En las Manos del Señor

Capítulo 8
“Mi obra está progresando”


Profesor, fiscal, defensor

En diciembre de 1963, Dallin recibió un regalo anticipado de Navidad de la Universidad de Chicago. “Recibí una noticia la semana pasada,” escribió a la familia el 13 de diciembre. “La universidad me ha nombrado profesor de derecho con nombramiento indefinido (nombramiento permanente) a partir del 1 de octubre de 1964… No lo había esperado ya que… treinta y dos años es bastante joven para ser profesor titular.”

Las responsabilidades de Dallin como profesor de derecho, miembro de una presidencia de estaca y hombre de familia ayudaron a cumplir un deseo que había expresado en la universidad al elegir una especialidad y una carrera. “Quería trabajar con personas,” había dicho. Deseaba servir a otros, y una manera en que lo hizo profesionalmente fue dedicar un tiempo considerable a los problemas legales de los pobres.

“Un interés profesional principal durante los últimos siete años de mi labor en la facultad de derecho,” escribió más tarde, “fue el problema de los servicios legales para los pobres. Esto se construyó sobre mi experiencia de revisar las peticiones de criminales indigentes en la Corte Suprema, mi interés posterior en la revisión post-condena, y mi experiencia asesorando la clínica de asistencia legal de la facultad de derecho… Pero el impulso más importante fue mi experiencia del verano de 1964 en los tribunales penales del condado de Cook.”

A partir del lunes 1 de junio, durante parte de sus vacaciones de verano, trabajó en la oficina del fiscal estatal realizando un trabajo que encontró “increíblemente interesante,” escribió. “No hay oportunidad de preparación,” relató. “El secretario llama el caso, el acusado y los oficiales de policía se presentan, conversas apresuradamente con los oficiales de policía para saber de qué se trata, quizá tomas treinta segundos para leer un informe policial de dos páginas, identificas quiénes son los testigos (a veces es difícil distinguirlos del acusado), y anuncias al juez: ‘El estado está listo.’”

Explicó que no era mejor para el acusado, quien estaba “representado por un abogado que ha contratado o por un defensor público designado por el tribunal, ninguno de los cuales ha tomado mucho más cuidado en la preparación de lo que a ti te es permitido.” Después de describir los diversos casos en los que había participado, se entusiasmó: “Esto está resultando ser una experiencia muy iluminadora.”

“Mi obra está progresando,” escribió varias semanas después. “Ahora estoy llevando juicios penales yo solo, sin siquiera tener otro asistente en la sala. Estoy teniendo muchas experiencias valiosas este verano,” escribió, “la más gratificante profesionalmente desde que dejé Washington.”

Dallin condujo hasta Utah a mediados de agosto, disfrutó un tiempo con la familia allí y luego regresó a Chicago con June y los niños. En septiembre, June escribió a la familia en Utah relatando, entre otras cosas, la reciente conferencia de estaca que mantuvo a Dallin ocupado debido a su llamamiento en la presidencia de estaca. “Dallin dio un discurso tan bueno ayer en la conferencia,” escribió. “He oído a muchos decir que es el mejor orador de la estaca. Le parece tan fácil, pero sí dedica muchas horas a la preparación.”

Dado su horario en ese tiempo, era notable que pudiera dedicar tiempo a sus discursos. Después de que terminó la conferencia de estaca, escribió a la familia explicando lo ocupado que había estado en la facultad. “Nunca he estado tan ocupado en el trabajo,” comenzó —una afirmación notable dada su trayectoria pasada. Pero la lista de responsabilidades que presentó lo demostraba.

“He iniciado mi trabajo con la ABA [American Bar Association], lancé mi programa de primer año de Investigación y Redacción Jurídica (incluyendo la capacitación de mis cinco asistentes de docencia), preparé dos conferencias especiales (con diapositivas) sobre investigación jurídica, he estado consultando continuamente con estudiantes en nuestro proyecto de asistencia legal y en proyectos de juicios simulados, comencé mis clases diarias sobre derecho de fideicomisos, inicié mi revisión del libro de casos sobre fideicomisos, del cual seré coeditor, … casi terminé mi artículo sobre habeas corpus, emprendí un informe especial para la Corte Suprema de Illinois sobre el estado de la justicia penal en el condado de Cook, que debe presentarse en unos sesenta días (esto surgió de mis actividades de verano), y organicé una conferencia sobre ética judicial, para la cual estoy trayendo jueces de todo el país (siete de ellos, incluso de California y Nueva York) a una sesión de todo un día en la facultad de derecho el próximo jueves,” escribió. “Además, he tenido la conferencia de estaca y otras responsabilidades durante las últimas dos semanas que me ocuparon todas las noches y todo el sábado y domingo.”

En lugar de alegar agotamiento, sin embargo, Dallin parecía revitalizado por todo ello. “Ha sido una temporada estimulante,” concluyó.

Casi como un detalle secundario, mencionó más adelante en la carta que el lunes anterior había sido invitado a Washington, D.C., “a consultar con el Departamento de Salud, Educación y Bienestar, los Institutos Nacionales de Salud,” y la “Oficina de Salud Mental,” debido a su experiencia en proporcionar “asistencia legal a personas indigentes.” Era como si cada desafío que enfrentaba lo hiciera más y más fuerte.

En medio del torbellino de acontecimientos, hubo uno al que no asistió: el funeral en Utah de su abuelo materno, S. A. Harris, quien había sido como un padre para él tras la muerte de su propio padre. “No fueron los asuntos laborales los que me impidieron ir al funeral del abuelo, ni la falta de recursos,” escribió Dallin con seriedad, “pues ambos están disponibles para cosas como estas.” Más bien, él y June habían orado sobre el asunto y sintieron la impresión de que no debía ir. Aunque Dallin sintió que tomaron la decisión correcta, sufrió punzadas de emoción por no estar allí. Cuando leyó el relato de su madre sobre los servicios, lloró abiertamente, aun cuando iba en un tren hacia Chicago, rodeado de otros pasajeros.

Los pensamientos sobre los miembros de la familia, particularmente los fallecidos, seguían llenando su mente, y en noviembre de 1964 escribió a su madre: “He tenido la genealogía en mente en este último tiempo.” Como ella planeaba visitar Chicago para la Navidad —junto con Merrill, el hermano de Dallin, y su esposa, Jo— Dallin propuso que él, Merrill y su madre viajaran juntos a Nueva York y Pensilvania “para investigar la genealogía de los Oaks.” Propuso conducir de noche (mientras los demás dormían en bolsas de dormir en la camioneta) y hacer genealogía durante el día. “Hazme saber qué opinas,” pidió.

La historia familiar había sido desde hacía mucho una pasión para él. Más adelante, cuando los padres de June pasaron por Chicago en un viaje hacia el este, June y Dallin instalaron su grabadora para capturar algo de historia oral. “Logramos que ambos llenaran una cinta con sus recuerdos de la niñez y de los primeros años de casados,” relató Dallin. “Esto, al ser transcrito, servirá de base para una maravillosa historia de vida de cada uno de ellos.”

El 9 de noviembre, Dallin estaba en casa cuidando a los niños mientras June asistía a una de las clases universitarias que estaba tomando para obtener su título. “June se ha ido a clase,” escribió Dallin a la familia, “y he estado disfrutando de mi primera noche en casa desde la semana pasada. Leí a TruAnn, ayudé a Cheri con su discurso de 2½ minutos para el domingo, lavé algunos platos con Sharmon, conversé con Lloyd sobre un proyecto para el sábado, y acosté temprano a Dallin D., ya que estaba bastante cansado.

“Durante la semana,” escribió Dallin a máquina, “recibí otra invitación para asistir a otra conferencia federal sobre el programa de pobreza, este jueves hasta el sábado en Washington.” Durante esa era de la “guerra contra la pobreza,” le preocupaba que los enfoques de moda para ayudar a los pobres estuvieran dirigidos a los síntomas y no a las causas. Confesó que no tenía “mucho estómago” para tales programas. Más bien, era “un fuerte defensor de la responsabilidad del abogado de ayudar a los pobres de manera voluntaria, no solo ofreciendo su tiempo para representarlos, sino también reformando las leyes que obran represivamente sobre los pobres.” Le dijo a su familia: “Creo que cometemos un error al tratar de atender los síntomas de la enfermedad (es decir, procesos de bancarrota gratuitos para asalariados que se endeudan demasiado). Creo que el dinero debería gastarse en una mejor educación para adultos y en trabajo social con estas personas.”

Una parte importante de su labor en la facultad de derecho estaba relacionada con ayudar a los pobres. “Me están eximiendo de mi asignatura de enseñanza en invierno para poder preparar un nuevo seminario sobre los problemas legales de los pobres (con énfasis en la reforma legal —algo que me interesa) y para que pueda poner en marcha una clínica de asistencia legal para que nuestros estudiantes brinden ayuda a los acusados en procesos penales,” escribió. “Esto se basará en mi experiencia del verano pasado. Ya tenemos una clínica de asistencia legal que maneja unos seis mil casos civiles por año para personas pobres del vecindario. Soy el asesor de la facultad en esto.”

Parte de lo que lo calificaba para este papel, decidió, era su propia experiencia personal con el tema. “Le dije a alguien el otro día,” escribió medio en broma, “que yo era el lógico experto en ‘pobreza’ de la facultad porque obtuve mis dos títulos en la pobreza.” Sabía que había sido ricamente bendecido con oportunidades educativas, pero aprovechar esos dones había requerido vivir al margen económicamente. “June y yo nos acercamos más a ser expertos que la mayoría de nuestros amigos, pero atesoramos esos días como estudiantes,” escribió.

En febrero, como parte de su programa para proporcionar ayuda estudiantil a los criminales indigentes, Dallin representó, por nombramiento judicial, a un hombre afroamericano, Ernest Thompson, que había sido condenado por robo mientras luchaba por mantener a su familia. Cuando llegó el momento de la sentencia, el juez le dio a Ernest la condena más leve permitida para una condena: de uno a cuatro años de prisión—y Ernest le agradeció a Dallin. “Solo quiero que sepa, señor Oaks, que creo que me dio una representación maravillosa,” dijo. “Esto no salió como yo quería, pero sé que usted hizo todo lo que pudo, y estoy agradecido.”

“Me sentí bien recompensado por mis esfuerzos,” escribió Dallin, “y mis tres asistentes estudiantiles también quedaron muy complacidos.”

En la primavera de 1965, Dallin, June y su familia se mudaron de su casa en Elmhurst a una más grande en un antiguo barrio residencial en el lado sur de Chicago, más cerca de la universidad. Construida en 1926, esta nueva residencia satisfacía mejor las necesidades de su creciente familia. Originalmente, Dallin planeó contratar una compañía de mudanzas, pero al considerar el costo, decidió alquilar un camión y contratar a alguien que lo ayudara con la carga pesada. Por esa época, Ernest Thompson, que estaba en libertad mientras esperaba la apelación, se puso en contacto con Dallin para decirle que había logrado ponerse al día con algunas cuentas familiares y que ahora quería pagarle a Dallin por algunos trabajos legales adicionales que había hecho.

“Le dije,” escribió Dallin a la familia, “que me desagradaba tomarle dinero, pues sabía que no tenía mucho…, pero que me encantaría considerarme pagado si me daba un día de trabajo ayudándome con la mudanza. Él expresó gran satisfacción en aceptar.”

Ernest, estibador de profesión, trabajó duro, y Dallin escribió más tarde a la familia que fue de “una ayuda extraordinaria, apresurándose con frecuencia a tomar la parte más pesada de cada objeto para que yo no me esforzara demasiado.”

“Usted sabe de leyes, señor Oaks,” le dijo Ernest, “pero yo sé de levantar cosas.”

Cuando terminaron, ambos hombres estaban hambrientos, y Dallin invitó a Ernest a cenar con su familia en su nuevo hogar. “Le dije,” escribió Dallin, “que él era nuestro primer invitado en la casa, y nos sentíamos honrados.”

Después de la cena, al despedirse, Ernest dijo: “Señor Oaks, le agradezco que me haya invitado a compartir una comida con su familia.” Ernest le dijo a June “que ninguno de sus amigos le creería si les contaba que había comido con su abogado blanco, a su invitación, así que simplemente no se los diría.”

Dallin sintió que cenar con Ernest había sido importante para él y para los miembros de su familia. “Ganamos mucha comprensión mediante tales asociaciones,” reflexionó.

Los esfuerzos de Dallin por ayudar a los pobres también tuvieron una dimensión nacional. Sus contactos previos con agencias federales sobre el tema lo estaban convirtiendo en una autoridad reconocida en el campo. La Oficina Federal de Oportunidad Económica lo invitó a asistir a una conferencia de la Casa Blanca sobre derecho y pobreza del 22 al 24 de junio de 1965. Dallin escribió a su familia acerca de la conferencia y señaló también “que ambos proyectos de capacitación clínica de verano se han materializado. Tendré trece estudiantes de derecho trabajando en varios lugares de los Estados Unidos con defensores públicos, clínicas de asistencia legal vecinal, etc.… y unos veinte estudiantes trabajando en la facultad de derecho redactando escritos para criminales indigentes a quienes el defensor público está ayudando con sus apelaciones (y nosotros los estamos asistiendo).”

En noviembre de 1965, la Oficina de Oportunidad Económica volvió a invitar a Dallin a Washington para reuniones. Él fue, llegó a conocer al director del programa de servicios legales allí, le cayó bien y sintió que trabajarían bien juntos. “Después de que terminaron las reuniones,” escribió Dallin, “subí a la Corte Suprema para una cita con Earl Warren. Me recibió cordialmente y me invitó a almorzar con él y sus tres secretarios jurídicos. Fuimos al National Lawyers Club como sus invitados, donde pasamos de las 12:45 hasta las 4:45 sentados a la mesa conversando… Fue una gran visita, una de las mejores experiencias que he tenido en mucho tiempo.”

La única tristeza de Dallin fue estar lejos de June y de sus hijos durante ese tiempo. “Cuando regreso a casa después de dos semanas como las pasadas,” escribió a su familia en otro lugar, “simplemente me impregno de la familia. No me puedo obligar a apartarlos para escribir una carta, y no creo que ninguno de ustedes quisiera que lo hiciera.”

Cuando Dallin podía estar en casa, con frecuencia convertía el tiempo con sus hijos en momentos de enseñanza. Un día, basándose en su experiencia trabajando en la granja de sus abuelos, trató de enseñar a su pequeño hijo Lloyd el principio del diezmo. Si un granjero tenía diez huevos, debía dar uno como diezmo, explicó Dallin. Lo mismo sería cierto si tuviera diez corderos o diez fanegas de duraznos.

“En un esfuerzo por probar su comprensión del principio,” relató Dallin, “le pregunté si él fuera un granjero, ¿qué daría como diezmo?”

Aún no convertido al principio, Lloyd respondió: “Un caballo muy viejo.”

En marzo de 1966, Dallin escribió a la familia que estaba solicitando a la Oficina de Oportunidad Económica en nombre del estado de Wisconsin “unos $400,000 para financiar un programa de asistencia legal para el tercio norte del estado.” A Dallin le gustaba la idea de que el gobierno pagara “los honorarios de abogados privados elegidos por el cliente, en lugar de establecer todo un nuevo conjunto de oficinas federales de ‘asistencia legal’. Estoy ayudando… con esta solicitud… por asignación de la Oficina de Oportunidad Económica.”

Además de todo su trabajo legal, Dallin continuaba sirviendo en la presidencia de estaca, un llamamiento que demandaba mucho tiempo. A finales del verano de 1966, en una época en que los miembros locales de la Iglesia ayudaban a construir sus propios centros de reuniones, Dallin aceptó una asignación para trabajar en el nuevo centro de estaca. “Me pusieron a trabajar en un andamio a unos seis o siete metros de altura, clavando paneles de techo en la parte superior del gimnasio,” escribió Dallin, y cumplió obedientemente. Estaba acostumbrado a trabajar con sus manos, pero trabajar sobre su cabeza a esa altura era algo inusual. “Eso requirió acostumbrarse,” reconoció.

Junto con todo lo demás que estaba haciendo, Dallin cultivaba un interés que tenía en la historia de la Iglesia. En 1967, él y Joseph I. Bentley, un estudiante de derecho en Chicago, comenzaron a investigar procesos legales importantes pero hasta entonces desconocidos que involucraban a José Smith y la Iglesia. Antes de eso, Dallin y Marvin S. Hill —entonces candidato a doctorado en la Universidad de Chicago y más tarde profesor de historia en BYU— decidieron escribir un artículo “sobre el juicio de los asesinos del profeta José Smith.” Para escribir su parte, Dallin necesitaba investigar en el oeste de Illinois, y decidió, a finales del verano de 1966, convertir el viaje en unas vacaciones familiares.

De joven con familia, Dallin intentaba ahorrar en gastos de vacaciones durmiendo al aire libre. De joven, le gustaba cazar, pescar y acampar. “Mi papá es un hombre de hombres,” diría más tarde su hijo Dallin D., “un verdadero amante de la vida al aire libre.” Pero June no lo era. “Íbamos a estos viajes de campamento,” recordó su hija Cheri, “y papá tomaba una lona y la colgaba desde la camioneta hasta el suelo, y metíamos nuestros sacos de dormir debajo de esa lona. Así hicimos varios de nuestros primeros viajes.” Ese enfoque frugal funcionó bien por un tiempo, pero eventualmente June llegó a su límite. “Recuerdo que mamá puso un alto,” recordó Cheri. “Dijo: ‘¡No voy a dormir bajo una lona!’ Así fue como conseguimos nuestra primera carpa.”

Familia Oaks, alrededor de 1966

“La semana pasada compramos una carpa para siete personas y fuimos de campamento,” escribió Dallin a los familiares. “June dijo que esta carpa sería lo que la convencería, así que hice la inversión. Tenía que visitar Springfield y Carthage para investigar para mi artículo…, así que decidimos hacer de ello un día familiar. Salimos de aquí el martes por la mañana y llegamos a Springfield al mediodía. Pasé la tarde trabajando en la biblioteca mientras June y los niños visitaban la tumba de Lincoln, etc.”

“Esa noche manejamos hasta New Salem y acampamos en un parque estatal,” informó. “Al día siguiente pasamos tres horas recorriendo los edificios restaurados (cabañas de troncos de la década de 1830) en New Salem y luego manejamos a Carthage, donde hice unas horas de investigación; después seguimos hasta un parque estatal en Nauvoo, donde pasamos la noche… A la mañana siguiente, recorrimos un poco más Nauvoo, luego fuimos a Warsaw (antiguo centro antimormón), y después a Carthage para unas seis horas más de investigación.”

Lo pasaron muy bien como familia viviendo en la carpa, cocinando su comida en una estufa de carbón y durmiendo en sacos de dormir sobre colchones de aire que todos “perdían el aire para la mañana.” Dallin anunció felizmente a la familia: “June está convertida a la vida al aire libre,” algo que había sido desde hace tiempo uno de sus amores, transmitido por su padre. “Maravilloso lo que un poco de lona puede hacer,” se maravilló.

Estar con la familia fue una delicia, pero otro momento culminante fue el descubrimiento en Carthage de “los registros originales del juicio de los asesinos del Profeta José Smith—nunca antes publicados.” Este hallazgo impulsó el artículo de Oaks y Hill hacia lo que resultó ser un libro popular y altamente aclamado, Carthage Conspiracy: The Trial of the Accused Assassins of Joseph Smith, que sería publicado por la University of Illinois Press en 1975 y sigue en impresión hasta el día de hoy.

En una carta a casa, Dallin puso al tanto a la familia en Utah sobre el caso de Ernest Thompson. Les recordó que Ernest había sido “encontrado dentro de una taberna a las 5 a.m., ebrio,” cuando fue arrestado originalmente. En la apelación de la condena de Ernest, Dallin informó que comenzó su alegato oral ante los tres jueces de apelación refiriéndose a la famosa novela Los Miserables.

“Víctor Hugo inmortalizó la historia del patético francés que fue enviado a galeras por cinco años, por robo con fractura, por romper una ventana y robar una hogaza de pan,” comenzó Dallin. “Si al tribunal le place, quisiera sugerir que mi cliente Ernest Thompson es una especie de Jean Valjean del siglo veinte. Está siendo enviado a la penitenciaría por casi cinco años, por robo con fractura, por romper una ventana, entrar y beber un litro de ginebra.”

Sin embargo, los jueces no parecieron conmovidos, y Dallin pensó que quizás no habían captado su punto. Pero cuando el fiscal se levantó para responder, “uno de los jueces se inclinó hacia adelante con un brillo en los ojos y dijo: ‘Supongo que usted es el señor Javert?’” (Dallin recordó a los lectores de su carta que Javert era “el incansable e infatigable policía que persiguió a Valjean.”)

A pesar de los mejores esfuerzos de Dallin, el tribunal confirmó la condena de Ernest. “Ernest lo aceptó como un hombre,” escribió Dallin. “Le había dicho desde el principio que pensaba que había pocas esperanzas. Mañana iré al tribunal a pedir permiso para que pase la Navidad con su familia, de modo que pueda comenzar a cumplir la sentencia el 28 de diciembre.”

Sin embargo, al llevar su apelación y lograr que saliera bajo fianza, Dallin había hecho posible que Ernest consiguiera un trabajo bien remunerado, proveyera a su esposa y tres hijos, y demostrara que “su rehabilitación ya había comenzado” y quizá incluso terminado. “Argumenté que, en vista de estos hechos, debía concedérsele la libertad condicional y excusarlo de cumplir tiempo alguno, pero el tribunal no estuvo de acuerdo, probablemente con razón. Sospecho que cumplirá el mínimo, probablemente alrededor de un año.”


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8 Responses to En las Manos del Señor

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    muchas gracias ♥️ por favor si tuvieran el libro en inglés podrían compartirlo también ♥️

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  2. Avatar de Wahington originalthoroughly0a773cf265 dice:

    Gracias por compartir lo estuve buscando por mucho tiempo , puedo tenerlo en PDF
    Este es mi correo washingtonpalacios28@gmail.com

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  3. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    La primera parte fue maravillosa!

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  4. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    Hola, podrías decirme como puedo descargar el Libro por favor

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  5. Avatar de Wahington originalthoroughly0a773cf265 dice:

    Muchas gracias por el libro lo busque por algún tiempo , y ahora podre disfrutarlo , gracias por su trabajo al traerlo a nosotros .

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