De Corazón a Corazón

De Corazón a Corazón

Una Autobiografía

Russell Marion Nelson

Este libro autobiográfico ofrece un recorrido íntimo y sincero por la vida de Russell M. Nelson, quien más tarde sería presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. A través de sus recuerdos, el autor comparte tanto experiencias personales como profesionales, mostrando cómo su doble vocación de médico cirujano y siervo del Señor se entrelazaron para dar forma a su vida.

Una de las riquezas del libro es su tono profundamente humano: Nelson no solo relata logros médicos notables —como su contribución pionera a la cirugía cardíaca—, sino también momentos familiares, espirituales y de servicio que revelan su carácter y sensibilidad. Su testimonio de Jesucristo se presenta no como una declaración aislada, sino como el hilo conductor que da sentido a cada etapa de su historia.

Al leerlo, uno percibe la gratitud constante del autor hacia Dios, hacia su familia y hacia las personas que influyeron en su camino. El libro invita a reflexionar sobre la importancia de la fe, la disciplina, el amor familiar y el compromiso con el servicio a los demás.

En resumen, From Heart to Heart es más que una autobiografía: es un testimonio de vida que inspira al lector a ver en los desafíos y oportunidades de la existencia una manifestación de la mano de Dios.

Prólogo
Prefacio y Agradecimientos
1Una Perspectiva General
2De Europa a Ephraim
3Los Hogares Anderson y Nelson
4La Preparación y el Progreso de Mis Padres
5Años de Infancia
6Vida universitaria y días de noviazgo
7Dantzel y la familia White
8Los primeros años de matrimonio en Salt Lake City
9Vida en Minnesota
10Vida en Washington, D.C., y en el Ejército
11Nos mudamos a Boston
12El regreso a Minneapolis
13Regreso a Salt Lake City y a la Estaca Garden Park
14Experiencias especiales (1956-57)
15Una nueva vida en Normandie Circle
16Servicio como presidente de estaca (1964-71)
17Recuerdos misionales
18Servicio como Presidente General de la Escuela Dominical
19Presidentes Heber J. Grant, George Albert Smith, David O. McKay, Joseph Fielding Smith
20Presidente Harold B. Lee
21Presidente Spencer W. Kimball — I
22El Presidente Spencer W. Kimball — II
23Presidentes Hugh B. Brown, N. Eldon Tanner, Marion G. Romney, Ezra Taft Benson
24El Señor vela por Sus ungidos
25Tradiciones Familiares
26Marsha
27Wendy
28Gloria
29Brenda
30Sylvia
31Emily
32Laurie
33Rosalie
34Marjorie
35Russell
36Responsabilidades Locales, Nacionales e Internacionales
37Residentes Capacitados
Reflexiones Finales

Prólogo

Por el Presidente Spencer W. Kimball


Este libro, el cautivador registro de la vida y experiencias de Russell Marion Nelson, es la realización de un gran sueño. En estas páginas él ha expuesto una crónica de su noble linaje y cristalizado las muchas experiencias de sí mismo y de su adorable familia. Esta obra traerá gozo, paz y felicidad a sus lectores.

La primera vez que vi a la familia Nelson fue en una conferencia de estaca en 1964. Ocho hijas cantaban una canción, acompañadas por su madre, Dantzel. Me sentí maravillado y complacido, y pensé: “¡Qué familia tan perfecta! ¡Qué padres tan hermosos! Y qué hijos tan encantadores para crecer juntos en un mismo hogar.” Los he conocido desde ese tiempo en adelante, y ahora son nueve hijas y un hijo. El hermano Nelson siempre ha sido un hombre de familia primero, y ahora toda su familia se une para rendirle honor.

Le debo mucho a él como médico. Fue en 1971, en Inglaterra, cuando por primera vez le hablé de mis problemas del corazón. Al regresar a los Estados Unidos, las investigaciones mostraron que tenía problemas con una válvula deteriorada en mi corazón y una obstrucción en una arteria. Sentía que mi vida se me escapaba, y me preguntaba si acaso había llegado el momento para que un hombre más joven entrara al Quórum de los Doce y realizara la obra que yo ya no podía llevar a cabo. Pero, por la inspirada insistencia del presidente Harold B. Lee, se me impulsó a seguir adelante. Por lo tanto, mi vida fue puesta en las manos de este joven médico, en quien notamos una dulce espiritualidad. Gracias a su habilidad como cirujano—uno que confía en el poder del sacerdocio y depende del Espíritu del Señor—mi vida fue preservada, aun cuando los riesgos eran muy grandes para un hombre de mis setenta y siete años.

Nos volvimos cercanos mientras yo me recuperaba de la cirugía a corazón abierto que él realizó perfectamente. Cada vez que me sentía desanimado, siempre estaba su dulce y comprensivo espíritu para sostenerme.

Luego, el presidente Lee murió en diciembre de 1973. Nunca pensamos que pudiera suceder, pues era más joven que yo y aparentemente gozaba de buena salud; por lo tanto, todos quedamos sorprendidos. El hermano Nelson, por propia iniciativa, vino a mi lado de inmediato en caso de que se le necesitara. Aprecié mucho su consideración. Poco después, sabiendo que me vería enfrentado a preguntas sobre mi salud, me escribió una carta que decía en parte:

“Su cirujano quiere que sepa que su cuerpo es fuerte, que su corazón está mejor que en años, y que más allá de toda nuestra capacidad finita de predecir, usted puede considerar este nuevo llamamiento sin ansiedad indebida acerca de su salud.”

¡Oh, cuánta necesidad tenía yo de ese consuelo en un momento tan difícil! ¡Y cuánto aprecio su amistad constante y su fidelidad a la obra del Señor! Pues, como en numerosos otros campos de esfuerzo, él ha procurado cumplir fielmente con la obra que se le ha pedido como miembro de la Iglesia.

Ha alcanzado la excelencia en su labor profesional, lo cual ha traído distinción a su nombre, tanto en este país como en el extranjero. Ha dado honor al nombre de sus padres y antepasados. Yo mismo no conocí el poder de generación tras generación, ni la rica sangre de la estirpe pionera.

Me complace mucho notar que él, al reunir la información para dar forma a este relato, lo ha hecho con gran esmero. Rara vez se reúnen tantas páginas para crear una historia de vida tan rica y llena de experiencias como este registro de la vida de Russell Marion Nelson. Me parece que se ha hecho de manera hermosa y sin defecto. Largo tiempo sus hijos y su posteridad honrarán a este gran hombre; y recordarán que siguió los preceptos de su Señor a través de Sus profetas, de modo que la historia total, hermosa y completa de su vida pudiera ser puesta en papel para su beneficio.

Salt Lake City, Utah
Marzo de 1979


Prefacio


La motivación original para escribir esta reseña pareció surgir simultáneamente de mi amada esposa, Dantzel, y del presidente Spencer W. Kimball. Luego, una súplica del presidente B. Lloyd Poelman me dio un impulso adicional. Una dirección unívoca proveniente de tres a quienes amaba tanto no podía ser ignorada. El empujón final llegó cuando era pasajero en un pequeño avión que caía en picada hacia la tierra, con uno de sus dos motores explotado. Entonces comprendí que, aunque ya se habían provisto tanto las necesidades espirituales como materiales de mi familia, no les había dejado un compendio razonable de mi vida que ellos pudieran repasar. El aterrizaje de emergencia seguro de aquella aeronave averiada me brindó la oportunidad que necesitaba.

El proceso de escribir permite la reflexión adecuada y la oportunidad de una gratitud retrospectiva. Gracias a los antepasados conocidos y desconocidos, se nos ha dado una herencia. La educación y el aliento de una amorosa madre y un cariñoso padre son evidentes en todo momento.

A Dantzel, quien estuvo conmigo en todo, le doy el crédito no solo como coautora sino como co-creadora de todo lo valioso en nuestra asociación. Sin ella, nada habría existido; con ella, la vida se ha vivido en el más pleno sentido de la palabra. Ha sido mi mejor amiga, mi conciencia más clara, mi estímulo eterno, motivadora y razón de ser. Si el amor que le tengo puede sentirse al leer estas páginas, habré tenido éxito. Le pedí a ella que escribiera el primer capítulo para brindar una visión general y una perspectiva que de otro modo podrían haberse pasado por alto.

El título “De corazón a corazón” podría considerarse apropiado para aquellos cuyos corazones han sido tocados por un cirujano cardíaco. En verdad, mi corazón se ha volcado hacia esos queridos pacientes que sufren por sus dolencias y por las miserias asociadas con el cuidado quirúrgico necesario. Sin embargo, la verdadera sugerencia para este título provino de la profecía bíblica de que llegará el día en que el corazón de los padres se volverá hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres (véase Malaquías 4:6). El corazón de este padre está verdaderamente volcado hacia su amada esposa y sus hijos: Marsha, Wendy, Gloria, Brenda, Sylvia, Emily, Laurie, Rosalie, Marjorie y Russell. A ellos está dedicado este trabajo. Fue escrito para ellos y para su posteridad, a fin de que también ellos vuelvan sus corazones a sus padres y a sus hijos mientras se preparan y viven para el futuro.

A nuestro Señor y Maestro expresamos nuestra gratitud por Su evangelio, por Su Iglesia y por la promesa de una perpetuación eterna de nuestra unidad familiar. Estas bendiciones trascienden todas las demás que disfrutamos.

Si una escritura pudiera condensar el deseo de mi corazón para los amados miembros de mi familia y para aquellos que aún han de venir a ella, sería este pasaje:

“No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.” (3 Juan 4).

RUSSELL M. NELSON
25 de diciembre de 1978


Agradecimientos


A Dantzel y a los hijos les estoy profundamente agradecido por hacer de la vida una experiencia tan dulce y gozosa. Su paciencia y ayuda durante el proceso de esta redacción se reconocen con sincera gratitud.

La valiosa colaboración de nuestra hija Marsha N. McKellar, LaRee Wise y Judy Anderson es reconocida con agradecimiento. Ellas trabajaron larga y pacientemente en transcribir y en brindar ánimo.

Las tediosas tareas de edición e indexación fueron realizadas por Lane Johnson. Reconozco con gratitud su ayuda.

La planificación e impresión han sido dirigidas de manera tan competente por mi tío Clyde E. Nelson. Estoy muy agradecido por sus esfuerzos en esta empresa, así como por su especial bondad hacia nosotros a lo largo de los años.

La influencia del presidente Spencer W. Kimball en mi vida y en este registro merece un reconocimiento especial. Su solicitud original de que escribiera esta historia me impulsó a la acción. Bajo sus manos recibí llamamientos para servir en la Iglesia y bendiciones para poder cumplir ese servicio. Él confió su vida a mis cuidados y, en el proceso, hizo que mi capacidad aumentara y que mi alma sintiera el poder del Señor al bendecir a Su profeta. Habiendo tenido la bondad de permitir que algunos de esos sentimientos quedaran documentados en este registro, y de expresar su aprobación para el manuscrito, el presidente Kimball además honró a mi familia y a mí al escribir el prólogo que engalana este libro, tal como el sol brinda luz y calor a innumerables personas. A él y a su amada Camilla expreso mi especial gratitud y afecto.

A Madre y a Daddy reconozco mi gratitud—por la vida, el aliento y el amor constante. Gran parte de la gratitud que siento es indescriptible. Desde mis primeras horas en la infancia hasta la tarea de compilar este registro, su ayuda y experiencia han sido de lo más valioso.

A ellos y a tantos otros expreso mi agradecimiento. Un individuo es el producto de su propia experiencia, de los amigos y asociados que dejan sus preciosas huellas, y de maestros bondadosos y queridos. Hacia ellos siento lo mismo que expresó aquel que escribió:

“Uno siembra, y otro siega.
Y el que siembra y el que siega
juntamente se regocijen.” (Véase Juan 4:36–37).


 

Parte A

Los Privilegios de la Preparación y del Servicio


CAPÍTULO 1

Una Perspectiva General

Por Dantzel White Nelson


Un joven alto, moreno y apuesto, con la nariz metida en un libro y completamente absorto en algo distinto a la obra que estábamos ensayando, fue mi primer recuerdo de Russell M. Nelson. Estaba ajeno a lo que sucedía en el escenario cuando no le tocaba estar allí. Cuando llegaba su turno, aparecía puntualmente, con sus líneas aprendidas y con total concentración en la tarea a realizar. No comprendí entonces qué perfecto ejemplo de su verdadero carácter era aquello, y que continuaría siéndolo a lo largo de todo nuestro tiempo juntos. A medida que nos fuimos conociendo, esa misma concentración total se enfocó en mí, y nuestros días de noviazgo fueron días de resplandecer bajo su constante interés y dedicación, aun cuando estaba totalmente concentrado en sus exigentes estudios de pre-medicina y de la facultad de medicina.

No recuerdo jamás haberme sentido descuidada, ni molesta, ni haber tenido una riña de enamorados mientras salíamos. Siempre me sentí amada y necesitada. Recuerdo bien su proyecto de “hacer de Dantzel un miembro de la familia Nelson”. Russell creó ocasiones especiales para que yo estuviera con su familia: los sándwiches de carne asada los domingos por la noche en su hogar, salir a cenar con ellos, pasar todo el tiempo posible en su compañía. Todo ese tierno cuidado y atención han continuado a lo largo de nuestra vida matrimonial. Siempre estoy tan agradecida por el honor que ha sido, y será, ser su compañera, amiga y socia por la eternidad.

Russell siempre ha tenido el impulso de sobresalir y ser el mejor en todo lo que hace. Sé lo mucho que trabajó y estudió para graduarse primero en su clase en la facultad de medicina y para ser elegido miembro de Phi Kappa Phi y Phi Beta Kappa. Sé de su frustración por no ser el mejor golfista, ya que solo tiene tiempo de jugar una o dos veces al año. A pesar de este afán, o tal vez gracias a él, no se ha vuelto unilateral, sino que ha desarrollado muchos intereses y talentos. No solo es un estudiante destacado, sino también un excelente esquiador y un buen músico que toca el piano y el órgano con gran habilidad, haciendo uso de su prodigiosa memoria. Tiene una buena voz de canto con entonación perfecta, y un verdadero amor y aprecio por la música fina. Ha dicho que tal vez tome el órgano en serio porque, en el mundo venidero, ¡ya no habrá necesidad de cirujanos cardíacos!

Russell también ha prestado cuidadosa atención a su desarrollo espiritual. Éramos jóvenes cuando nos casamos, pero estábamos decididos a hacerlo en el templo de la Iglesia y prometimos guardar los mandamientos de nuestro Padre Celestial. Nunca ha habido un momento en que no nos esforzáramos por mantener ese compromiso. Nunca hubo un tiempo en que la ley del diezmo no se observara plenamente. Nunca hubo un tiempo en que la Palabra de Sabiduría fuera dejada de lado. Nunca hubo un tiempo en que un hijo de nuestro Padre Celestial no fuera bienvenido en nuestro hogar. Nunca hubo un momento en que Russell se quejara o dijera una sola palabra despectiva acerca de un líder de la Iglesia. Quizás deba matizar esto diciendo que, en una ocasión, cuando vivíamos en Minneapolis, él y Keith Engar pensaron que tal vez la Escuela Dominical allí podría funcionar un poco más eficientemente. Hasta donde sé, esos pensamientos solo los mencionaron a Amy y a mí. Poco después, la superintendencia de la Escuela Dominical fue reorganizada, con Russell y Keith sostenidos como los nuevos líderes.

Nunca hubo un momento en que se rechazara un llamamiento en la Iglesia o en que Russell pidiera ser relevado de un llamamiento.

A causa de todas estas cosas, nuestro Padre Celestial ha derramado Sus bendiciones sobre nosotros, no solo espiritualmente, sino también temporalmente.

En el campo profesional de la medicina de Russell, cada paso dado parecía haber sido el correcto en el momento oportuno. Con el tiempo, tuvo el privilegio de ser aceptado en las mejores escuelas para su formación en cirugía. La educación y disciplina allí fueron excelentes. Tuvo una preparación extraordinaria y amistades maravillosas en Boston, antes de que regresáramos a Minneapolis, donde desarrolló su gran interés en la cirugía cardiovascular. En cada encrucijada profesional siempre parecía surgir la pregunta de si debía dedicarse a la medicina académica o a la cirugía clínica, y cada vez lo conversábamos, orábamos al respecto e incluso pedíamos consejo a las autoridades de la Iglesia. Tal como resultó, las decisiones que tomamos siempre fueron las correctas. Hubo ocasiones en que los resultados de nuestras decisiones parecían muy desalentadores; pero, a la larga, siempre redundaron en nuestra gran bendición y ventaja. La bendición dada por los élderes Spencer W. Kimball y LeGrand Richards cuando Russell fue llamado y apartado como presidente de la Estaca Bonneville se ha cumplido. Su vida profesional nunca ha interferido con su obra en la Iglesia, ni su labor en la Iglesia ha entrado en conflicto con su profesión. Pareciera, casi, que cuanto más ocupado estaba con sus asignaciones en la Iglesia, más ocupado estaba también en su servicio quirúrgico.

Este escrito no pretende ser un elogio de un hombre perfecto, sino meramente una visión general. He aquí un hombre que tiene debilidades humanas como todos los hombres, pero que trabaja arduamente para superarlas y que, con justicia, merece el amor y la admiración de sus colegas, su familia y amigos. Russell M. Nelson ama a las personas y ha dedicado su vida a servirlas. Es un maestro dedicado en su profesión. Muchos internos y residentes me han contado de la maravillosa manera que tiene de enseñar, de mostrar y de infundir confianza. Están muy agradecidos por su interés en su bienestar personal y notan que en todo es un caballero. También he tenido pacientes que me han dicho de la confianza que tienen en él y de su sincera preocupación por ellos. Han sido muchos los que han dicho: “Espero que se dé cuenta del gran hombre con el que se casó; le debo mi vida a él.” Justo esta semana llegó un libro dedicado por el autor con estas palabras: “Gracias por darnos una segunda oportunidad para volver a vivir realmente. Su habilidad como médico solo es superada por su capacidad de cuidar.” También he visto a este hombre en profunda desesperación y tristeza en ocasiones en que no podía ayudar a un paciente. Pero cuando llegaba el llamado para ayudar a alguien más, se ponía en acción, decidido a intentarlo de nuevo.

Su amor por los hermanos y hermanas de la Iglesia tampoco tiene límites. Nunca está tan feliz como cuando está en una asignación de la Iglesia o aprendiendo de las Autoridades Generales. Muchas veces ha llegado a casa después de una reunión de la Escuela Dominical irradiando el amor y la felicidad inherentes a esa obra. Su amor por las personas de todo el mundo lo ha llevado a estudiar español, ruso, alemán y francés para poder leer y conversar con la gente en su propio idioma. También puede dar saludos en media docena de lenguas más.

Como padre, esposo y abuelo, Russell es profundamente amado porque nos ama a todos. Cada hijo ha recibido sus bendiciones por medio del sacerdocio y sus bendiciones como padre. Demuestra amor, ternura y bondad con la seguridad de que, si cualquiera de nosotros lo necesita en cualquier momento, está disponible para nosotros. Siempre se asegura de que todos sepamos dónde se le puede localizar y responde cuando se le llama. Ninguna tarea es demasiado grande ni demasiado pequeña. Puede tratarse de llevar zapatos al zapatero, conseguir folletos para un informe escolar sobre el corazón, ir a hablar con los alumnos de quinto grado acerca de algún aspecto de la medicina, o meter a todos los pequeños, incluidos los nietos, en la bañera para darles un baño como solo papá puede darlo, o bien dar un discurso en una fogata para las hijas casadas y sus amigas. Ha habido ocasiones en que la disciplina y la corrección fueron necesarias, pero siempre “reprendiendo con claridad cuando fuere necesario, y mostrando luego mayor amor hacia aquel a quien hayas reprendido, no sea que lo considere tu enemigo” (D. y C. 121:43).

Nunca ha habido un momento aburrido en nuestra vida juntos. A menudo escucho a personas decir: “Estoy tan aburrida de la vieja rutina. Mi esposo nunca quiere mudarse. Nunca me lleva a ninguna parte. Ojalá hubiera algo emocionante en mi vida.” Esa actitud me es totalmente ajena y difícil de comprender. Nací y me crie en el pequeño pueblo de Perry, Utah. Fue una vida maravillosa, pero mis experiencias estaban limitadas a la escuela en Brigham City, la universidad en Salt Lake City y un viaje al Parque Yellowstone. Sin embargo, desde mi cambio de apellido de White a Nelson, mi vida se ha convertido en una constante aventura y acción. Hemos vivido en siete hogares diferentes; nuestros hijos han nacido en cuatro estados distintos; hemos viajado extensamente por los Estados Unidos, incluyendo la mayoría de los estados; y hemos visitado sesenta y tres países diferentes. Ha sido una vida maravillosa juntos y lo sigue siendo.

Qué vida tan especial hemos tenido. No ha estado exenta de problemas, pero en general ha sido rica y plena. Hemos sido tan bendecidos con diez hijos hermosos y sanos, quienes han sido un gozo constante y con quienes hemos aprendido y amado. Al momento de esta escritura, siete nietos* son una delicia al verlos crecer y desarrollarse. Esperamos con ansias ver llegar más nietos.

Mi esperanza para el futuro es poder disfrutar compartiendo más aventuras y una vida que crezca continuamente en amor y armonía hacia la eternidad con mi amado y compañero.

*En junio de 1979, la llegada de dos nietos incrementó el total a nueve.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

1 Response to De Corazón a Corazón

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Preciosa introducción de parte de la primera esposa de nuestro querido profeta Russell M.

    Nelson . Muchas gracias 😘 🙂 😊

    Me gusta

Deja un comentario