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Doctrina y Convenios 89–92
Agosto 18–24: “Un principio con promesa”
En los primeros meses de 1833, en la pequeña Escuela de los Profetas de Kirtland, los élderes se reunían con José Smith para estudiar doctrina, ayunar y prepararse para la obra misional. El ambiente estaba lleno de fervor espiritual, pero también había prácticas que hoy nos parecerían extrañas: muchos de los hombres fumaban y mascaban tabaco mientras escuchaban, lo que ensuciaba y llenaba de humo la sala. Emma Smith, que ayudaba a mantener el lugar limpio, expresó su molestia a José. El profeta llevó su inquietud al Señor y, en respuesta, recibió una revelación que trascendía las simples manchas de tabaco. El Señor dio a los santos la Palabra de Sabiduría, un principio de salud que incluía mandatos y promesas: abstenerse de sustancias dañinas, usar con gratitud los alimentos sanos, y a cambio recibir sabiduría, salud y conocimiento espiritual.
Poco después, en marzo de ese mismo año, el Señor reveló instrucciones sobre la organización de la Iglesia. Confirmó a José como profeta y estableció formalmente la Primera Presidencia, llamando a Sidney Rigdon y Frederick G. Williams como consejeros. Esta revelación aseguró a los santos que la autoridad del sacerdocio reposaba sobre la presidencia y que, unidos, debían guiar la obra de predicar el evangelio a todas las naciones.
Mientras continuaban trabajando en la traducción de la Biblia, José preguntó al Señor sobre los libros del Apócrifo, que aparecían en algunas versiones de las Escrituras. El Señor le aclaró que no necesitaba traducirlos, pues contenían tanto verdades como errores. La instrucción fue que, si alguien los leía, debía hacerlo con el Espíritu para discernir lo que venía de Dios.
Finalmente, también en marzo de 1833, el Señor habló directamente a Frederick G. Williams, instruyéndole unirse con sinceridad a la Orden Unida, la organización que manejaba los recursos de la Iglesia para sostener a los líderes, a los pobres y financiar el progreso del Reino. El Señor le mandó entrar con “corazón y voluntad”, prometiendo bendiciones si servía con fidelidad en esta causa.
Así, en apenas unas semanas, los santos recibieron revelaciones que abarcaron tres aspectos vitales: la salud personal, la organización de la autoridad central de la Iglesia y la administración económica del Reino, además de una lección sobre el discernimiento espiritual al estudiar las Escrituras.
Doctrina y Convenios 89
El Señor me dio la Palabra de Sabiduría para ayudarme a tener un cuerpo y un espíritu saludables.
Cuando el Señor reveló la Palabra de Sabiduría, no solo estaba dando una lista de mandamientos sobre lo que debía o no debía consumirse. Lo que realmente estaba ofreciendo era un principio espiritual con promesa. Él sabía que, para servir en su Reino, yo necesito un cuerpo limpio, fuerte y sano, y un espíritu sensible a la voz del Espíritu Santo. Al enseñarme a apartarme de sustancias que dañan y a usar con gratitud los alimentos que Él ha provisto, me muestra que el cuidado de mi cuerpo es también un acto de discipulado.
El Señor me recuerda que el cuerpo y el espíritu están unidos, y que lo que hago con uno afecta al otro. Si cuido de mi cuerpo evitando lo que contamina y recibiendo lo que nutre, Él me promete bendiciones que van más allá de la salud física: recibiré sabiduría, conocimiento, fuerza para enfrentar los desafíos de la vida y protección contra los poderes destructivos del adversario.
Así entiendo que la Palabra de Sabiduría no es solo una norma de salud, sino una ley de consagración personal: mi cuerpo y mi espíritu pertenecen a Dios, y al cuidarlos, me preparo para cumplir mejor mi misión en la tierra.
Doctrina y Convenios 89:3 “un principio con promesa”
El Señor presentó la Palabra de Sabiduría no como un simple mandamiento aislado, sino como “un principio con promesa”. Un principio es una verdad eterna que guía las decisiones y acciones del discípulo de Cristo. No depende de las modas de una época ni de las costumbres sociales, sino que refleja la sabiduría divina sobre cómo debemos cuidar el cuerpo y el espíritu.
La promesa vinculada a este principio es doble: por un lado, bendiciones temporales de salud, fortaleza y protección física; por otro, dones espirituales de sabiduría y conocimiento. De este modo, la obediencia a la Palabra de Sabiduría no se limita a prolongar la vida o evitar enfermedades, sino que abre la puerta a una mayor capacidad espiritual para recibir revelación y resistir las tentaciones del adversario.
Al describirlo así, el Señor nos enseña que su evangelio no es una colección de prohibiciones sin sentido, sino una invitación a vivir de acuerdo con leyes celestiales que llevan consigo bendiciones seguras. Cada vez que obedezco este principio, afirmo mi confianza en el Dios que ata promesas a la obediencia de sus hijos.
Doctrina y Convenios 89:18–21
En estos versículos el Señor enseña principios sencillos pero poderosos: usar con gratitud lo que Él provee para el sostén del cuerpo, evitar lo que daña o degrada, y vivir con sobriedad y moderación. Estos principios me recuerdan que mi cuerpo es sagrado y que debo tratarlo como un templo, cuidando lo que consumo y cómo administro mi salud.
El Señor ofrece promesas claras:
- Salud en el ombligo y médula en los huesos (v. 18): fortaleza física y vitalidad.
- Sabiduría y grandes tesoros de conocimiento (v. 19): claridad mental y revelación espiritual.
- Correr sin cansarse y andar sin desmayar (v. 20): resistencia, energía y poder para cumplir con el servicio y las pruebas de la vida.
- Protección contra el ángel destructor (v. 21): preservación espiritual y física en medio de los peligros del mundo.
Al vivir este principio, he sentido esas promesas cumplirse de distintas maneras. Cuando soy obediente, noto mayor claridad en mi mente y sensibilidad al Espíritu. También he visto cómo el Señor me fortalece físicamente en momentos de mucho esfuerzo, y cómo me protege de hábitos y caminos que podrían haberme llevado a la ruina espiritual o emocional.
Doctrina y Convenios 89:4
El Señor advirtió que en los últimos días existirían intereses ocultos que buscarían lucrar a costa de la salud y la vida de las personas. Esa profecía se cumple de manera evidente en:
- La industria del tabaco y el alcohol, que durante décadas promovió el consumo de productos dañinos aun conociendo sus efectos mortales.
- Las drogas ilícitas y adictivas, muchas veces introducidas en comunidades vulnerables con fines de control o enriquecimiento.
- Alimentos y bebidas ultraprocesadas, diseñadas más para generar dependencia y ganancias que para nutrir el cuerpo.
Estos ejemplos muestran cómo la revelación fue profética: el Señor conocía los intereses y manipulaciones que estarían detrás de ciertas prácticas de consumo en los últimos días.
Además de la Palabra de Sabiduría, el Señor me ha dado:
- El Espíritu Santo, que me ayuda a discernir lo que edifica y lo que degrada.
- Las Escrituras y los profetas vivos, que amplían y actualizan las advertencias del Señor frente a nuevas formas de engaño.
- La fuerza del convenio, porque al tomar la Santa Cena renuevo mi promesa de recordar a Cristo y de apartarme de lo que contamina.
- La comunidad de santos, que brinda un entorno de apoyo, enseñanza y ejemplo.
Palabra de Sabiduría: Doctrina y Convenios 89 con Doctrina y Convenios 29:34–35:
Lo que me enseña esta revelación sobre el Señor
La Palabra de Sabiduría me muestra que el Señor es un Padre amoroso y previsor. No me dio este mandamiento solo para prohibirme ciertas cosas, sino para protegerme de peligros que tal vez yo no podía ver en mi tiempo. Él cuida de mi cuerpo porque sabe que es el instrumento de mi espíritu y que ambos juntos forman mi alma. El Señor quiere que viva con salud, claridad mental y poder espiritual para servirle mejor. Esto me enseña que Dios se interesa en detalles muy concretos de mi vida diaria, desde lo que como y bebo hasta mi capacidad de recibir revelación.
Relación con Doctrina y Convenios 29:34–35
En esos versículos el Señor declara que “todas las cosas para mí son espirituales” y que jamás ha dado una ley meramente temporal. Eso significa que la Palabra de Sabiduría no es solo una norma de salud física, sino una ley espiritual. Al obedecerla, no solo fortalezco mi cuerpo, sino que preparo mi espíritu para recibir luz, sabiduría y protección divina.
Así, la conexión es clara: aunque parece una ley sobre lo que consumo o no consumo, en realidad es parte de mi progreso espiritual. El Señor transforma lo físico en un medio para bendecir lo eterno.
Comentario final: El estudio de Doctrina y Convenios 89 me deja con una impresión profunda sobre la manera en que el Señor cuida de Sus hijos. La Palabra de Sabiduría no es simplemente un código de salud, sino una revelación que une lo físico y lo espiritual en un solo propósito: prepararme para servir a Dios con todo mi ser.
A lo largo de la sección, veo cómo el Señor me enseña que mi cuerpo no es un simple recipiente, sino un templo sagrado que merece respeto y cuidado. Él me muestra que las decisiones más cotidianas —lo que como, lo que bebo, lo que elijo evitar— tienen consecuencias eternas. La obediencia trae fortaleza, claridad y revelación; la desobediencia abre la puerta al desgaste y a la oscuridad espiritual.
También percibo la voz profética del Señor anticipando los tiempos modernos, donde intereses poderosos buscan lucrar con la debilidad humana. Frente a esos peligros, Él no solo me advierte, sino que me equipa: me da el Espíritu Santo, las Escrituras, los convenios y la compañía de los santos. Con todo esto, me protege y me fortalece para no caer en las trampas del adversario.
Al final, la Palabra de Sabiduría me enseña algo esencial sobre Dios: que todo lo que Él manda es espiritual, incluso si parece temporal. Cada ley Suya es una invitación a vivir más cerca del cielo. Por eso, al cuidar mi cuerpo y mi espíritu en obediencia a este principio con promesa, no solo recibo salud y fortaleza, sino que afirmo mi confianza en un Padre que piensa en mi bienestar eterno y que me prepara, día a día, para regresar a Su presencia.
(Historia) El hermano Luis y la fuerza del Señor
El hermano Luis llevaba años luchando con su salud. Los médicos le habían advertido que debía cambiar sus hábitos, pero nunca encontraba la fuerza suficiente para hacerlo. Un día, mientras estudiaba las Escrituras, leyó nuevamente las promesas de la Palabra de Sabiduría: salud en el ombligo, sabiduría, fortaleza para no desmayar y protección contra el ángel destructor. Sintió que esas palabras eran una invitación personal del Señor.
Luis decidió comenzar poco a poco: dejó de lado ciertos alimentos y bebidas que sabía que dañaban su cuerpo, y empezó a agradecer al Señor cada vez que comía algo saludable. No fue fácil, pero cada pequeño sacrificio lo convirtió en una oración silenciosa de consagración.
Con el tiempo, su salud mejoró, pero lo que más lo sorprendió fue lo que ocurrió en su espíritu: se sentía con más paz, más claridad para recibir inspiración en sus decisiones y más fuerza para resistir tentaciones que antes lo habían vencido. Una tarde, al testificar en la reunión sacramental, dijo con lágrimas en los ojos:
—Yo sé que la Palabra de Sabiduría no es solo un código de salud. Es un pacto con el Señor. Él ha cumplido Su promesa en mi vida, dándome más de lo que yo podía esperar.
Ese día, la congregación comprendió que la Palabra de Sabiduría no era una lista de prohibiciones, sino una muestra del amor de un Padre que cuida de cada detalle de nuestra vida y que transforma lo físico en una bendición eterna.
Manual 2: “La única interpretación oficial de “bebidas calientes” (D. y C. 89:9) en la Palabra de Sabiduría es la declaración hecha por los primeros líderes de la Iglesia de que el término “bebidas calientes” se refiere al té y al café”
Manual 2: Administración de la Iglesia (Intellectual Reserve, 2010):
La única interpretación oficial de “bebidas calientes” (D. y C. 89:9) en la Palabra de Sabiduría es la declaración hecha por los primeros líderes de la Iglesia de que el término “bebidas calientes” se refiere al té y al café.
Diálogo: “Un principio con promesa”
Alumno: Maestro, siempre me he preguntado por qué la Palabra de Sabiduría es tan importante. ¿No es solo una regla de salud?
Maestro: Buena pregunta. En realidad, el Señor la presentó como “un principio con promesa”. Eso significa que no es solo una lista de prohibiciones, sino una ley espiritual que nos prepara para recibir bendiciones eternas.
Alumno: ¿Qué quiere decir con que es una ley espiritual?
Maestro: El Señor enseñó en Doctrina y Convenios 29 que todas Sus leyes son espirituales. Cuando cuidas tu cuerpo, también fortaleces tu espíritu. No se trata solo de evitar el daño físico, sino de estar más dispuesto a recibir revelación y a resistir la tentación.
Alumno: Entonces, ¿por eso promete cosas como “sabiduría” y “grandes tesoros de conocimiento”?
Maestro: Exacto. Al obedecer, tu mente se aclara y tu corazón se vuelve más sensible al Espíritu Santo. Además, el Señor promete fortaleza física: “correr sin cansarse y andar sin desmayar”. Esa promesa no es solo literal, también significa tener poder para perseverar en el servicio y en las pruebas de la vida.
Alumno: Pero, maestro, ¿qué pasa con todas esas industrias que promueven cosas dañinas como el tabaco, las drogas o incluso ciertos alimentos?
Maestro: Justamente el Señor lo advirtió en Doctrina y Convenios 89:4. Dijo que en los últimos días habría “maldades y designios en el corazón de hombres conspiradores”. Hoy lo vemos en empresas que, aun sabiendo los efectos dañinos, buscan ganancias a costa de la salud de las personas.
Alumno: ¡Qué profético! Eso me hace pensar que la Palabra de Sabiduría es una protección, no una limitación.
Maestro: Muy bien dicho. Es una muestra del amor de un Padre que cuida hasta los detalles más pequeños de nuestra vida. Y al vivirla, no solo nos mantenemos sanos, sino que testificamos que confiamos en Sus promesas.
Alumno: Maestro, ahora lo entiendo mejor. Cada vez que obedezco la Palabra de Sabiduría, en realidad estoy consagrando mi cuerpo y mi espíritu al Señor.
Maestro: Exactamente. Y Él cumplirá Sus promesas: salud, sabiduría, fuerza y protección. Esa es la belleza de este principio con promesa.
Doctrina y Convenios 90:1–17
La Primera Presidencia posee las “llaves del reino”.
En esta revelación, el Señor establece con claridad el papel de la Primera Presidencia en Su Iglesia. José Smith es confirmado como profeta, vidente y revelador, y junto con Sidney Rigdon y Frederick G. Williams recibe la responsabilidad de presidir el reino de Dios en la tierra. Aquí se manifiesta un principio fundamental: la autoridad de las llaves del sacerdocio, conferida para “poner en orden todos los asuntos de esta iglesia y reino” (v. 16).
1. Las llaves del reino
El Señor declara que las llaves del reino están en manos de Su siervo, y que permanecerán con él y sus sucesores mientras sean fieles. Estas llaves no son solo símbolos de autoridad, sino el poder real de presidir y dirigir la obra de salvación en la tierra. Al reconocer a la Primera Presidencia, reconocemos que Cristo gobierna Su Iglesia por medio de hombres autorizados.
2. Advertencia contra el menosprecio
El Señor manda que no se menosprecie a estos siervos (v. 5). Menospreciarlos sería rechazar la autoridad de Cristo mismo, pues ellos actúan en Su nombre. La obediencia y la lealtad a la Primera Presidencia son, en última instancia, una manifestación de fidelidad al Señor.
3. La función de gobierno
El pasaje muestra que la Primera Presidencia no solo recibe revelación para la Iglesia, sino que también organiza y regula sus asuntos temporales y espirituales. Son responsables de velar por la correcta administración del reino, lo cual incluye desde la doctrina hasta la obra misional, el templo, la edificación de Sion y el bienestar del pueblo.
4. Relación con nuestra vida
Estos versículos invitan a reflexionar en cómo respondemos hoy al liderazgo de la Primera Presidencia. Ellos siguen cumpliendo la función de dar dirección, corregir rumbos, y testificar de Cristo. Cada vez que escuchamos sus palabras en conferencias generales, estamos recibiendo la voz del Señor a través de Sus siervos (véase D. y C. 1:38).
5. Aplicación personal
No menospreciar: Esto significa sostenerlos, estudiar sus mensajes y no desestimar sus consejos.
Poner en orden mi vida: Así como ellos ordenan los asuntos de la Iglesia, yo puedo ordenar mi vida siguiendo sus enseñanzas.
Conocer al Padre y al Hijo: El servicio de la Primera Presidencia nos guía hacia Cristo; al escuchar su testimonio constante de Jesús, fortalecemos nuestra relación con el Salvador.
En resumen, Doctrina y Convenios 90:1–17 nos recuerda que la Primera Presidencia no es una estructura administrativa cualquiera, sino la máxima autoridad delegada por Dios en la tierra, con las llaves del reino para dirigir Su obra. Al sostenerlos, obedecemos a Cristo; al seguirlos, encontramos el camino seguro hacia nuestro Padre Celestial.
Doctrina y Convenios 90:24
“Todas las cosas obrarán juntamente para [mi] bien”.
El versículo 24 contiene una de las promesas más consoladoras de todo el Doctrina y Convenios:
“Todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, si andáis rectamente y permanecéis firmes en mi convenio hasta el fin.”
1. La condición de la promesa
El Señor nos asegura que todo —aun lo doloroso, lo inesperado o lo aparentemente injusto— puede obrar para nuestro bien, siempre que vivamos rectamente y permanezcamos fieles en los convenios. La clave está en la obediencia y perseverancia. No se trata de un optimismo vacío, sino de la confianza en que Dios gobierna sobre todas las cosas y dirige nuestra vida con un propósito eterno.
2. El poder de la perspectiva eterna
Lo que a menudo parece una pérdida, un retraso o un obstáculo, desde la perspectiva divina puede ser preparación, protección o refinamiento espiritual. El Señor no promete librarnos de todas las pruebas, sino convertirlas en escalones hacia nuestro progreso. Así, cada experiencia difícil puede transformarse en parte de nuestro aprendizaje celestial.
3. Relación con experiencias personales
Cada discípulo de Cristo puede recordar momentos en los que, mirando hacia atrás, se da cuenta de que lo que parecía una desventaja terminó siendo una bendición. Las demoras en respuestas a oraciones, los cambios inesperados de rumbo o incluso las pruebas de dolor y pérdida, pueden revelarse como parte de la “escuela de preparación” que Dios tiene para nosotros.
4. Aplicación en la espera
Aun cuando todavía no vemos la bendición prometida, este versículo nos invita a mantenernos firmes. La fe significa confiar en que Dios tiene el control incluso en el silencio o la demora. Permanecer en Sus convenios asegura que el resultado final será para nuestro bien, aunque los caminos intermedios sean oscuros o inciertos.
En resumen: Doctrina y Convenios 90:24 enseña que nada se pierde en la vida de un hijo fiel de Dios. Si andamos rectamente, todas las experiencias —placenteras o dolorosas— se entretejen en el plan divino para nuestro bien eterno.
Doctrina y Convenios 90:28–31
¿Quién fue Vienna Jaques?
En estos versículos, el Señor se dirige directamente a Vienna Jaques, una mujer que encarna la fe, la obediencia y la consagración en los primeros días de la Restauración. Su vida y su ejemplo ilustran varios principios clave:
1. La fe de una discípula consagrada
Vienna Jaques no solo aceptó el evangelio de manera intelectual, sino que se entregó por completo a él. Su disposición a dejar su hogar en Massachusetts, viajar a Kirtland para conocer al Profeta y ser bautizada muestra un testimonio firme que la impulsaba a la acción. Su fe se tradujo en sacrificio y servicio.
2. La obediencia a la voz del Señor
El Señor le dio instrucciones específicas: consagrar de sus bienes y trasladarse a Missouri para ayudar en la edificación de Sion. Ella obedeció sin reservas. Ese sacrificio económico fue providencial, ya que permitió a la Iglesia adquirir el terreno donde se levantaría el Templo de Kirtland, un lugar de revelación y derramamiento de poder espiritual. Aquí se cumple el principio de que Dios magnifica los sacrificios de Sus santos para el avance de Su obra.
3. El contraste entre la fidelidad y la ociosidad
El Señor alabó a Vienna porque era fiel y no ociosa (v. 30). Este elogio contrasta con la advertencia que se da en otros pasajes contra la pereza espiritual y la indiferencia. Vienna encarna la disciplina de una discípula activa, que no espera pasivamente las bendiciones, sino que actúa con diligencia en la obra del Señor.
4. La promesa cumplida: “establecerse en paz”
Finalmente, el Señor prometió a Vienna que, por su fidelidad, podría “estable[cerse] en paz” (v. 31). A pesar de las pruebas —viajes largos, persecuciones, pérdida de propiedades en Missouri—, esa promesa se cumplió cuando pudo hallar reposo entre los santos en el Valle del Lago Salado y vivir hasta una edad avanzada en paz y fidelidad.
La historia de Vienna Jaques enseña que el Señor conoce a cada uno de Sus hijos por nombre y que valora los sacrificios personales hechos por amor a Su obra. También nos recuerda que la verdadera paz no proviene de la comodidad ni de la abundancia material, sino de la fidelidad a los convenios y de la diligencia en servir al Señor.
Comentario final: La sección comienza recordándonos que Cristo gobierna Su Iglesia a través de siervos autorizados que poseen las llaves del sacerdocio. La Primera Presidencia no es un mero consejo administrativo, sino el canal por el cual el Señor dirige Su obra y organiza los asuntos de Su pueblo. Reconocer y sostener a estos líderes es, en realidad, reconocer al mismo Salvador.
En medio de esa visión institucional y de gobierno, el Señor introduce una promesa personal y consoladora: que todas las cosas obrarán para bien a favor de quienes permanecen fieles a Sus convenios. Aquí aprendemos que el plan de Dios no es solo para la Iglesia como colectivo, sino también para cada hijo individual. Lo que parece adversidad, Él lo convierte en preparación y crecimiento.
Finalmente, al dirigirse a Vienna Jaques, el Señor nos muestra que conoce y valora el sacrificio de cada uno de Sus discípulos. La fe y la diligencia de esta mujer sencilla sostuvieron a la Iglesia en momentos críticos y le valieron la promesa de establecerse en paz. Su historia nos recuerda que nadie es invisible ante Dios: Él llama, dirige y recompensa a cada uno de Sus hijos fieles.
Síntesis espiritual
- La Iglesia: Cristo gobierna mediante las llaves confiadas a la Primera Presidencia.
- El individuo: Cada prueba puede transformarse en bien eterno si se vive en fidelidad.
- El ejemplo: El sacrificio de una sola persona, como Vienna, puede bendecir generaciones enteras.
En conjunto, D. y C. 90 nos invita a sostener a nuestros líderes, confiar en las promesas del Señor y consagrar nuestra vida como lo hizo Vienna Jaques, sabiendo que el resultado final será paz y plenitud en Cristo.
Te comparto un diálogo sencillo entre dos miembros de la Iglesia que conversan sobre los principios de Doctrina y Convenios 90:
Ana: Hoy en la clase hablamos de Doctrina y Convenios 90. Me impresionó cómo el Señor confirmó que la Primera Presidencia tiene las llaves del reino.
Carlos: Sí, eso me hace pensar en que cuando seguimos a los profetas no estamos solo obedeciendo a hombres, sino a Cristo mismo.
Ana: Exacto. Y me llamó la atención la advertencia de no menospreciarlos. A veces es fácil quejarse o criticar, pero hacerlo es como rechazar al Señor.
Carlos: Yo lo veo en la conferencia general. Sus mensajes no son solo consejos humanos, son la voz del Señor para nuestra vida.
Ana: También me gustó mucho la promesa del versículo 24: que todas las cosas obrarán para nuestro bien si permanecemos firmes en los convenios.
Carlos: Esa promesa me da esperanza. Incluso cuando paso pruebas, puedo confiar en que el Señor está transformando todo en algo que me ayudará a crecer.
Ana: Y el ejemplo de Vienna Jaques es inspirador. Su fe y sacrificio hicieron posible que se comprara el terreno del templo de Kirtland.
Carlos: Sí, ella me enseña que aunque uno parezca pequeño o insignificante, el Señor magnifica nuestros sacrificios.
Ana: Al final, esta sección me recuerda tres cosas: sostener a la Primera Presidencia, confiar en las promesas del Señor, y consagrar mi vida como Vienna lo hizo.
Carlos: Totalmente. Si vivimos así, el Señor también nos permitirá “establecernos en paz”.
Doctrina y Convenios 91
“El Espíritu manifiesta la verdad”.
La sección 91 surge en un contexto en que José Smith estaba traduciendo la Biblia y se encontró con los Apócrifos. Estos escritos contenían enseñanzas de valor, pero también errores y añadiduras humanas. El Señor respondió con un principio eterno: la verdad y el error a menudo conviven en los mensajes del mundo, y necesitamos el Espíritu Santo para discernirlos.
1. La mezcla de verdad y error
El Señor declaró que en los libros apócrifos había “muchas cosas verdaderas” y también “muchas cosas […] que no son verdaderas” (vv. 1–2). Esto refleja nuestra realidad diaria: vivimos en un mundo saturado de información, opiniones, ideologías y filosofías humanas. Algunas contienen fragmentos de verdad, pero también elementos que pueden desviarnos. El principio es claro: no todo lo que parece sabiduría lo es realmente.
2. El papel del Espíritu Santo
El consejo divino fue que, si se leen tales escritos, debe hacerse “con el espíritu” (v. 4). Es decir, la clave para discernir la verdad del error no es solamente el estudio intelectual, sino la guía del Espíritu Santo. El Espíritu es el don que nos permite reconocer la voz del Señor, separar la luz de las tinieblas y distinguir lo que edifica de lo que confunde.
Esto se alinea con la enseñanza de Moroni: “por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5). La revelación nos recuerda que la mente humana por sí sola es insuficiente; necesitamos la confirmación espiritual.
3. Aplicación personal
Hoy en día enfrentamos mensajes contradictorios en libros, redes sociales, discursos políticos, corrientes filosóficas y hasta en temas de ciencia y religión. La invitación de DyC 91 es a no temer leer o escuchar, pero a hacerlo con discernimiento espiritual. El Espíritu nos enseña a reconocer aquello que se armoniza con el evangelio y nos advierte cuando algo no proviene de Dios.
Cada persona puede reflexionar: ¿en qué momentos el Espíritu me ha advertido que algo no era correcto? ¿Cuándo me ha confirmado la veracidad de un principio que necesitaba saber? Esos recuerdos fortalecen la confianza en Su guía constante.
Doctrina y Convenios 91 enseña que en un mundo lleno de información mi responsabilidad es aprender a discernir, y el medio dado por Dios para hacerlo es el Espíritu Santo. Él es el “Espíritu de verdad” (DyC 93:26) y el único que puede guiarme con certeza en medio de lo confuso.
Doctrina y Convenios 91 nos recuerda que no todo lo que leemos o escuchamos es completamente verdadero ni completamente falso; el mundo mezcla la luz con la oscuridad. El Señor nos enseña que la clave no está en evitar todo mensaje, sino en aprender a discernir con la ayuda del Espíritu Santo. Él es quien confirma la verdad, advierte del error y nos guía hacia lo que edifica y acerca a Cristo. Así, esta sección se convierte en una invitación práctica: cultivar la sensibilidad al Espíritu, para que en medio de tanta información podamos reconocer la voz del Señor y caminar con seguridad en la verdad.
— Un análisis de Doctrina y Convenios Sección — 89 — 90 — 91 — 92
— Dándole Sentido a Doctrina y Convenios — 89 — 90 — 91 — 92
— ¿Qué han dicho los líderes de la Iglesia acerca de Doctrina y Convenios 89–92?
— La Santidad de los Alimentos: Una Perspectiva de los SÚD – por Paul H. Peterson
— La Palabra de Sabiduría: Doctrina y Convenios 89:18–21
— La Sabiduría de Guardar la Palabra de Sabiduría – N. Eldon Tanner
— La Palabra de Sabiduría por el Élder Ezra T. Benson el 8 de abril de 1855.
— “Salud en su ombligo y médula en sus huesos” – Kate Holbrook
— La Santidad de los Alimentos: Una Perspectiva de los SÚD por Paul H. Peterson

























