Ven, sígueme – Doctrina y Convenios 133–134

Ven, sígueme
Doctrina y Convenios 133–134
17 – 23 noviembre: “Preparaos para la venida del Esposo”


Contexto histórico

Sección 133 — “La sección apocalíptica”
En noviembre de 1831, la Iglesia era todavía muy joven. Apenas contaba con unos cientos de miembros y estaba dispersa entre Ohio y Misuri. Durante una conferencia realizada en Hiram, Ohio, los líderes estaban preparando la primera edición de las revelaciones que más tarde se convertirían en Doctrina y Convenios.

En ese ambiente de organización y entusiasmo espiritual, el Señor reveló la sección 133 como una “apéndice” al libro de revelaciones. Su tono es profético y poderoso, como un llamado urgente a los santos de los últimos días: prepararse para la Segunda Venida, salir de Babilonia, y participar en la obra de reunir a Israel. En aquel tiempo, los primeros santos estaban experimentando persecuciones, expulsiones y dificultades económicas, por lo que esta revelación les ofreció esperanza y una visión amplia del destino de la Iglesia.
También les recordaba que aunque eran pocos y perseguidos, su misión tenía alcance mundial.

Sección 134 — “Declaración sobre el gobierno y la ley”
Para agosto de 1835, la Iglesia seguía enfrentando conflictos legales y persecuciones, especialmente por parte de multitudes y autoridades hostiles en Misuri. Mientras se preparaba una nueva edición de Doctrina y Convenios, en una conferencia en Kirtland, Ohio, los líderes de la Iglesia incluyeron una declaración formal sobre las creencias de los santos en cuanto al gobierno civil.

La sección no es una revelación, sino una declaración aprobada por la Iglesia, probablemente redactada por Oliver Cowdery. Su propósito era aclarar ante el público que los santos apoyaban la ley, el orden y la libertad religiosa.
Los miembros estaban siendo acusados falsamente de sedición y de oponerse al gobierno estadounidense, por lo que esta declaración les servía para mostrar su lealtad y su deseo de vivir en paz. También enfatizaba un principio central: las leyes deben proteger la libertad de conciencia y los derechos de todos.

D&C 133 (1831): revelada como un apéndice; un llamado profético a dejar Babilonia, reunir a Israel y prepararse para la Segunda Venida.

D&C 134 (1835): declaración sobre gobierno y leyes civiles en un tiempo de persecuciones; afirma la fidelidad de los santos a la ley y la libertad religiosa.


Doctrina y Convenios 133:4–14
Jesucristo me llama a rechazar Babilonia y venir a Sion.


Los versículos 4–14 de la sección 133 son un llamado urgente del Señor, casi como si resonara una trompeta espiritual. Jesucristo invita, advierte y promueve acción. No es un mensaje pasivo; es una convocatoria solemne para abandonar todo lo que simboliza Babilonia y venir con decisión hacia Sion.

1. “Preparaos, preparaos” — El llamado es ahora (v. 4–5)
El Señor repite: “preparaos, preparaos”, porque Su venida no es un evento lejano ni incierto.
En la doctrina del Evangelio, estas repeticiones enfatizan urgencia y responsabilidad personal.

  • Prepararse significa dejar de vivir espiritualmente adormecidos.
  • Significa despertar a la realidad eterna y reconocer que cada día forma parte de la preparación para encontrarnos con Él.

El Señor no quiere que Sus discípulos sean sorprendidos por las tinieblas; Él desea que vivamos con propósito, intención, y una perspectiva eterna.

2. “Salid de Babilonia” — No se puede amar a Cristo y a Babilonia al mismo tiempo (v. 5, 7, 14)
Babilonia, en la doctrina de los profetas, representa: el mundo sin Dios, sistemas que celebran el pecado, la comodidad del ego, prácticas que esclavizan el alma, y todo aquello que nos mantiene lejos de Cristo.

Rechazar Babilonia es más que evitar malas influencias. Es renunciar a toda forma de dependencia espiritual que no provenga del Señor.
Implica cambiar la cultura del mundo por la cultura del convenio.

Jesucristo no solo nos manda salir de Babilonia: Él nos invita a dejarla porque quiere liberarnos, quiere que escapemos antes de que caiga, antes de que el dolor inevitable llegue a quienes la amen más que a Dios.

3. “Venid a Sion” — El Señor no solo nos saca de algo, nos lleva hacia algo mejor (v. 9–10)
Sion es más que un lugar; es un modo de vida del convenio. Es pertenecer a un pueblo que busca la santidad, que vive en unidad, que ama la luz, que edifica y no destruye.

Jesucristo nos llama a venir a Sion porque ahí: encontramos Su presencia, recibimos Su ley, vivimos Sus ordenanzas, y nos unimos a un pueblo que se prepara para Su retorno.

Su llamado es amoroso: “Deja lo que destruye, ven donde Yo estoy”.

Así, salir de Babilonia es solo la primera mitad del camino; la segunda parte es caminar hacia Cristo, hacia comunidades y hábitos que alimentan la fe.

4. “Con la voz de admonición” — El Señor nos advierte porque nos ama (v. 10–11)
Cristo habla con voz fuerte, clara, incluso urgente, no para intimidar, sino para proteger.
En estos versículos, Él anuncia que Su brazo está descubierto, Su poder está en acción, y Su voz resuena para que nadie pueda decir que no escuchó el llamado.

Es una voz que despierta. Una voz que redime.
Una voz que dice: “Huye de lo que te destruye, porque Yo he preparado algo mejor”.

5. “Buscad la faz del Señor siempre” — Vivir en Sion es buscar a Cristo cada día (v. 13–14)
Estos versículos concluyen con una instrucción poderosa: “Ceñid vuestros lomos… huid… buscad la faz del Señor siempre.”

Es un llamado a constancia y obediencia diaria. No basta con salir de Babilonia una vez; debemos mantenernos en camino hacia Sion constantemente.

Buscar Su faz significa: escuchar Su palabra, guardar convenios, dejar que Su luz moldee nuestro carácter, aspirar a parecernos a Él.

Esta búsqueda es continua, íntima y transformadora.

En Doctrina y Convenios 133:4–14, Jesucristo revela un patrón eterno:
Él llama, advierte, invita y promete.
Nos llama a salir de la oscuridad, nos advierte del peligro, nos invita a Su pueblo de convenio, y nos promete protección y luz.

Rechazar Babilonia es rechazar confusión, orgullo y pecado.
Venir a Sion es elegir al Salvador, Sus leyes, Su templo, Su pueblo, y Su futuro reino glorioso.

Estos versículos nos recuerdan que la conversión verdadera implica movimiento:
salir de algo, y venir a Él.


Doctrina y Convenios 133:1–19, 37–39
Puedo prepararme ahora para la Segunda Venida del Salvador.


La sección 133 es uno de los textos más poderosos y directos sobre la Segunda Venida. En estos versículos, el Señor no solo describe eventos futuros, sino que enseña cómo nos preparamos hoy, en lo cotidiano, en nuestra vida diaria, con decisiones pequeñas pero sagradas. Su mensaje es urgente, misericordioso y lleno de propósito.

1. “Oíd, oh pueblos de la tierra” — La invitación es universal, pero la preparación es personal (v. 1–3)
El Señor abre la sección hablando a todas las naciones, no solo a los santos. La Segunda Venida afectará a toda la humanidad; sin embargo, la preparación comienza en el corazón individual.

  • Escuchar Su voz.
  • Recibir Su luz.
  • Aceptar Su invitación.

La preparación no es colectiva por obligación; es individual por convicción. Cristo respeta nuestra agencia y llama suavemente, pero con urgencia, a cada alma: “Ven a mí ahora”.

2. “Preparad la vía del Señor” — Arrepentimiento activo (v. 3–5)
Jesucristo declara que Su venida está cerca y que debemos preparar Su camino. En la doctrina del Evangelio, preparar el camino del Señor significa:

  • Arrepentirse sinceramente.
  • Abandonar patrones de pecado y tibieza.
  • Dejar que Su gracia transforme nuestros deseos.

El arrepentimiento no es solo para corregir errores; es para volver el corazón hacia el Salvador y permitir que Él nos limpie para que podamos soportar Su presencia gloriosa.

3. “Salid de Babilonia” — Desprenderse del mundo es parte esencial de la preparación (v. 5, 7, 14)
No podemos caminar hacia Cristo cargando los valores de Babilonia. Prepararse para Su venida significa santificar la vida: alejándonos del pecado, rechazando influencias que enfrían la fe, escogiendo un estilo de vida que honra los convenios.

Babilonia simboliza confusión espiritual. Sion simboliza claridad y pureza. La preparación consiste en escoger cada día en cuál de las dos deseamos vivir.

4. “Buscad la faz del Señor siempre” — Practicar la espiritualidad diaria (v. 13–14)
El Señor enseña un principio clave: La preparación no es un evento, es un hábito.

Buscar Su faz significa: orar con intención, estudiar Su palabra, guardar los mandamientos, servir con amor, hacer convenios y honrarlos.

Cuando la espiritualidad se vuelve parte de nuestra rutina diaria, la Segunda Venida deja de ser algo que tememos y se convierte en algo que anhelamos.

5. “Mi pueblo… será recogido” — La obra misional prepara al mundo y a nosotros mismos (v. 8–10, 17–18)
El Señor describe una obra grandiosa y mundial que precede Su venida: el reúne a Israel, envía misioneros, proclama Su Evangelio con poder.

Cuando participamos en la obra misional (como miembros o siervos del convenio): afinamos nuestra fe, desarrollamos humildad, fortalecemos nuestra dependencia del Espíritu, y nos alineamos con la obra que prepara al mundo para Su retorno.

La misión no es solo para convertir a otros; también nos convierte a nosotros.

6. “La luz romperá… y los cabos de la tierra temblarán” — Cristo viene como Rey glorioso (v. 18–19)
Estos versículos pintan una escena majestuosa: Jesucristo rompiendo las tinieblas, apareciendo en gloria, gobernando como Rey de reyes. Saber quién es Él y cómo vendrá nos ayuda a poner en perspectiva nuestras pruebas actuales.

Quien se prepara con fe se llena de esperanza, no de miedo.
Quien vive en convenios reconoce Su venida como liberación, no como juicio.

7. “Traerán a Sion sus tesoros” — Todas las naciones serán invitadas al conocimiento de Cristo (v. 37–39)

En estos versículos finales, el Señor muestra Su obra global: todas las naciones verán Su salvación y traerán “sus tesoros”, es decir: sus pueblos, sus talentos, su fe, sus recursos, su contribución espiritual al reino de Dios.

La Segunda Venida no es solo el fin de la mortalidad tal como la conocemos; es el inicio de una unión mundial bajo Cristo. Prepararnos ahora significa contribuir a esa obra —por pequeña que sea nuestra contribución— con corazón y disposición.

Prepararse ahora para la Segunda Venida del Salvador no es vivir con miedo ni obsesionarse con señales; es vivir con propósito, arrepentimiento, disciplina espiritual, y gozo en los convenios.

El Salvador nos da un patrón claro en estos versículos:

  1. Escucha Su voz.
  2. Arrepiéntete con sinceridad.
  3. Aléjate de Babilonia.
  4. Busca Su rostro cada día.
  5. Participa en Su obra.
  6. Anhela Su venida con confianza.
  7. Contribuye a Sion ahora.

Si hacemos estas cosas, Su venida no nos tomará por sorpresa; nos encontrará preparados, firmes y llenos de esperanza.

Al leer el mensaje del presidente Russell M. Nelson sobre preparar al mundo para la Segunda Venida, sentí como si él me recordara que este es un tiempo sagrado, un tiempo en el que el Señor está acelerando Su obra. El profeta explica que la restauración sigue avanzando y que cada templo, cada conversión y cada acto de fe está construyendo el futuro día en que el Salvador regresará.

Al pensar en eso, me sentí inspirado a actuar. Primero, sentí el deseo de profundizar mi propia conversión, de orar con más sinceridad, estudiar las Escrituras con más intención y arrepentirme con más humildad. También me inspiró el recordatorio de que el templo es clave en la preparación del mundo, así que quiero ser más constante en asistir y mantener mi vida alineada con los convenios.

Además, me sentí movido a ayudar en la reunión de Israel, compartiendo el Evangelio con bondad y haciendo obra del templo e historia familiar. Y finalmente, el profeta me recordó que mi estabilidad espiritual no depende del mundo, sino de cómo vivo mi fe. Eso me anima a ser una fuente de esperanza para quienes me rodean.

En resumen, me siento inspirado a vivir más cerca de Cristo, apoyar Su obra con más fe, y ayudar —desde mi pequeño lugar— a preparar al mundo para el glorioso día en que Él volverá.


Diálogo: Marta y Juan


Marta: Juan, hoy estuve leyendo Doctrina y Convenios 133 y me impresionó ese llamado tan fuerte del Señor. Es como si hablara directamente a nuestro tiempo.

Juan: ¿Te refieres a los versículos que dicen “preparaos, preparaos”? A mí también me impactaron. Siento que es como una trompeta espiritual sonando para todos nosotros.

Marta: Exacto. Me hizo pensar que prepararse para la Segunda Venida no es algo futuro… es ahora. El Señor repite “preparaos” porque no quiere que vivamos espiritualmente dormidos.

Juan: Yo también lo sentí así. Prepararnos significa despertar. Como si el Señor dijera: “Ve tu vida con ojos eternos, cada día cuenta”.

Marta: Y luego viene esa frase poderosa: “Salid de Babilonia”. Me pregunté: ¿qué es Babilonia hoy?

Juan: Yo lo veo como todo lo que intenta alejarnos de Cristo: la confusión espiritual, el pecado normalizado, la obsesión con uno mismo… cosas que parecen atractivas, pero terminan esclavizando el alma.

Marta: Sí, rechazar Babilonia no es solo evitar malas compañías. Es cambiar la cultura del mundo por la cultura del convenio.

Juan: Me encanta cómo lo dices. Es decirle al Señor: “Quiero vivir a Tu manera, no a la manera del mundo”.

Marta: Lo más hermoso para mí es que el Señor no solo nos dice “salgan”, también dice “vengan”. “Venid a Sion”.

Juan: Sion no es solo un lugar, ¿verdad? Es un estilo de vida.

Marta: Sí. Es vivir en unidad, en santidad, buscando la luz, guardando convenios. Es un pueblo que se prepara para Su venida.

Juan: Es como si el Señor dijera: “Deja lo que te hace daño. Ven conmigo. Ven donde está Mi presencia”.

Marta: Y cuando Él habla “con la voz de admonición”… me di cuenta de que no lo hace para asustarnos sino para protegernos.

Juan: Exactamente. Si te fijas, Él advierte porque nos ama. Su voz dice: “Huye de lo que te destruye, porque tengo algo mejor para ti”.

Marta: Es una voz que despierta y redime.

Juan: Y en los versículos 13–14 dice: “Buscad la faz del Señor siempre”. Me encanta porque la preparación es un hábito, no un evento.

Marta: Buscar Su faz es orar con intención, estudiar Su palabra, guardar convenios, dejar que Él moldee nuestro carácter.

Juan: Es caminar hacia Sion todos los días, no solo cuando sentimos motivación.

Marta: Y lo hermoso es que esta preparación también se ve en los versículos 1–19 y 37–39. El Señor habla a todas las naciones.

Juan: Pero la preparación es personal. Cada uno elige escuchar Su voz y aceptarlo.

Marta: Me encantó que “preparar Su camino” significa arrepentirse, dejar la tibieza y permitir que Su gracia nos transforme.

Juan: Y otra vez aparece la frase: “Salid de Babilonia”. Es esencial para estar listos.

Marta: El Señor nos invita a buscarlo siempre: orar, estudiar, servir, honrar convenios. Así la Segunda Venida deja de dar miedo y se convierte en un anhelo.

Juan: Sí. Cuando vives en convenios, Su venida significa liberación, no destrucción.

Marta: Me impresionó cómo la obra misional forma parte de esta preparación. Él reúne a Israel, y nosotros podemos ayudar.

Juan: Y al hacerlo, no solo ayudamos a otros: también nos convertimos nosotros mismos.

Marta: Además, me encanta esa imagen de Cristo rompiendo las tinieblas, viniendo en gloria. Eso me da esperanza.

Juan: Y los versículos 37–39 muestran que todas las naciones traerán sus tesoros a Sion. Todos serán invitados al conocimiento de Cristo.

Marta: La Segunda Venida no es el final de todo, es el inicio de algo glorioso bajo Su reinado.

Juan: Entonces, Marta… si tuvieras que resumir, ¿qué dirías que espera el Señor de nosotros hoy?

Marta: Yo diría que espera movimiento:
salir de Babilonia, venir a Él, buscar Su rostro diariamente y participar en Su obra.

Juan: Sí… y si hacemos eso, Su venida no nos tomará por sorpresa.

Marta: Nos encontrará listos, fieles… y felices de recibirlo.


La Parábola del Viajero y las Dos Ciudades


Había una vez un viajero llamado Elías, que vivía en una gran ciudad llamada Babilonia. Era una ciudad llena de luces, ruido, entretenimiento y promesas de comodidad. Sin embargo, mientras más vivía ahí, más notaba que la ciudad tenía un extraño efecto: las personas se volvían perezosas, distraídas e incapaces de ver más allá del día presente. Era una ciudad que apagaba la fe y adormecía el espíritu.

Una noche, mientras caminaba por las calles, Elías escuchó una voz fuerte y clara, como si una trompeta rasgara el cielo. Decía:

“¡Preparaos, preparaos! ¡Salid de Babilonia y venid a Sion!”

Elías se detuvo sorprendido. La voz parecía venir de muy lejos, pero a la vez, sentía que hablaba directamente a su corazón. Miró a su alrededor: las calles brillaban con luces, pero su alma estaba en sombras. Entonces comprendió: había vivido dormido espiritualmente.

Esa voz lo llamó otra vez: “Despierta. Camina hacia la luz. Ven donde Yo estoy.”

Al día siguiente, Elías notó cosas que antes ignoraba. Vio cómo en Babilonia la gente hablaba de libertad pero vivía esclavizada por sus deseos. Vio que todos corrían tras el placer, la apariencia y el elogio, pero nadie tenía verdadera paz.

Comprendió que Babilonia no era solo una ciudad.
Era una cultura, una forma de vivir sin Dios.

Elías decidió obedecer la voz. Empacó lo necesario, dejó atrás sus distracciones y comenzó su viaje.

Mientras caminaba lejos de la ciudad, escuchó de nuevo la voz, ahora más suave:

“No puedes amar a Babilonia y amarme a Mí al mismo tiempo. Deja lo que te ata. Yo deseo liberarte.”

Cada paso que daba era un acto de fe. A veces sentía nostalgia por la comodidad de Babilonia, pero recordaba que ahí su alma había estado adormecida.

En el camino, conoció a otros viajeros. Algunos avanzaban con gran determinación; otros retrocedían hacia la ciudad, seducidos por su brillo.
Elías continuó, decidido a no mirar atrás.

Después de varios días, encontró a un mensajero vestido de blanco que le mostró un mapa.

—¿Hacia dónde vas? —preguntó el mensajero.

—Hacia Sion —dijo Elías.

El mensajero sonrió:

—No basta con salir de Babilonia; debes caminar hacia Cristo cada día. Buscar Su luz, guardar Sus convenios, orar, servir y arrepentirte con sinceridad. Sion es un camino, no solo un destino.”

Elías guardó esas palabras en su corazón.

Mientras seguía el mapa, vio que el camino estaba iluminado. Cuando caminaba con fe, la luz se hacía más fuerte; cuando dudaba o se detenía, la luz parecía debilitarse.

Escuchó nuevamente la voz: “Ceñid vuestros lomos. Buscad mi faz siempre. Seguid adelante sin temor.”

Elías se dio cuenta de que buscar la faz del Señor significaba: escuchar Su palabra, guardar Sus mandamientos, arrepentirse pronto, dejar que Cristo moldeara su carácter, y anhelar Su presencia.

La preparación no era un solo gran acto, sino un hábito, una manera de vivir.

Un día, desde lo alto de una colina, vio a lo lejos la ciudad de Sion. No brillaba como Babilonia, pero irradiaba una luz diferente: una luz de paz, de pureza, de amor.

A medida que se acercaba, vio gente unida, familias fuertes, templos que elevaban el espíritu, y rostros llenos de esperanza.

Allí aprendió que Sion no era solo un lugar físico: era una comunidad de corazones consagrados al Señor.

La voz hablando desde la ciudad dijo: “En Sion está mi presencia. Aquí se guarda mi ley. Aquí se vive mi Evangelio. Aquí se prepara un pueblo para mi retorno.”

Elías sintió que finalmente había llegado donde pertenecía.

Desde Sion, vio mensajeros salir hacia todos los rumbos de la tierra: sur, norte, oriente y occidente. Iban a invitar al mundo entero a venir a la luz de Cristo. Iban a recoger almas, talentos, fe y corazones dispuestos.

Elías entendió que: la preparación para la Segunda Venida era real, la obra misional era parte esencial, y cada acto de fe edificaba el Reino.

Un día, mientras el pueblo trabajaba con humildad, una luz rompió las nubes. La tierra tembló suavemente, no con terror, sino con reverencia.

Elías sintió una certeza profunda: El Rey venía. No sintió miedo. Sintió gozo. Había dejado Babilonia. Había caminado hacia Sion. Había buscado la faz del Señor. Y ahora, estaba listo para recibir al Salvador.

Esta parábola enseña que:

  • Babilonia es todo lo que apaga la fe, confunde la mente y esclaviza el alma.
  • Sion es la vida del convenio: luz, unidad, obediencia, pureza y esperanza.
  • La preparación para la Segunda Venida es diaria: arrepentimiento, oración, servicio, convenios, y rechazar la tibieza.
  • La conversión es movimiento: salir de algo y venir a Cristo.

Y así como Elías, todo discípulo del Señor puede comenzar hoy mismo su camino hacia Sion.


Doctrina y Convenios 133:19–56
La Segunda Venida de Jesucristo será gozosa para las personas rectas.


Cuando uno lee estos versículos, no siente miedo, sino esperanza. La descripción que el Señor da aquí no está diseñada para atemorizar a los fieles, sino para fortalecer su fe. Doctrina y Convenios 133:19–56 revela que la Segunda Venida será un acontecimiento glorioso, majestuoso y profundamente consolador para quienes han caminado en rectitud. En estos pasajes, el Señor describe no solo Su poder, sino Su amoroso retorno.

1. “La luz romperá en medio de las tinieblas” (v. 19–22)
El relato inicia con una imagen poderosa: Cristo rompiendo las tinieblas con Su luz.
Para los rebeldes, esta luz es perturbadora.
Pero para los rectos, es el amanecer más esperado de la historia.

Es como si un viajero que caminó en la noche por el desierto finalmente viera el sol aparecer en el horizonte. La oscuridad que antes lo rodeaba da paso a una claridad que sana, que calma, que guía.

Jesucristo vendrá como la Luz del mundo para iluminar el alma de quienes le han sido fieles.

2. Cristo regresa como Rey de reyes (v. 21–25)
El Salvador no viene escondido ni humilde como en Belén. Esta vez viene en gloria, rodeado de poder celestial. Los versículos describen una escena solemne y majestuosa: montañas que huyen, ríos que se secan, la tierra que reconoce a su Rey.

Pero estas manifestaciones no son para aterrorizar al justo… son señales de que la creación misma se alegra al recibir a Aquel que la diseñó.

Para los rectos, Su realeza no causa temor; causa reverencia.
No provoca huida; provoca adoración.
No destruye fe; la consuma.

3. El Señor libera a Su pueblo (v. 26–34)
En estos versículos, Cristo se revela como el Libertador. Él rompe cadenas, abre prisiones espirituales y reúne a los suyos desde los cuatro cabos de la tierra.

Para el justo, Su llegada es equivalente a oír estas palabras: “Ya no estás solo. Ya no eres oprimido. El Rey ha venido por ti.”

Las obras misionales, los templos, los convenios… todo conduce a este punto: la gran reunión de Israel encabezada por el propio Mesías.

Es un día de gozo porque Él reconoce a Sus ovejas, y ellas reconocen Su voz.

4. Cristo viste de poder y redención (v. 35–45)
El Señor habla de Sus vestiduras “teñidas”, una imagen simbólica de Su sacrificio expiatorio. Él vendrá con las marcas de Su amor eterno: Su sangre, Su entrega, Su victoria sobre el pecado y la muerte.

Para quienes han confiado en Su gracia, esta vista es la mayor de todas las consolaciones: el Cordero ha vencido, y viene por los suyos.

La Segunda Venida no será una sorpresa para los rectos; será la culminación de una relación que han cultivado durante toda su vida.

5. Él viene a gobernar con justicia y misericordia (v. 46–49)
Estos versículos muestran que Cristo reinará con perfecta justicia.
Pero esta justicia no aterra al justo; lo protege.

En un mundo donde la injusticia, la violencia y la confusión abundan, la idea de un Rey justo es la promesa más esperanzadora.

Los rectos se alegrarán porque: ya no habrá corrupción, ya no habrá opresión, ya no habrá engaño.

El gobierno del Hijo de Dios traerá paz, orden y alegría.

6. Los justos reciben gozo y gloria eternos (v. 50–56)
Los últimos versículos describen a Cristo juzgando a los inicuos… pero también describen a los rectos recibiendo Su presencia con canto y celebración.

La escena se asemeja más a una reunión familiar eterna que a un juicio.

Los rectos ven Su rostro, sienten Su amor, escuchan Su voz, y reciben la recompensa prometida: descanso, luz, protección, y el gozo eterno de estar con Él.

Conclusión Final
Doctrina y Convenios 133 nos enseña que la Segunda Venida del Salvador no es un acontecimiento para temer, sino un día glorioso para quienes han caminado con Él. El Señor nos invita a salir de Babilonia, despertar de la tibieza espiritual y venir a Sion, no solo como un lugar, sino como una forma de vida centrada en convenios, luz y obediencia.

Estos versículos revelan un patrón divino: Cristo llama, advierte, invita y promete. Él nos llama a dejar la confusión del mundo, nos advierte del peligro espiritual, nos invita a Su pueblo de convenio y finalmente promete paz, protección y gozo a quienes le sigan con firmeza.

Para los rectos, Su venida será un amanecer de luz, justicia y amor. Será el cumplimiento de todas las esperanzas del Evangelio y el día en que cada sacrificio habrá valido la pena. Por eso, la preparación no es ansiedad ni miedo: es fe diaria, arrepentimiento constante, servicio, adoración en el templo y una vida vivida mirando hacia Cristo.

Si elegimos al Salvador ahora —si buscamos Su rostro cada día—, entonces cuando Él venga, nos encontrará preparados, confiados y llenos de gozo, listos para recibir al Rey que siempre hemos amado.


Doctrina y Convenios 134
“Dios instituyó los gobiernos para el beneficio del hombre”.


Cuando uno se adentra en Doctrina y Convenios 134, es como abrir una ventana a la forma en que el Señor ve a las naciones, las leyes y el poder civil. Aunque esta sección no es una revelación directa, refleja principios doctrinales profundos que iluminan el propósito divino tras la existencia de los gobiernos. Y al leerla en forma narrativa, descubrimos que Dios no solo observa a las naciones… Él las instituyó con intención, orden y misericordia.

El diseño divino detrás de los gobiernos
La declaración comienza con una idea poderosa: los gobiernos fueron organizados por Dios para proteger al hombre y promover su bienestar.

Esta verdad cambia la forma en que vemos la autoridad civil. No es un invento humano sin dirección; es parte del plan de Dios para: preservar la libertad, mantener el orden, y permitir que Sus hijos ejerzan su albedrío en un ambiente seguro.

Es como si el Señor dijera: “Les doy gobiernos para que puedan vivir, trabajar, adorar y progresar sin miedo.”

Los gobiernos existen para proteger derechos sagrados
Doctrina y Convenios 134 enseña que los gobiernos deben resguardar tres derechos fundamentales:

  1. La vida,
  2. La libertad,
  3. La propiedad.

Estos derechos no son simplemente conceptos políticos; son derechos espirituales dados por Dios.
La vida es el regalo de la mortalidad, la libertad es el don del albedrío, y la propiedad representa la capacidad de administrar lo que Dios confía a cada persona.

Así, el gobierno se convierte en un instrumento para que los hijos de Dios tengan un entorno donde ejercer su propósito eterno.

Libertad religiosa: un principio celestial
Uno de los temas más importantes de esta sección es la libertad de conciencia.

Se declara que ningún gobierno tiene derecho a dictar en asuntos de fe.
La adoración es un acto entre el alma y Dios, y ningún poder terrenal debe interferir.

Dios instituyó los gobiernos para permitir que cada persona: adore según sus convicciones, busque la verdad a su ritmo, y viva conforme a la luz que recibe.

En otras palabras, la libertad religiosa no es solo un derecho civil; es un derecho divino.

El equilibrio entre ley civil y ley espiritual
Doctrina y Convenios 134 enseña que la Iglesia y el Estado tienen responsabilidades distintas y sagradas.

  • La Iglesia guía en asuntos espirituales.
  • El Gobierno regula lo civil y protege la paz social.

Ninguno debe invadir los terrenos del otro. Este equilibrio permite que el Evangelio prospere sin coerción y que las naciones mantengan orden sin controlar la fe.

Es una estructura armoniosa, diseñada por un Dios de orden.

Responsabilidad de los ciudadanos
La declaración también enfatiza que las personas tienen el deber de: obedecer las leyes, honrar a los magistrados, y sostener a los gobernantes justos.

No por miedo al castigo, sino porque el orden civil es parte del plan de Dios.
Ser buenos ciudadanos forma parte de ser buenos discípulos.

La obediencia a la ley no es sumisión ciega; es reconocimiento de que Dios usa gobiernos para bendecir la vida de Sus hijos.

Protección contra la tiranía
Aunque la sección afirma la importancia de los gobiernos, también advierte que cuando se corrompen o oprimen, deben ser reformados o reemplazados por medios pacíficos.

Dios instituyó los gobiernos para beneficiar, no para someter.
Cuando un gobierno pierde ese propósito, deja de reflejar el orden celestial que Dios estableció.

Los santos deben sostener sistemas justos y resistir la injusticia de manera moral y pacífica.

Conclusión Final
Doctrina y Convenios 134 nos recuerda que, aunque los gobiernos de la tierra están formados por seres imperfectos, su propósito nace del diseño perfecto de Dios. Él instituyó las leyes y las naciones para proteger la vida, garantizar la libertad, promover la justicia y permitir que Sus hijos vivan, adoren y progresen en paz.

Comprender esto cambia nuestra perspectiva: ser buenos ciudadanos, honrar las leyes justas y defender la libertad religiosa no es solo una responsabilidad cívica, sino una expresión de nuestra fe. Cuando apoyamos la justicia, la equidad, la protección de los derechos y la libertad de conciencia, estamos colaborando con el plan divino para el bienestar de la humanidad.

En última instancia, Doctrina y Convenios 134 nos enseña que el orden civil y el orden celestial no están en competencia, sino que pueden trabajar juntos cuando las leyes reflejan principios de rectitud. Y mientras aguardamos el día en que Cristo mismo reine en perfecta justicia, nuestra tarea es sencilla, pero sagrada: ser ciudadanos rectos, respetuosos, pacíficos y defensores de la libertad, para que el mundo se acerque un poco más al ideal que Dios planeó desde el principio para Sus hijos.


La Restauración de Todas las Cosas Lo que dice Doctrina y Convenios
Robert J. Matthews

Un análisis de Doctrina y Convenios Seccion 133

Un análisis de Doctrina y Convenios Seccion 134

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