Conferencia General Octubre 1958


“Buscad con Diligencia…”

Presidente Joseph Fielding Smith
Del Consejo de los Doce Apóstoles


Esta mañana escuchamos un maravilloso discurso dirigido a amigos y hombres de negocios, personas prominentes ajenas a la Iglesia, que considero fue muy oportuno, pero deseo dirigir mis palabras a los miembros de la Iglesia, y más especialmente a aquellos que se encuentran extraviados o son indiferentes, y que no parecen darse cuenta del valor de su membresía. Me gustaría leerles un convenio que es hecho por cada individuo que entra en las aguas del bautismo:

“Y además, por vía de mandamiento a la iglesia concerniente a la manera del bautismo—Todos los que se humillen ante Dios, y deseen ser bautizados, y se presenten con corazones quebrantados y espíritus contritos, y testifiquen delante de la iglesia que verdaderamente se han arrepentido de todos sus pecados, y están dispuestos a tomar sobre sí el nombre de Jesucristo, con la determinación de servirle hasta el fin, y verdaderamente manifiesten por sus obras que han recibido el Espíritu de Cristo para la remisión de sus pecados, serán recibidos por el bautismo en su iglesia” — Doctrina y Convenios 20:37

Ahora bien, el bautismo en la Iglesia no es suficiente para salvarnos. Es para la remisión de los pecados, eso es cierto, pero hay otro bautismo que es igualmente esencial, y es el bautismo del Espíritu, o la concesión del don del Espíritu Santo. Después de ser bautizados, somos confirmados. ¿Para qué es esa confirmación? Para hacernos compañeros del Espíritu Santo; para tener el privilegio de la guía del tercer miembro de la Trinidad —la compañía del Espíritu—, para que nuestras mentes sean iluminadas, para que podamos ser vivificados por el Espíritu Santo a fin de buscar el conocimiento y entendimiento de todo lo que concierne a nuestra exaltación en el reino de Dios.

Ahora, en esta misma revelación de la cual he leído, el Señor también ha dicho:

“Y sabemos que la justificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera;
“Y también sabemos que la santificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera, para todos los que aman y sirven a Dios con todo su poder, mente y fuerza.
“Pero existe la posibilidad de que el hombre caiga de la gracia y se aparte del Dios viviente;
“Por tanto, cuide la iglesia, y ore siempre, no sea que caigan en tentación;
“Sí, y aun los que estén santificados, cuídense también.” — Doctrina y Convenios 20:30–34

El bautismo y la confirmación en la Iglesia no aseguran necesariamente nuestra exaltación en el reino de Dios. Lo hacen, siempre y cuando seamos verdaderos y fieles a cada convenio y obligación que se nos requiere conforme a los mandamientos de nuestro Padre Eterno. Es aquel que persevera hasta el fin quien será salvo, y existe un peligro que nos acecha por medio de las tentaciones del adversario: si cedemos a esas tentaciones, podemos perderlo todo. El mayor castigo que puede venir sobre cualquier individuo en este mundo es el castigo que recibirán aquellos que han recibido la luz y la verdad del evangelio de Jesucristo, que han pasado por las aguas del bautismo, a quienes se les han impuesto las manos para recibir el don del Espíritu Santo, y luego se apartan de la verdad, porque el Señor no los tendrá por inocentes.

Creo que estoy en lo correcto al decir que ningún hombre puede llegar a ser un Hijo de Perdición hasta que haya conocido la luz. Aquellos que nunca han recibido la luz no llegarán a ser Hijos de Perdición. Serán castigados si se rebelan contra Dios. Tendrán que pagar el precio de sus pecados, pero sólo aquellos que han recibido la luz mediante el sacerdocio, el poder de Dios y su membresía en la Iglesia serán desterrados para siempre de su influencia a las tinieblas exteriores, para morar con el diablo y sus ángeles. Ese es un castigo que no recaerá sobre quienes nunca han conocido la verdad. Por más grave que sea su sufrimiento, y por terrible que sea su castigo, no están entre aquel grupo que ha de sufrir la muerte eterna y el destierro de toda influencia del poder de Dios.

Ahora bien, repito que deseo hablar a aquellos que son indiferentes y un tanto descarriados a veces, aquellos que no aprecian los privilegios y las oportunidades que se les han dado para servir a Dios y guardar sus mandamientos. Si no están aquí, espero que estén escuchando lo que ocurre hoy en este edificio. No vienen a las conferencias —por lo menos, no muchos de ellos—. Pero después de haber recibido la luz, el conocimiento y la información que el Espíritu del Señor puede dar, es una cosa terrible apartarse.

Sin embargo, en mi opinión, hay muchos miembros de esta Iglesia que han sido bautizados para la remisión de sus pecados, que han recibido la imposición de manos para el don del Espíritu Santo, y que nunca han recibido ese don, es decir, las manifestaciones del mismo. ¿Por qué? Porque nunca se han puesto en condiciones para recibir esas manifestaciones. Nunca se han humillado. Nunca han dado los pasos necesarios que los prepararían para la compañía del Espíritu Santo. Por lo tanto, pasan la vida sin ese conocimiento, y no tienen entendimiento. Y así, cuando los astutos y sagaces en su engaño se acercan a ellos, les perturban la fe —si es que les queda alguna—. Critican a las Autoridades de la Iglesia. Critican las doctrinas de la Iglesia, y estos miembros débiles no tienen suficiente entendimiento, ni suficiente información, ni suficiente guía del Espíritu del Señor como para resistir las falsas doctrinas y enseñanzas de quienes se les presentan, lobos vestidos de ovejas; y los escuchan, y piensan que quizás, después de todo, han cometido un error, y lo siguiente que sucede es que se ven fuera de la Iglesia, porque no tienen entendimiento.

Recibo cartas con frecuencia de personas, miembros de esta Iglesia, que han sido perturbados principalmente por dos organizaciones que parecen haber dedicado sus vidas a la destrucción de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Estas personas entran en los hogares de nuestros miembros más débiles, los perturban en su fe, los alteran completamente, y ellos ya no saben si hicieron lo correcto al bautizarse o si no lo hicieron; pero si hubieran vivido como debían y hubieran recibido la guía del Espíritu Santo, no habrían sido movidos. No habrían sido influenciados por las enseñanzas falsas ni por las declaraciones erróneas sobre nuestras doctrinas que estas personas les presentan.

El evangelio es sencillo. No hay nada difícil en él. Hay misterios, sin duda. No necesitamos preocuparnos por los misterios, pero las cosas simples que pertenecen a nuestra salvación y exaltación, esas sí las podemos entender.

Ahora permítanme referirme a otro pasaje de las Escrituras:

“Mas se os manda en todas las cosas que pidáis a Dios, que da liberalmente; y aquello que el Espíritu testifique que es verdad, hacedlo con toda santidad de corazón, andando rectamente delante de mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malignos, o doctrinas de demonios, o los mandamientos de hombres; porque unos proceden de los hombres, y otros de los demonios.”
— Doctrina y Convenios 46:7

Así que el Señor nos ha dado una advertencia:

“Por tanto, guardaos, no sea que seáis engañados; y a fin de que no seáis engañados, procurad con denuedo los mejores dones, recordando siempre para qué os son dados;
“Porque en verdad os digo, son dados para beneficio de los que me aman y guardan todos mis mandamientos, y de aquel que procura hacerlo; para que todos sean beneficiados los que procuren o pidan de mí, que pidan y no para ser concedidos a sus concupiscencias.
“Y además, en verdad os digo, quisiera que siempre recordaseis, y que retuvieseis en vuestras mentes lo que son esos dones que os son dados a la iglesia.” — Doctrina y Convenios 46:8–10

Ahora bien, el Señor desea darnos dones. Él vivificará nuestras mentes. Nos dará conocimiento que despejará todas las dificultades y nos pondrá en armonía con los mandamientos que nos ha dado, y con un conocimiento tan profundamente arraigado en nuestras almas que nunca podrá ser arrancado, si tan solo buscamos la luz, la verdad y el entendimiento que se nos han prometido, y que podemos recibir si tan sólo somos verdaderos y fieles a cada convenio y obligación pertenecientes al evangelio de Jesucristo.

El Señor los bendiga, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to Conferencia General Octubre 1958

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Este mensaje inspirado bien puede aplicarse a nuestro Bendecido país,la República Argentina.

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