Ven, sígueme Doctrina y Convenios 106–108

Ven, sígueme
Doctrina y Convenios 106–108
22 – 28 septiembre: “El Orden del Hijo de Dios”


Contexto Historico

La revelación a Warren Cowdery (D. y C. 106)

En noviembre de 1834, el Señor reveló a José Smith una instrucción dirigida a Warren A. Cowdery, hermano mayor de Oliver Cowdery. Warren vivía en Freedom, Nueva York, y aunque no estaba en el círculo central de Kirtland, tenía una fuerte fe en la Restauración. El Señor lo llamó a servir como presidente del sumo sacerdocio en Freedom, lo que equivalía a dirigir una rama local de la Iglesia.
Esta revelación resalta dos aspectos importantes: primero, que el Señor estaba expandiendo Su obra más allá de Kirtland y Missouri, organizando la Iglesia en diferentes localidades; y segundo, que hombres fieles —aunque menos conocidos que los líderes centrales— eran igualmente necesarios para sostener la causa de Sion. El Señor le aseguró a Warren que, si permanecía humilde y fiel, sería una “luz” para su rama y recibiría fortaleza contra las tinieblas que crecían en la tierra.

La instrucción sobre los Doce Apóstoles (D. y C. 107)

La sección 107 es en gran medida una compilación de varias revelaciones recibidas en diferentes momentos (partes en 1831, 1835 y más adelante), reunidas para aclarar la organización de la Iglesia. El contexto inmediato fue la preparación para la publicación de la Doctrina y Convenios de 1835 y la reciente ordenación de los Doce Apóstoles y los Setenta (febrero de 1835).
En ese momento, la Iglesia estaba creciendo rápidamente, y muchos santos se preguntaban cómo debían funcionar los diferentes oficios del sacerdocio. La revelación ofrece una explicación detallada de la estructura del Sacerdocio de Melquisedec y Aarónico, las funciones de las presidencias, de los Doce, de los Setenta y de los obispos.
Además, se dio en un tiempo de pruebas: apenas un año antes, la Campaña de Sion había fracasado en su intento de restaurar a los santos a sus tierras en Misuri. El Señor estaba estableciendo orden y autoridad en la Iglesia para que, aunque enfrentaran oposición, pudieran seguir adelante con unidad. La sección 107 se convirtió en un documento fundamental para la organización de la Iglesia en lo que respecta a quórumes y llaves del sacerdocio.

La reunión en Kirtland y la revelación sobre los Doce (D. y C. 108)

En diciembre de 1835, Lyman Sherman, un hombre de gran fe que había sido recientemente llamado como uno de los primeros Setenta, se sintió preocupado por su dignidad espiritual y pidió consejo a José Smith. En respuesta, el profeta recibió una breve pero significativa revelación.
El Señor lo tranquilizó, diciéndole que sus pecados habían sido perdonados y que debía fortalecer a sus hermanos en toda ocasión: en conversación, oración, exhortación y acciones. También le prometió que sería grandemente bendecido y que tendría poder en el ministerio.
El contexto histórico aquí es muy humano: a pesar de que la Iglesia se estaba expandiendo con nuevas ordenaciones y quórumes, los líderes aún tenían luchas personales de fe y de autoestima espiritual. El Señor mostró su cercanía al atender la súplica de un hombre preocupado por su valía personal. Tristemente, Lyman Sherman moriría pocos años después, en 1839, sin ver terminada la construcción del templo de Nauvoo. Pero esta revelación es un testimonio del consuelo que el Señor ofrece a cada siervo fiel.

En conjunto, Doctrina y Convenios 106–108 nos muestran tres facetas complementarias de la historia de la Iglesia en 1834–1835:

  1. La expansión local mediante líderes humildes (Warren Cowdery).
  2. La organización global de la Iglesia con quórumes y llaves (los Doce y los Setenta).
  3. El cuidado pastoral del Señor hacia un discípulo individual (Lyman Sherman).

Doctrina y Convenios 106; 108
El Señor me sostiene cuando me llama a prestar servicio.


Un llamado inesperado en Freedom, Nueva York (D. y C. 106)

Warren Cowdery no era una figura central en Kirtland ni en Misuri. No había marchado con la Campaña de Sion ni participado en los consejos de los Doce. Vivía en una pequeña comunidad en Nueva York, lejos de los “centros de acción”. Sin embargo, el Señor lo vio, lo conocía y lo necesitaba.

La revelación de Doctrina y Convenios 106 le recordó que, aunque el mundo estaba lleno de tinieblas, él podía ser “una luz” en su rama. El servicio al que fue llamado era grande a los ojos de Dios, aunque a los ojos de los hombres pareciera pequeño. Y la promesa fue clara: si permanecía humilde, el Señor lo sostendría y lo haría fuerte.

Este pasaje nos enseña que los llamamientos no dependen de la fama ni de la posición social, sino de la disposición del corazón. El Señor llama a personas comunes y corrientes, y luego las sostiene para que cumplan tareas extraordinarias.

Un siervo preocupado por su dignidad (D. y C. 108)

Años después, Lyman Sherman, uno de los Setenta recién ordenados, se sintió inquieto. Había sido llamado, pero él mismo dudaba de su capacidad y de su pureza espiritual. En lugar de rehuir su responsabilidad, buscó al profeta y pidió consejo.

El Señor respondió con ternura: le aseguró que sus pecados habían sido perdonados, lo exhortó a levantar y fortalecer a sus hermanos, y le prometió poder en su ministerio. Aquí se ve con claridad que el Señor no sólo llama, sino que también sostiene y capacita.

El mensaje es profundo: el servicio en el Reino nunca se basa en la autosuficiencia. Todos, incluso los llamados a liderar, sentimos temor, dudas y debilidades. Pero el Señor nos acompaña en el camino. Él nos purifica, nos guía y nos fortalece cuando nos sentimos incapaces.

En estas dos secciones, el Señor muestra un mismo patrón: Él llama y Él sostiene. A Warren le aseguró que podría ser una luz en medio de las tinieblas. A Lyman le recordó que sus pecados estaban perdonados y que tendría poder en su ministerio.

El llamado al servicio no es un peso imposible de llevar, sino una oportunidad para experimentar el poder del Señor en la vida personal. Él no abandona a quienes llama; al contrario, los sostiene, los capacita y los acompaña paso a paso.

Cuando recibo un llamamiento, quizá me sienta como Warren Cowdery: lejos de los centros visibles, con la impresión de que mi aporte es pequeño. O quizá me sienta como Lyman Sherman: inseguro, consciente de mis debilidades y temeroso de fallar. En cualquiera de los casos, el principio es el mismo: el Señor sostiene a Sus siervos.

El servicio en la Iglesia se convierte entonces en un acto de confianza. No confío en mi habilidad, sino en la promesa divina de que, si soy humilde, Él me fortalecerá. No se trata de estar perfecto para servir, sino de permitir que el Señor me perfeccione en el servicio.


¿Cuál crees que es el mensaje del Señor para ti en estas revelaciones?

Mensaje del Señor para mí

  1. El Señor me conoce y me llama donde estoy. No importa si estoy en una rama pequeña como Warren Cowdery, o si me siento inseguro como Lyman Sherman; el Señor tiene un lugar para mi servicio.
  2. El servicio no depende de mi capacidad, sino de Su poder. Mi debilidad no es un impedimento para servir, porque Él me sostiene, me fortalece y me guía.
  3. El Señor calma mis temores. Al igual que Lyman, yo también puedo sentirme insuficiente, pero el Señor responde con misericordia y confirma que mis esfuerzos sinceros son aceptados.

¿Qué frases te parecen particularmente significativas?

Frases particularmente significativas

  • D. y C. 106:8 – “El Señor levantará una luz en tinieblas, y será como quien vigila de día en medio de la noche.”

Me recuerda que incluso un servicio aparentemente pequeño puede iluminar a otros en medio de un mundo oscuro.

  • D. y C. 106:7 – “Si permanece humilde, será fortalecido, y las tinieblas no prevalecerán contra él.”

Es una promesa directa: la humildad trae fortaleza divina, y ninguna oposición puede vencer al que el Señor sostiene.

  • D. y C. 108:2–3 – “Tus pecados te son perdonados… fortalece a tus hermanos en todas tus conversaciones, en todas tus oraciones, en todas tus exhortaciones y en todas tus acciones.

Aquí siento que el Señor me dice: “No te detengas por tus errores pasados. Yo ya los he perdonado. Dedícate a levantar a otros en todo lo que hagas.”

El mensaje que resuena en mí es: “No temas cuando yo te llame; confía en que yo te sostendré.”
El Señor no espera que yo sea perfecto antes de servir, sino que aprenda a depender de Él mientras sirvo.


¿Qué crees que significa fortalecer a otras personas “en todos tus hechos”? (Doctrina y Convenios 108:7).

Cuando el Señor le habló a Lyman Sherman, no le dio una instrucción limitada a un solo espacio sagrado, como la capilla o el consejo de los Setenta. La frase “en todos tus hechos” es amplia y abarcadora. Es como si el Señor dijera: “Quiero que tu vida entera sea un ministerio, que cada cosa que hagas sea una oportunidad de edificar a alguien más”.

Imagina a Lyman Sherman regresando a su hogar después de escuchar esa revelación. No solo se trataba de dar un buen discurso en una reunión de la Iglesia, sino de ser paciente con su esposa, bondadoso con sus hijos y servicial con sus vecinos. Cada acción cotidiana —desde compartir una comida, ayudar en el campo o escuchar a un amigo desanimado— podía ser un medio para fortalecer la fe y el ánimo de alguien.

La instrucción también implica coherencia. Fortalecer en todos los hechos significa que mi testimonio no se queda en palabras, sino que se refleja en la forma en que vivo. Las personas se sienten más fuertes cuando ven que soy constante: que el discípulo de Cristo que enseña el domingo es el mismo que trabaja con honradez el lunes y que sirve con humildad el martes.

Y, finalmente, “en todos tus hechos” recuerda que el Señor puede usar incluso los detalles pequeños para bendecir a otros. Un saludo cálido, un consejo oportuno, una sonrisa sincera o un ejemplo de paciencia en una situación difícil pueden ser exactamente lo que otra persona necesita para seguir adelante.

En pocas palabras, fortalecer “en todos mis hechos” es vivir de tal forma que mi vida misma se convierta en un testimonio: una luz que alumbra en lo cotidiano, una influencia que edifica en lo simple, y un reflejo constante del amor de Cristo en cualquier circunstancia.


¿Qué crees que significa fortalecer a otras personas “en todos tus hechos”? (Doctrina y Convenios 108:7).

Cuando el Señor le dijo a Lyman Sherman: “fortalece a tus hermanos … en todos tus hechos” (DyC 108:7), no estaba pensando solo en las ocasiones solemnes, como dar un discurso en la Iglesia o compartir un testimonio formal. La instrucción abarcaba mucho más: cada aspecto de la vida debía convertirse en un canal de influencia y edificación.

Imagina a Lyman volviendo a casa después de recibir esa revelación. Quizás recordó que podía fortalecer a su familia con una palabra amable al final del día, con paciencia en medio de las preocupaciones o con un ejemplo de fe cuando llegaran las pruebas. Podía fortalecer a sus hermanos de quórum no solo en las reuniones, sino también en los trabajos cotidianos, al ayudar en el campo o al visitar a un enfermo. Incluso su manera de tratar a un desconocido podía ser un acto de fortalecimiento.

La frase “en todos tus hechos” sugiere que el servicio cristiano no es un evento aislado, sino un estilo de vida. Significa que lo que hago, lo que digo, y hasta la forma en que reacciono en momentos difíciles, puede convertirse en una chispa que aliente a otros a confiar más en Dios. Así, mi vida entera se vuelve un ministerio silencioso pero constante: predico cuando sirvo, fortalezco cuando soy paciente, edificaré cuando vivo con coherencia.

Al final, el Señor estaba enseñando a Lyman —y a todos nosotros— que cada hecho cuenta. No hay momentos neutros: todo lo que hago puede ser una oportunidad para elevar a alguien o, por el contrario, para desanimarlo. El llamado divino es claro: que cada acción mía, grande o pequeña, sea una fuente de fortaleza para los demás.


Historia: El hermano que dudaba de sí mismo


En un pequeño pueblo vivía Samuel, un hombre sencillo que nunca había tenido un papel importante en la Iglesia. Un día, el obispo lo visitó y le extendió un nuevo llamamiento: ser presidente de los hombres jóvenes de su barrio.

Samuel se sorprendió. Él no había servido mucho antes y, para ser honesto, pensaba que su trabajo en la granja ya consumía todas sus fuerzas. En su mente, se repetía una pregunta: “¿Por qué yo? Hay otros más preparados, más elocuentes, más capacitados.”

Esa noche, arrodillado en oración, Samuel abrió las Escrituras y encontró las palabras del Señor a Warren Cowdery: “Si permanece humilde, será fortalecido, y las tinieblas no prevalecerán contra él” (DyC 106:7). Sintió como si el Señor le dijera: “Yo te sostendré. No importa si tu llamamiento parece pequeño o si te sientes débil; Yo estaré contigo.”

Con el paso de las semanas, Samuel comenzó a servir. Al principio con temor, pero poco a poco se dio cuenta de que el Señor lo ayudaba en cada detalle: al preparar una lección, al escuchar a un joven que pasaba por dificultades, o al organizar una actividad. Una tarde, después de una entrevista con un joven que estaba luchando con su fe, recordó la revelación a Lyman Sherman: “Tus pecados te son perdonados… fortalece a tus hermanos en todas tus acciones” (DyC 108:2–3). Comprendió que lo importante no era ser perfecto, sino estar dispuesto a levantar a otros.

Con el tiempo, Samuel descubrió que su servicio no dependía de su capacidad, sino del poder del Señor. Y así, lo que empezó como un llamamiento que parecía demasiado grande para él, se convirtió en la experiencia que más lo acercó a Cristo.

El Señor no espera que seamos perfectos antes de llamarnos. Nos llama tal como somos, y en el camino nos fortalece, nos perdona y nos capacita. Cuando confiamos en Él, cada acto de servicio —grande o pequeño— se convierte en una oportunidad para alumbrar en medio de las tinieblas.


Doctrina y Convenios 107:1–4, 18–20
El sacerdocio es “según el Orden del Hijo de Dios”.


1. El nombre y el orden del sacerdocio

En los versículos 1–4, el Señor revela que el nombre original del sacerdocio era “el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios”. Sin embargo, para evitar un uso repetido y demasiado común del nombre divino, se le llamó “el Sacerdocio de Melquisedec”, en honor a un gran sumo sacerdote que fue justo y digno de semejante título.
Este detalle nos enseña que el sacerdocio no es simplemente una organización o un poder delegado en la tierra: su esencia está ligada directamente a Jesucristo, quien es el verdadero Sumo Sacerdote y Mediador entre Dios y el hombre (Hebreos 4:14–16). Cada vez que alguien recibe este sacerdocio, recibe una porción del orden que pertenece al Hijo de Dios, participando en Su obra redentora.

2. Poder y llaves para edificar Sion

En los versículos 18–20, el Señor aclara que este sacerdocio “tiene la administración del evangelio y la llave de los misterios del reino”. El propósito del sacerdocio no es engrandecer al hombre, sino edificar la Iglesia, bendecir a los hijos de Dios y guiar a las familias y comunidades hacia Sion.
El Sacerdocio de Melquisedec da acceso a la “comunión con la presencia de Dios”, lo cual apunta a su finalidad suprema: conducir a los hombres y mujeres de vuelta a Su presencia. No se trata solo de presidir, sino de ministrar, enseñar, bendecir y preparar a los santos para la vida eterna.

3. Principio doctrinal

El sacerdocio es más que una autoridad administrativa: es el poder y la comisión de Cristo delegados en la tierra, un reflejo de Su propio ministerio. Al ser “según el Orden del Hijo de Dios”, cada acto en el sacerdocio debe hacerse en Su nombre, bajo Su Espíritu y conforme a Su voluntad. Así, la verdadera medida de ejercer este poder no está en la posición o el título, sino en cuán fielmente refleja al Salvador en servicio, humildad y amor.

Doctrina y Convenios 107 nos recuerda que el sacerdocio no pertenece a los hombres, sino a Cristo. Él es la fuente y el modelo. Cada vez que se administra una ordenanza, se dirige un consejo o se imparte una bendición, debe hacerse reconociendo que el portador del sacerdocio actúa en nombre del Hijo de Dios y según Su orden.


¿Qué significa “ver abiertos los cielos”?

1. “Ver abiertos los cielos”

En las Escrituras, esta expresión suele describir experiencias de revelación y visión espiritual. Cuando los cielos se abren:

  • Se reciben manifestaciones directas de Dios (como Esteban vio a Cristo a la diestra del Padre en Hechos 7:55–56).
  • Se otorga conocimiento divino que el hombre por sí solo no puede alcanzar (véase Moisés 1:11; José Smith en José Smith–Historia 1:17).

En el contexto del sacerdocio, “ver abiertos los cielos” significa que quienes lo poseen y ejercen rectamente pueden recibir revelación personal y revelación para guiar a otros, lo cual conecta directamente con la “llave de los misterios del reino” mencionada en el versículo 18.


¿Qué significa “gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús”?

2. “Gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús”

Este es el objetivo supremo del sacerdocio: conducirnos de regreso a la presencia del Padre y del Hijo.

  • “Comunión” implica más que cercanía física: significa unidad de propósito, confianza y relación íntima con Dios.
  • “Presencia” se refiere tanto a experiencias espirituales en esta vida (al sentir Su Espíritu, Su aprobación, Su consuelo), como a la promesa eterna de estar literalmente en Su presencia en el mundo venidero.

Doctrina y Convenios enseña que el sacerdocio prepara a los hijos de Dios para entrar en Su reino y recibir Su plenitud (DyC 84:19–22). Así, el sacerdocio no solo organiza la Iglesia; es el medio divino para que hombres y mujeres reciban convenios, ordenanzas y poder salvador que los llevan de regreso a Dios.


¿De qué manera el poder y la autoridad del sacerdocio del Salvador ponen todo eso a tu disposición?

3. El poder y la autoridad del sacerdocio del Salvador

Cristo es el Sumo Sacerdote eterno “según el orden de Melquisedec” (Hebreos 7:17). Todo poder del sacerdocio proviene de Él, y Su autoridad está destinada a:

  • Administrar las ordenanzas que abren el acceso a Su expiación (bautismo, confirmación, investidura, sellamiento).
  • Conceder revelación a Sus siervos para guiar a la Iglesia y a cada hogar.
  • Elevar espiritualmente al individuo, dándole poder para vencer el pecado y progresar hasta alcanzar la presencia divina.

En otras palabras, el sacerdocio pone a nuestra disposición el plan completo de redención: los cielos abiertos por revelación, el gozo de la comunión con Dios aquí y ahora, y la promesa de estar en Su presencia por la eternidad.

El sacerdocio es el medio por el cual los hijos de Dios reciben poder celestial en la tierra. Gracias a él, no solo se nos promete inspiración y guía, sino también la posibilidad real de volver a la presencia del Padre y del Hijo.

Frase clave

Significado doctrinal

Aplicación personal

“Ver abiertos los cielos”

Representa recibir revelación, visiones y conocimiento divino. El sacerdocio da acceso a la “llave de los misterios del reino” y permite que Dios se comunique con Sus siervos.

Buscar revelación constante por medio de la oración, las Escrituras y el servicio en el sacerdocio o en los convenios. Estar digno para que el cielo se abra en tu vida.

“Gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús”

El fin último del sacerdocio: acercarnos a Cristo y al Padre. Incluye comunión espiritual ahora (sentir Su Espíritu) y la promesa de Su presencia literal en la vida venidera.

Cultivar una relación personal con Dios, vivir de modo que sientas Su compañía diaria y te prepares para Su presencia eterna.

“El poder y la autoridad del sacerdocio del Salvador”

Cristo es la fuente del sacerdocio. Él delega Su autoridad para administrar ordenanzas, revelar Su voluntad y conducirnos de regreso al Padre.

Honrar los convenios, apoyar y sostener el sacerdocio, y recibir de él las ordenanzas que te acercan a Dios. Reconocer que todo poder viene de Cristo.


Doctrina y Convenios 107:22
Los siervos del Señor son “sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la iglesia”.


En este versículo, el Señor establece que los Doce Apóstoles fueron llamados para oficiar en nombre del Señor y ser “sostenidos por la confianza, la fe y las oraciones de la iglesia”. Esta enseñanza revela una verdad profunda: el liderazgo en la Iglesia de Jesucristo no se ejerce en soledad ni mediante autoridad humana, sino en una relación sagrada de confianza y sostén mutuo entre los siervos llamados y los miembros a quienes sirven.

1. Confianza

La confianza significa reconocer que los líderes son llamados de Dios y aceptar su guía con un corazón dispuesto. No se trata de perfección personal, sino de confiar en que el Señor dirige Su Iglesia y que quienes han sido apartados reciben poder y revelación para presidir. La confianza de los miembros fortalece a los líderes y les da seguridad espiritual para actuar en el nombre del Señor.

2. Fe

La fe aquí no se limita a la fe en los líderes, sino sobre todo a la fe en Jesucristo, el verdadero Cabeza de la Iglesia. Al ejercer fe en Cristo, los miembros creen que Él sostiene a Sus siervos, y que por medio de ellos llegan instrucciones, consejo y ordenanzas que edifican Sion. Esa fe permite que el liderazgo se convierta en un medio de bendición, y no en una carga.

3. Oraciones

Las oraciones de la Iglesia son un poder real que fortalece, inspira y protege a los líderes. En el Nuevo Testamento, Pablo repetidamente pidió a los santos que oraran por él “para que me sea dada palabra al abrir mi boca” (Efesios 6:19). Asimismo, en esta dispensación, los líderes dependen de las oraciones de los santos para recibir luz, valentía y consuelo en medio de sus responsabilidades.

Principio doctrinal

El sostener a los líderes por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia enseña que el poder del sacerdocio se ejerce en comunidad. Los líderes no gobiernan solos ni en fuerza propia: dependen del sostén espiritual de los santos. Así, toda la Iglesia participa en la obra, al unir su fe y oraciones en favor de quienes dirigen.

Doctrina y Convenios 107:22 nos recuerda que sostener a los líderes no es un simple voto en una reunión, sino una acción continua de confianza, fe en Cristo y oración ferviente. Cuando los santos cumplen con este deber, los líderes son fortalecidos, la Iglesia es unida y el Señor magnifica a Sus siervos para que guíen a Su pueblo.


¿Qué crees que significa sostener a los siervos del Señor por tu confianza?
1. Sostener con tu confianza
Significa creer que los siervos del Señor han sido llamados por revelación y que procuran hacer Su voluntad. Confiar en ellos no implica pensar que son perfectos, sino reconocer que Dios los ha puesto en su lugar y que, al apoyarlos, en realidad estás confiando en el Señor que los llamó.

  • Ejemplo: cuando seguimos las invitaciones de un obispo o de un presidente de estaca, demostramos que confiamos en que Dios los guía para nuestro bien.

¿Por tu fe?
2. Sostener con tu fe
Implica ejercer fe en Jesucristo al aceptar que Él dirige Su Iglesia a través de Sus siervos. Sostener con fe significa creer que, aunque los líderes son mortales, el poder y la revelación provienen de Cristo, y que Él magnifica sus esfuerzos.

  • Ejemplo: al escuchar un mensaje en la conferencia general con un espíritu de fe, lo recibimos como la palabra del Señor y no solo como consejo humano.

¿Por tus oraciones?

3. Sostener con tus oraciones

Significa interceder por los líderes ante Dios, pidiendo que tengan inspiración, fortaleza y paz. Las oraciones de los santos son un verdadero sostén espiritual que fortalece a los líderes en sus cargas y los protege del adversario.

  • Ejemplo: orar por el obispo, por los misioneros, por el profeta y por los maestros en la Iglesia para que puedan cumplir su labor con poder y amor.

Sostener a los siervos del Señor no es un acto simbólico, sino un compromiso diario de confianza, fe y oración. Al hacerlo, no solo los fortalecemos a ellos, sino que también abrimos nuestro corazón para recibir la guía del Señor por medio de Sus siervos.

Forma de sostener

Significado doctrinal

Aplicación práctica

Con tu confianza

Reconocer que los líderes han sido llamados por Dios y que buscan cumplir Su voluntad. La confianza abre el corazón para recibir guía.

Seguir con disposición las invitaciones del obispo o del profeta, aunque no siempre entienda todo al inicio.

Con tu fe

Creer que Jesucristo dirige Su Iglesia a través de Sus siervos, y que Él los magnifica a pesar de sus debilidades humanas.

Escuchar conferencias y consejos con espíritu de fe, buscando la voz del Señor más que la voz humana.

Con tus oraciones

Interceder ante Dios para que Sus siervos reciban inspiración, fortaleza y protección en su labor.

Orar por el profeta, los misioneros y los líderes locales, pidiendo que tengan poder espiritual para guiar y bendecir.

Al sostener a los siervos del Señor con confianza, fe y oraciones, no solo los fortalecemos a ellos, sino que también fortalecemos nuestra relación con Cristo y con Su Iglesia.


Doctrina y Convenios 107:23–24, 33–35, 38, 91–92
Los profetas y los apóstoles testifican de Jesucristo.


En Doctrina y Convenios 107 el Señor describe la naturaleza y misión de los consejos presididos por los profetas y apóstoles. Estos versículos destacan que la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles tienen una misión central: dar testimonio especial de Jesucristo al mundo entero (v. 23).

1. Un quórum de testigos especiales
Los Doce son descritos como “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (v. 23). No son solamente administradores de una organización; su autoridad y responsabilidad giran en torno a declarar la divinidad, expiación y resurrección del Salvador. Su testimonio no es limitado a una congregación local, sino universal: toda la tierra está dentro de su campo de responsabilidad.

2. La unidad de los quórumes presidenciales
El Señor enseña que la Primera Presidencia, los Doce y los Setenta deben actuar en unidad, “como si fueran uno” (vv. 24, 33–35, 38). Esa unidad es vital, porque su autoridad y sus decisiones derivan de Jesucristo, quien es la Cabeza de la Iglesia. Cuando estos quórumes testifican y enseñan, lo hacen con el respaldo del cielo, pues su voz unida es la voz del Señor para Sus hijos.

3. Responsabilidad de presidir en el nombre de Cristo
En los versículos 91–92 se describe al Presidente de la Iglesia como “vidente, revelador, traductor y profeta”, encargado de ser un testigo de Cristo y de guiar a toda la Iglesia bajo Su dirección. Esto recalca que la función suprema de un profeta moderno no es solo dirigir programas o dar instrucciones administrativas, sino proclamar al mundo quién es Jesucristo y cómo venir a Él.

El poder y la autoridad de los profetas y apóstoles se centran en un propósito: ser testigos vivos de Jesucristo. Ellos dan voz al evangelio en la tierra, declaran Su divinidad al mundo, y nos muestran el camino de regreso al Padre mediante la fe en Cristo, el arrepentimiento y los convenios.

Doctrina y Convenios 107 enseña que los profetas y apóstoles no son meros líderes humanos: son testigos especiales del Salvador. Su misión es proclamar Su nombre a todas las naciones y asegurar que la Iglesia permanezca edificada sobre la roca firme de Jesucristo.

Versículos

Función del liderazgo

Testimonio de Cristo

Aplicación personal

23–24

Los Doce son ordenados como testigos especiales en todo el mundo; su autoridad es universal.

Su deber central es proclamar el nombre y la divinidad de Jesucristo.

Escuchar y seguir el testimonio de los apóstoles como voz especial del Señor para el mundo.

33–35

Los Doce y los Setenta actúan bajo la dirección de la Primera Presidencia, “como si fueran uno”.

Su unidad refleja que Cristo es la Cabeza de la Iglesia y la fuente de su autoridad.

Reconocer que al oír la voz unida de los líderes, escuchamos la voluntad del Salvador.

38

Los Setenta son llamados a proclamar el evangelio bajo la dirección de los Doce.

Su misión es extender el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra.

Apoyar la obra misional y ser testigos de Cristo en nuestro propio círculo de influencia.

91–92

El Presidente de la Iglesia es profeta, vidente, revelador y traductor para toda la Iglesia.

Su función principal es guiar a los santos a Cristo y hablar en Su nombre.

Sostener al profeta y seguir sus enseñanzas como guía segura hacia el Salvador.


1. ¿Qué les enseñó el Señor en cuanto a su llamamiento?

  • Versículos 23–24:
    El Señor enseñó que los Doce Apóstoles son testigos especiales de Jesucristo en todo el mundo. No son líderes locales o de un solo pueblo, sino que su campo de responsabilidad abarca a todas las naciones. Además, deben actuar unidos, “como si fueran uno”, reflejando la perfecta unidad de Cristo con el Padre.
  • Versículos 33–35:
    Se les instruyó que, bajo la dirección de la Primera Presidencia, tienen la misión de dirigir la obra de la Iglesia en la tierra y de “edificar Sion”. Su autoridad está ligada al Salvador, quien es la verdadera Cabeza de la Iglesia.
  • Versículo 38:
    Los Setenta, bajo la dirección de los Doce, también participan en esa obra, extendiendo el testimonio de Cristo hasta los confines de la tierra. Esto muestra que toda la estructura del liderazgo tiene un propósito misional y cristocéntrico.

2. ¿Cómo han fortalecido mi testimonio las enseñanzas y el ministerio de los Apóstoles vivientes?

A lo largo del tiempo, escuchar y estudiar las palabras de los apóstoles actuales me ha ayudado a reconocer que Jesucristo guía hoy a Su Iglesia con la misma claridad con que lo hizo en la antigüedad.

  • Sus enseñanzas me recuerdan que Cristo vive y es real, pues ellos testifican de Él con poder espiritual.
  • Sus ministerios alrededor del mundo muestran que el evangelio es universal, y que la voz de un apóstol es un recordatorio constante de que el Salvador ama a todos Sus hijos.
  • Al escuchar sus mensajes en conferencias generales o al leer sus escritos, mi fe en Jesucristo se fortalece porque siento que no hablan en su propio nombre, sino en el nombre del Redentor.

El llamamiento de los Apóstoles tiene un propósito eterno: dar testimonio de Cristo al mundo entero. Al recibir y seguir sus palabras, también nosotros somos fortalecidos en nuestra fe y nos acercamos más al Salvador.


En los versículos 91–92, el Señor enseña acerca de Su Apóstol principal, el Presidente de la Iglesia. ¿En qué sentido es “semejante a Moisés”?

1. Moisés como modelo profético

En la antigüedad, Moisés fue el gran profeta que recibía revelación directa de Jehová, guiaba a Israel en el desierto, enseñaba la ley, resolvía disputas y representaba al pueblo delante de Dios. Él fue tanto profeta y revelador como líder temporal y espiritual.

2. El Presidente de la Iglesia como “semejante a Moisés”

El Señor enseña que el Presidente de la Iglesia es Su Apóstol principal y debe ser “profeta, vidente, revelador y traductor” para toda la Iglesia (DyC 107:91–92). En ese sentido es semejante a Moisés porque:

  • Guía al pueblo en nombre del Señor: así como Moisés condujo a Israel hacia la tierra prometida, el profeta moderno guía a la Iglesia hacia la “Sión” espiritual y hacia la vida eterna.
  • Recibe revelación directa: Moisés habló “cara a cara” con Jehová (Éxodo 33:11). De modo semejante, el Presidente de la Iglesia recibe revelación para toda la Iglesia, dando dirección segura en medio de la confusión del mundo.
  • Preside con autoridad divina: Moisés tenía autoridad sobre todas las tribus de Israel. El profeta moderno preside sobre toda la Iglesia, con la plenitud de llaves del sacerdocio en la tierra.
  • Intercede por el pueblo: Moisés intercedía constantemente en oración por Israel. Hoy, el Presidente de la Iglesia ora y suplica por los santos, y nos enseña a volvernos al Redentor.

3. Principio doctrinal

El Presidente de la Iglesia es semejante a Moisés porque es el profeta del convenio en nuestra época, el portavoz autorizado del Señor, quien guía a Su pueblo en justicia, recibe revelación y nos conduce a Cristo.

Al decir que el Presidente de la Iglesia es “semejante a Moisés”, el Señor nos enseña que debemos verlo como el profeta de nuestro tiempo: quien posee toda la autoridad de las llaves del sacerdocio, recibe revelación para la Iglesia entera y nos dirige en el viaje hacia la presencia de Dios.


Doctrina y Convenios 107:27–31, 85–89
El Señor lleva a cabo Su obra mediante consejos.


1. La obra del Señor se hace en consejo

En estos versículos el Señor establece que los quórumes y presidencias deben tomar decisiones por unanimidad, en rectitud y bajo la guía del Espíritu Santo (vv. 27–31). El modelo no es la imposición de una sola voz, sino la deliberación conjunta que busca la voluntad de Dios.

De igual manera, en los vv. 85–89 se enseña que los obispos, los sumos sacerdotes, los élderes, los diáconos y los maestros tienen responsabilidades específicas en presidir, exhortar y velar por el bienestar espiritual de los miembros, siempre trabajando en consejo.

2. ¿Qué hace que un consejo sea eficaz?

  • Unanimidad en el Espíritu (v. 27): no basta un acuerdo superficial, sino que el consejo llega a la unidad porque todos se esfuerzan por conocer la voluntad del Señor.
  • Rectitud y santidad (v. 30): la eficacia de un consejo depende de la rectitud personal de sus miembros, pues el Espíritu no puede acompañar si hay contención o pecado oculto.
  • Diversidad de responsabilidades (vv. 85–89): cada grupo tiene su rol en el cuerpo de la Iglesia. Un consejo funciona cuando cada parte cumple su deber y lo aporta al bien común.
  • Enfoque en edificar y cuidar: todos los oficios del sacerdocio están orientados a enseñar, velar, corregir y fortalecer, nunca a dominar ni a imponer.

3. Aplicación personal

  • En tu llamamiento en la Iglesia: buscar la guía del Espíritu en las reuniones de consejo, participar activamente y sostener las decisiones con humildad. No ir con “mi” idea, sino con disposición de hallar “Su” voluntad.
  • En tu hogar: practicar el consejo familiar, escuchando a cada miembro, buscando unidad y tomando decisiones que edifiquen en rectitud. La voz de los hijos o del cónyuge puede ser clave para recibir revelación.
  • En tus responsabilidades temporales: aplicar los mismos principios de colaboración, respeto, escucha y unidad en el trabajo o proyectos personales, reflejando el modelo divino de tomar decisiones en consejo.

Principio doctrinal

El Señor obra en consejo porque allí se manifiesta la sabiduría colectiva santificada por el Espíritu, la cual supera las capacidades de cualquier individuo. La eficacia de un consejo está en su rectitud, en su unidad y en la disposición de sus miembros de buscar y seguir la voluntad de Dios.

Doctrina y Convenios 107 enseña que los consejos son la forma establecida por Dios para guiar Su obra. Cuando son espirituales, unidos y rectos, los consejos se convierten en un canal de revelación. Al aplicar estos principios en la Iglesia, el hogar y la vida diaria, nos alineamos con la manera en que el Señor dirige a Su pueblo.


Conclusión final:

1. El Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios

  • El nombre original del sacerdocio es “el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios”, pero se le llama Sacerdocio de Melquisedec para evitar el uso frecuente del nombre divino y en honor a Melquisedec, un gran sumo sacerdote justo.
  • Esto enseña que el sacerdocio no es solo una organización, sino una participación en el poder y obra de Cristo. Al recibirlo, se recibe una porción del orden que pertenece al Hijo de Dios.

2. Propósito y poder del Sacerdocio

  • Este sacerdocio administra el evangelio y posee “la llave de los misterios del reino”.
  • Su fin no es engrandecer a los hombres, sino edificar la Iglesia y guiar a las familias hacia Sion.
  • Da acceso a la comunión y presencia de Dios, conduciendo a Sus hijos de vuelta a Su presencia.

3. Significado doctrinal

  • El sacerdocio es el poder y la comisión de Cristo en la tierra.
  • Todo acto en él debe hacerse en Su nombre, bajo Su Espíritu y conforme a Su voluntad.
  • La verdadera medida de su ejercicio está en reflejar al Salvador con servicio, humildad y amor.

4. “Ver abiertos los cielos”

  • Significa recibir revelación, visiones y conocimiento divino.
  • El sacerdocio da acceso a la “llave de los misterios del reino” y permite que Dios se comunique con Sus siervos.

5. “Gozar de la comunión y presencia de Dios”

  • Es el objetivo supremo del sacerdocio: llevar a los hijos de Dios de regreso a Su presencia.
  • Incluye experiencias espirituales ahora (sentir Su Espíritu, Su compañía) y la promesa eterna de estar con Él.

6. Cristo como fuente del sacerdocio

  • Jesucristo es el Sumo Sacerdote eterno “según el orden de Melquisedec”.
  • Él delega autoridad para:
    • Administrar ordenanzas que nos acercan a Su expiación.
    • Conceder revelación a Sus siervos.
    • Fortalecer al individuo para vencer el pecado y progresar hacia la vida eterna.

7. Sostener a los siervos del Señor (DyC 107:22)

  • Los apóstoles son sostenidos por la confianza, la fe y las oraciones de la Iglesia.
    • Confianza: aceptar que son llamados de Dios.
    • Fe: creer en Jesucristo, que magnifica a Sus siervos.
    • Oraciones: interceder por ellos para que reciban fortaleza y revelación.
  • Sostener es un compromiso continuo, no un simple voto.

8. Profetas y apóstoles como testigos de Cristo (DyC 107:23–24, 33–35, 38, 91–92)

  • Los Doce son testigos especiales de Jesucristo para todo el mundo.
  • Los quórumes presidenciales (Primera Presidencia, Doce, Setenta) deben actuar unidos “como si fueran uno”.
  • El Presidente de la Iglesia es semejante a Moisés: profeta, vidente, revelador y traductor que guía a la Iglesia con revelación divina.

9. La obra del Señor mediante consejos (DyC 107:27–31, 85–89)

  • Las decisiones se toman en consejo, con unanimidad en el Espíritu y rectitud personal.
  • Cada oficio tiene responsabilidades específicas, pero todos buscan edificar y cuidar a los santos.
  • En la Iglesia, el hogar y otros ámbitos, aplicar los principios de consejo trae unidad, revelación y dirección divina.

Doctrina y Convenios 107 enseña que el sacerdocio no es humano, sino el poder y la autoridad de Jesucristo en la tierra. Su propósito es ministrar, edificar a Sion, abrir los cielos mediante revelación y preparar a los hijos de Dios para volver a Su presencia. Los líderes son sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia, y los apóstoles y profetas son testigos especiales de Cristo. Además, el Señor dirige Su obra mediante consejos, reflejando que Su gobierno se basa en unidad, rectitud y revelación.


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— Discusiones sobre Doctrina y Convenios: Los Quórumes y el Sacerdocio
Doctrina y Convenios 107

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