Capítulo 8
Entrevista de José con el Gobernador Ford
A solicitud de Joseph Smith para tener una entrevista con el gobernador, éste acudió a la mañana siguiente, jueves 26 de junio, a las nueve y media, acompañado por el coronel Thomas Geddes. Entonces se entabló una conversación extensa respecto a las dificultades existentes; y tras algunas observaciones preliminares, a petición del gobernador, el hermano Joseph le dio un resumen general del estado de los asuntos en relación con nuestras dificultades, el estado de excitación del país, los tumultuosos movimientos mobocráticos de nuestros enemigos, las medidas preventivas tomadas por él mismo (Joseph Smith), los actos del consejo municipal, la destrucción de la imprenta, y los movimientos tanto de la turba como de nosotros hasta ese momento.
El siguiente informe es, según creo, sustancialmente correcto:
Gobernador — “General Smith: Creo que usted me ha proporcionado un resumen general de las dificultades que han existido en el país mediante los documentos enviados por el Dr. Bernhisel y el Sr. Taylor; pero, lamentablemente, parece haber una gran discrepancia entre sus declaraciones y las de sus enemigos. Es cierto que usted está respaldado por pruebas y declaraciones juradas, pero para una excitación tan extraordinaria como la que ahora existe en el país, debe haber alguna causa, y yo atribuyo el último estallido a la destrucción del Expositor, y a su negativa a cumplir con la orden emitida por el juez Morrison. La prensa en los Estados Unidos es considerada el gran baluarte de la libertad americana, y su destrucción en Nauvoo fue representada y considerada como una medida autoritaria, que manifiesta al pueblo una disposición de su parte a suprimir la libertad de expresión y de prensa. Esto, junto con su negativa a obedecer una orden judicial, considero que son las principales causas de esta dificultad; además, se me ha representado que usted es una persona turbulenta y desafiante de las leyes e instituciones de su país.”
General Smith — “Gobernador Ford: usted, señor, como gobernador de este estado, está al tanto de las persecuciones que he soportado. Usted sabe bien que nuestra conducta ha sido pacífica y conforme a la ley, pues he suministrado a este estado, desde que nos establecimos aquí, pruebas suficientes de mis intenciones pacíficas y las del pueblo con el que estoy asociado, mediante la paciencia con que hemos soportado toda clase de indignidades y atropellos ilegales perpetrados contra mí y contra este pueblo desde nuestra llegada; y usted mismo sabe que lo he mantenido puntualmente informado sobre todos los asuntos relacionados con las recientes dificultades. Si no ha recibido algunas de mis comunicaciones, no ha sido por culpa mía.
“De acuerdo con sus órdenes, reuní a la Legión de Nauvoo para la protección de Nauvoo y de la región circundante contra una banda armada de merodeadores; y desde que fueron convocados, he estado en comunicación casi diaria con usted respecto a todos los acontecimientos importantes que han tenido lugar; y ya sea en mi calidad de alcalde de la ciudad, o como teniente general de la Legión de Nauvoo, me he esforzado, según mi mejor juicio, en preservar la paz y administrar justicia con equidad; pero se han puesto en duda mis motivos, se han tergiversado mis actos, y he sido grosera y maliciosamente calumniado. Supongo que debo mi encarcelamiento al juramento de un hombre sin valor, que fue juzgado por mí y multado por abusar y maltratar a su hermano lisiado e indefenso. Que yo sea acusado por usted, señor, que sabe la verdad, de actuar en contra de la ley, me causa sorpresa. ¿Fueron los ‘mormones’ o nuestros enemigos quienes comenzaron estas dificultades? Usted sabe bien que no fuimos nosotros; y cuando ese pueblo turbulento y violento inició sus movimientos insurreccionales, yo le informé oficialmente y solicité su consejo, el cual he seguido estrictamente en todos los aspectos. ¿Quién ordenó la movilización de la Legión de Nauvoo? —Yo lo hice, bajo su dirección. ¿Con qué propósito? —Para reprimir los movimientos insurreccionales. Fue por sugerencia suya, señor, que emití una proclama llamando a la Legión de Nauvoo a estar lista en cualquier momento para prevenir incursiones de turbas, y di una orden a Jonathan Dunham, general en funciones, en ese sentido.”
**”¿He de ser yo entonces responsabilizado por los actos de otros? ¿Y porque prevalecen la ilegalidad y la mobocracia, he de ser acusado de no respetar la ley precisamente cuando estoy cumpliendo con sus instrucciones? ¿Por qué se me debe hacer responsable de los actos de otros hombres? Si hay problemas en el país, ni yo ni mi pueblo los hemos causado; y todo lo que hemos hecho, después de mucha paciencia de nuestra parte, ha sido sostener y defender la Constitución y las instituciones de nuestro país, y proteger a un pueblo herido, inocente y perseguido contra el desgobierno y la violencia de la turba.
“En cuanto a la destrucción de la imprenta a la que usted se refiere, los hombres pueden diferir un poco en sus opiniones al respecto; pero ¿puede acaso suponerse que, después de todas las indignidades a las que han sido sometidos fuera de su ciudad, ese pueblo permitiría que un grupo de vagabundos sin valor viniera a su ciudad y, justo ante sus propios ojos y bajo su protección, difamara y calumniara no solo a ellos mismos, sino también el carácter de sus esposas e hijas, como fue hecho de manera impúdica y descarada en esa hoja infame y obscena?
“No hay ciudad en los Estados Unidos que hubiese tolerado tal indignidad por veinticuatro horas. Todo nuestro pueblo estaba indignado, y clamaba enérgicamente a nuestras autoridades municipales por un remedio a sus agravios, que, de no haberse atendido, habrían tomado en sus propias manos, castigando sumariamente a los osados infames como merecían. El principio de igualdad de derechos, que ha sido inculcado en nuestro pecho desde la cuna como ciudadanos americanos, nos prohíbe someternos a toda indignidad vil, y rebajarnos ante miserables tan infames como éstos. Pero, más allá de esto, el proceder que seguimos lo consideramos estrictamente legal; porque, a pesar del resultado, deseábamos ser gobernados estrictamente por la ley, y por ello convocamos al consejo municipal; y deseosos de que nuestras deliberaciones se ajustaran a la ley, solicitamos la presencia de asesores legales en esa ocasión. Al investigar el asunto, descubrimos que nuestra carta de incorporación nos daba poder para remover toda clase de molestias (nuisances). Además, al consultar a Blackstone sobre lo que puede considerarse una molestia pública, vimos que ese distinguido jurista, quien es considerado autoridad en todos los tribunales, declara, entre otras cosas, que ‘una prensa calumniosa y obscena puede considerarse una molestia, y ser removida como tal’.²
“Aquí, pues, uno de los más eminentes abogados ingleses, cuyas obras son norma entre nosotros, afirma que una prensa calumniosa y obscena puede considerarse una molestia; y nuestra propia carta, otorgada por la legislatura de este estado, nos concede el poder de remover molestias; y al ordenar que esa imprenta fuera eliminada como tal, entendimos que actuábamos en estricta conformidad con la ley. Emitimos esa orden en nuestra capacidad corporativa, y el alguacil de la ciudad la ejecutó. Es posible que haya habido un modo mejor, pero debo confesar que no lo vi.
“Con respecto a la orden judicial que se nos presentó, estábamos dispuestos a asumir las consecuencias de nuestros propios actos, pero no queríamos, al responder a una orden de esa naturaleza, someternos a exigencias ilegales, impuestas bajo el pretexto de la ley, cuando sabíamos que eran una violación abierta de la misma. Cuando ese documento me fue presentado por el Sr. Bettisworth, ofrecí, en presencia de más de veinte personas, acudir ante cualquier otro magistrado, ya sea en nuestra ciudad, en Appanoose, o en cualquier otro lugar donde estuviéramos seguros; pero todos nos negamos a ponernos en manos de una turba. ¿Qué derecho tenía ese alguacil a negarnos tal solicitud? No tenía ninguno conforme a la ley; pues usted sabe, gobernador Ford, que la ley del estado de Illinois establece que las partes a quienes se les sirva una orden ‘deben comparecer ante quien la haya emitido, o ante cualquier otro juez de paz’. ¿Por qué entonces habríamos de ser arrastrados hasta Carthage, cuando la ley no nos obliga a ir allí? ¿No se parece esto a muchas otras persecuciones que usted conoce? ¿Y no tenemos derecho a esperar juego sucio? Este mismo acto fue una violación de la ley por su parte, una asunción de poder que no le pertenecía, y un intento, al menos, de privarnos de nuestros derechos y privilegios legales y constitucionales.
“¿Qué podíamos hacer, dadas las circunstancias, diferente de lo que hicimos? Solicitamos y obtuvimos un recurso de habeas corpus del tribunal municipal, por el cual fuimos liberados de las manos del alguacil Bettisworth, y comparecimos ante el tribunal municipal, que nos absolvió. Después de nuestra absolución, en una conversación con el juez Thomas, aunque él consideró que los actos de la parte demandante eran ilegales, aconsejó que, para satisfacer al pueblo, sería mejor presentarnos ante otro magistrado que no perteneciera a nuestra iglesia. De acuerdo con su consejo, comparecimos ante el juez Wells, a quien usted conoce bien; ambas partes estuvieron presentes, se llamaron testigos por ambos lados, el caso fue investigado plenamente, y nuevamente fuimos absueltos.
“¿Y cuál es ese supuesto deseo de hacer cumplir la ley, y por qué se propagan estos rumores falsos y viles, sino para buscar, mediante la influencia de la turba y bajo el pretexto de la ley, que nos sometamos a exigencias que son contrarias a la ley y subversivas de todo principio de justicia? Y cuando usted, señor, nos requirió venir aquí, lo hicimos, no porque fuera legal, sino porque usted nos lo pidió, y queríamos demostrarle a usted, y a todos los hombres, que no rehuimos la investigación más rigurosa de nuestros actos. Ciertamente esperábamos otro trato que ser encerrados en una cárcel por instigación de esos hombres, y creo que, en virtud de su fe empeñada, teníamos derecho a esperarlo, después de haber disuelto nuestras propias fuerzas y puesto nuestras personas completamente en sus manos. Y ahora, después de haber cumplido mi parte, señor, como hombre y como ciudadano americano, le invoco, gobernador Ford, a que nos libere de este lugar, y nos rescate de este ultraje que un grupo de infames canallas busca perpetrar sobre nosotros.”
Gobernador Ford — “Pero ustedes han puesto a hombres bajo arresto, han detenido a personas como prisioneros, y han entregado pases a otros, algunos de los cuales he visto.”
John P. Greene, Alguacil de la Ciudad — “Quizá pueda explicarlo. Desde que comenzaron estas dificultades, usted sabe que nos hemos visto en circunstancias muy particulares; nuestra ciudad ha sido colocada bajo una guardia policial muy rigurosa; además de esto, se han establecido frecuentes guardias fuera de la ciudad para prevenir cualquier ataque sorpresivo, y esos guardias han interrogado a personas sospechosas o de apariencia sospechosa respecto a sus propósitos. A algunos forasteros, en ciertos casos, se les han entregado pases para evitar problemas al pasar por dichas guardias; son algunos de esos pases los que usted ha visto. Ninguna persona, señor, ha sido encarcelada en nuestra ciudad sin una causa legal.”
Gobernador Ford — “¿Por qué no respondieron con más prontitud al destacamento que envié?”
General Smith — “Teníamos asuntos importantes que consultar; su carta mostraba cualquier cosa menos un espíritu amable. Hemos sufrido enormemente en Misuri a manos de las turbas, en pérdida de propiedades, encarcelamientos y otros abusos. Nos tomó algo de tiempo ponderar debidamente estos asuntos; no podíamos decidir de inmediato sobre asuntos de tanta importancia, y su destacamento fue demasiado apresurado en regresar; estábamos deliberando por un pueblo numeroso, y había grandes intereses en juego. Ya habíamos sido atropellados de manera escandalosa, y no sabíamos en qué medida podíamos confiar en alguien; además, surgió inevitablemente la pregunta: ¿cómo debemos ir? Su solicitud fue que fuéramos desarmados. Se convirtió en un asunto de gran seriedad decidir en qué medida podían confiarse las promesas, y hasta qué punto estaríamos a salvo de la violencia de la turba.”
Coronel Geddes — “Ciertamente, por todo lo que he escuchado, por el espíritu general de violencia y mobocracia que aquí prevalece, parecía que no era seguro para ustedes venir sin protección.”
Gobernador Ford — “Creo que el destacamento no les dio suficiente tiempo para consultar y prepararse. Fueron demasiado apresurados; pero supongo que se sintieron obligados por sus órdenes. También creo que hay mucho de verdad en lo que ustedes dicen, y su razonamiento es plausible, pero debo disentir con respecto a los actos del consejo municipal. Ese consejo, en mi opinión, no tenía derecho a actuar en una capacidad legislativa y, al mismo tiempo, judicial. Deberían haber aprobado una ordenanza respecto al asunto, y entonces el tribunal municipal, mediante una denuncia formal, podría haberlo removido [es decir, la imprenta del Expositor]; pero que el consejo municipal asuma tanto la creación como la ejecución de la ley me parece, en mi opinión, incorrecto; además, esos hombres debieron haber tenido una audiencia antes de que su propiedad fuera destruida; destruirla sin eso fue una infracción a sus derechos; y además, va tan en contra de los sentimientos del pueblo americano intervenir con la prensa. Y, por otra parte, no puedo dejar de pensar que habría sido más prudente que usted hubiera ido con el Sr. Bettisworth a Carthage, aunque la ley no lo exigía. En cuanto a que estén en la cárcel, lamento eso; desearía que no fuera así. Espero que pronto sean liberados, pero no puedo intervenir.”
Joseph Smith — “Gobernador Ford, permítame, señor, recordarle algo que parece haber pasado por alto. Usted afirma que considera que habría sido mejor que nos hubiéramos sometido al requerimiento del alguacil Bettisworth y que hubiéramos ido a Carthage. ¿No sabe usted, señor, que esa orden fue emitida a instancias de una turba anti-mormona que había aprobado resoluciones y publicado declaraciones en el sentido de que exterminarían a los líderes ‘mormones’? ¿Y no está usted informado de que el capitán Anderson no solo fue amenazado, sino que su embarcación fue objeto de disparos por parte de dicha turba en Warsaw cuando se dirigía a Nauvoo, y que ese mismo hecho fue utilizado como medio para intentar atraparnos en sus manos? Y no podíamos, sin llevar una fuerza armada, ir allí sin, según sus propias declaraciones publicadas, caer en las fauces de la muerte. Llevar una fuerza con nosotros solo habría avivado la excitación, y habrían afirmado que queríamos intimidar; por tanto, consideramos más juicioso ampararnos en la protección de la ley.”
Gobernador Ford — “Veo, veo.”
Joseph Smith — “Además, en cuanto a la imprenta, usted dice que difiere de mí en opinión. Sea así; al fin y al cabo, se trata únicamente de una dificultad legal, y estimo que los tribunales son competentes para decidir sobre ese asunto. Si nuestro acto fue ilegal, estamos dispuestos a afrontarlo; y aunque no puedo ver la distinción que usted establece sobre los actos del consejo municipal, ni qué diferencia real, legal o justa podría haber entre que el consejo actuara en conjunto o por separado, o cuán más legal habría sido que el tribunal municipal —que formaba parte del consejo— actuara por separado en vez de con los concejales, aun así, si se considera que cometimos un error al destruir esa imprenta, no nos negamos a pagar por ello; deseamos cumplir la ley en todos sus aspectos, y somos responsables de nuestros actos. Usted dice que las partes debieron haber tenido una audiencia. De haber sido una demanda civil, esto, por supuesto, habría sido apropiado; pero hubo una violación flagrante de todo principio de derecho —una molestia pública— y fue suprimida sobre el mismo principio que cualquier otra molestia, hedor o cadáver en descomposición habría sido removido. Nuestro primer paso, por tanto, fue detener esa hoja infecta, repulsiva y obscena; y el siguiente, en nuestra opinión, habría sido enjuiciar al responsable por violación de la decencia pública.
“Y además, permítame reiterarle, gobernador Ford, que confiaré en usted para nuestra protección. Tengo entendido que está considerando ir a Nauvoo; si lo hace, señor, quiero ir con usted. No me niego a responder ante la ley, pero no me considero seguro aquí.”
Gobernador — “Tengo la esperanza de que será absuelto, y si voy, ciertamente lo llevaré conmigo. Sin embargo, no creo que haya peligro. Creo que está perfectamente seguro aquí o en cualquier otro lugar. Sin embargo, no puedo interferir con la ley. Estoy en circunstancias particulares, y parece que todos los partidos me culpan.”
Joseph Smith — “Gobernador Ford, no pido nada que no sea legal; tengo derecho a esperar protección, al menos de usted; porque, más allá de la ley, usted ha empeñado su palabra y la del estado para protegerme, y deseo ir a Nauvoo.”
Gobernador — “Y tendrá protección, general Smith. No hice esa promesa sin consultar a mis oficiales, quienes todos empeñaron su honor en su cumplimiento. No sé si iré mañana a Nauvoo, pero si voy, lo llevaré conmigo.”
A las diez y cuarto de la mañana, el gobernador se retiró.
























