Las Obras Canónicas
Élder Levi Edgar Young
Del Primer Consejo de los Setenta
Presidente McKay, hermanos y hermanas: Ruego que el Señor me bendiga para que lo que diga pueda ser de alguna ayuda para todos en esta gran audiencia. Es bastante natural que, cuando se nos llama a hablar, expresemos los pensamientos que tenemos en la mente y en el corazón.
He estado pensando hoy en las palabras de la Sociedad Histórica de Vermont cuando escribieron acerca de la historia de Sharon. Para citar una o dos frases, el párrafo al que me refiero dice que: “Sharon fue colonizada en 1765 por emigrantes de Connecticut y organizada en 1766. Sharon entró en el Salón de la Fama por ser el lugar de nacimiento de uno de los inmortales de la historia estadounidense, José Smith, quien fundó la religión mormona.” Es un noble tributo escrito por el historiador estatal acerca del profeta José Smith.
En el libro de Eclesiástico [Apócrifos], capítulo 17, leemos:
El Señor creó al hombre de la tierra.
Le dotó de fuerza propia y lo hizo conforme a su imagen,
E infundió el temor del hombre en toda carne, y le dio dominio sobre bestias y aves…
Consejo, lengua, ojos, oídos y corazón les dio para que entendieran.
Asimismo los llenó de conocimiento e inteligencia, y les mostró el bien y el mal.
Puso su ojo sobre sus corazones, para mostrarles la grandeza de sus obras.
Les dio para que se glorificaran eternamente en sus hechos maravillosos, para que declararan sus obras con entendimiento…
Además de esto les dio conocimiento, y la ley de vida como herencia.
Hizo con ellos un pacto eterno, y les mostró sus juicios.
Sus caminos están siempre delante de él, y no se ocultarán de sus ojos.
Estas palabras dirigen nuestras mentes y corazones hacia la Santa Biblia y el primer capítulo de Génesis, cuya belleza y veracidad impresionan a todo lector por su grandeza inherente. Pensamos en la Santa Biblia y en los otros libros sagrados: el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y la Perla de Gran Precio. Siendo este el aniversario de la fundación de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por el profeta José Smith, es bueno pensar en ellos, pues nos entregan las enseñanzas de Dios, nuestro Padre. Algunos pensamientos en referencia a la Santa Biblia en su conjunto serán bien recibidos por todos. William Lyon Phelps, profesor de literatura inglesa en la Universidad de Yale, escribió estas palabras en su obra La naturaleza humana en la Biblia:
Todo aquel que tenga un conocimiento profundo de la Biblia puede ser llamado verdaderamente culto; y ningún otro aprendizaje o cultura, por extensos o elegantes que sean, pueden, entre europeos y americanos, formar un sustituto adecuado. La civilización occidental está fundada sobre la Biblia; nuestras ideas, nuestra sabiduría, nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestro arte, nuestros ideales, provienen más de la Biblia que de todos los demás libros juntos. Es una revelación de la divinidad y de la humanidad; contiene las más elevadas aspiraciones religiosas junto con una representación sincera de todo lo terrenal…
La Santa Biblia fue escrita por muchos hombres bajo diferentes circunstancias. Es el producto de hombres inspirados por Dios, que cubre un período de tres mil años. Como Juan de Patmos, oímos la “voz de muchas aguas” (Apoc. 1:15), sin embargo, unificada “como la nota clara de una trompeta”. Comenzando con nuestros primeros padres y culminando en Jesucristo y la Iglesia que él fundó, es una manifestación de la voluntad divina, y fue escrita por inspiración de Dios, nuestro Padre celestial. El libro muestra que los profetas hebreos entregaron sus vidas al servicio de Dios. Escribieron por el poder del Espíritu Santo. Dios los dirigió.
El Libro de Génesis ocupa en verdad el primer lugar en la literatura del mundo. Es más reciente que algunos escritos de Caldea o Egipto que han llegado hasta nosotros, y es incomparablemente la más noble composición de las edades antiguas, por sus características morales y espirituales (Geikie, Horas con la Biblia).
Por muy altamente que valoremos el genio científico, filosófico y religioso de los narradores del Génesis, más importante para nosotros, y para la instrucción religiosa de la juventud, es el hecho de que eran hombres que se habían entregado por completo a Dios, y que habían obtenido su conocimiento de Él. (Rudolph Kittel, de la Universidad de Leipzig.)
“La primera hoja del relato mosaico,” dice Jean Paul, “tiene más peso que todos los folios de los hombres de ciencia y filósofos.” “Y tiene razón,” dice Geikie, “pues le debemos la revelación más antigua y grandiosa de ese principio fundamental de toda religión: la existencia, la unidad, la personalidad y el gobierno moral de Dios.”
La vida de Cristo, nuestro Salvador, tal como se presenta en el Nuevo Testamento, es para jóvenes y mayores por igual, la verdad más conmovedora y convincente de que vino de una esfera superior a nuestra historia terrenal con la misión de revelar a Dios y salvar al hombre. “Él predicó el evangelio del reino; y por siempre, aun hasta que se cierren todos los eones, y la misma tierra, con los cielos que ahora son, hayan pasado, todo aquel de sus verdaderos y fieles hijos hallará paz, esperanza y perdón en su nombre, y ese nombre será llamado Emanuel o Dios con nosotros.”
En cuanto a los otros libros de la Iglesia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio están junto con la Biblia a la cabeza de los libros religiosos de hoy. Cada una de nuestras cuatro obras canónicas posee una verdad genuina y divina: que Dios vive y que somos sus hijos, y se nos ha dado el deber de desarrollar nuestro destino. No podemos estudiarlas lo suficiente. Leer tan solo el primer capítulo del Libro de Mormón nos da una lección sobre el significado de la educación. Pensar que Nefi fue instruido tanto en la ciencia de los egipcios como en la de los judíos (1 Nefi 1:2). Hoy, pocas personas comprenden lo que significaba ese conocimiento. Algunos eruditos sostienen que la ciencia de los egipcios en la antigüedad jamás ha sido igualada.
Todos estamos pensando en este día en Jesucristo, nuestro Salvador. Entre las muchas cosas de su vida, recordaremos su Sermón del Monte. Es el sermón más hermoso jamás dado al hombre, y nadie puede leer una sola frase de él sin ser edificado en espíritu y en verdad.
Y viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, se le acercaron sus discípulos:
Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (Mateo 5:1–11)
Debemos recordar que existieron religiones antiguas mucho antes de que naciera el Redentor del mundo, y sus escritores fueron hombres de conocimiento divino. Un antiguo líder religioso japonés escribió:
Hoy me detendré aquí y, habiéndome purificado, mañana iremos y adoraremos en el templo de la Deidad.
Y un escritor del budismo dice:
Cultivemos la buena voluntad hacia todo el mundo. Este es el modo de vida.
En los escritos cronológicos del Padre Claudio Clemente se conserva una forma de oración que se dice fue usada por Colón en la mañana del viernes 12 de octubre de 1492, al pisar la tierra del Nuevo Mundo. La oración fue usada después por Cortés, Balboa y Pizarro en sus descubrimientos.
Oh Dios, nuestro Padre, eterno y omnipotente, Creador del cielo, de la tierra y del mar, glorificamos tu Santo nombre, alabamos tu majestad, a quien servimos con toda humildad; ponemos bajo tu Santa protección esta nueva parte del mundo.
Muchos de los padres de nuestra Iglesia fueron descendientes de los primeros peregrinos que llegaron a Massachusetts. Por esta razón, siempre hemos sentido la belleza de la historia de los Padres Peregrinos y su llegada en el Mayflower a América en 1620. Tenemos el relato del pastor Robinson pronunciando una oración de despedida a los Padres Peregrinos cuando partían hacia América. Al leerla, vemos el espíritu profético de sus palabras cuando dijo:
Os encargo delante de Dios y de sus santos ángeles, que no me sigáis más allá de lo que me hayáis visto seguir al Señor Jesucristo. Si Dios os revela algo por medio de algún otro instrumento suyo, estad tan dispuestos a recibirlo como alguna vez lo estuvisteis para recibir la verdad por medio de mi ministerio; porque estoy plenamente persuadido, estoy muy confiado de que el Señor aún ha de hacer brotar más verdad de su santa palabra.
Fue Sir Isaac Newton, quien vivió hace unos trescientos años, el que escribió un libro sobre matemáticas que se considera la obra científica más grande de su tipo jamás escrita. Menciono a Newton porque su vida siempre me ha emocionado. Nacido en 1642 en Lincolnshire, Inglaterra, era un niño de campo frágil que solía deambular por los jardines y campos donde vivía. Miraba al sol y a las estrellas, porque para él poseían cualidades celestiales, diferentes a cualquier cosa sobre la tierra. La visión de una manzana cayendo un día lo hizo preguntarse acerca de la fuerza que atraía la manzana hacia la tierra. Newton comenzó a trabajar con las leyes del movimiento y la gravitación universal. Como resultado, produjo uno de los libros más grandes de todos los tiempos, titulado Principia. Fue una obra científica del más alto mérito. Poco antes de morir escribió que las maravillas del universo habían recibido su forma y movimiento de parte de Dios.
Un ejemplar del Principia fue donado a la Biblioteca de los Setenta por Orson Pratt, quien había sido llamado por el presidente Brigham Young para ir a Austria en una misión en 1864. El élder Pratt ya había escrito y publicado su libro titulado Ecuaciones bicuadráticas, el cual se usaba en la Universidad de Viena. Fue en Viena donde obtuvo el Principia de Newton, el cual llevó consigo a la Biblioteca de los Setenta.
Después de que el Cuórum de los Setenta fuera organizado en Kirtland en 1835, los hermanos se sintieron inspirados por ciertas palabras del profeta José Smith que se encuentran en Doctrina y Convenios:
Y como no todos tienen fe, procurad diligentemente y enseñaos unos a otros palabras de sabiduría; sí, buscad en los mejores libros palabras de sabiduría; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe. (D. y C. 109:7)
La exhortación del Profeta creció en el corazón de los Setenta, quienes sabían que debían convertirse en los misioneros de la Iglesia. No pasó mucho tiempo antes de que se estableciera una biblioteca que se desarrolló hasta convertirse en una de las mayores colecciones de historia y literatura en la historia temprana de América. Se trajeron libros de todas partes del mundo, y la colección de las grandes obras de la humanidad despertó en los Setenta el deseo de desarrollar el arte de la lectura.
Ruego que podamos llegar a una mayor apreciación de la verdad y belleza de los libros divinos que enseñan el evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén.

























