquellos que hablan mal de nosotros porque no nos conocen, y que ponga caridad en nuestros corazones hacia ellos. Que ilumine sus mentes y abra la visión de sus almas para que puedan ver la Iglesia de Cristo tal como es y aquello por lo cual se sostiene. Acelere la venida de nuestro Señor, cuando reine la paz y el reino de Dios sea establecido, es mi oración en el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to Conferencia General Octubre 1958

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Este mensaje inspirado bien puede aplicarse a nuestro Bendecido país,la República Argentina.

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