El Proceso de Templado de la Vida
Élder Eldred G. Smith
Patriarca de la Iglesia
Ruego que el Espíritu del Señor esté conmigo y que yo pueda tener su inspiración así como la han recibido otros en esta conferencia.
Anoche noté en un artículo de la página editorial del News que llamaba nuestra atención al mundo problemático en el que vivimos. ¿Ha tenido usted algún problema? ¿Ha tenido dificultades? ¿Ha tenido pruebas? ¿Alguna vez se ha sentido desanimado? ¿Ha tenido penas? ¿Alguna vez ha sentido que la desgracia ha caído sobre usted y lo ha sumergido por completo? ¿Ha estado tentado a clamar: “¿Por qué esto me sucede a mí?” Siempre podrá encontrar a alguien en peores condiciones que usted.
Hablé con una mujer de mediana edad que era ciega. He conocido a otros que eran conversos a la Iglesia y que eran ciegos, o lisiados, o mudos; otros que tienen dificultades físicas y discapacidades en esta vida. Aun cuando esta mujer era ciega de nacimiento, era conversa a la Iglesia. Le pregunté cómo se convirtió en miembro de la Iglesia, y me explicó cómo, a través de los recursos que los misioneros pusieron a su disposición —el sistema Braille y los “libros hablados”— había llegado a obtener un conocimiento del evangelio, y que, mediante su estudio y mediante el Espíritu del Señor, había llegado a tener un testimonio del evangelio.
Le pregunté por su familia. Mencionó que tenía dos hermanas que sí podían ver, pero dijo: “Ellas no ven.” Aunque tenían la vista de sus ojos, no comprendían el evangelio. No podían verlo. Ella me testificó que prefería estar como estaba y tener el evangelio de Jesucristo, que cambiar de lugar con cualquiera de sus hermanas que no tenían el evangelio. Realmente me conmovió.
Dios nos da la oscuridad para ver a lo lejos. Nos da la luz para ver de cerca. Las estrellas brillan de día tanto como de noche, pero necesitamos la oscuridad para poder verlas. Podemos ver a la distancia, como lo hizo esta mujer ciega, a través del Espíritu incluso más allá de lo que podemos ver con nuestros ojos naturales. Esta vida está llena de contrastes. Tenemos placer y dolor, bien y mal, virtud y vicio. Uno de los propósitos de esta vida es ser probados y examinados, y como algunos han dicho, se preguntan por qué no recibieron el evangelio cuando eran jóvenes. Tuvieron que esperar hasta tener treinta, cuarenta o cincuenta años, y algunos incluso más, antes de escuchar y aceptar el evangelio. Probablemente parte del propósito de prueba de esta vida fue que nacieran en tales circunstancias para que fueran probados y se viera si tendrían la fe, en esas condiciones, para aceptar el evangelio cuando les llegara.
Así, esta vida es un período de prueba para que el hombre aprenda obediencia por su propia experiencia. A través de la revelación moderna, el Señor nos dice: “…es preciso que el diablo tiente a los hijos de los hombres, o no podrían ser agentes por sí mismos; porque si nunca tuvieran lo amargo, no podrían conocer lo dulce—” (DyC 29:39). Y otra vez dijo el Señor:
“Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todas las cosas, éste es un siervo perezoso y no sabio; por tanto, no recibe recompensa.
“De cierto os digo, los hombres deben estar ansiosamente empeñados en una causa buena, y hacer muchas cosas por su propia voluntad, y llevar a cabo mucha justicia;
“Porque el poder está en ellos, ya que son agentes por sí mismos. Y en tanto los hombres hagan lo bueno, de ningún modo perderán su recompensa.
“Mas el que no hace nada hasta que se le manda, y recibe el mandamiento con dudoso corazón, y lo cumple con pereza, el tal es condenado” (DyC 58:26-29).
El Señor espera que usemos nuestro albedrío. Para eso nos ha dado el albedrío. El Señor también extiende su ayuda en respuesta a nuestras oraciones. “Pedimos fortaleza, y Dios nos da dificultades para hacernos fuertes. Rogamos por sabiduría, y Dios nos envía problemas cuya solución desarrolla la sabiduría. Rogamos por prosperidad, y Dios nos da fuerza y mente para trabajar. Rogamos por valor, y Dios nos da peligros que vencer. Pedimos favores, y Dios nos da oportunidades.”
Este es un proceso de templado de la vida, para que podamos hacernos más fuertes y eventualmente alcanzar la perfección. Es muy similar a lo que hacemos para templar el acero. Hay varios procesos para templar el acero. Uno consiste en tomar una barra de acero y someterla a un proceso de golpes y martillazos, y cuanto más se golpea y martilla, más resistente se vuelve el acero. Esto se llama acero laminado en frío. No cambiamos la composición del acero. Después de este proceso, tiene la misma composición que antes, pero a través del proceso de una buena paliza, se vuelve más fuerte, más valioso, más resistente y más duradero.
Otro proceso es el tratamiento térmico. Podemos tomar una barra de acero y cortarla en dos; una parte la sometemos a un tratamiento térmico donde se calienta a una temperatura extremadamente alta y se mantiene así durante un tiempo determinado, y luego se sumerge rápidamente en una solución de salmuera, agua fría, aceite, o algún otro método de enfriamiento rápido—una inversión extrema de calor a frío. Entonces esa pieza de acero, así tratada, se vuelve tan dura que puede cortar a su contraparte de la que fue cortada previamente, y sin embargo no hemos cambiado la composición del acero. Así también es la vida: un proceso de templado.
Para mí, la historia de Job contiene una gran lección. En todas las pruebas de Job, Lucifer solo hizo a Job lo que el Señor le permitió. Lucifer no tiene poder sobre nosotros más allá de lo que le es permitido. Las pruebas de Job vinieron solo por pasos o grados, no todas de una vez. Tal vez Job no habría podido soportarlo todo de una sola vez, pero al venir en etapas, cada prueba le dio fuerza para afrontar la siguiente. Finalmente, se le dio a Lucifer control completo sobre Job, salvo que no podía destruir su alma (Job 1:12). A medida que Job vencía, se volvía más perfecto. Así como fue con Job, así será con nosotros. También debemos soportar pruebas y dificultades a través de las cuales alcanzamos la perfección. Este proceso fortaleció a Job hasta que pronunció ese testimonio inmortal:
“Porque yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo;
“Y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25-26).
Muchos de nosotros decimos: “Yo creo,” pero ¿podemos decir como Job: “Yo sé”? ¿Podemos decir que sabemos que Dios vive, que Jesús es el Cristo, que José Smith es un verdadero profeta de Dios, y que el evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en estos últimos días? Esta es la pregunta que debemos responder, y el evangelio de Jesucristo nos da la respuesta. A través del proceso de templado de la vida podemos fortalecernos hasta alcanzar la perfección, a medida que vencemos y perseveramos hasta el fin, para que también nosotros podamos tener un testimonio del evangelio de Jesucristo.
El Señor dijo: “… mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 10:22). A los nefitas les dijo: “He aquí, yo soy la ley y la luz. Mirad a mí y perseverad hasta el fin, y viviréis; porque a aquel que persevere hasta el fin, le daré vida eterna” (3 Nefi 15:9), que es el mayor don que Dios puede dar al hombre.
Y así yo, con todos los buenos miembros de la Iglesia, les testifico que el evangelio de Jesucristo ha sido restaurado ahora en la tierra en su plenitud; que yo, con otros, puedo decir “yo sé” que Dios vive, que Jesucristo es el Salvador, que el profeta José Smith fue un profeta de Dios, y que por medio de él el evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en estos últimos días, mediante el cual podemos recibir las bendiciones del Señor, incluso la vida eterna. Y esto les testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.


























Este mensaje inspirado bien puede aplicarse a nuestro Bendecido país,la República Argentina.
Me gustaMe gusta