Conferencia Gemeral Abril 1955


“A menos que tengamos Su mensaje”

Élder George Q. Morris
Del Consejo de los Doce Apóstoles


Mis queridos hermanos y hermanas, estoy agradecido por el privilegio de estar con ustedes en esta gran conferencia, y me he sentido conmovido por los mensajes que hemos recibido, comenzando con el impresionante e inspirado mensaje del presidente McKay, hasta este momento. Sinceramente oro para que el Señor me dirija a decir aquello que es verdadero y que Él quisiera que se dijera.

He quedado impresionado por la cantidad de referencias y testimonios respecto a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Es nuestra obligación y nuestro privilegio proclamarlo al mundo. Él ha venido a nosotros en nuestro día. Él ha establecido para nosotros Su Iglesia. Él ha puesto en ella Su autoridad y Su poder, y la está dirigiendo por medio de Su siervo en la tierra, quien se encuentra como Su representante en el mundo hoy.

Es nuestro privilegio y nuestro placer y nuestro gozo proclamar Su divinidad, y ese hecho, la divinidad de Jesucristo, es el hecho central de la existencia humana y la verdad fundamental de la vida humana. Si no sabemos eso y no somos gobernados por ello, nuestras vidas serán un fracaso. A menos que tengamos Su mensaje y Sus instrucciones, no sabremos qué es la vida, no sabremos quiénes somos ni qué somos; no sabremos cómo vivir; no sabremos qué objetivo poner delante de nosotros en la vida, porque es solo mediante el evangelio de Jesucristo que conocemos la verdad que debe guiarnos día tras día y sostenernos a lo largo de nuestras vidas y hacernos seres verdaderamente inteligentes.

Jesucristo es el espíritu de verdad, el espíritu de luz; y la verdad y la luz el Señor las ha definido como inteligencia (DyC 93:29, 36). Si queremos ser verdaderamente inteligentes, debemos aprender la verdad concerniente a Su carácter y Su misión.

Las obligaciones son tales y nuestras relaciones con Él son tales que es nuestro deber más serio en la vida conocerlo y amarlo y guardar Sus mandamientos, y así conocer y amar a nuestro Padre Celestial y guardar Sus mandamientos, porque Él es el mensajero del Padre; Él es el elegido por el Padre para representarlo en la tierra, elegido por el Padre para ser el Redentor del mundo, elegido por el Padre para ser el Creador del mundo. En Sus manos el Padre ha puesto todas las cosas, y nosotros estamos en Sus manos. Un día nos pararemos ante Él para ser juzgados, y seremos juzgados según nuestra relación con Él y nuestra actitud hacia Él y si hemos escuchado o no Su palabra y guardado Sus mandamientos. Todos llegaremos a ese día y a ese juicio, y así también cada hombre y mujer en el mundo.

Parece fácil para algunas personas evaluar a Jesucristo y ponerlo en Su lugar como, sin duda, un gran Maestro y un gran Profeta, un hombre que vivió una vida maravillosa. Los “sabios y entendidos” tienen una manera de hacer esto. Más bien creo que los humildes y los mansos lo aceptan como el Redentor del mundo. Él dijo:

“Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los prudentes, y las revelaste a los niños.” (Mateo 11:25)

El Señor Jesucristo no está siendo juzgado por el mundo. Los hombres deben entender eso. El mundo está siendo juzgado por el Señor Jesucristo, y tendremos que rendir cuentas por la actitud que tomemos hacia Él y Su mensaje, y no podemos aceptarlo sin aceptar Sus principios y Sus doctrinas. Si rechazamos Sus principios y Sus doctrinas, lo rechazamos a Él. Si rechazamos Su divinidad, lo rechazamos a Él:

“¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.

“Cualquiera que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre; [pero] el que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.” (1 Juan 2:22–23)

“Cualquiera que se extravía y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese tiene tanto al Padre como al Hijo.” (2 Juan 1:9)

Otra cosa que el mundo debe entender si quiere conocer la verdad —y si solo fueran humildes y sinceros ante el Señor estarían felices de entenderlo— es que quienes reciben o rechazan las enseñanzas, testimonios y amonestaciones de los siervos de Dios reciben o rechazan al Señor Jesucristo. Él dijo a los setenta cuando los envió a predicar el evangelio:

“El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.” (Lucas 10:16)

¡Qué importante es para el mundo que entiendan estos sencillos principios! Si no fuera por las tradiciones, los errores, los pecados y las deficiencias de los hombres, todo el mundo aceptaría al Señor Jesucristo. No hay nada en Él que un corazón sincero y una mente recta no se alegrarían en aceptar. Él es perfecto. Él es amor. Él es rectitud. Él es verdad, la perfección de todas las cosas, y está dedicando Su gran poder y Su ser entero a amar y salvar a los hijos de los hombres.

¿Por qué no habríamos de aceptarlo con todo nuestro corazón? ¡Solo por nuestras propias deficiencias! No es por nuestro conocimiento superior e inteligencia que rechazamos a Jesucristo. Es porque carecemos de conocimiento superior e inteligencia y humildad y mansedumbre que Él es rechazado. Si somos fieles y humildes, como los hermanos han dicho en esta conferencia, y guardamos Sus mandamientos, sabremos de Su divinidad, y será nuestra salvación y nuestra exaltación.

Lean la sección 93 de Doctrina y Convenios, respecto al tema de la obediencia. Es guardando los mandamientos de Dios que adquiriremos luz y verdad hasta estar llenos de luz y verdad y conocer todas las cosas y llegar a ser semejantes a nuestro Padre Celestial (DyC 93:28). Lo que impide esto es, como dice la revelación, que Satanás nos arrebata la luz y la verdad mediante la desobediencia.

“Y acontecerá que aquel inicuo vendrá y arrebatará de los hijos de los hombres la luz y la verdad, por causa de la desobediencia y por causa de las tradiciones de sus padres.” (DyC 93:39)

“Si no guardáis mis mandamientos, el amor del Padre no permanecerá con vosotros; por tanto, andaréis en tinieblas.” (DyC 95:12)

Cualquier cosa que deseemos alcanzar o debamos alcanzar que sea deseable, notable, hermosa, de buena reputación, que conduzca a nuestra salvación y exaltación en el reino de Dios, será alcanzada mediante el principio de obediencia al Señor Jesucristo.

Doy mi humilde testimonio de que Él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, que esta es Su Iglesia y reino y que se está extendiendo por toda la tierra y continuará extendiéndose. En esta conferencia se ha anunciado una nueva era en la cual, en una base mundial, la Iglesia será visitada regularmente y supervisada regularmente, y hemos visto planes puestos en efecto que, cuando estén terminados, nos darán una línea de templos que circundarán el globo —puestos de avanzada del reino de Dios.

Doy testimonio de que esta expansión continuará hasta cubrir la tierra y que se hará la voluntad de Dios. Danos poder, te ruego, oh Padre, para que seamos verdaderos y fieles hasta estos fines, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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