Diario de Discursos – Journal of Discourses V. 16

“Advertencia y fidelidad:
lecciones de la tierra de Palestina”

Una palabra de exhortación

por el presidente George A. Smith, 6 de octubre de 1873
Tomo 16, discurso 29, páginas 220-221

Exhortación a aprender del ejemplo de la antigua Israel para no caer en la desobediencia que trajo su dispersión, manteniendo la fidelidad en diezmos, ofrendas, oración y servicio, dedicando todo a la edificación del reino de Dios.


En la Conferencia de octubre pasado pedí permiso para emprender un viaje a la tierra de Palestina y a otras partes del mundo antiguo, esperando ausentarme, probablemente, unos once meses. Fui acompañado en ese viaje por el presidente Lorenzo Snow y varios otros; en total, el grupo incluía a ocho personas. Visitamos Palestina y muchos otros países, y parte de nosotros asistimos a la feria en Viena.

Pero, a consecuencia de mi designación por la Conferencia del pasado abril para cumplir con las funciones de Trustee-in-Trust, regresé a casa un poco antes de lo anticipado; aunque todos quedamos plenamente satisfechos con nuestro viaje y visita, y con cada encuentro que tuvimos en toda la travesía, y nos sentimos muy agradecidos a nuestro Padre Celestial por habernos dado, mediante Su misericordia —y en mi caso, individualmente, gracias a la bondad de mis amigos—, los medios para realizar tal viaje. Confiamos en que los resultados se sentirán y percibirán más adelante como algo que ha producido mucho bien.

Siento, de manera personal, expresar mi gratitud y bendiciones a todos aquellos que contribuyeron para ayudarme en ese viaje, y a todos los que desearon hacerlo, pero no tuvieron los medios. Siento que la bendición del Señor, que invocamos en el Monte de los Olivos, reposará sobre Su pueblo, y que no está muy lejano el día en que Dios cumplirá Sus promesas concernientes a Israel; aunque, por lo que vimos de los remanentes de Judá, sus corazones están muy endurecidos, y será necesario el ejercicio de gran poder de Su parte para ablandarlos.

Pero como Su palabra no fallará y Sus promesas son seguras, aguardamos con esperanza su cumplimiento respecto a Israel. Entretanto, nosotros, con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, debemos tomar advertencia del ejemplo de Israel y no caer en las mismas trampas. Ellos descuidaron sus diezmos y ofrendas, violaron el día de reposo, olvidaron sus oraciones y adoraron a otros dioses, y por estas cosas Dios los maldijo y los dispersó a los cuatro vientos del cielo. Las maldiciones reposan sobre la tierra y, tal como lo predijo el profeta, la lluvia se ha convertido en polvo.

Nosotros, como Santos de los Últimos Días, habiendo recibido revelación del Señor y la plenitud del sacerdocio revelada a nosotros, debemos ser sumamente cuidadosos para no descuidar el Evangelio, apartarnos de nuestros deberes, desatender nuestros diezmos y ofrendas, días de reposo y oraciones, abandonar al Señor e ir tras otros dioses, no sea que, quizá, la maldición del Todopoderoso caiga sobre nosotros y el reino nos sea arrebatado y dado a otro pueblo.

Siento que la desolación, el abandono y la esterilidad de Palestina, y la degradación de su pueblo, deben ser para nosotros una lección constante y permanente en todo sentido: guardar la fe y obedecer los mandamientos, recordar nuestros diezmos y ofrendas, ser amigos de los pobres, acordarnos de orar, de la fe que Dios nos ha revelado, y contender ardientemente por la fe que una vez fue dada a los santos, para que podamos tener y disfrutar todas sus bendiciones.

Hemos tenido una estación gloriosa, una cosecha abundante y un buen tiempo para recogerla. El clima ha sido bueno y agradable, y ahora, hermanos y hermanas, reunámonos por unos días para conversar y fortalecernos unos a otros en los principios del Evangelio de paz. Los élderes pueden testificar, porque yo sé que este es el Evangelio de Jesucristo, y que Dios nos lo ha revelado para nuestra salvación; y nuestra codicia y la tendencia a buscar ostentación en el mundo no deben interferir, de ninguna manera, en que dediquemos nuestro tiempo, talentos, energías y todo lo que somos a la edificación de Su reino, pues ese es el mayor interés, la mayor gloria y la empresa más grandiosa que existe sobre la faz de la tierra.

Estos son mis sentimientos y opiniones. Deseo que todas las personas en la congregación, cuando vean que un hombre se levanta para hablar, eleven sus corazones al Señor en oración, para que Él tenga misericordia de nosotros y llene a ese hombre con el poder del Espíritu, a fin de que nos hable directamente por revelación del cielo, y que toda voz que se eleve lo haga por el poder del Todopoderoso.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario